El otro nombre de la estrategia

No son muchas las compañías que han conseguido definir un estilo propio en sus productos. Sí, es cierto que con frecuencia se habla del toque personal de ciertos diseñadores, o de la línea que marca un determinado estudio, pero casos como el de Paradox no son habituales en el mundo de los videojuegos.

Las sagas de Europa Universalis, Crusader Kings, Victoria y Hearts of Iron tienen, verdaderamente, un planteamiento propio, único y alejado incluso de otros juegos de su mismo género. Gracias a esto -una fórmula que funciona con total éxito-, Paradox Interactive ha conseguido afianzar una gran comunidad de jugadores que disfrutan con todos sus títulos y esperan, pacientes como sólo los grandes estrategas pueden serlo, la llegada de nuevas propuestas. Ahora, una vez más, están de enhorabuena: el Europa Universalis III ha salido a la venta.

Para los que nunca se hayan acercado a los títulos aludidos anteriormente, hemos de explicar que Paradox divide la historia por épocas y cada una la asocia a una de sus sagas. Así, tenemos la Edad Media reflejada en Crusader Kings, el periodo comprendido entre la caída de Constantinopla y la revolución francesa en Europa Universalis, el siglo XIX y los primeros pasos del XX en Victoria, y la aparición de los fascismos y la segunda guerra mundial recreada en las dos ediciones de Hearts of Iron.

Cada una de estas sagas tiene su indudable atractivo y la tercera edición de Europa Universalis -EU III, a partir de ahora- no se queda atrás. A partir de 1453, año en el que se fecha la toma de Constantinopla por los turcos, se inicia un periodo de gran agitación política e intelectual en toda Europa. El renacimiento, la reforma protestante y contrarreforma católica, el descubrimiento y la conquista de América, la lucha de religiones por la supremacía en el Mediterráneo o en el norte de Europa y un largo etcétera nos mantendrán ocupados en el gobierno de nuestra nación durante más de tres siglos.

Fiel a su estilo

Estrategia pura y dura es lo que encontramos en EU III. Gestión económica, militar y política, diplomacia, expansión y conquista, son los aspectos que tenemos que manejar para llevar a buen puerto la consecución de nuestros proyectos. La mecánica de juego apenas varía respecto a las ediciones anteriores. Sobre un mapa mundial dividido en provincias, adaptado a la fecha en la que nos encontramos, controlaremos todos los detalles de la nación que hemos escogido. La velocidad del tiempo avanza según nuestro deseo, pasando rápido cuando nos interesa o más lentamente, pudiendo detenerlo por completo para detallar las decisiones en los momentos más delicados. Los demás países, mientras tanto, actúan siguiendo una línea de acción bastante lógica, conforme a sus intereses, pero también a diversos factores imperantes en la época. Por ejemplo, no se verá a los Estados Pontificios aliarse con los otomanos aunque puedan obtener beneficio, pero tampoco quemarán sus barcos e invertirán todos sus soldados en lanzarlos desesperadamente contra las costas del imperio turco, por el mero hecho de considerarlo un nido de infieles.

El jugador veterano pronto notará que la interfaz ha sufrido algunos cambios, pero se hará con su dominio de forma rápida e intuitiva. Explorar las nuevas opciones, constatando que la esencia del juego se ha mantenido inalterable, es lo que le reportará mayor satisfacción. Para el recién llegado todo resultará algo más complejo. De hecho, si algo negativo cabe destacar en los productos de Paradox es que el primer escalón de dificultad, que va desde la toma de contacto hasta el control aproximado del juego, es algo áspero y hace que muchos principiantes no consigan avanzar y dejen el título aparcado. En este sentido, los creadores han trabajado en tres aspectos para facilitar las cosas al público no iniciado: un manual muy completo que encontramos totalmente traducido al castellano; varios tutoriales que dan un dominio suficiente para empezar a jugar sabiendo, más o menos, lo que ocurre a nuestro alrededor; y un montón de ayudas desplegables que aparecerán cuando pasemos el puntero del ratón sobre aquello que no comprendamos.

El paso a las tres dimensiones

Los gráficos nunca constituyen el mayor atractivo en este tipo de juegos y es cierto que los amantes de la estrategia de gestión anteponen muchos otros aspectos antes que un motor gráfico avanzado o animaciones realmente cuidadas; sin embargo, este ha sido el título con el que los profesionales de Paradox han querido dar el paso a las tres dimensiones.

