Daniel Guzmán: “No tiene sentido hacer una película como ‘La deuda’”

Son las diez y media de la mañana. Daniel Guzmán (Madrid, 1973) ha avisado de que llega unos minutos tarde, pero que está al caer. Es cierto. Apenas dos canciones después, aparece por una esquina de la Plaza de las Comendadoras, en el corazón de Malasaña y de la capital. Tiene un andar nervioso, un gesto atento y la voz rasgada. Dirige y protagoniza La deuda, cinta que ha rodado, entre otros escenarios, en la calle de detrás del bar al que accedemos y en cuyo sótano, iluminado por un tragaluz, como en la obra de Buero Vallejo, se produce la conversación que un servidor escribe. Guzmán comparte con el dramaturgo alcarreño —sin quererlo y, como verá el lector, por pura manifestación autobiográfica— una profunda huella social en su obra. Su última película no es una excepción. En realidad, nada lo fue. Ni siquiera cuando firmaba como ‘Tifón’ en las paredes de Aluche.

-¿Siempre desayunas tostadas con aguacate?

-Nada más levantarme tomo un té negro con leche de soja. De hecho, muchas veces me acuesto pensando en el té de por la mañana. De comer tostada de aguacate, ya has visto; también me gustan las arepas y la tapioca, que le pongo queso, aguacate y tomate. Es la mejor bomba para empezar el día (sonríe).

-¿Qué te dicen estas calles?

-Malasaña es uno de los barrios que más me gusta de Madrid. Nosotros venimos de Aluche; mi madre se mudó aquí hace como 20 o 25 años. Y aquí pasamos la última etapa con mi abuela antes de que falleciese. Todas estas calles me recuerdan a los paseos con mi abuela, a venir a ver a mi madre; al centro de mi adolescencia. Tengo una relación emocional y personal muy estrecha e importante con este barrio.

-La deuda es una película casi autobiográfica...

-Así es. La película es un thriller emocional donde el tema social está basado en una premisa, una vivencia: una experiencia que viví con mi abuela. Cuando ella sufrió un trombo pulmonar al final de su etapa, y se tenía que tratar con oxígeno por las tardes, yo venía a buscarle aquí al portal, que está en la calle donde comienza la película y que tiene al final un centro de salud. Allí iba con ella para que recibiese oxígeno por las noches y pudiera descansar mejor. Aquella etapa con mi abuela la viví mucho en estas calles: íbamos al mercado juntos, o con mi madre; venía a verlas, bajábamos a tomar algo, caminábamos...

Ampliar

-¿Hubiera tenido sentido hacer esta película en otro barrio?

-Pues sí. La gentrificación está instalada en todos los grandes núcleos de población, donde se ha apostado un tipo de ciudad de difícil convivencia social. Se intentar sacar más beneficio de un bien tan necesario como la vivienda, y eso está haciendo que a la gente vulnerable, como los ancianos, se les vaya sacando hacia las afueras para explotar el tema urbanístico. Y esa cohesión social de los barrios se rompe, se pierde. Y ahora mismo...

El contexto de la película está dando mucho que hablar porque parece que la gentrificación está de actualidad, pero no es así: estamos recogiendo lo que hemos sembrado porque las grandes ciudades del mundo llevan 20 años viviendo la gentrificación. Lo que pasa es que ahora nos toca vivirlo en primera persona.

-Y se ve en riesgo el alma de las ciudades.

-Hombre. Del centro se está echando a las personas hacia la periferia; y dentro, se están perdiendo los barrios: los pequeños comerciantes van desapareciendo; se pierde la convivencia en los barrios, esa fotografía no está porque ahora son habitantes de explotación turística. Todo explotación, todo consumo. Todo... Bueno, neoliberalismo. El capitalismo, que se está devorando a sí mismo.

-¿Es el tema de la vivienda la gran asignatura pendiente de España?

