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Adiós al Neuralink de Musk: el pequeño implante que promete conectar el cerebro con la inteligencia artificial

Una novedosa interfaz ultrafina redefine la comunicación directa entre humanos y sistemas avanzados.

Implante BISC y Neuralink Musk
Periodista y creador de contenido. Nacido en Santander y apasionado de los deportes. Comunicador polivalente capaz de desenvolverse con las cámaras, los micrófonos y mediante la prensa escrita.
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Durante años, el debate sobre la conexión directa entre el cerebro humano y la inteligencia artificial ha orbitado en torno a iniciativas como Neuralink, de Elon Musk. Pero un nuevo actor tecnológico y científico está desplazando el foco: el Sistema de Interfaz Biológica a Cortex (BISC), un implante cerebral ultrafino y de altísima capacidad que redefine el campo de las interfaces cerebro-computadora (BCI). Su aparición marca un punto de inflexión y plantea una pregunta inevitable: ¿estamos ante el verdadero salto hacia la fusión fluida entre mente humana e inteligencia artificial?

Un dispositivo mínimo, un salto enorme

BISC —un circuito integrado de apenas 3 mm³— se desliza entre el cráneo y la superficie del cerebro como “un trozo de papel mojado”, según su creador, el ingeniero Ken Shepard (Universidad de Columbia). Esta miniaturización extrema elimina la necesidad de grandes carcasas electrónicas implantadas y reduce significativamente la invasión quirúrgica y la reacción tisular.

A pesar de su tamaño, su potencia es extraordinaria: 65.536 electrodos, 1.024 canales de registro y 16.384 de estimulación, con una transmisión inalámbrica de 100 Mbps, cien veces superior a cualquier otra BCI inalámbrica actual. Esta capacidad permite enviar patrones neuronales de alta complejidad a algoritmos avanzados de aprendizaje automático, capaces de interpretar pensamientos, percepciones e intenciones.

Más que leer el cerebro: comunicarse con él

BISC no solo registra actividad cerebral: establece un canal bidireccional de alta capacidad entre el cerebro y sistemas externos. En otras palabras, combina lectura y estimulación neuronal con una precisión nunca antes demostrada en un implante inalámbrico y mínimamente invasivo.

Adiós al Neuralink de Musk: el pequeño implante que promete conectar el cerebro con la inteligencia artificial

Este avance es clave para aplicaciones terapéuticas. El dispositivo promete transformar el manejo de enfermedades como epilepsia, lesiones de médula espinal, ELA, accidentes cerebrovasculares y ceguera, al permitir registrar convulsiones en tiempo real, restaurar funciones motoras y verbales, e incluso reactivar percepciones visuales mediante estimulación cortical.

La ciencia detrás de la revolución

El desarrollo de BISC es fruto de la colaboración entre la Universidad de Columbia, el Hospital Presbiteriano de Nueva York, Stanford y la Universidad de Pensilvania, bajo un programa de DARPA dedicado a la ingeniería neural.

Los ensayos preclínicos, realizados en las cortezas motora y visual, mostraron resultados sólidos y consistentes. Ya se llevan a cabo estudios preliminares en humanos durante procedimientos quirúrgicos de corta duración, validando su capacidad para registrar señales neuronales con estabilidad.

El neurocirujano Brett Jungerman destaca que la ausencia de componentes rígidos o anclajes al cráneo reduce significativamente los riesgos de degradación de señal o daños al tejido: “Este dispositivo podría revolucionar el tratamiento de enfermedades neurológicas”.

Un software y una arquitectura pensados para el cerebro

BISC no es solo hardware. Introduce una arquitectura informática diseñada desde cero para las interfaces neuronales, con un conjunto de instrucciones propio y una pila de software capaz de manejar datos neuronales a gran escala. Esto permite alimentar directamente modelos de IA que descodifican patrones internos complejos.

El neurólogo Andreas Tolias, de Stanford, resalta que este enfoque habilita dispositivos neuroprotésicos adaptativos y abre nuevas rutas para tratar trastornos neuropsiquiátricos.

El futuro de la conexión humano-IA

El contraste con dispositivos más voluminosos o invasivos —incluidos los desarrollados por startups de Silicon Valley— es claro. BISC no es una promesa futurista, sino una arquitectura funcional que ya se está probando en quirófano y que combina ingeniería de precisión, neurociencia avanzada y aprendizaje profundo.

En palabras de Shepard: “Avanzamos hacia un futuro donde el cerebro y la IA interactúen fluidamente, no solo para la investigación, sino para el beneficio humano”.

En esa carrera, BISC se perfila como la tecnología llamada a marcar un antes y un después. Y para muchos, esto podría significar el verdadero adiós a la hegemonía de proyectos como Neuralink.

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