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Epic Mickey

Epic Mickey

Tributo a la 'Magia Disney'

Los 80 años de edad que celebra Mickey, uno de los iconos de la industria del entretenimiento más conocidos de nuestro planeta, encierran un sinfín de anécdotas e historias. Junction Point trata de plasmar en Epic Mickey cada pequeño granito de arena que el ratón dejaba tras de sí a lo largo de su dilatada carrera con un videojuego único en el catálogo de Wii. El tributo que Warren Spector ha creado supera las barreras tradicionalmente impuestas por las consolas, a años luz de cualquier otra representación que hayamos conocido en el pasado. De nuevo, la sobremesa de Nintendo se encarga de poner el punto sobre la i en cuanto se refiere al arte sumergido en aguas del ocio electrónico.

Ser una de las figuras más reconocidas del mundo del entretenimiento tiene sus ventajas y sus inconvenientes: la relevancia mediática está asegurada, pero no la calidad del mensaje o la fidelidad a determinados conceptos morales. Mickey representa todo aquello que debería formar parte de la educación básica de cualquier ser humano nacido en la era moderna: es curioso, noble, inquieto. Nunca le veremos sin su eterna sonrisa a cuestas, jamás dejará en la estacada a uno de sus compañeros. Walt Disney creó el concepto de la mascota por antonomasia con el único objetivo de llevar una pizca de ilusión y de vitalidad a comienzos del siglo XX, época tumultuosa donde las haya, carente del color con el que hoy enfocamos el día a día. El ratón, nacido para endulzar la amarga perspectiva del futuro de aquel entonces, nunca se preocupó por cumplir los códigos morales que hoy forman parte inexorable de la industria de la animación. Sólo buscaba contar una historia que transmitiese un mensaje, escrito éste por su padre espiritual. 

No se alejó Mickey de la senda marcada por su patriarca hasta finales de la década, momento que coincide con la desgraciada metamorfosis de Disney como entidad. No sólo cambiaría él, su imagen, su concepto original, sino también parte de la esencia que se le había imprimido como icono de una generación. Hubo una época en la que este hecho fue motivo de debate entre los círculos de especialistas en el mundo de la animación, aunque no dejaba de ser una muestra más del cambio generacional que se produjo en algún momento indeterminado de la Historia reciente. Mickey dejaba de ser una figura con carácter propio para limitarse a ser visto como la imagen residual más apropiada para dar salida a productos infantiles, con pocas ganas de invitar a la reflexión, tanto de niños como de adultos. Ahí está la calidad de sus películas para atestiguar lo aquí expuesto.

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Sin embargo, puede que los tiempos hayan cambiado, pero no la memoria ni los recuerdos que pululan por la red en forma de retrospectiva. Warren Spector quiso ver en Mickey un personaje adecuado para convertirse en el protagonista de su última aventura, saltando de mito en mito, con la firme convicción de poder devolverlo al lugar que le pertenece por tradición. Creador de dos licencias atemporales como son Deus Ex y System Shock, el artista apenas tuvo inconveniente para conseguir la autorización de Disney, tan preocupada como siempre en evitar que se mancille el nombre de sus figuras míticas de manera alguna. Después de pasar varios años ponderando toda clase de fórmulas para comenzar a desarrollar su nueva obra, Spector anunciaba formalmente su cometido como director de un título exclusivo para Wii. Con una marcada tendencia steampunk (mundos bañados por el vapor, la maquinaria pesada y por criaturas de pesadilla), distinto y único, Epic Mickey fue visto como la oveja negra dentro de una manada de animales que siempre caminan en la misma dirección.

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Para dar forma a un concepto tan abstracto como éste se toma como punto de partida la esencia tradicional de la que hablábamos anteriormente, ésa que se puede palpar e incluso respirar en sus primeras apariciones, (Steamboat Willie, Clock Cleaners). Epic Mickey nace de la querencia de devolver al ratón al lugar que le pertenece, en una propuesta que se origina a medio camino entre las mentes pensantes de Junction Point y de The Walt Disney Company. Ahora que la mascota cumple 80 años, ¿qué mejor manera de reivindicar su papel que otorgando nuevos rasgos a su personalidad a través de historias que no se conforman con clichés y tópicos manidos? Puede que sea una maniobra arriesgada, quizás incluso descabellada para cierto sector de su amplia masa de aficionados, pero al menos pretende ser original, creativa. Eso que solemos llamar un soplo de aire fresco.

