Ciencia
Por qué los griegos sabían que la tierra es redonda y cómo midieron sus dimensiones
Jaque mate terraplanistas. Pitágoras, Platón, Aristóteles y Eratóstenes os explican por qué la Tierra es redonda y cómo calcular cuánto mide.
En estos tiempos en los que proliferan los terraplanistas, quizás valga la pena recordar que el ser humano lleva sabiendo que la Tierra es redonda desde hace más de 2.000 años. Qué dirían hoy los griegos si vieran que vamos para atrás como los cangrejos y que aún estamos dudando y debatiendo sobre temas ya demostrados en la antigüedad más remota.
Porque la forma de la Tierra ya traía de cabeza a Pitágoras allá por el año 500 antes de Cristo. El famoso filósofo y matemático dejaría la razón de lado en este asunto y lo apostaría todo a la estética. Pitágoras defendió que nuestro planeta tenía que ser redondo a la fuerza porque “la esfera es la forma más perfecta de la naturaleza”. No era el proceso lógico más confiable, pero el caso es que acertó. Aunque ni él ni Platón, que apoyaría su idea, vivirían para descubrir si tenían razón. Para eso hubo que esperar a Aristóteles.
¿Cómo sabían los griegos que la tierra es redonda?
En el libro ‘En los cielos’, Aristóteles sería quien empezase a aportar algunas pruebas. Que si en los eclipses lunares se puede ver la sombra de la Tierra en el satélite y tiene siempre dicha forma, independientemente de cuándo suceda. Que si hay estrellas imposibles de ver desde según qué lugares. Hasta defendió que no debía ser una esfera muy grande, pues localizaciones como Chipre y Egipto tenían firmamentos distintos y apenas están separadas por 1.000 kilómetros, lo que ya hablaba de lo rápido que se manifestaba esa curvatura.
¿Cómo midieron los griegos las dimensiones de la Tierra?
En cualquier caso, el primer hombre en medir las dimensiones de nuestro planeta fue Eratóstenes en el año 240 antes de Cristo. Bibliotecario jefe del mítico archivo de Alejandría, Eratóstenes cambió la historia de la humanidad valiéndose de poco más que un palo y la posición del sol.
A oídos del bibliotecario, cuyo sueño era hacer un mapa del mundo entero, llegó la información de que había un pozo en cuyo interior se proyectaban unas sombras u otras en función de la posición del sol. Lo más curioso del asunto era que si uno miraba a mediodía y en pleno solsticio de verano, no había sombra alguna. Eratóstenes decidió investigar el tema y el siguiente 20 de junio, en un nuevo solsticio de verano y de nuevo a mediodía, colocó sobre el suelo un palo en posición vertical y contempló atentamente la sombra, que formó un ángulo de 7.2 grados y le dio el primer dato clave.
Lo siguiente que hizo Eratóstenes fue calcular la distancia entre Alejandría y el pozo del que le habían hablado, perteneciente a la ciudad de Siena. Aunque por entonces costaba hacer una medición así, a través de varios bematistas (los “caminantes profesionales” de la época, quienes se dedicaban a contar sus pasos con precisión entre dos puntos), el bibliotecario sacó que entre ambas localizaciones había unos 5.000 estadios, que sería 500 millas (800/900 kilómetros).
Así pues, Eratóstenes tenía una esfera de 360 que medía a saber, y una porción de 7.2 grados que medía 800 kilómetros. Tiró de regla de tres y listo. El ángulo de 7.2 tenía que ser a 360 lo que 500 millas a... 25.000. Así pues y según sus cálculos, la Tierra tenía que tener unas dimensiones de 25.000 millas (unos 40.000 kilómetros).
¿Y sabéis cuánto mide la Tierra de un polo a otro? 40.075 kilómetros. 24.901 millas. Lo que calculó un bibliotecario con un palito hace más de 2.000 años. Viendo las dudas y los planteamientos de algunos en la actualidad, cabe preguntarse cuánto ha avanzado el ser humano desde entonces, si es que lo ha hecho.