Jugaremos en un mapa detallado, con montañas, ciudades, árboles y ríos, en el que nuestras tropas se moverán en sus acciones y caminarán mientras avanzan, trabajarán durante la construcción de una mejora, o dispararán un cañón en el asedio de una ciudad. Quizá el precio que tengamos que pagar por disfrutar de este peaje, obligado en la evolución técnica, sea demasiado alto, ya que el avance va en perjuicio de los jugadores con equipos menos potentes. Deberían haber tenido en cuenta que, aunque bienvenido, para los veteranos resultará verdaderamente anecdótico comparado con las novedades que se nos ofrecen en la dinámica de juego.

El audio, como es habitual, cumple su cometido a la perfección. Sin hacer demasiados alardes, está presente en todos los momentos relevantes y no se sale nunca de lo correcto. La banda sonora, que nos acompaña tanto en el menú inicial como en el propio juego, resulta bastante acertada: contribuye a la inmersión en la época sin llegar a hastiar y encaja bien con el resto de efectos sonoros. Por contra, se echan en falta otras demandas que los usuarios llevan reclamando desde ediciones anteriores, como pueden ser las animaciones para los sucesos clave -declaración de guerra, descubrimiento del nuevo mundo, muerte de un soberano, firma de un tratado, victoria militar, etc.- que contribuirían a magnificar hechos importantes, sacando al jugador de la monotonía del mapa.

Las nuevas prestaciones

Lo primero, lo más atractivo, y lo que más puede afectar al juego de forma significativa es la posibilidad de comenzar la partida en cualquier momento entre 1453 y diciembre de 1792. Al inicio nos ofrecen varias fechas destacadas como la guerra de los treinta años, la sucesión española o la lucha por la indepencia norteamericana, pero cualquier año puede ser interesante para ver cómo se adapta el mapa al contexto histórico elegido. No es lo mismo jugar con la España de los reyes católicos que con la Inglaterra de la revolución de Cromwell, el imperio maya, o Japón en el siglo XVIII. Cada uno nos supondrá interesantes retos que desafiarán la estrategia que haya podido llevarnos al triunfo en otras partidas. Saber adaptarse a las circunstancias y explotar al máximo nuestras ventajas es el mejor camino hacia la victoria.

Lo líderes de nuestros cuerpos de ejército y armada surgen, ahora, previo pago de una cantidad. También pueden aparecer, como en la edición anterior, porque las circunstancias sean propicias y hayamos ganado una guerra muy larga, mantengamos alta la tradición militar, o se correspondan con un personaje histórico real. Las tropas, con ellos, serán mucho más efectivas y su presencia puede suponer todo un vuelco en una batalla. Poner al gobernante de nuestro país a la cabeza de los ejércitos es otra de las nuevas opciones que se nos ofrecen para tiempos de guerra. Dotados, en ocasiones, de gran capacidad militar, los reyes pueden ser muy útiles en momentos de necesidad, pero conviene no abusar de su capacidad de liderazgo, ya que si caen en combate las consecuencias serán nefastas para la estabilidad del país.

Entre lo más interesante se encuentran todos los avances relacionados con la forma política y de gobierno. En el EU III podemos tener hasta tres consejeros que contribuyan a aumentar nuestra capacidad de comercio, militar, diplomática, colonial, espionaje, etc. Precisamente esto último, el espionaje, es otra de las novedades que se han desarrollado para esta tercera entrega. Con nuestros espías podremos provocar sublevaciones, hacer sabotajes, asesinar consejeros o manchar la reputación de un país rival, aunque es complicado darles mucho uso por su alto coste y las posibilidades de que sean capturados.

La inversión en tecnología de gobierno, uno de los campos presentes en el balance económico, nos abrirá la opción de adaptar nuevas fórmulas con las que dirigir el país. Así, cambiaremos no sólo los aspectos ideológicos -innovación o conservadurismo, mercantilismo o libre comercio, aristocracia o plutocracia, centralización o descentralización, libertad o servidumbre, etc.-, sino que también podremos escoger entre los diferentes tipos de monarquías, repúblicas, despotismos y teocracias. El dominio de las 'ideas nacionales', aspectos que marcarán aquello en lo que destaca la nación -exploración, tolerancia, desarrollo tecnológico, calidad militar-, es otra de las propuestas que se han introducido en esta tercera entrega.

