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Manifold Garden

Manifold Garden

William Chyr

Manifold Garden, Análisis. El cubo de Rubik infinito

Conocemos este singular juego de puzles en primera persona aderezado por un apartado artístico preciosista que nos ha sorprendido. Sencillez bien ejecutada.

El género de los puzles nunca deja de sorprendernos. Sea de una forma u otra, las posibilidades del ingenio a través del ocio electrónico son indefinidas y no parecen tener fecha de caducidad; especialmente cuando vemos que propuestas como Portal siguen siendo referentes y referencia para producciones tanto grandes como dentro de la emergente escena independiente. Manifold Garden es una de esas ideas que llegan casi sin avisar y que, al mismo tiempo, nos encantan por su sencillez.

William Chyr es el artífice de esta obra, que podemos definir como un gigante —mayúsculo— juego de puzles en primera persona donde todo está medido, paradójicamente, en su justa medida. Un cubo de Rubik hecho videojuego. Y decimos esto porque, a pesar de la magnitud de los escenarios y la majestuosidad del conjunto, es sofisticado. Tanto a nivel de diseño como en el plano visual, que entra por los ojos en una gran pantalla. Tras su paso por PC, consolas y dispositivos móviles, nos enfrentamos a estas escasas tres horas de experiencia en Xbox Series S, cuya memoria SSD y Xbox Velocity Architecture han hecho desaparecer los tiempos de carga. Huelga decir que la recomendación del juego está garantizada, pero dejadnos explicaros por qué.

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A veces la solución es simplemente saltar al vacío: entendiendo Manifold Garden

¿Por qué hacer algo artificialmente complejo si a través de la sencillez se puede ganar complejidad? Es eso lo que parece querer decirnos a los mandos Manifold Garden, que no llega a explotar en el diseño individual de sus rompecabezas, pero que sí acierta de lleno cuando sumas todas esas pequeñas partes individuales. El desafío está ahí; la curva de dificultad considerablemente progresiva también lo está. El uso de la tridimensionalidad es total.

Manifold Garden nos propone resolver desafíos a través del uso de la gravedad, los colores y un sistema cúbico que sirve como eje vertebrador de todo. Aquí no hay muertes, no hay vidas, no hay contadores de daño ni medidores de tiempo. Simplemente tenemos que tomarnos nuestro tiempo, pensar y… avanzar. Llegar. ¿Dónde? Eso no importa, solamente tenemos que dejarnos llevar.

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Nada más empezar nos veremos dentro de una sala, entre cuatro paredes. Nosotros vemos todo en primera persona; podemos caminar y tocar los elementos interactivos del entorno, que se rigen a un esquema de color donde solo aquello del mismo color da respuesta a un estímulo. Entre tanto, la gravedad, que se puede activar en cualquiera de las paredes. ¿Ves ese techo? Puede ser el suelo si primero giras el escenario noventa grados y, acto seguido, giras en ese mismo sentido otros noventa grados. Guau. La primera vez es extraño, pero también es satisfactorio.

A continuación, verás un enorme hueco azul y una caja de ese mismo color. ¿Y si la situamos en ese enorme agujero? Se abre entonces una puerta… y avanzas. Ahora aparecen escalones, cajas verdes, interruptores amarillos e intersecciones rojas. De pared en pared, de cubo en cubo, de escenario en escenario. Es como un cubo de Rubik, con patrones de color que sirven como llave para abrir puertas. Es sencillo, no hacen falta diálogos y por eso no recurre a ellos. Manifold Garden prescinde de todo aquello que no necesita para ser naturalmente minimalista. Esencialmente efectivo. Puramente satisfactorio. Es casi matemático, por eso es una pena que no llegue a haber ningún momento en las escasas tres horas que dura, porque parece querer explotar y no puede. Se queda en el notable cuando podría haber sido incluso más.

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Jugando con el concepto de infinito, ¿qué es el cielo, realmente?

Hay un momento que recordamos con una sonrisa en la boca, y es cuando te das cuenta de que las leyes de Manifold Garden se vulneran de forma deliberada, que el vacío es quizá también el techo; que el infinito es real y se puede jugar con él. Es en ese momento, cuando das el salto al vacío entre escalones, rascacielos y formas cúbicas, que entiendes que William Chyr tuvo en mente una idea extraordinaria porque no se puede entender ni representar en otro medio cultural ni en otra manifestación artística. Es arte pictórico de vanguardia en movimiento, con profundidad, sumado al añadido de ser sensible.

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Cuando estudias las obras de William Chyr, que reconoce en un encuentro con HyperHype haber tardado siete años en terminar el título, entiendes que su idea inicial fuese diseñar un MMO de viajes en el tiempo. Al final, la obra se siente como el videojuego heredero del efecto óptico de las escaleras infinitas del cuadro Relativity de M. C. Escher. Esa inspiración es legítima, tanto como la que abraza a Portal, de Valve. El resultado es que todo funciona. Otro nombre que no podemos olvidar en este análisis es el de Martin Kvale, encargado de diseñar los efectos de sonido del juego. Son pocos, poquísimos, pero funcionan de maravilla. Recomendamos jugar con auriculares porque es de esos títulos que precisan de concentración, que se sienten en los matices, y jugar en estéreo nos ayudará a situar el sonido en el lugar exacto del que proviene.

Por lo demás, este particular cubo de Rubik desaprovecha la oportunidad de contar una historia, que seguramente con un poco de esfuerzo hubiese quedado de maravilla. Por suerte —y esto dice bien de la idea de Chyr—, no ha necesitado de una sola línea de diálogo para comunicarse con el jugador. Y eso, creednos, tiene mucho mérito, porque hemos completado la aventura casi del tirón, en una sola tarde, sin pensar cuánto faltaba ni por qué estábamos caminando por la pared (que a veces era el techo y otras era el suelo). Solo te dejas llevar. Saltas. Caes. Colocas. Descolocas. Caminas. Avanzas. Si hubiese durado más hubiese terminado agotando su propia fórmula. Ser dosificado es también una virtud.

Conclusión

Manifold Garden es una agradable sorpresa. Un videojuego simple, sencillo, abstracto, minimalista y complejo a través de su sencillez. Pero, sobre todo, un videojuego. Inspirado en el cubo de Rubik y tomando como base la idea del cuadro Relativity, este título de puzles en primera persona nos invita a experimentar desafiando las leyes de la física y la gravedad, un ejemplo de que los rompecabezas están ahí para imponer sus propias reglas, para saltárselas y darles la vuelta para que el jugador se sienta dentro. En ocasiones fascinante, en otras demasiado limitado, sus tres horas de duración dejan un gran sabor de boca. Completamente recomendado.

Lo mejor

  • Un sorprendente diseño de escenarios
  • Artísticamente es bello y sencillo; te habla a través del color
  • Su idea del concepto de infinito, muy bien ejecutada
  • Tiempos de carga inmediatos en Xbox Series X|S

Lo peor

  • No termina de explotar
  • Su desafío se queda por debajo de lo que nos hubiese gustado
7

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.