Cine
Crítica de ‘Drácula’, un remake inesperado que se convierte en un placer culpable
Luc Besson (‘León el profesional’) coge la película de Coppola y la vuelve aún más romántica si cabe.

Algunos dirán que es la falta de ideas de Hollywood. Otros que cada generación necesita su propia interpretación de los grandes mitos. El caso es que hay historias de las que uno nunca se cansa. ‘Drácula’ es una de ellas. Y aunque a todos nos gusta comparar con la novela original y criticar los cambios de las nuevas versiones, también es divertido ver las diferentes aproximaciones de cada narrador. Ver dónde pone el foco cada uno, qué se añade y qué se recorta. Es como remontarse a ese pasado remoto en el que los relatos se transmitían de forma oral a la luz de una hoguera. Entonces las historias eran seres vivos que evolucionaban en función de los gustos de sus oyentes. Decían mucho de la sociedad en la que tomaban forma y queremos pensar que sigue pasando lo mismo. ¿Acaso es casualidad el cúmulo de criaturas de leyenda de nuestros tiempos? ¿Qué podemos aprender de mirar el mundo a través de las lentes de Guillermo del Toro y los ojos de Robert Eggers? Mientras pensamos en la respuesta, llega otro caleidoscopio desde el que espiar a los monstruos clásicos de Universal. Se trata del de Luc Besson y, sinceramente, como para no echarle un vistazo.
El primer aviso es obligado. El Drácula de Luc Besson parece más inspirado por la película de Coppola que por la novela de Bram Stoker. Por momentos, la cinta parece un remake europeo de la de 1992. Como en aquella, su versión del conde no inspira miedo, sino atracción. Mina vuelve a estar más que abierta a sus encantos y se retoman conceptos que el bueno de Francis se sacó de la manga, como la reencarnación y la redención. Hasta se recupera ese prólogo inexistente en el libro que asegura que Drácula es el propio Vlad el Empalador. Lejos queda aquel enfrentamiento entre el bien y el mal, entre el cristianismo y el diablo, que había en la obra original. Aquí no hay terror. Esto es una historia de amor a través de los tiempos.
El director de ‘León el profesional’ (1994) y ‘El quinto elemento’ (1997) es tan irritantemente francés que lo primero que hace es llevarse la historia de Londres a París, la ciudad del amor. Es uno de los muchos cambios que introduce por el mero hecho de agitar el sonajero y llamar la atención (algo que acaba pasándole factura al guion). Existen decenas de ellos. Lucy es vampira desde el principio; van Helsing no es profesor, sino cura; y todos los personajes aceptan e identifican el vampirismo enseguida, como si fueran lectores voraces de ‘Crepúsculo’. Besson también borra del mapa a Renfield y se carga las cartas, notas y diarios de unos y otros, tan presentes en la novela. Ahora bien, lo más llamativo (para mal) es el hecho de que Harker y Mina prácticamente no intercambian palabra en toda la película. En ningún momento uno se traga que sean pareja y estén enamorados.

Evidentemente, no todas sus decisiones son malas. El director acierta, por ejemplo, al dar espacio al pasado de Drácula. La introducción es fabulosa y a lo largo del metraje muestra al conde asimilando la pérdida de su amada y buscándola en cada época y rincón de Europa. Verle tumbado sobre su tumba mientras pasan las estaciones alrededor es conmovedor y las recreaciones históricas impresionan, más si vienen acompañadas de una fotografía semejante y de la banda sonora del infalible Danny Elfman. La película es portentosa a nivel audiovisual.
El director también introduce con habilidad el concepto de destino. Nos presenta a dos personas tan abocadas a estar juntas que hasta se recuerdan de vidas pasadas. Qué decir de cierto diálogo en el que Elisabeta le pregunta a Drácula si Dios les perdonará por quererse tanto, a lo que este responde que Dios supuestamente es amor y que, si no lo hace, por él puede arder en el infierno. La relación entre ambos está tan idealizada, es tan pasional y trágica que invita a dejarse llevar y a perdonar a la cinta muchos de sus problemas. Porque todos hemos pensado alguna vez en prender fuego al mundo por alguien, pero solo hay un personaje que lo haya llevado a cabo.
Coppola y Besson comparten teatralidad, pero mientras el primero era lascivo y dado a la sangre y la acción, el francés es amigo de las bromas. Te cambia la orgía con las vampiras por una versión gótica de los ewoks (lo mejor de la película). El director pierde el pulso al tono con frecuencia y tampoco es que se le caigan las ideas del bolsillo, pues sus mejores gags parecen herencia directa de ‘El baile de los vampiros’ (1967) y ‘El perfume. Historia de un asesino’ (2006). Pero el mejor ejemplo de estos problemas humorísticos nos lo da el personaje de Christoph Waltz. Aunque el profesor Van Helsing de Anthony Hopkins ya tenía algo de sorna, el cura de Waltz parece Russell Crowe en ‘El exorcista del Papa’. Repitiendo el papel que le valiera un Oscar en ‘Django desencadenado’ (2012) y viniendo de salir también en ‘Frankenstein’, chirría su descreimiento y desentona entre un reparto infinitamente más desconocido y acertado, donde destaca la grandísima interpretación de Caleb Landry Jones (quien ya trabajó con Besson en ‘Dogman’, de 2023) y el derroche de belleza de Zoë Bleu.

Valoración final
‘Drácula’ de Luc Besson bebe de la versión de Coppola tal y como lo hacía Winona Ryder del pecho de Gary Oldman. Menos lasciva y sangrienta que aquella, pero igual de teatral, la aproximación del director francés es todavía más romántica si cabe. Los que busquen la historia de terror original saldrán decepcionados. Por el contrario, los más sentimentales encontrarán un nuevo placer culpable, un relamido relato sobre el amor que puede al tiempo, al destino y al mundo. Besson no aporta demasiado a nivel narrativo y a menudo se pasa de frenada con su humor, pero hay que admitir que compone un cuadro imponente. Una fotografía admirable, la magia de Danny Elfman y un fastuoso diseño de producción terminan inclinando la balanza a su favor. Parece venida de otra época, de otro cine, y es probable que su falta de ideas no deje huella, pero es un trabajo mucho más elegante y entretenido de lo que esperábamos.

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