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Los cuentos y las leyendas abundan en la AFC Norte

Verano. Por la noche. Un lugar apartado. Silencio sepulcral. ¿Quién no se ha sentado con unos amigos alrededor de una hoguera a contar historias de miedo?. Si sois aficionados a las acampadas, a los cuentos de terror, y a algún equipo de la AFC Norte (que en algunos casos viene a ser lo mismo), en este artículo os ofrezco una serie de relatos con los que podréis atemorizar a vuestros camaradas.

En 1944, Arthur McBride funda los Cleveland Browns y se trae de la universidad de Ohio State al entrenador Paul Brown. Juntos llevan a la franquicia a sus años más gloriosos. En 1961 el equipo lo compra Art Modell, cuyas desavenencias con Brown terminan con el despido de éste un par de años más tarde. En 1968, Brown y unos socios adquieren los derechos de una nueva franquicia ubicada en Cincinnati. La venganza está servida. Ambos equipos comparten estado (Ohio) y color (naranja), y no tardarán en compartir división en la AFC Central. Los choques entre ambas escuadras trascienden lo deportivo. No en vano se les conoce como la “batalla de Ohio”, en conmemoración de la famosa victoria norteamericana contra la flota británica en la guerra de la independencia.

Uno de los capítulos más significativos de esta rivalidad se produjo en 1989. En un partido en que los Bengals recibían a los Seahawks, los aficionados locales comenzaron a lanzar objetos al campo tras una discutida decisión arbitral. El entonces entrenador de Cincinnati, Sam Wyche, se dirigió al graderío exigiendo que dejasen de tirar cosas con el argumento de que “no vivimos en Cleveland, vivimos en Cincinnati”. Al parecer, el pique venía de un par de jornadas antes, cuando aficionados del “Dawg Pound” de Cleveland habían arrojado galletas de perro a los jugadores bengalíes.

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Pero volvamos a 1964. Un año después de haber apartado a Brown de la dirección del equipo, los Browns se hacían con el campeonato y desde entonces… la sequía más absoluta. No sólo eso, sino que el equipo ha sufrido calamidades inmortalizadas en la NFL con jugadas con nombre propio: la Red Right 88, The Drive, The Fumble… e incluso el éxodo de su propia ciudad. Una ciudad que por extensión también ha sufrido de forma colateral dicha maldición, ya que ninguna de sus otras franquicias de los principales deportes (béisbol, baloncesto) ha ganado nada desde esa fecha.

Por su parte, a los Bengals tampoco les ha ido mucho mejor, e incluso tienen su propia maldición: la de Bo Jackson. Considerado el mejor deportista de todos los tiempos (jugador profesional en béisbol y football de manera simultánea) jugando con los Raiders en 1991, sufrió una lesión por un linebacker bengalí de la que jamás se pudo recuperar. Desde entonces, los Bengals no han vuelto a ganar un partido de playoffs.

La rivalidad de los Steelers con los otros tres componentes de la división es manifiesta. Tener un récord ganador contra todos ellos les ha generado envidias y maleficios. Sin embargo, tienen un poderoso talismán: la terrible towel. Cada vez que sus rivales la han utilizado para hacer escarnio, se les ha vuelto en su contra. En 2005, Houshmandzadeh se limpió con ella las zapatillas tras ganar en Pittsburgh. Ese mismo año, los Steelers eliminaron a los Bengals en playoffs. En 1994, durante el calentamiento de un partido de playoffs, el RB de Cleveland Earnest Byner pisoteó una. Los Browns fueron apalizados. Lo mismo hizo en 2008 Derrick Mason, WR de Baltimore, lo que costó a los Ravens perder todos sus partidos de aquel año contra los Steelers, final de conferencia incluida.

Esta maldición también la han sufrido otros equipos. Todos recordamos a Lendale White pisoteando una, y cómo tras ese partido, los Titans perdieron 8 consecutivos, playoffs incluidos, y no volvieron a ganar hasta que como redención, enviaron una firmada por todo el equipo a una entidad benéfica de Pittsburgh. El alcalde de Phoenix también tuvo la ocurrencia de limpiarse la nariz con ella en un acto público. Ya sabemos cómo acabo aquella Super Bowl contra Arizona.

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Ni siquiera las mascotas se han librado del conjuro. Estando Detroit a punto de remontar, Roary the Lion rajó una. Tres sacks después, los acereros se llevaron el triunfo. Pero el peor parado fue sin duda Jaxon de Ville, la mascota de los Jaguars, quien después de tener el mal gusto de indicar que la terrible towel contagiaba el ébola, hoy ha perdido hasta su puesto de trabajo. Ahora bien, ni siquiera tan eficaz amuleto fue capaz de proteger a Polamalu de la maldición de ser portada del videojuego Madden NFL 10, ni sobreponerse al funesto gafe que supone ser visitados por Justin Bieber.

Por su parte, Baltimore es un equipo que se ha caracterizado por esquivar maleficios. En la temporada 2012-13, Rice menospreció una terrible towel y Flacco fue portada del Sports Illustrated, dos de las más terribles maldiciones de la NFL. Sin embargo, aquel año ganaron la Super Bowl (otra cosa es que en el caso del RB, haya tomado su tiempo en cumplirse). Además, como conjunto, los Ravens fueron los primeros en romper la “bird-curse”, la maldición del equipo con nombre de ave en una Super Bowl. Hasta la victoria de los Seahawks hace dos años, ellos eran los únicos ganadores tras las debacles de Eagles (ediciones XV y XXXIX), Falcons (XXXIII), Cardinals (XLIII) y los propios Seahawks (XL y XLIX).

Quizá el único que no ha sido inmune fue Ray Lewis, cuyas temporadas 2004 y 2005, justo tras haber sido portada del Madden, las acabó en injury-reserve. Cuenta la leyenda que si dices “Baltimore” tres veces seguidas delante de un espejo se te aparece su espectro; pero yo acabo de hacerlo y no me ha pasado nad...