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No cabe la menor duda que la carta de presentación de Epic Mickey es, si no la mejor, una de las más prometedoras del catálogo de la sobremesa de Nintendo. Spector apuesta por ofrecer una buena dosis de nostalgia escondida bajo el disfraz de un título que no se deja nada en el tintero -y nunca mejor dicho- en cuanto a nivel visual/estético/artístico se refiere, aunque sí en el plano jugable. La épica aventura del ratón comienza una mañana cualquiera, cuando sin quererlo se convierte en una pieza fundamental para completar el puzle que representa la oscura tierra de Wasteland -Páramo en la edición española-, hogar de los dibujos animados secundarios, de los desechos que los grandes creadores no consideraban válidos para formar parte de sus grandes obras. Es el comienzo de una aventura realmente épica que cumple dos objetivos: trasladar al jugador a un mundo de fantasía sin hacer de la travesía un mero trámite, sino más bien todo lo contrario. 

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Existe un mundo en el que se deposita todo dibujo que no haya valido para aparecer en las representaciones magnas que Walt Disney creaba a principios del siglo pasado. En él cohabitan miembros de todas las clases, razas y condiciones, esperando sin demasiada prisa la próxima oportunidad para regresar al estrellato. Algunos son secundarios que tuvieron su minuto de gloria en una escena que para ellos pasará a la posteridad, otros son pobres almas que no han sido capaces de desprenderse de cierto puntillo maléfico con el que fueron dotados por su creador, pincel en mano. Wasteland, el mundo de los residuos, no debe ser visto como una especie de submundo al que sólo se acude cuando hay que sacar la basura. Nada más lejos de la realidad, el propio Disney pasó gran parte de su vida ideando una manera de darles vida más allá de los folios conceptuales desechados, aunque nunca encontraría el tiempo suficiente para crear ese nuevo hogar que se merecen.

Ellos, los secundarios, han aceptado su destino con gracia. Viven plácidamente en la ciudad de Mean Street, con vistas al mastodóntico castillo de Fantasía, creado a imagen y semejanza con el de Disneyland. Allí habita Oswald, la primera mascota que caminó junto a Disney cuando éste todavía era un simple trabajador hundido en la miseria, como tantos otros que trataban de despuntar en aquella época. Al conejo le corresponde el honor de haber tratado de dar una nueva perspectiva al mundo de Wasteland, con un pueblo creado en su honor, OsTown, en el que se le rinde homenaje. Si él es el rey, los secundarios son los paisanos a los que ha de mimar poniendo todo el empeño del mundo para lograr esta difícil tarea, que al parecer se le ha escapado de las manos por motivos ajenos a su control.

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El espejo mágico
La catástrofe se cierne sobre Wasteland una mañana cualquiera, mientras Mickey duerme apaciblemente, quizás soñando con el éxito que está por llegar. No se especifica una fecha, ni una hora, tampoco un lugar. Sencillamente no importa. El ratón se despierta exaltado ante una extraña sensación interna que le empuja a dirigirse hacia el espejo que cuelga en el centro de su pequeña habitación. Escucha ruidos pero no sabe exactamente de dónde provienen, así que decide sumergirse en una puerta hacia lo desconocido. Mientras tanto, la voz omnipresente de un narrador desconocido relata los sucesos que acaecen en la introducción del título.

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Mickey cae en un cuarto oscuro, ataviado con sus pantalones clásicos, sin desprenderse de los guantes que adquiriría junto a su forma antropomórfica. No hay nada que lo diferencie del personaje que conocimos en la dulce infancia, con su alocada voz mediante. Tampoco su curiosidad ha cambiado, como bien comprobamos cuando asoma su orejuda cabeza tras una esquina. Lo que descubre le enmudece durante unos instantes, los necesarios para que la atención del jugador pase al mago que trabaja en una gigantesca maqueta de cartón en la que se representa el diseño de Disneyland, una representación virtual del país de ensueño que se puede visitar en París (lo que a su vez representa el mundo de Disney hecho realidad). El mago -Yen Sid-, creado a imagen y semejanza del propio Walt Disney, comenta cuán de importante es el pincel con el que ultima los preparativos de su trabajo.

