Divinity II: Ego Draconis
- PlataformaPC8360
- GéneroAcción, RPG
- DesarrolladorLarian Studios
- Lanzamiento06/11/2009
- TextoEspañol
- VocesEspañol
Acción draconiana
Larian ha logrado recoger el legado de Divine Divinity y adaptarlo a los tiempos modernos, logrando un excelente ARPG que además cuenta con las suficiente personalidad, historia y humor como para destacar entre sus semejantes y ofrecer algo a los que quieren algo más que a un personaje soltando espadazos y hechizos contra hordas de monstruos.
La segunda parte oficial de la saga Divinity ya está aquí después de un largo proceso de desarrollo y un intrincado proceso de reflexión para Larian después del fracaso de Beyond Divinity, el capítulo intermedio entre la primera y esta segunda parte. Los que hayan seguido los avances anteriores sabrán bien la historia de la serie, ya que es algo en lo que se ha insistido por un motivo muy claro: intentar dar a conocer mejor Divine Divinity, uno de los más brillantes seguidores de Diablo que (casi) nadie ha jugado. Una verdadera lástima dadas todas las buenas ideas que ese juego atesoraba, el adecuado ritmo de acción, las posibilidades de desarrollo del personaje y ese humor tan irreverente e ingenioso -algo que resulta raro de ver en la gran mayoría de los videojuegos y mucho menos en un hack'n slah de este tipo-.
Historia aparte, a pesar de las dificultades y de los problemas, Larian Studios ha conseguido crear una continuación oficial para la serie, de la que esperan resultados más luminosos ¿el resultado? un gran juego, sorprendente en ocasiones, enormemente entretenido y con un toque de vieja escuela que agradará a muchos. Sólo algunas sombras separan el juego de la excelencia, pero el resultado es un ARPG que conserva los elementos que hicieron a Divine Divinity tan destacable y a la misma vez consigue una gran combinación entre el sabor más añejo del género y los valores de producción que se esperan de un juego moderno. Un producto cuidado que hará las delicias a cualquiera con interés en esta clase de juegos. Pero eso es adelantarse un poco a los acontecimientos, por lo que conviene mostrar qué hace exactamente a Ego Dragonis un título tan particular.
El jugador puede crear a su personaje en un editor, aunque el número de opciones demuestra ser particularmente escaso para los tiempos que corren. Sólo cosas como género, unos pocos modelos de cara y algunos rasgos como tatuajes, cicatrices, barbas en los hombres y tipos de pelo; no hay opciones para modificar el cuerpo del protagonista ni para alterar en detalle la cara, por lo que aquellos jugadores que valoren esa clase de cosas quizás echen de menos más control en esta faceta. En todo caso, una vez creado el héroe se pasa al primer escenario, un lugar escondido a los ojos del mundo donde los aprendices de matadragones terminan su entrenamiento. Los matadragones son guerreros de élite entrenados para lo que su nombre indica, acabar con los dragones que en antaño fueron los guardianes y benefactores del mundo. Pero la traición de uno de ellos hacía el Divino, campeón de la humanidad, desencadenó una ola de odio que hizo a varios guerreros jurar que acabarían con todos los series de esa especie, hasta el último de ellos.
Ironías del destino y por circuntancias que se desvelan en los primeros compases de la aventura, resulta que ese último dragón eres tú, lo que obliga a acometer diferentes frentes desesperados: el aprendizaje de los poderes con los que cuenta un caballero dragón; la lucha contra Damián, el señor oscuro que está a un paso de sumir el mundo en una nueva era del caos; y por si fuera poco, los propios matadragones, que no se muestran muy interesados en perdonar la vida del que fue discípulo suyo. Afortunadamente, el héroe no estará sólo contra el mundo y poco a poco podrá ir acumulando seguidores que lo apoyarán y ayudarán en su hercúlea tarea, e incluso viajarán por el mundo de forma autónoma para conseguir materia prima con la que crear objetos que puedas necesitar.
Hay una buena cantidad de opciones de diálogo que permiten definir bien al personaje y moldear su actitud frente a los demás personajes, hasta ahí lo que se puede esperar dentro de un juego de rol. Pero por una inversión en puntos de experiencia es posible también saber lo que está pensando cualquier personaje, lo que tiene resultados impredecibles, desde saber cualquier tontería que el interlocutor está pensando hasta encontrar claves importantes para desarrollar misiones secundarias, para aprovecharse de otros personajes o para encontrar objetos ocultos. El estudio se ha molestado en darle brillo a esta característica incorporando misiones secundarias con muchas ramas y posibles desenlaces dependiendo de qué se decida. Algo tan simple como transportar una carta de un sitio a otro puede tener numerosos desenlaces en función de cosas como si se lee la carta disimuladamente, se lee la mente de alguno de los implicados o si se aprovecha el contenido para comprometer a alguno de ellos en lo que parecía una inocente e insignificante misión secundaria.
Pero en lo que más destaca Ego Draconis 2 es en el diseño de personajes, NPCs, armas y armaduras, se nota que es algo a lo que el equipo ha prestado especial atención. El diseño de los personajes con los que el jugador se relaciona es bastante imaginativo y tiene poco que ver con otros juegos en el que esta clase de personajes tienen un aspecto anodino y gris , los personajes importantes realmente lo parecen, el diseño de figuras como los fantasmas es realmente imaginativo y en general el diseño tiende a la exageración en todos los aspectos como un medio de lograr su propia personalidad -los jugadores de World of Warcraft reconocerán esta tendencia-. El resultado es efectivo, dando al juego frescura visual y colorido, además de algunos diseños de enemigos que se alejan realmente de lo establecido dentro del campo de la fantasía -resulta refrescante ver a goblins que se alejan del clásico aspecto de primos pequeños de orcos-.