Existen dos grandes alicientes para jugar la partida con un país europeo: el control del Sacro Imperio y la Santa Sede. Estos dos entes, cruciales en la época que tratamos, estarán muy presentes en toda la política europea. Para ser emperador, lo que conlleva enormes beneficios, necesitamos los votos de unos países electores; para ello tendremos que cuidar nuestra diplomacia, agasajarlos, ayudarlos económica y militarmente o, directamente, conquistarlos. La influencia en la Santa Sede se gana comprando obispos. Esto nos ayudará a ganar estabilidad y prestigio, conseguir más diplomáticos anualmente y el respeto de otros países de inflluencia católica.

Unas nociones básicas

Hay muchas cosas que facilitarán o entorpecerán nuestro progreso en el juego. Mencionar todas aquí es imposible, pero con el tiempo cada jugador sacará provecho de sus propias estrategias y adaptará su estilo al país con el que se haya comprometido. Sin embargo sí que hay algunas pautas que se deben tener en cuenta durante cualquier partida. El balance es importantísimo tenerlo controlado. Esto definirá no sólo las investigaciones que estemos llevando a cabo, sino que también nos proporcionará el dinero con el que costeamos todas nuestras empresas. Puede parecer que una política ahorrativa con la que se acumule capital ayude a sufragar guerras o costear infraestructuras, pero el dinero acumulado también aumentará la inflación, y ese es un valor que debemos mantener bajo si queremos ser poderosos a largo plazo. Incluso es recomendable perder dinero mensualmente, incrementando nuestra riqueza tan sólo a final de año, con tal de no ver los precios encarecidos hasta un nivel prohibitivo.

La política colonial conviene ser estudiada desde el primer momento de la partida. La inteligencia artificial tiene algunas lagunas en este campo y podemos llegar a controlar grandes extensiones y, por tanto, tener muchos ingresos, si conseguimos planificarnos bien desde el principio. Ahora bien, no es conveniente cambiar nuestra estrategia impulsivamente: tener algunas colonias muy diseminadas, querer avanzar mucho tecnológicamente, contruir gran cantidad de infraestructuras y dominar a los vecinos por medio de la guerra es, literalmente, imposible, así que será mejor que nos centremos en uno o dos objetivos a largo plazo, pudiendo aprovechar las oportunidades que la situación nos presente, que pretender abarcarlo todo y acabar por diluirnos.

Los ya habituales han de saber que en esta ocasión los piratas sí que plantean verdaderos problemas y las flotas ya no sufrirán esas terribles tormentas con tanta frecuencia. Tampoco van a ver ejércitos tan numerosos, ni se conseguirá ahorrar tanto dinero. Ha desaparecido la opción de enviar comerciantes de forma automática, así como la de intercambiar mapas y cada vez que una nueva región es descubierta, pasa a ser conocida por todos los países. Existen muchos más tipos de infraestructuras para las provincias y éstas, bien usadas, pueden resultar cruciales.

Luces y sombras

No sería justo, después de haber dado tan amplio repaso a las virtudes del EU III, no señalar los defectos. Y es que en Paradox se han dejado ciertos detalles sin pulir, que bien podrían solucionar en parches sucesivos -en este momento está disponible la versión 1.1-. Algunos textos, debido a la traducción, se superponen, quedándose ilegibles. Las unidades atraviesan, literalmente, las montañas, y desaparecen bajo ellas cuando realizan asedios a las ciudades, lo que desmerece el buen trabajo realizado por sus creadores. La inteligencia artificial deja algunos temas sin explotar, como la colonización, o no saca demasiado partido de algo tan poderoso como el Sacro Imperio.

Por lo demás, se nota el esfuerzo y la calidad de un estudio muy riguroso y con las ideas claras sobre lo que deben de ser sus videojuegos. Se agradece la traducción completa al castellano, la investigación histórica y las nuevas opciones que se han añadido, tanto durante las partidas como en la facilidad para modificar cualquier variable, ya sea política, cultural, histórica, o el moldeado del mapa y las figuras. Además, cuando superemos a la máquina, siempre podemos embarcarnos en una partida multijugador. Imaginad 32 personas manejando diferentes naciones trazando larguísimos planes para conquistar el mundo del siglo XVI. Poner una pica en Flandes nunca fue tan divertido.