Mira mamá, con una mano

Wii es la plataforma perfecta para indagar en juegos del tipo Super Monkey Ball, que ya tiene su correspondiente entrega en la nueva consola de Nintendo. En Banana Blitz controlamos a estos curiosos monos de SEGA embutidos en una bola para lograr llegar al final de cada fase con la inclinación del mando hacia donde queremos que avancen.

Esta clase de juegos no es precisamente nueva, ya en la época de los 8 bits podíamos disfrutar con títulos como Marble Madness, pero las tres dimensiones les han dado una nueva oportunidad. Kororinpa no quiere ser uno más y presenta una característica para destacar sobre el resto: el mando es el propio escenario.

Es decir, según cómo inclinemos el mando, así lo estará el suelo, pudiéndolo poner totalmente vertical o incluso bocabajo. De hecho, las plataformas voladoras sobra las que hemos de avanzar tienen nombre propio, el mismo del juego: Kororinpas.

Flotando en el cielo

El apartado visual desplegado en Kororinpa no pretende precisamente dejarnos anonadados con su calidad. Recurre a gráficos sencillos pero efectivos para mostrar escenarios con pocos elementos pero que cumplen un mínimo. El único detalle mínimamente relevante es la iluminación, aunque curiosamente la sombra de la bola desaparece en algunas ocasiones. Las texturas también son decentes, en general por encima de lo que nos han acostumbrado algunos de los títulos de salida de Wii.

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Incomprensiblemente, el juego no soporta progresivo, aunque sí 60 hz, pero siendo Nintendo la distribuidora tendría que habrer forzado que el juego viniese a 480p. La fluidez, por otra parte, deja un poco que desear, ya que en un título que muestra tan pocas cosas en pantalla no deberían permitirse ralentizaciones y, en cambio, sí que aparecen parones, puntuales, pero relativamente frecuentes. Aunque al menos no influyen en la jugabilidad.

Otro punto negativo a comentar son los fondos, de muy baja calidad y muy repetitivos. Encontramos cinco ambientaciones diferentes en este orden: un bosque, una pastelería, una ciudad, una fábrica de juguetes y de nuevo una ciudad, aunque por la noche. Todas ellas tienen algunos elementos característicos y, al fondo, una imagen en movimiento donde podemos observar, por ejemplo, el tráfico o edificios iluminados. Estos fondos apenas varían y su calidad es bastante baja, cuando sin mucha dificultad se podrían haber añadido algunos más.

En cuanto al sonido, encontramos unas cuantas alegres melodías que vamos desbloqueando poco a poco. Su estilo es muy acorde a este tipo de juego, aunque son independientes del escenario y podemos escoger la que queramos o también aleatoriamente.

Los efectos son algo repetitivos, sobre todo los rebotes de la bola que son prácticamente los mismos continuamente. En algunas ocasiones, por ejemplo cuando caemos desde una determinada altura o somos lanzados por un cañón, también se escuchan por el altavoz del mando, pero en general permanece en silencio.

Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo

El control, como hemos explicado al principio, es muy sencillo, según como inclinemos el mando, así lo estará el escenario y de este modo hemos de dirigir la esfera hasta el final del recorrido. El botón A sirve para recolocarnos en el inicio en cualquier momento mientras que la pausa, inusualmente, se sitúa en el B.

Tiene cierta importancia porque desde ese menú podemos acceder al mapa y contemplar así el escenario al completo para saber por dónde ir si nos perdemos, algo factible en una plataforma que no deja de dar vueltas. El inconveniente de esta opción es que, si bien podemos alejarnos y acercanos y girar alrededor de nivel, no podemos inclinarlo y así apreciar mejor el camino a seguir.

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El juego responde correctamente en prácticamente todas las situaciones a la información sobre la inclinación del periférico, situándose la Kororinpa exactamente como hagamos lo propio con el mando. Sólo tiene un límite, cuando la ponemos bocabajo se produce una inversión de ejes que no es resuelta correctamente y caemos casi irremediablemente. Por ello seguramente, no hay ningún puzzle que nos obligue a realizar este gesto.

