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MIGRANTES DEL BALÓN

El futbolista de Primera Regional que se convirtió en una estrella en Bután

Adrián García Rosado se quedó a un triunfo de ganar la Bhutan Premier League con el Thimphu City y cuenta su experiencia en AS. 

El futbolista de Primera Regional que se convirtió en una estrella en Bután

Bután resulta un destino inusual. Y prueba de ello es que son pocas las personas que son capaces de situarlo en el mapa. Este pequeño país arropado por la cordillera del Himalaya es uno de esos territorios escasamente visitados pero repletos de particularidades. Y Adrián Gonzalo García Rosado (Madrid, 1992) tuvo la fortuna de descubrirlas todas mientras hacía lo que más le gusta: jugar al fútbol. Si entrar en Bután es caro (el gobierno fija una tasa turística diaria de más de 200€), Adrián lo hizo cobrando. Durante su Erasmus en Inglaterra, el español conoció a Shadab Iftikhar, un inglés de raíces pakistaníes que le ofreció la posibilidad de jugar en el Thimphu City, uno de los clubes más grandes de la Bhutan Premier League. “Y prácticamente ni me lo pensé”, recuerda Adrián García, para quien “casi pesó más la experiencia vital que lo futbolístico”: “Buscando en internet y hablando con amigos me di cuenta de que Bután era un país que no mucha gente puede conocer, aunque una vez allí dediqué todo el tiempo posible al fútbol. Por suerte tanto mi familia como mis amigos saben que me encanta el deporte y me apoyaron. Me dijeron que tuviera cuidado y que volviera si algo salía mal, pero la verdad es que todo lo que podía salir bien salió bien”.

Como se puede intuir, esta es una historia con final feliz, aunque los inicios no fueron tan fáciles como hacer la maleta. Adrián García, periodista de formación, jugaba en el Electrocor Las Rozas, un equipo recién ascendido a la Primera Regional madrileña que compaginaba con su puesto de Social Media Manager en una empresa de seguros. ¿Cómo irse cinco meses a jugar a más de 8.000 kilómetros sin perder el empleo? Teletrabajando. “Tengo mucha confianza con mi jefe, pero me puse nervioso porque pensé: ‘¿Cómo cojones va a encajar que me quiera ir a jugar al fútbol a Bután?’. Pero me puso todas las facilidades. Tenía cinco horas de diferencia, pero nos adaptamos y así es como pude seguir trabajando”, rememora Adrián García ya desde España. Con todo bajo control, ‘el catorce de Bután’, como se hace llamar en sus redes sociales, voló hasta el aeropuerto internacional de Paro y posteriormente viajó a Timbu, capital de Bután, para incorporarse a la pretemporada del Thimphu City. “Cuando llegué flipé porque aquello es otro mundo. La primera noche cayó un diluvio impresionante y fue cuando me vine abajo y eché a llorar. Tenía la sensación de estar en un sitio muy chulo, pero echaba de menos mi sofá, mi tele, a mi novia, a mi madre... Encima al día siguiente me llevaron a jugar un amistoso a 3.000 metros y lo hice fatal. Vino el presidente y me dijo: ‘Esperábamos que estuvieses un poco mejor. Ya solo puedes mejorar’. Me estaban dando todas las facilidades y yo no podía ni moverme. Las primeras semanas fueron duras, pero después empecé a sentirme a gusto y empezaron a valorar mi fútbol”, recuerda Adrián.