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Mickey, incapaz de contener su inquietud, echa un vistazo a la maqueta en cuanto el mago desaparece de escena. Cautivado por los poderes del pincel, toma un poco de pintura azul y redecora las localizaciones a su gusto. El ratón se equivoca al lanzar un auténtico caudal de tinta sobre la maqueta, lo que genera un efecto inesperado: la aparición de una especie de monstruo oscuro al que rápidamente trata de desaparecer como haría el mago instantes atrás, empleando el disolvente verde que también encuentra en la mesa. El experimento resulta ser todo un desastre. Mickey destruye media maqueta, causa el caos en Wasteland, pero se las ingenia para huir a su habitación sin ser detectado. Pasan los años, acumula éxito, historias, experiencias que se suceden en pantalla en forma de homenaje. Hasta que un día, cuando menos lo espera, la criatura negra que él mismo creaba acude en su búsqueda para sumergirle en las espesas aguas de un mundo desconocido, triste y gris.

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Por suerte cuenta con una herramienta que le permitirá cambiar el presente. El pincel está en su bolsillo y, con él, también gran parte de su futuro.

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La introducción de Epic Mickey es a la vez carta de presentación y exposición de sus valores de producción. En ella se explica a grandes rasgos la temática de la aventura y la propuesta de la que hará gala de este momento en adelante, además de introducir el concepto clásico del personaje con dos homenajes de una sola tirada: por un lado el papel de Mickey, la curiosidad que le hace traspasar la barrera que representa el espejo mágico; y por el otro la personalidad del mago, cuyos rasgos característicos se extraen del corto Fantasía, que sería empleado a comienzos de la década actual para crear una especie de resurgir de Mickey a través de Fantasía 2000. Con este movimiento, Spector pone voz a dos de los elementos que imperan a lo largo del desarrollo del título: el gusto por el homenaje cinematográfico y la necesidad de centrar parte de la atención en una mecánica jugable que abarca más del 50% del atractivo final del título.

Resulta especialmente difícil juzgar el papel del argumento en un videojuego de las características de Epic Mickey, tan marcado como está por el legado de un personaje tan emblemático como el ratón. Lo es no sólo por el valor emocional que confiere un recorrido a lo largo de los años, sino por el peso específico que éste pueda tener en la aventura. Si se analiza la trama partiendo desde el primer punto, el ejercicio que ha realizado Spector es sin lugar a dudas uno de los más impactantes y sobrecogedores que se han visto en la nueva generación, con un gusto exquisito por las tendencias clásicas de la industria cinematográfica. Se diría que Junction Point ha buscado revitalizar la imagen de Mickey a través de la utilización de los cortos clásicos, confiriendo mayor empaque argumental al guión, aunque su papel no tiene un peso determinado en la trama propiamente dicha. Si se toma como referencia el segundo punto, lo cierto es que la historia que lleva por bandera este Epic Mickey bien podría pertenecer a alguno de los cortos creados por el propio Walt Disney durante los años dorados del creador.

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Si hasta el momento el lema de este mundo sumergido era básicamente no sacar nada de lo que sucede a la luz, la llegada de Mickey propone una situación cambiante, cuyas consecuencias no pueden ser previstas ni por sus propios habitantes. El mundo está parcialmente borrado por culpa del disolvente y sólo él podrá devolverle su esplendor perdido gracias al uso del pincel. Cuenta también con la ayuda de personajes emblemáticos de la licencia como Goofy o Donald, caracterizados con el peculiar estilo que otorga el steampunk a la obra. Sobra decir que Spector ha querido dibujar su peculiar visión de esta especie de inframundo de dibujos animados haciendo uso de cierta tendencia robótica. Sin llegar a ser especialmente llamativa para bien o para mal, consigue otorgar un ambiente denso y opresivo, fiel al mundo que teóricamente representa.

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Existe un antagonista que se deja ver durante los primeros compases de juego para luego convertirse en una figura de referencia obligatoria que se esconde durante la mayor parte de la aventura, al igual que determinados personajes secundarios (gremlins), también extraídos de la historia personal del ratón, que además de ofrecer algo de chicha al argumento echan un cable a Mickey o piden cualquier clase de ayuda para dar esa pizca de variedad que tanto se echa en falta de cuando en cuando. La trama no brilla por sus giros de guión o por ofrecer algo realmente innovador, sino más bien por tratar con una exquisitez inusitada al personaje que da vida a la obra. Cualquier aficionado que conozca sus treinta primeros años de vida sabrá apreciar esta faceta en su justa medida. Los que no, simplemente pueden dejarse llevar por la belleza de las escenas que narran los acontecimientos que se dan en pantalla.

