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Un Espanyol de Segunda, una histórica remontada de Primera

Aquel recurrente monólogo inicial de ‘Match Point’ puede marcar el destino del Espanyol. No el de esta semana o mes, ni la temporada. El del club, sencillamente. Aquello de la pelota de tenis que alcanza la red y que durante una décima de segundo puede seguir su trayectoria o caer hacia atrás. Pura suerte. O desdicha. Al equipo perico, cuando más desahuciado parecía, o directamente merecía estar, le cruzó la pelota. En el 99′, cuando dos minutos antes iba perdiendo. Y justo el día en que debía ganar. Porque si la pelota volvía a su propio campo, como hubiera sido lo justo, el ascenso se habría puesto más peliagudo que nunca.

La remontada ante el Eibar, por inesperada, adrenalítica, inmerecida incluso, circunstancial y estratégica para lo que supone en la clasificación, volver al ascenso directo cuatro meses después, es claramente de Primera. El punto de inflexión que se pedía, demandaba, exigía a un equipo que sí o sí debe regresar a la máxima categoría, aunque por momentos parece remar en dirección contraria. Pero no debe esconder lo que fue un partido propio de un Espanyol de Segunda.

Porque es justo después de una victoria tan importante y seguramente decisiva como la de Ipurua cuando más valor adquiere decir la verdad. ¿Qué diferencia en el juego hubo entre esos dos goles del añadido y el que Puado se metió accidentalmente en el Espanyol-Eibar de la primera vuelta para dar un empate que supuso la destitución de Luis García? Ninguna.

Porque, de entrada, Ramis había echado como siempre a domicilio agua al vino de una semana esperanzadora, en que unieron igual a la parroquia la victoria en casa ante el Mirandés que el ataque de la Sala Beckett –el efecto Beckett, se podría llamar–. O directamente disolvió el vino, hizo añicos la copa, rompió la botella como quien bota un barco y arrasó con toda la bodega cual riada, lo que en estos tiempos de sequía tiene más mérito. O demérito, tratándose seguramente del peor Espanyol de la historia, más allá de la euforia por la remontada.

Sergi Gómez, con el brazalete de capitán y la 'txapela', en el vestuario del Espanyol en Ipurua.
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Sergi Gómez, con el brazalete de capitán y la 'txapela', en el vestuario del Espanyol en Ipurua.RCDE

Justamente en el momento en que la pelota ha superado la red, hay que destacar más que nunca que lo que condujo a ese final de locura fue un plan de partido impropio de un equipo obligado a subir. Un plan basado en especular. Lo cual etimológicamente viene de espejo. Del espejo que es la ambición de su entrenador, la aptitud de su director deportivo, Fran Garagarza, para fichar, y de su CEO, Mao Ye, sin más que ofrecer que el dictado de Chen Yansheng, a su vez espejo de la desidia que de repente se destrozó en dos minutos de auténtica locura.

Que se cambie de una vez por todas el espejo y que esta remontada no sea un mero espejismo es cosa de todos esos actores. Y, mientras tanto, que la afición disfrute de una vez por todas de uno de esos momentos de euforia que le regala su militancia, que llevaba mereciendo sin éxito demasiado tiempo y que nunca nadie más entenderá.

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