Un shooter sin explotar

Siguiendo la estela del genial Gunbird, Giga Wing pega un salto desde Dreamcast y los salones recreativos a PlayStation 2. Pero a diferencia del primero, que consistía en un recopilatorio de las dos entregas que componían la saga, el título que nos ocupa no revive las dos partes de la última máquina de Sega, sino que es la última incursión de la saga, Giga Wing Generations.

Esta saga nos envuelve en el conocido sistema de juego shooter arcade formado por pantallas a rebosar de enemigos a abatir desde nuestra nave, con disparos peligrosos rodeándonos en todo momento y acción frenética y desenfrenada. Sin embargo, lo que la diferencia de las demás, es la característica especial de dejar pulsado el botón de disparo para desplegar una barrera que absorbe los disparos enemigos para devolverlos posteriormente.

Y es justamente lo que añade algo más de salsa al juego, ya que a diferencia de otros shooters, no nos veremos limitados a esquivar disparos mientras realizamos nuestros ataques constantes sin cesar, sino que podremos utilizar los ataques rivales en contra de quienes los realizan, dotando al juego de un pequeño componente estratégico que se ve potenciado con un número de disparos en pantalla de locura por momentos.

Una vez seleccionada nuestra nave, nos sumergimos en el ya mencionado mundo plagado de enemigos con infinidad de balas poblando la pantalla y numerosos enemigos que pondrán a prueba nuestra destreza a los mandos. Al final de cada nivel, como cabría esperar, hará su aparición alguna nave de mayor potencia y disparo (y peligro, claro está), a modo de enemigo final de nivel.

Aparte del botón de disparo (del que depende también el 'Reflect Force', como ya comentamos), existe un botón para realizar ataques especiales que barren la pantalla durante unos segundos de cuantos enemigos y disparos peligrosos la pueblen, que por defecto son limitados, por lo que habrá que usarlos sabiamente para que no caigan en saco roto.

Destaca especialmente la posibilidad de elegir la resolución en la que queremos disfrutar del juego, siendo posible hacerlo en la resolución original del arcade (lo cual supone, como ya vimos en otros títulos, que los laterales de la pantalla se ven reducidos y la acción transcurre de forma vertical en el centro de la misma) o en la versión PS2, que expande la acción y ocupa más espacio en la pantalla.

Otras opciones son los nueve niveles de dificultad y la posibilidad de elegir el número de vidas y ataques especiales que queremos tener durante el juego. Sin embargo, estas últimas se pueden poner en infinito, por lo que el interés del juego puede llegar a decaer sobremanera tras haberlo acabado la primera vez mediante este sistema que el propio título ofrece, que hace perder todo el interés y los alicientes de un juego de estas características.

Además, técnicamente el juego deja bastante que desear. Ni grandes escenarios cargados de detalles, ni modelados de lujo, ni texturas trabajadas, sino que nos encontramos ante escenarios y enemigos bastante pixelados, cuadrados y carentes de todo tipo de diseño elaborado en gran parte, que parecen hechos sencillamente para destruir, mientras los escenarios parecen estar porque algo tiene que haber.

El apartado sonoro es más cumplidor, ya que ofrece básicamente melodías y efectos sonoros sencillos, pero habituales en un juego de estas características. Siendo el juego tan sencillo técnicamente, la gran duda asalta en torno al por qué de los largos y frecuentes tiempos de carga que realiza la consola, que permiten descansar de la acción frenética más de lo que a muchos usuarios les gustaría.

En términos de jugabilidad, el juego cumple su cometido como shooter, ofreciendo momentos de acción frenética y desenfrenada, donde disparar a todo lo que se mueve puede llegar a ser muy divertido, y la buena respuesta de las naves a los mandos permiten que mostrar nuestra pericia esquivando ataques mientras preparamos nuestra estrategia sea realmente sencillo, aunque pueda engañar a veces.