Japón, expertos en derribar rascacielos utilizando un método silencioso inspirado en un juguete tradicional
Los ingenieros japoneses utilizan un sofisticado método para derribar rascacielos en plena urbe sin tirar de explosivos.


Siempre se suele decir que Japón nos lleva años de diferencia en muchas cosas, pero sobre todo a nivel tecnológico e industrial. Ahí están los récords de velocidad de internet, entre muchos otros hitos. Muchos desconocerán el sofisticado método que los ingenieros nipones descubrieron para derribar rascacielos en plena ciudad. Ni explosivos ni medidas de seguridad extras: todo fue descubierto gracias a un juguete tradicional.
El asombroso método japonés para derribar rascacielos por sí mismos
El método es bien sencillo. La idea es derribar el rascacielos para que colapse por sí mismo piso por piso. Para ello, colocan unas barras hidráulicas repartidas estratégicamente por los lados. Comienzan a derribar por maquinaria los puntos clave de su interior hasta que está listo para sucumbir.
A partir de ese momento simplemente hay que esperar a que las barras poco a poco vayan estrechándose, cayendo así el piso hasta que finalmente toca el suelo. Con el siguiente piso se repite el mismo ciclo: barras, limpieza y colapso. Derribar un rascacielos puede llevar meses, e incluso hasta años.
Esto se debe a la complicada distribución de las ciudades japonesas. Allí el diseño de las urbes está pensado para aprovechar cada mínimo espacio. Los edificios se aglomeran en manzanas que no suelen llevar un diseño reconocible. Si tuvieran que tirar de explosivos pondrían en juego la seguridad de los edificios a su alrededor.

Los rascacielos colapsan en silencio, sin levantar polvo. Solo van cayendo de piso en piso hasta que no queda absolutamente nada. El método se inspira en el Daruma Otoshi, un juguete tradicional de apenas siete pulgadas de tamaño cuya mecánica es bien simple. Se forma hacia lo alto en varias piezas redondas. Como jugador, tienes que coger un mazo e intentar quitar la base de un golpe sin que se caiga el resto de la estructura. Eso es lo que los ingenieros trasladaron a los edificios reales. ¿Más caro que unos explosivos? Sí, pero también más seguro y con la posibilidad de reutilizar los materiales.
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