Cómic
‘13, Rue del Percebe’. El predecesor de ‘La que se avecina’ que no gustó nada a Franco
Bruguera lanza al mercado la edición integral de una de las obras más divertidas del mayor genio del tebeo español, Francisco Ibáñez.

‘Aquí no hay quien viva’ y ‘La que se avecina’ son las dos sitcom más exitosas de la televisión española, pero la fórmula no nació con los hermanos Caballero. 42 años antes, un tal Ibáñez —que ya llevaba tres años triunfando con una pareja de detectives privados llamados ‘Mortadelo y Filemón’— creó ’13, Rue del Percebe’, una disparatada comunidad de vecinos donde cada entrega presentaba situaciones tan rocambolescas como hilarantes.
La primera página de la serie se publicó el 6 de marzo de 1961 en el número 0 de la segunda época de la revista ‘Tío Vivo’, una publicación que, paradójicamente, había sido fundada por cinco dibujantes que abandonaron Bruguera para tener control sobre sus obras… y que acabó siendo editada por la propia Bruguera. La serie se publicó semanalmente en la contraportada hasta 1968, con un total de 342 páginas firmadas por Ibáñez.

Humor y algo más
‘13, Rue del Percebe’ se caracterizaba por un humor directo, costumbrista y visual, pero bajo esa capa se escondía una crítica velada a los problemas de una sociedad que la dictadura franquista prefería ocultar. Como dijo el propio Ibáñez: “Hoy día el colmado sería una gran superficie, y la portería no existiría, sustituida por una oficina de banco; en la alcantarilla y el ascensor habría okupas…”
En el edificio vivía un inquilino en una alcantarilla, mientras Doña Leonor alquilaba habitaciones a precios desorbitados y siempre abarrotadas, reflejo del problema de la vivienda en las grandes ciudades, saturadas por la emigración rural. El ascensor, símbolo del ascenso social, nunca funcionaba, y en una viñeta Ibáñez lo dibujó como un ataúd.
La policía, que nunca atrapaba al ladrón del tercero izquierda, evidenciaba la inutilidad del sistema. En la buhardilla, vivía Manolo el Moroso, un personaje inspirado en el dibujante Manuel Vázquez, famoso por sus deudas y su arte para esquivar a los acreedores, que era la antítesis de todos los valores de los que presumía el Movimiento. Y en el bajo, el Colmado Senén representaba el mercado negro de la posguerra.

El enfado de Franco
Aunque las referencias eran sutiles, lo que realmente enfadó al dictador fue el personaje del científico loco del segundo derecha. Según la censura, había creado un monstruo al estilo Frankenstein, y en la España ultracatólica de entonces, solo Dios podía crear vida.
Ibáñez fue obligado a retirarlo en 164, pero lo hizo con ironía: en su última viñeta, el científico se mudaba porque “el piso no le venía bien para el monstruo que tenía proyectado”. Lo sustituyó por un sastre, que hacía encargos a medida. Un sarcasmo que la censura no detectó.
En 1969, con la dictadura ya debilita, se tomó su revancha introduciendo otro científico en su colección más popular. El profesor Bacterio hacía su debut en ‘Mortadelo y Filemón’ dentro del álbum ‘El sulfato atómico’ como miembro de la T.I.A.

Unos personajes para el recuerdo
Al igual que en ‘La que se avecina, el éxito de la página residía en que el lector, semana tras semana, se reencontraba con unos personajes que ya formaban parte del imaginario colectivo español. Salvo el caso del científico loco, Ibáñez mantuvo estable su comunidad a lo largo de los años.
En la azotea vivían el gato y el ratón, que se perseguían constantemente, y en la buhardilla, el incombustible Manolo el Moroso.
En el tercero izquierda estaba Ceferino, el ladrón que robaba todo tipo de objetos absurdos; en el tercero derecha, Doña Benita, que al inicio de la serie vivía con su marido y seis hijos.
En el segundo izquierda, la viejecita amante de los animales, y en el segundo derecha, el científico loco con sus experimentos disparatados (hasta que fue sustituido por un sastre por orden de la censura).
En el primero izquierda residía el veterinario, que atendía animales con métodos poco ortodoxos, y en el primero derecha, Doña Leonor, la casera tacaña que alquilaba habitaciones.
En el bajo izquierda estaba la tienda de ultramarinos, el Colmado Senén, y en el bajo derecha, la portera chismosa que vigilaba a los vecinos. Finalmente, en la alcantarilla, sobrevivía Don Hurón, un personaje surrealista que protagonizaba situaciones absurdas.

Su pervivencia
Ibáñez dejó la serie en 1968, agotado por el esfuerzo creativo que suponía llenar cada “agujerito” del edificio. Años después, en 1986, creó una versión ampliada: ‘7, Rebolling Street’, publicada en la revista Guai! con 170 entregas, más cinco adicionales en Yo y Yo en 1990. El edificio ocupaba doble página y tenía más vecinos, un banco, un taller y un bar. El propio Ibáñez la definió como: “13, Rue del Percebe, pero corregida y aumentada”.

Un extra para sus fans
En 2002, con motivo de una recopilación en la colección Súper Humor de Ediciones B, Ibáñez dibujó la última página de 13, Rue del Percebe. Una entrega que evidencia la evolución gráfica del maestro, pero que mantiene intacta su humor socarrón.
Aunque ese fue el cierre oficial de la serie, Ibáñez siguió dibujando hasta el último día de su vida, el 15 de julio de 2023. Su legado supera las 20.000 páginas y ha sido publicado en más de 15 países, traducido al francés, inglés, alemán, portugués, italiano y neerlandés.

Ficha
- Autor: Francisco Ibáñez
- ISBN: 978-84-02-42270-5
- Fecha de publicación: 20/03/19
- Número de páginas: 352
- Formato: Tapa dura
- Editorial: Bruguera (Penguin Random House Grupo Editorial)
- Precio: 19,90 €
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