El único aspecto visual que resulta más flojo dentro del conjunto se refiere al de la animación y el efecto físico de los golpes. La animación en si no está mal, es muy exagerada en todos sus movimientos, pero eso casa bien con el estilo del juego. El problema es que esos elaborados golpes y volteretas no parecen tener un peso real en el cuerpo de los enemigos, se echa en falta la sensación de contundendia que debería provocar descargar un golpe con una espada que es más grande que el personaje. Suele ser un pecado tradicional dentro de los MMO, pero se les disculpa por su naturaleza, mientras que Divinity II es un juego para un solo jugador. Algunos golpes son capaces de lanzar despedidos a los enemigos, pero se aprecia un pequeño retardo entre el golpe y la animación de caída, lo que tampoco ayuda a mitigar la sensación de flotabilidad en los golpes.
La manera de combatir viene marcada por las elecciones de desarrollo de personaje que se hagan. No hay clases predefinidas y los golpes normales que se pueden realizar son siempre los mismos, en función del tipo de arma que se tenga en ese momento -armas a dos manos, dos armas o arma y escudo en cuerpo a cuerpo, más diferentes tipos si se opta por el ataque a distancia-. Cada vez que se sube de nivel se pueden asignar puntos a rasgos como fuerza, destreza o magia, a la vez que se pueden asignar puntos a una habilidad especial concreta a elegir entre diferentes ramas. No hay limitaciones a la hora de elegir habilidades y no hay problema en combinar habilidades de sacerdote con mago o guerrero, lo que da mucha libertad pero también obliga a cuidadosas planificaciones.
El principal factor que hay que tener en cuenta a la hora de ir desarrollando el personaje es que cada habilididad puede (y debe) ser ampliada mediante más puntos en orden de que sea efectiva conforme avance la dificultad del juego. Hay algunas habilidades especialmente potentes que no pueden ser escogidas hasta niveles más avanzados, lo que acentúa la necesidad de una buena planificación a corto y a largo plazo. También hay que valorar si es conveniente ampliar ciertas habilidades complementarias como una mayor capacidad para leer mentes o la capacidad de abrir cerraduras, que si bien no son imprescindibles, abren alternativas útiles a lo largo de la aventura. Estas circunstancias hacen conveniente no dispersarse necesarios en el número de habilidades especiales y sí elegir aquellas que mejor se adaptan al estilo de combate que se quiere desarrollar. Construir tu personaje con tantas posibilidades disponibles es un entretenido juego en si mismo, pero es bastante fácil acabar con una combinación que no sea óptima, lo que puede subir innecesariamente la dificultad de algunos encuentros.
Un aspecto que hay que tener muy en cuenta en este título es que no hay ningún tipo de adaptación de dificultad en función del nivel. El mundo es el que es, con los enemigo que lo pueblan y sus respectivos niveles, por lo que andar en el lugar equivocado puede conducir a combates contra enemigos que superan ampliamente las habilidades del personaje. Los enemigos no vuelven a aparecer una vez eliminados por lo que no es posible limpiar una zona una y otra vez hasta conseguir el nivel deseado, es necesario seguir adelante para buscar nuevos enemigos así que hay que hacer buen uso de la experiencia acumulada. Divinity II se aleja de tendencia de ofrecer amplios y coherentes mundos que explorar libremente, y en lugar de eso opta por fragmentar el mundo en varias piezas, cada una de un tamaño variable pero con un diseño bastante lineal y limitado con algunas bifurcaciones y secretos, nada que anime particularmente la exploración; la progresión es considerablemente sencilla y el juego en general no se presta a otra cosa.
El combate es rápido y lleno de posibilidades, además de considerablemente difícil en ocasiones, con grandes grupos de enemigos capaces de trabajar con cierta coherencia, evitar el cuerpo a cuerpo si usan ataques a distancia, curarse entre ellos y usar habilidades especiales para tratar de detener al personaje principal. Puede llegar a ser muy intenso en ocasiones, y en consecuencia también muy satisfactorio. Aunque sólo se controle al protagonista principal, éste cuenta con habilidades como invocar criaturas, fabricar con un nigromante una criatura a partir de piezas muerta y encantar enemigos para que se pongan a su lado, por lo que aquellos que quieran pueden rodearse de aliados en combate. Tiene picos de dificultad altos y algunos encuentros en los que habrá que intentarlo varias veces antes de conseguir superarlos, pero lejos de frustrar, la curva de dificultad es la adecuada.
Un aspecto que realmente merece ser destacado de Divinity II es el gran trabajo realizado con algunas mazmorras, muy amplias y complejas y con algunos puzles realmente interesantes e intrincados, que obligan al jugador a pararse y analizar sus pasos, como en juegos de antaño. Obviamente no cuenta con la dificultad infernal de algunos clásicos en este aspecto, pero no es habitual encontrarse con diseños tan elaborados y complejos en las mazmorras hoy en día. También están plagadas de trampas y de tesoros ocultos que se pueden encontrar si se presta algo de atención, por lo que hay un sentimiento de peligro y aventura en estos lugares que merece ser resaltado.
Muy Bueno
Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.