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Llevamos años usando mal los cables USB más populares: hay una alternativa muy útil en estos casos específicos

El supuesto cable universal esconde un truco poco conocido que puede mejorar velocidad y rendimiento en determinadas situaciones.

USB C Microsoft
Periodista y creador de contenido. Nacido en Santander y apasionado de los deportes. Comunicador polivalente capaz de desenvolverse con las cámaras, los micrófonos y mediante la prensa escrita.
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Durante más de una década, el conector USB-C se ha consolidado como el estándar dominante en móviles, ordenadores, discos duros y todo tipo de dispositivos electrónicos. Su principal promesa era clara: un conector reversible, cómodo y sin errores. Sin embargo, esa idea, repetida hasta la saciedad, no es del todo cierta. En algunos casos concretos, darle la vuelta al cable USB-C puede marcar la diferencia entre un rendimiento mediocre y uno óptimo.

USB-C, una pequeña revolución…

La llegada del USB-C supuso una auténtica revolución frente al veterano USB-A. No solo por su diseño más delgado y simétrico, sino por una profunda transformación interna. A diferencia de los conectores antiguos, el puerto USB-C hembra no suministra corriente de forma permanente: permanece en lo que se denomina “socket frío” hasta que detecta un dispositivo conectado.

Además, el estándar separa completamente la gestión de energía de la gestión de datos. En términos de datos, un dispositivo actúa como host (por ejemplo, un PC) y el otro como cliente (un periférico). En energía, en cambio, los roles se definen como fuente o sumidero, y pueden intercambiarse dinámicamente gracias al protocolo Power Delivery. Esta flexibilidad permite que un portátil cargue un móvil o que un monitor alimente a un ordenador portátil, algo impensable hace años.

Pero esta sofisticación también trae consigo ciertas limitaciones poco conocidas.

Un conector simétrico

Aunque el USB-C se puede conectar en cualquier dirección, su diseño interno no es completamente simétrico. El conector cuenta con 24 pines distribuidos en dos filas. Los pines esenciales —alimentación, tierra y datos USB 2.0— están duplicados y alineados de forma que siempre funcionen, sin importar la orientación.

Llevamos años usando mal los cables USB más populares: hay una alternativa muy útil en estos casos específicos

Sin embargo, no ocurre lo mismo con los pines de alta velocidad, como los utilizados para USB 3.0, USB 4.0 o la transmisión de vídeo. Estos están dispuestos de forma asimétrica. En teoría, esto podría causar problemas, pero aquí entran en juego los pines CC1 y CC2, conocidos como canales de configuración. Estos actúan como un interruptor electrónico que detecta la orientación del cable y comunica al sistema qué conjunto de pines debe utilizar para garantizar el mejor rendimiento posible.

El resultado es un conector simétrico en su uso cotidiano, pero asimétrico en su mecánica interna.

¿Cuándo conviene invertir el cable?

Según explica el sitio especializado MakeUseOf, hay situaciones en las que cambiar la orientación del cable puede resolver problemas inesperados. Por ejemplo, si uno de los pares de pines de transmisión de alta velocidad está dañado, el cable puede funcionar solo en una dirección concreta. En ese caso, al conectarlo “al revés”, el sistema utiliza el otro canal de transmisión, recuperando velocidades óptimas de carga o transferencia de datos.

Otro escenario habitual es el uso de cables USB-C incompletos. Algunos modelos incluyen únicamente los pines básicos de alimentación y USB 2.0, pero carecen de los necesarios para USB 3.0, USB 4.0 o vídeo. En estos casos, la orientación puede afectar al comportamiento del cable, aunque el verdadero problema sea la falta de compatibilidad con estándares más modernos.

Probar… o invertir en calidad

Aunque parezca contradictorio para un estándar que presume de simplicidad, la recomendación es clara: si algo no funciona como debería, prueba a invertir el cable. Y, sobre todo, apuesta por cables USB-C de calidad y bien certificados, capaces de ofrecer todas las prestaciones prometidas.

Después de años de uso cotidiano, el USB-C sigue guardando pequeños secretos que recuerdan que, incluso en los estándares más modernos, los detalles técnicos importan más de lo que parece.

Llevamos años usando mal los cables USB más populares: hay una alternativa muy útil en estos casos específicos

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