-Sin lugar a dudas. En España todo está apostado al turismo y a la explotación del ladrillo. Se crea un problema que, creo, requiere de una intervención del Estado para regular el tema de la vivienda. No puede ser que la vivienda consuma el 80% del salario mínimo interprofesional. Es que no puedes vivir con 200 euros. Todo eso se lo lleva la vivienda; y, en muchas ocasiones, una habitación porque, al final, tienes que compartir.

Ampliar

-En el torbellino de la gentrificación aparecen varios sectores de la población como víctimas. Uno de ellos, los más mayores. ¿Qué peso tiene el silencio, tanto en manifestaciones como el suyo propio, en el sufrimiento de la tercera edad?

-Los tres temas fundamentales de la película son la gentrificación, nuestra relación con los mayores y la culpa como motor. Me parece interesante reflexionar sobre la búsqueda de afecto: el ser humano no busca dinero ni poder, sino afecto. Nuestros mayores buscan afecto, atención y sentirse útiles. Y esto no es un discurso reivindicativo; no quiero caer en la demagogia, ni en el paternalismo. Es solo que nuestra vida con los mayores es mejor. No perdamos la oportunidad de pasar tiempo con ellos: tienen sabiduría, sentido del humor, empatía, amor... En todas mis películas hay siempre una persona que ronda los noventa o los rebasa. Le da otra perspectiva.

-En La deuda es Charo García, que tuvo la oportunidad de ver la película.

-Sí, en Málaga [en el festival de cine, en marzo].

-¿Y qué dijo?

-Maravilloso. Imagínate... Fui a una residencia buscando personas mayores; la encuentro, hago dos pruebas y ensayo con ella. Se siente querida, llena de afecto, respetada y útil. Con 92 años, pues claro, fue la mejor despedida que pudo tener. En la proyección había novecientas personas de pie aplaudiéndola; y ella estaba emocionadísima, en una nube.

-¿Es una película de amor o de protesta?

-Lo tiene todo. Las películas que hago están relacionadas con la vida y la realidad. No hablo aposta de la gentrificación o de las personas mayores, sino que me sale por mi propia situación vital. No lo busco. Y lo que me mueve es, precisamente, el apego. Puede que tenga algo de reivindicación, pero, en contexto, es una historia de afecto y de personas que buscan su lugar.

Ampliar

-En la película también se habla de la suerte... O de su ausencia.

-Exacto. La suerte y, derivado de entender cada circunstancia, no juzgar a las personas. Creo que es muy fácil criticar en esta sociedad tan sumamente polarizada. Hay que ser realistas. Sobre todo ahora con la teoría de la meritocracia, que dice que puedes ser lo que quieras... Perdón, no: yo soy lo que puedo y lo que me dejan. Todo depende de un contexto ambiental y muchos factores. La suerte es ese cúmulo de circunstancias. No se trata de juzgar a Daniel por meterse en un problema tras otro porque entiendes sus decisiones, aunque sean reprobables y desacertadas. Y el cine es una herramienta maravillosa para mostrarlo.

-¿Qué es el cine para Daniel Guzmán?

-Todo. Es lo que me ha dado la vida, lo que me ha sacado de un camino que era complicado y difícil. El cine es compartir historias, como cuando quedas con alguien para tomar algo y contaros la vida. Me parece que, además, es maravilloso cuando tiene cierto contenido porque te invita a la reflexión.

A mí hay películas que me han cambiado la vida. Y el cine, por su parte, me ha dado la oportunidad de devolver todo ese aprendizaje. Disfruto con ello, aunque me quita mucho y resulte difícil hacer películas como La deuda.

-¿Por qué?

-Porque no tiene sentido hacer una película como esta. Quizá una o dos en tu vida, no más. Yo llevo 20 años para tres; son siete años para cada una en la que no dedicas tu tiempo a otras cosas. Y eso, a veces, desequilibra la balanza. Me ha quitado mucho, sí, pero también ha dado sentido a mi vida. Empecé como grafitero contando historias a través de mis grafitis. Gracias a eso tuve la oportunidad de hacer una película; ahí descubrí que quería ser actor y, desde entonces, no he dejado de contar historias. Primero como actor y luego como guionista y director.