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Con todo, hay que tener en cuenta que el argumento es uno de los puntos que se encargan de dar sentido al título y no una simple excusa para presentar un determinado sistema de juego como sucede en otras aventuras del gremio. Por ello lamentamos los altibajos que aparecen tras las primeras horas de juego, una vez superada la sorpresa inicial, especialmente en lo que respecta a la presentación de los personajes secundarios de mayor calado. Esto contrasta con el efecto positivo de las escenas animadas que, sin doblaje alguno, ponen coherencia al nexo temporal del argumento. Éstas tienen lugar generalmente entre Mickey y otro personaje secundario que ofrece consejos y pistas de primera mano para no perdernos durante la aventura. Salvo los problemas anteriormente explicados, Epic Mickey cumple sobradamente las expectativas en este sentido, haciendo gala de un marcado estilo cinematográfico que desde aquí aplaudimos.

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Como podrá ver el lector, es inevitable fundir distintos apartados jugables dentro del análisis específico de cada uno de ellos. El argumento está íntimamente ligado con la parte artística, que básicamente alarga sus tentáculos en todas las facetas de importancia que un título de este calibre puede ofrecer a medida que avanzamos en su contenido. Sucede otro tanto de lo mismo con la jugabilidad, dividida en tres ramas fundamentales. La primera invita al jugador a probar las mieles de la exploración en 3D como si de un plataformas moderno se tratase. La  segunda se hace eco del uso de un pincel que permite borrar o pintar determinadas áreas de los escenarios que visitamos. La tercera es aquella que presenta la aventura en 2D, empleando como telón de fondo alguno de los cortos clásicos que el ratón haya protagonizado cuando todavía era un bebé que experimentaba con nuevas formas de entender el mundo de la animación. En todas ellas predominan otros dos aspectos de importancia: la ambientación, que describíamos anteriormente como opresiva y oscura (insistimos en este hecho por las connotaciones que implica), y el concepto de tributo que hemos descrito largamente en párrafos anteriores.

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La piedra angular de la jugabilidad es el uso del pincel. Éste permite dos usos fácilmente comprensibles: de una mano, la tinta azul con la que dibujamos las partes del mundo que se borraban por culpa del propio Mickey ante el uso excesivo del disolvente; de la otra, el susodicho disolvente con el que borramos elementos de la decoración. La utilidad que tiene este sistema en la práctica no dista demasiado de la noción que se puede intuir ante su propia descripción. Existen escenarios en los que es imprescindible lanzar un poco de tinta a una zona específica (un puente, por ejemplo) para acceder al siguiente sector, mientras que en otros es aconsejable probar suerte con el disolvente para descubrir zonas ocultas que esconden tesoros secundarios de gran interés: billetes, chapas (o pins), películas, partes robóticas de Goofy…

El pincel mágico no representa la quintaesencia de la imaginación tal y como se había expuesto en las campañas de promoción que han ido apareciendo desde el momento del anuncio oficial hasta hoy. Si en ellas se explicaba que ‘todo' puede ser retocado en pos de las querencias de los jugadores, lo cierto es que en la realidad existen zonas específicas para su uso, tan sólo hay algunas en las que resulta totalmente imprescindible para poder seguir avanzando. Las zonas de exploración en 3D recuerdan a las de grandes iconos del género (Conker Bad Fur Day, Banjo & Kazooie), aunque a la hora de la verdad el título no termina de carburar por determinados problemas relacionados con la jugabilidad, esto es, con la parte relacionada con el control y la cámara que se emplea para visualizar a Mickey dentro de su contexto jugable.

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Descubriendo Wasteland
Cada uno de los tres puntos que conforman la parte jugable de Epic Mickey cuenta con un peso determinado de cara a mejorar la experiencia que obtiene el usuario. Las zonas en 3D, como decimos, son las más numerosas y también el estilo en el que más tiempo se invierte, algo razonable si tenemos en cuenta que es aquí donde descubrimos la mayor parte de elementos secundarios que debemos ‘rescatar' para obtener la totalidad del contenido. Hay poco que sorprenda con respecto al estilo de control, que exige apuntar a la pantalla con el wiimote para lanzar pintura o disolvente, mientras que el nunchuk realiza las funciones de movimiento, salto y demás. Al llegar a cada escenario se determina un objetivo que debemos cumplir para acceder al siguiente nivel, que generalmente nos obliga a sortear una serie de obstáculos que impiden nuestro avance.

