Ludmila da Silva

LUDMILA DA SILVA

El sueño roto de la delantera que regateó a las drogas

La delantera brasileña pasó los primeros años de su vida en un orfanato, de donde la recogió su tía. Creció en las favelas y encontró refugio en el fútbol tras un leve paso por el atletismo, evitando así tomar un mal camino, como el que se llevó por delante a su hermana y a una de sus mejores amigas. Apuntaba a llegar en su mejor momento al Mundial, pero una rotura del cruzado la apartó de la gran cita…

Ludmila da Silva
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“En la favela pude seguir el camino malo, pero encontré el fútbol”, contaba Ludmila da Silva en una entrevista en AS en 2020. La hoy delantera del Atlético y de Brasil nació en Guarulhos el 1 de diciembre de 1994 y vivió los primeros años de su vida en un orfanato del que apenas guarda recuerdos…

Dejarla junto a su hermana en el centro de acogida de menores fue la decisión de su madre, que tenía problemas con el alcohol y era maltratada por un padre, también alcohólico, que igualmente pegaba a las pequeñas. Su tía, cuando Ludmila tenía tres años, las sacó de allí para que vivieran con ella y así lo hicieron en ciudad Jaraguá.

“Siempre me aconsejó seguir un camino bueno y soñar con el fútbol”. Y quizás, por eso, la delantera brasileña es hoy la gran futbolista que es. Primero, no obstante, practicó atletismo y capoeira, pasándose al mundo del balón cuando ya tenía 15 años. Un ojeador la vio jugar en la calle y tras llevarla a su ‘escolinha’ le consiguió una prueba en el Juventus de São Paulo. Ese fue su primer equipo.

Después llegaron São Caetano, Portuguesa, Rio Preto y São José, su último club antes de dar el gran salto a Europa. Por el camino, Ludmila había perdido a una de sus mejores amigas y a su hermana: “Cuando era pequeña siempre escuchaba a la gente decir que sería una chica mala, que me drogaría y que no tendría futuro. Para mí fue duro porque vi morir a mi amiga y mi hermana a causa de las drogas”.

Atrás dejó las tragedias que atravesaron su vida en el verano de 2017, cuando hizo las maletas para cruzar el charco y embarcarse en el Atlético de Madrid. En su primer partido como colchonera ya dejó entrever su gran potencial: fuerte y veloz, impuso su físico ante el Fundación Albacete y dio una asistencia de gol. En la cuarta jornada de aquella Liga, llegaron sus primeros tantos: un doblete al Athletic.

A la de Guarulhos le costó adaptarse al fútbol español, pero no ser diferencial. En su primera temporada de rojiblanco anotó 11 dianas y fue la máxima asistente de Primera con nueve pases de gol, participando así de forma muy activa en la consecución del título liguero por parte del Atleti. El año siguiente, repitió: otros 11 goles y título de campeón de Liga.

Ludmila crecía como futbolista mientras sorteaba las críticas sobre su falta de definición de cara a portería, algo que confesó que le afectó mucho en su momento: “La gente decía que no sabía jugar al fútbol porque tenía dificultades para hacer gol. Lo pasé mal”. Hoy en día, en su sexta temporada en la Liga española, sigue siendo una auténtica pesadilla para las defensas rivales: explosividad, potencia, buena caída a bandas y definición.

En su mejor campaña, la 2020-21, la atacante brasileña anotó 16 tantos y repartió otros seis en los 40 partidos que disputó en todas las competiciones. Ese año, además, sumó una Supercopa de España a su palmarés, en el que, cabe recordar, ya figuraba también el Campeonato Sudamericano Sub-20 que ganó con la Verdeamarela en 2014.

Esa precisamente fue una de sus primeras apariciones con la selección brasileña en categorías inferiores, el paso previo a debutar con la absoluta. Su gran oportunidad le llegó en 2017, cuando fue convocada por Emily Lima, con la que coincidió en São José, para jugar ya con las mayores. Se estrenó con la Verdeamarela ante toda una Alemania y hasta vio portería al aprovechar un error de Almuth Schult.

Su asistencia a las convocatorias de Brasil ha sido bastante regular desde entonces. Jugó el Mundial de Francia de 2019, en el que Brasil cayó eliminado en octavos de final, y los Juegos Olímpicos de Tokio en el verano de 2021, en los que llegaron hasta cuartos de final. Sin embargo, su complicado momento en el Atlético en 2022 (apenas seis goles en 24 encuentros) hizo que se perdiera la Copa América en la que la Verdeamarela salió campeona.

En lo personal, Ludmila sigue adelante con su vida con alegría. La frase “cualquiera puede dudar de ti menos tú mismo” la acompaña en su día a día. Comprometida socialmente, en 2019 denunció el racismo que sufría como mujer negra al entrar en los supermercados en España y ser perseguida por los guardias de seguridad: “Me da miedo poner la mano en mi propia bolsa porque pueden pensar que estoy robando. Es indignante”.

En esta 2022-23 estaba viviendo un momento especialmente dulce, con nueve goles y tres asistencias en 17 partidos disputados, pero las lesiones se cruzaron en su camino hasta robarle el sueño del Mundial 2023. Primero, una lesión osteocondral en la rodilla izquierda, y después, la definitiva, rotura del ligamento cruzado anterior de la derecha.

Así dijo adiós a la temporada el pasado mes de marzo. La niña que emergió de las favelas, la que regateó a las drogas, la que huyó de la mala vida, se quedaba sin la gran cita intercontinental de Australia y Nueva Zelanda con una selección brasileña, campeona de la Copa América, que aspira a hacer algo grande en Oceanía bajo la dirección de Pia Sundhage. Tendrán que hacerlo sin Ludmila.

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