Para finalizar cada fase, no basta con llegar a la meta, sino que hay un requisito previo, recoger todos los cristales rojos repartidos por la misma. Su número es variable, yendo desde cero, eso sí, en un único nivel, hasta incluso más de una veintena, pero siempre hay que hacerse con todos. Además, también podemos recolectar una gema verde y, si conseguimos las de todas las Kororinpas, desbloqueamos un... secreto.

En Kororinpa no hay vidas, podemos caer tantas veces como queramos y simplemente somos colocados al principio conservando incluso los cristales ya recogidos. Lo único que cuenta es el tiempo, que no para en ningún momento, así que si queremos lograr una buena marca no queda más remedio que hacerlo a la perfección. Recibimos una calificación según la marca realizada, en forma de copa de oro, plata, bronce o nada, si no hemos sido capaces de hacer récord.

Tampoco hay enemigos, salvo unas lupas que se mueven en círculos concentrando un rayo de luz que nos fulmina si nos toca, las cuales únicamente aparecen en un par de niveles. Así que, prácticamente el único modo de que nuestra bola se rompa, además de cayendo fuera del escenario, es estrellándonos contra al suelo desde una altura demasiado elevada.

Algunos de los niveles finales, bastante más largos que los primeros, tienen puntos de salvado intermedio, donde somos teletransportados si caemos al pasar por ellos en lugar de a la salida. Sin embargo, para poder activarlos, hay un requisito previo, y es recoger todos los cristales que haya antes de llegar a esos puntos.

El modo para un usuario cuenta con cincuenta niveles que se van desbloqueando de cinco en cinco según avanzamos más otros quince ocultos, aunque bastante a la vista en realidad. Cada diez fases, cambia la ambientación según las que hemos mencionado en el apartado anterior.

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En los escenarios encontramos numerosos elementos con los que lidiar, como por ejemplo plataformas en movimiento, compuertas que suben y bajan, tijeras que se abren y cierran impidiéndonos el paso, tubos, cintas andadoras, cañones que nos lanzan hacia arriba, barras imantadas que nos atraen pegándonos a ellas para avanzar, etc.

En general son independientes de la inclinación de la Kororinpa, aunque hay una excepción, unas plataformas sobre raíles que se deslizan hacia donde esté girado el suelo. También hay una cierta variedad en las superficies, pero mínima, ya que prácticamente todo es suelo liso. Básicamente, aparte de planicies, lo que podemos encontrar puede resumirse en agua y algo de rugosidad.

El diseño de niveles hace un uso pleno de la idea de inclinar el mando y se van complicando de una forma bastante adecuada. Son muy lineales, ya que están pensados para recoger los cristales en un orden determinado, pero en algunas ocasiones permiten algún camino paralelo.

Podemos desbloquear hasta veinte bolas diferentes que varían diversas características aunque principalmente la velocidad, el peso y la elasticidad a la hora de rebotar. Es aquí donde existe la posibilidad de variar la dificultad ya que la experiencia cambia bastante con una bola que al caer de una superficie alta da el triple de botes de lo normal o con otra que sale disparada a la más mínima inclinación.

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La esfera estándar es una canica, pero el diseño de todas las demás es muy diverso, pudiendo encontrar animales como un cerdo o un oso panda o balones de baloncesto entre otras muchas cosas. El sonido que emite cada una al chocar también es diferente, aunque como ya hemos comentado, existe poca variedad.

Las bolas fantasma

Kororinpa ofrece un modo para dos jugadores a pantalla partida, pudiendo dividirse tanto en vertical como en horizontal. Cada participante controla su bola y puede ver la del contrario en su mitad de la televisión en forma de esfera fantasma, pero no pueden chocar entre sí. El objetivo es, recogiendo todos los cristales rojos, llegar antes a la meta recorriendo los mismos niveles del modo individual.

Lo más curioso de las partidas multijugador es que no será necesario, aunque sí posible, disponer de dos mandos, ya que el segundo competidor puede utilizar un Nunchako para dirigir su Kororinpa. Si uno es zurdo y el otro diestro, se complementarán perfectamente, en caso contrario, puede haber algún tirón indeseable de cable, pero pudiendo también utilizar dos mandos si se desea, es de agradecer que incluyan una opción para quien no los tenga.

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