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Entre ellos destacan las plataformas propiamente dichas (las fases de salto, que realmente no exigen demasiada habilidad por parte del usuario), así como derrotar a los monstruos que pululan por los escenarios. Contamos con la opción de ahogarles con tinta azul para que nos ayuden a derrotar a otros enemigos, o por el contrario borrarles del mapa con el disolvente. La decisión que tomemos en cada ocasión determina cómo evoluciona Mickey. Aquí se abre una nueva ventana para el desarrollo del personaje: si durante nuestra odisea preferimos hacer uso del disolvente, ésta será la habilidad que se fortalezca y viceversa en caso contrario. Las decisiones que puede tomar el jugador nunca van más allá de elegir ‘sí' o ‘no' ante alguna petición del personaje secundario de turno.

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Esta especie de evolución a la que se somete al héroe de la aventura abre, como decimos, una ventana a que sea el jugador el que determine cómo quiere vivir su experiencia, si bien no acaba de ser todo lo determinante que se podía intuir en un principio. La base de las fases de exploración no sólo se centra en dibujar o borrar determinados aspectos del escenario, sino también en enfrentamientos capitales ante monstruos de gran calibre (en el enésimo homenaje a la Historia del personaje) que se encargan de aportar variedad al contenido.

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Mientras que las fases en 2D son todo un espectáculo creativo y visual, en la línea que mantiene el apartado gráfico durante toda la aventura (salvo determinados escenarios en los que el nivel general baja sin explicación aparente, tal es el caso de algunas de las localizaciones del primer mundo), las 3D representan una montaña rusa en cuanto a sensaciones de juego se refiere, con altibajos que dañan la imagen que ofrece el juego en este sentido. Un ejemplo: si durante la primera hora de juego no dejamos de experimentar nuevas formas de entender la aventura, la segunda se limita a seguir los pasos establecidos sin variar o sin terminar de cuajar en el resto del contenido. Se diría que estas fases no están a la altura del ejercicio de creatividad que se da en otras circunstancias, en parte por la necesidad imperiosa de armarse de paciencia para esperar a la llegada de la siguiente sorpresa. Quizás lo más adecuado es hablar de cierto conformismo en fases puntuales.

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La base de juego viene impuesta por la cumplimentación de distintas misiones que se otorgan de forma automática o al hablar con personajes secundarios que encontramos en las ciudades que forman parte del contenido. Dejar alguna atrás implica tener que revisar nuestros pasos para garantizar obtener el 100% de los objetos que no cumplen una función específica a lo largo de la aventura. Asimismo, es frecuente encontrar pasadizos secretos u otros elementos que sólo han de ser visitados en caso de querer profundizar en la exploración. Si hemos perdido la pista de qué debemos hacer a continuación, basta con hacer uso de la energía especial que acumulamos al pintar (o borrar) los decorados de los escenarios que visitamos. Así se construye la experiencia jugable de la que tanto hemos hablado: exploramos en 3D, viajamos de un mundo a otro a través de los cortos caricaturizados, resolvemos un enfrentamiento, volvemos al pueblo de origen y vuelta a empezar.

Los problemas del tributo
Las taras de Epic Mickey vienen impuestas por su propia jugabilidad. Donde la parte visual destaca por méritos propios, existen algunos elementos que no terminan de encajar en la parte jugable, entre los que destaca por encima de cualquier otro la cámara. Sobra decir que se trata de un problema del que han adolecido tantos y cuantos videojuegos en el pasado, aunque no por ello deja de ser relevante a la hora de enfocar el siguiente obstáculo que debemos superar. Parece que Spector ha querido otorgar una esencia cinematográfica al título que se puede oler desde los primeros compases de juego, pero que no siempre funciona adecuadamente por no situarse en el lugar adecuado. Con la cruceta digital se puede corregir su posición, pero en determinados casos la cámara se bloquea o se sitúa justo donde menos beneficia al jugador.

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Este hándicap empaña el buen resultado que ofrece el sistema de obtención de experiencia (por así llamarlo), la posibilidad de elegir cómo queremos que Mickey evolucione, etcétera. Se da una situación parecida con la organización de algunos escenarios, un tanto caótica, lo que no permite tener una idea cristalina de qué pasos debemos seguir a continuación. Mientras que el resto de aspectos encajan perfectamente para mantener el engranaje construido por Junction Point en esta ocasión, estos puntos que hemos destacado no logran estar a la altura de las expectativas. A veces es el ritmo de partida el que falla (con poca novedad durante un plazo de tiempo demasiado elevado), mientras que otras es la cámara la que logra sacar de quicio al usuario. Pequeños hándicaps que han de ser tomados en cuenta para valorar el contenido que Epic Mickey ofrece, si bien no son definitorios para frustrar las buenas sensaciones que transmite el juego en el global.

