Análisis de The Alters, gestión y exploración al servicio de una narrativa incomensurable

11 Bit Studio se ha caracterizado, gracias a juegos como This War of Mine o Frostpunk (y su secuela), por hacer algo más que buenos -o muy buenos- juegos. Lo ha hecho por llevar al jugador más allá de lo que tiene frente a sus ojos en pantalla, llevándole a plantearse muchas cosas no solo del propio juego, sino de su propia existencia. The Alters ha llegado sin hacer mucho ruido, pero lleva esta característica a su máxima expresión, con una temática de ciencia ficción elevada que prescinde de lo visceral para ponernos frente a varias versiones de nosotros mismos.

Jan es el protagonista de The Alters, el único superviviente de una expedición que utilizaba gente sin mucho que perder en busca de un codiciado material conocido como rapidium. Tras llegar a un planeta hostil y desconocido, Jan tiene que sacar lo mejor de sí mismo para sobrevivir, pero sus conocimientos no son suficientes. Por ello, tiene que recurrir a los de otras personas, aunque lamentablemente, está completamente solo, aunque tiene una solución traumática, pero la única al fin y al cabo: clonarse, aunque con matices.

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Jan no puede crear una versión completamente idéntica de sí mismo, porque entonces, con sus mismos conocimientos, no avanzaría mucho en su aventura. Necesita que esas diferentes versiones estén especializadas en diversas disciplinas, y The Alters lo justifica de una manera absolutamente fantástica.

Lo que podemos ver en The Alters es una suerte de árbol de orientación horizontal que en determinados puntos se ramifica, dependiendo de la decisión que Jan tomó en determinado momento de su vida. Su madre contrajo cáncer, terminal, y tuvo que elegir entre quedarse con ella, cuidándola, y sacrificando sus estudios, o por contra, marcharse a estudiar a una universidad de prestigio. En el primer caso, Jan termina siendo minero; en el segundo, científico. Dos profesiones que, después de todo, van a ser igualmente necesarias durante sus peripecias en este inhóspito planeta.

The Alters te pone frente a frente a todas esas decisiones que tomaste en tu vida, por triviales que sean, que te llevaron por un camino. Al igual que en la película ‘El efecto mariposa’, cada decisión tuvo una consecuencia imprevisible, y la que pensabas que era la correcta, acabaría conllevando una situación completamente sorprendente. El problema en este juego es que, a pesar de compartir base con diferentes versiones de tí mismo, tienen su propia personalidad, lo que lleva a los habituales rifirrafes y desencuentros de la convivencia.

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Este es el principal grueso narrativo de The Alters, por mucho que la trama principal trate de la supervivencia de Jan y su tortuosa relación con la corporación que ha llevado a cabo el Proyecto Dolly. La subtrama de las relaciones entre Jan y sus clones es lo suficientemente potente para cargar con un peso que podría hacer que cualquier tipo de historia fuera prácticamente prescindible.

La gestión y la exploración mandan en el gameplay

A nivel de gestión es verdad que no es el juego más complejo que nos vamos a encontrar, lo que no es algo negativo per se. Más bien tiene la profundidad justa, lo que no significa que no vayamos a pasar por situaciones más que peliagudas por la escasez de recursos o las crisis internas entre la tripulación de la base.

Hay un buen puñádo de recursos, entre minerales, orgánicos, y el rapidium -necesario para crear clones-, y todos ellos se utilizan para craftear gadgets, filtros de radiación o construir diversos departamentos en la base. Esta tiene un espacio limitado, al menos la comienzo -luego podemos expandirla-, con lo que hay que saber priorizar esos departamentos, así como encajarlos en la estructura. No hay ninguno más importante que otro: un almacén extra puede parecer importante, pero también lo va a ser una zona de recreo, o ese alter que nos ha pedido un lugar donde evadirse va a terminar completamente loco.

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Aunque casi tan importante como los recursos es la gestión del tiempo. Desde que nos levantamos de la cama hasta las 9 de la noche -una vez avanzado el juego será antes de esa hora- tenemos que saber a qué dedicar el día, ya que absolutamente todo consumo tiempo: desde reparar algunos departamentos hasta cocinar. El caso es que tenemos ese límite vespertino ya que a partir de esa hora la radiación hará del planeta una trampa mortal, haciendo mandatorio el regreso a la base.

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Ya que sí, en efecto, tenemos total libertad para explorar el planeta en busca no solo de materiales, sino de secretos. Este aspecto del gameplay va a recordar irremediablemente a Death Stranding, ya que de hecho, a medida que investiguemos más en nuestra base y avancemos en tencología, podremos acceder a herramientas que nos hagan llegar a lugares antes inaccesibles.

En definitiva, 11 Bit Studios nos ofrece el que es hasta ahora su mejor juego, que es mucho decir. Más que eso, es un punto de inflexión para los polacos, ya que es más que evidente que The Alters tiene unos valores de producción bastante superiores a sus anteriores obras. Esto les sitúa como uno de los estudios independientes de Europa en el terreno independiente, y The Alters como uno de los candidatos más potentes para mejor indie del año.

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