Es uno de los lugares más bonitos de España, pero también uno de los más aislados: hay que bajar más de 750 escalones para entrar
Eso sí, los menos aventureros tienen la opción de organizar un pequeño viaje en barco para acceder.


El mundo está repleto de sitios únicos que merece la pena visitar, como es el caso de la zona con el nombre más largo que existe o la isla de las 15.000 serpientes, pero como no siempre apetece —ni se puede— viajar a ubicaciones lejanas, siempre es buen momento para descubrir todo tipo de lugares en España sobre los que siempre hay alguna historia que contar. Por ejemplo, el Faro del Caballo en Santoña, municipio de Cantabria, es uno de ellos, ya que es tan bello como remoto.
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763 escalones hacia abajo... y hacia arriba
El Faro del Caballo se sitúa en los acantilados del Monte Buciero, punto de entrada a la Bahía de Santoña. Se puede visitar a través de varias rutas que parten desde diferentes ubicaciones y apuntarse es completamente gratuito. Debido a su posición remota y de difícil acceso, hay una web oficial en la que se puede consultar todo lo que hay que saber sobre cada itinerario: distancia total, tiempo aproximado y nivel de dificultad.

La ruta más conocida tiene una duración aproximada de 3-4 horas, una distancia total de 10,1 kilómetros y un desnivel de más de mil metros. Nada más y nada menos que 763 escalones hacia abajo y, como resulta evidente, otros 763 hacia arriba. Adicionalmente, los visitantes que no deseen emprender una ruta —ni enfrentarse a tantos escalones— pueden visitar el faro en barco por un precio de 15 euros, además de poder añadir diversos extras como visitar una fábrica de anchoas con degustación incluida desde 7 euros. En este enlace hay más información.

Más de 150 años de historia
El Faro de Santoña comenzó a funcionar el 31 de agosto de 1863, momento en el que la construcción se dividía en dos partes: el faro en sí mismo y la vivienda del farero. En la actualidad, la torre cilíndrica del faro no tiene linterna, y la cúpula semiesférica no tiene cristales. Está en desuso desde 1993 y en 2013, después de sufrir numerosos actos de vandalismo, fue restaurado por los reclusos de El Dueso, un centro penitenciario de Cantabria. Como curiosidad, el Faro de Santoña pertenece a la Dirección General de Costas, a pesar de que ya no actúa como faro.
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