En Bután, Adrián García se encontró un fútbol muy diferente: “Ellos juegan un fútbol muy de transiciones, muy vertical, y yo soy un pivote acostumbrado a un juego más posicional, con más riqueza táctica. Allí cada partido es una locura y al principio me vi sobrepasado. Después me acostumbré y aporté mucho dándole equilibrio al equipo”. ‘Rubio’, como pone en su camiseta, pasó de jugar ante 300 personas en España a competir frente a más de 6.000 aficionados en el estadio Changlimithang, uno de los feudos más bonitos del planeta fútbol: “Era la primera vez que la gente volvía al campo después de la pandemia y llegar allí y ver la grada llena acojona un poco, pero lo disfruté mucho”. El español, de piel clara, pelo rubio y 185 centímetros de altura, destacó. Pero no solo dentro del campo: “En Bután es raro ver a alguien así solo por la calle. Cuando identificaron que era futbolista me empezaron a parar y a pedir fotos. Me gustó mucho porque siempre lo hacían de una manera muy educada. Sobre todo cuando lo hacían niños pequeños, que se conocen a todos los jugadores de la liga local y eso está genial porque le augura un gran futuro al fútbol de Bután. Ahora agradezco salir a la calle en España y no sentirme observado (risas)”. Tras un breve periodo de adaptación, Adrián García se hizo con un hueco en el 11 titular del Thimphu City, al que ayudó con goles y un gran rendimiento a llegar a la última jornada con opciones de proclamarse campeón: “Jugamos la última jornada contra Paro en casa y si ganábamos éramos campeones. Perdimos 1-2. No fue mi mejor partido y de hecho me cambiaron a falta de 10 minutos, pero ya en el banquillo empecé a procesar que era subcampeón de la Bhutan Premier League y que era algo que tampoco estaba tan mal. Me dieron la medalla de plata y no me la quité porque estaba contento de lo que había hecho esos cinco meses”.

Bután, ¿el país de la felicidad?

En su artículo 7, la Constitución de Bután refleja la “libertad de pensamiento, conciencia y religión”, aunque parte de la población practica el budismo tibetano. Y eso es algo que también se refleja en el fútbol. “Hemos hecho algunos rituales con lamas para protegernos contra la magia negra, sobre todo de cara a los últimos partidos. Nos pusimos unas pulseras blancas que no podía ver el rival para protegernos de los hechizos que pudieran estar sobre nosotros en ese momento. Pero lo hicimos dos veces y de los dos partidos que jugamos después no ganamos ninguno. No sé si funcionó o no, pero el resultado tangible no fue”, descubre Adrián García, sorprendido por otros aspectos del día a día “inconcebibles en España”: “En Bután, por ejemplo, no nos duchábamos en el vestuario después de entrenar ni después de jugar”. Él, que el próximo mes de septiembre cumplirá 31 años, juega porque el fútbol es parte de su vida, pero muchos de sus compañeros en el Thimphu City lo hacen en busca de una oportunidad, “que suele ser a través de India, el país con potencial futbolístico más cercano”. “La Bhutan Premier League, sin embargo, es una competición sin visibilidad en el extranjero y muchos dependen de que su equipo consiga jugar competiciones asiáticas. Los internacionales tienen un salario extra por parte de la Federación y el resto juega por afición y tiene un trabajo aparte. De hecho, si vuelvo el próximo año me voy a encontrar con que muchos de mis compañeros se han ido a trabajar a Australia, Canadá o Tailandia. Mucha gente se está yendo de Bután porque no encuentran un trabajo que les pague el alquiler”, completa Adrián García.

Adrián García, durante un partido del Thimphu City en la Bhutan Premier League.
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Adrián García, durante un partido del Thimphu City en la Bhutan Premier League.

Esta es una afirmación que choca con otras con las que se define habitualmente a Bután. “Se dice que es el país de la felicidad, pero... ¿qué es la felicidad?”, se pregunta Adrián García. “Estoy seguro de que para mí es una cosa, para ti otra y para ellos, otra. No sabría decir si ellos son más o menos felices, lo que sí sé es que viven mucho más despegados de lo material y menos preocupados de las posesiones. La otra cara de la moneda es que es un país con pocos recursos que no está consiguiendo que los jóvenes tengan un recorrido profesional allí y esto se traduce en migraciones bastante tochas de gente que está formada. Se van de allí con muchísima pena, pero lo hacen para poder formar una familia y subsistir por su cuenta”, desarrolla el madrileño, que en Timbu se acostumbró a vivir rodeado de falos. Y la explicación es muy fácil: cuenta la leyenda que Drukpa Kunley (1455-1529), el ‘loco divino’, sometía a los demonios femeninos con su órgano sexual o ‘rayo de sabiduría ardiente’. “Desde entonces, el falo es un símbolo de protección frente a los malos espíritus. Allí todo está lleno de penes, penes bastante grandes y con florituras, además. Yo me acostumbré a verlos por todas partes. También los venden como souvenirs para los turistas. Debe ser el único país del mundo con una decoración fálica tan habitual”, añade Adrián García, que no descarta volver a Bután: “A ver si puedo volver con otra medalla, en este caso dorada”.