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Visualmente impresionante
Poco se puede criticar de la parte visual o sonora (esta última, por cierto, ha corrido a cargo de James Dooley, mano izquierda de Hans Zimmer), por no decir todo lo contrario. Epic Mickey establece un nuevo listón técnico en la consola dentro de lo que representa su ambientación steampunk, alejada del colorido al que nos rendimos en el caso de Mario Galaxy. Destaca el cuidado de las animaciones (uno de los principales temores de Warren Spector, donde es evidente que ha centrado gran parte de la dedicación del equipo de programación, que ha contando con la ayuda de Pixar), así como el estilo que se emplea para ilustrar los escenarios, la variedad de los mismos, los personajes secundarios y, en fin, prácticamente todo elemento que forme parte del aspecto visual del título. Durante las primeras páginas de este análisis se hace especial hincapié en esta cuestión, parte fundamental para entender el plano artístico, y como suele ser habitual en estos casos resulta bastante complejo transmitir la grandeza del título en este sentido empleando palabras llanas.

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Respecto al trabajo de Dooley, probablemente la faceta más impresionante del título, sólo cabe aplaudir la selección de melodías, perfectamente orquestadas y muy acorde con la temática tradicional que impone la ambientación steampunk. La música contribuye a situarnos dentro de un mundo de características poco comunes, toda vez que se omite cualquier importancia que pueda tener la omisión del doblaje. Desconocemos si la decisión de no incluir voces (salvo algunos gruñidos) en las escenas que narran el argumento se debe a alguna condición estética o artística, pero de ninguna forma estropea el mensaje que transmite Spector a la hora de condensar más de cuarenta años de vida de Mickey a lo largo y ancho de varios de sus cortos.

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Conclusión
Adentrarse en el mundo de fantasía de Epic Mickey es un viaje único, imprescindible para los usuarios que busquen una experiencia a medio camino entre lo visto y vivido en Mario Galaxy y la profundidad esquemática de otros títulos que han obtenido menos reconocimiento social, aunque no por ello deja de ser un videojuego que cuenta con determinados problemas jugables que el usuario debe tener en cuenta. Este mundo que recorre la mascota de Disney puede ser dividido en dos frentes claramente diferenciables: de una mano la parte artística, que se establece claramente en lo más alto del catálogo de Wii por diversas razones (el gusto por el homenaje o el increíble trabajo que se ha realizado con el diseño del mundo en el que tiene lugar la trama); de la otra, extrañas decisiones que se toman en el plano jugable y que entorpecen las buenas sensaciones que deja el global.

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La cámara no termina de funcionar como debiera, el argumento, pese a su sencillez, sufre altibajos, elemento éste íntimamente ligado a la montaña rusa en la que se convierte la experiencia jugable en general. Epic Mickey ofrece una de cal y otra de arena en este sentido: si las fases de exploración son divertidas y enriquecedoras, el ritmo de obtención de habilidades es agotador por momentos, siendo imprescindible darle tiempo al juego para que respire, para que muestre todas sus cartas. La obra de Spector no invita a encender la consola para no soltarla durante varias horas, sino más bien a tomar con calma lo que acontece en pantalla, saboreándolo lentamente, sin prisa.

De entenderse Epic Mickey como un homenaje a la vida de Mickey, difícilmente se podría haber mejorado el resultado que ha obtenido Junction Point y Disney en conjunto. No obstante, visto como una experiencia jugable única, sufre de taras que pese a no empañar la excelente calidad que muestra a su llegada a la sobremesa de Nintendo sí que deben ser revisadas para el próximo capítulo de esta supuesta trilogía que Spector pretende construir con el paso del tiempo. Una experiencia épica, ciertamente, aunque quizás unos retoques aquí y allá le hubiesen bastado para convertirse en el mejor juego de la consola y, de paso, también de un año plagado de grandes nombres.

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  • Rendido homenaje a Mickey. Sencillamente impresionante. 
  • Un auténtico ejercicio de creatividad a nivel visual. 
  • La cantidad y variedad de habilidades que empleamos durante la aventura. 
  • Cada caricaturización de los cortos, con su esencia y su particular estilo de juego. 
  • Gran vida útil, rejugabilidad… Mickey dibuja su propio mundo.
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8.5

Muy Bueno

Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.