Ampliar

-¿Qué tal se llevan el Daniel director y el Daniel actor?

Se llevan muy bien porque yo respeto mucho el trabajo del actor, aunque ambos son muy exigentes. Lo que peor llevo es el Dani productor y el Dani director. Pero es que necesito producir mis propias películas. No para ganar dinero, eh, porque en todas pierdo y me endeudo. Pero sí para mantener la libertad autoral o la libertad narrativa.

-¿Y vale la pena endeudarse por contar esas historias?

No, no, no. Rotundamente no. Te vale la pena en la primera, que es autobiográfica; en la segunda, bueno, pero ya en la tercera... Tío, si no has aprendido, mejor que no.

-Y ahí estás tú...

-Yo vivo en una guerra constante entre el Dani autor y el Dani productor, pero siempre gana el Dani autor, que es quien quiere contar la historia. Y eso hace que siempre estés endeudado. La deuda es la película más ambiciosa que he hecho: tiene cinco millones de euros de coste, que es el triple o el doble de una película media. Esto no tiene mucho sentido, ¿sabes? Porque, aunque esta sí esté conectando, no es una película con capacidad de hacer mucha taquilla. Las que venden son las de terror, las comedias y las de entretenimiento.

-Y si continúa la deuda, ¿crees que volverá a ganar el Dani autor una cuarta vez?

-Depende de lo que pase. Si de esta no nos levantamos, no (mira al tragaluz). Porque pierdo todo: pierdo mi vida, pierdo ver a mi familia, ver a mis amigos... Disfruto haciendo cine, pero al final es mucho más lo que sacrificas que lo que obtienes. Y para estar dos semanas en la cartelera no me merece la pena. Si recuperamos, ya no digo ganar, cogeré aire; si no, haré películas con menos decorados y actores, sin incurrir en este riesgo. Aquí asumo muchos: si una película media tiene 20 localizaciones, esta tiene 78. Es incontrolable. Y mucho menos en el momento en el que estamos. No lo digo en tono derrotista porque nadie me ha obligado, pero es cierto que el fracaso es más duro cuando te juegas tanto a una única carta y con la aspiración real de únicamente recuperar. ¿Compensa? Pues no. No tiene sentido.

Ampliar

-¿Convivir con el personaje de Roberto, de Aquí no hay quien viva, que es más distendido en el plano ficcional, resta seriedad al cine que haces?

-No. Que va. Recuerdo con mucho afecto al personaje y a la serie. Y el cariño que me demuestra en la calle la gente es muy gratificante. Y, además, el respeto y el amor que te muestran personas de tantas edades distintas a las que les has hecho reír. Es precioso. Aquí no hay quien viva es de todas las generaciones.

-¿Qué une a Roberto y a Lucas?

-La inocencia, las ganas de salir adelante con casi todo en contra, la nobleza; y la obstinación, el pelear por algo que cree. Creo que eso.

-Si en 20 años quedamos a tomar una cerveza en este barrio, ¿qué te gustaría decirme?

-Joder, pues que es bueno que sigamos vivos. Luego echaría la vista atrás, me gustaría, con nostalgia, analizar cuáles han sido nuestros caminos y si hemos sido felices con lo que hemos hecho. Si he seguido haciendo cine, si has seguido siendo periodista; si hemos cambiado de rumbo y si nos hacen felices los nuevos caminos. Si estamos contentos con nuestras decisiones seremos afortunados. Diría eso.

Suscríbete al canal de MeriStation en YouTube, tu web de videojuegos y entretenimiento para conocer todas las noticias y novedades sobre el mundo del videojuego, cine, series, manga y anime. Análisis, entrevistas, tráileres, gameplays, pódcast y mucho más. También te animamos a seguir nuestra cuenta de TikTok.

¡Síguenos en ambas y, si estás interesado en licenciar este contenido, pincha aquí!