De la depresión al sueño: así nació el nuevo Nápoles
De la depresión al sueño: así nació el nuevo Nápoles

ITALIA

De la depresión al sueño: así nació el nuevo Nápoles

Los azzurri acaban de vivir el mejor arranque de temporada de su historia y sueñan con un scudetto que les falta desde los años de Maradona.

Vamos a hacer todo lo posible para que el scudetto vuelva a Nápoles”. Aurelio De Laurentiis pronunció estas palabras al principio del pasado mercado de fichajes, y la verdad es que casi nadie decidió tomarse su promesa en serio. En el fondo, era comprensible. El club acababa de vivir otra decepción y se avecinaban meses revueltos, con la obligación de recortar gastos y un inevitable miedo a debilitarse. Justo en estos días, sin embargo, estaba empezando a nacer uno de los mejores Nápoles de todos los tiempos. Pero toca dar un paso atrás.

De Laurentiis, empresario muy famoso en el mundo del cine con su ‘FilmAuro’, cogió las riendas del club en 2004, cuando la antigua institución había quebrado. Eligió a su lado a Pier Paolo Marino, experimentado directivo que ya había trabajado en el Nápoles durante la legendaria era maradoniana. Tocó vivir por primera vez el infierno de la Serie C durante dos temporadas (con el nombre provisional de ‘Napoli Soccer’) antes de ascender y militar en la Serie B más absurda de todos los tiempos. Los azzurri compartieron la segunda categoría del Calcio con la Juventus, pero lograron el ascenso juntos con bianconeri y Genoa en una agónica última jornada ante los rossoblú, evitando el playoff.

En 2007 volvieron por fin a la Serie A y prometieron que no iban a luchar nunca más por la salvación. Han cumplido: actualmente, son el único club del Calcio que encadena 13 campañas seguidas clasificándose para las competiciones europeas. Lavezzi y Hamsik fueron los primeros héroes de un equipo que empezó a coleccionar talentos y que, ya con Cavani, jugó por primera vez la moderna Champions, eliminando al Manchester City en la fase de grupos y cayendo en los octavos en la prórroga ante el Chelsea, futuro campeón.

En el mismo año, el 2012, los sureños celebraron con Mazzarri su primer título postmaradoniano, la Copa de Italia conquistada ante una Juventus que llegaba invicta en todas las competiciones a la final. Después, en 2013, llegó Rafa Benítez y completó el proceso de internacionalización de la entidad. Con el español se creó un bloque que hizo historia en los cursos siguientes: Pepe Reina, Albiol, Callejón, Ghoulam, Higuaín, Insigne, Mertens…

El ex del Liverpool levantó dos títulos, otra Copa de Italia y una Supercopa, y después se fue al Madrid, dejando su sitio a Maurizio Sarri. Con él, los napolitanos volvieron a oler el scudetto por primera vez desde 1990. El ex del Empoli construyó un equipo que jugaba de memoria, supo superar la venta de Higuaín a la Juventus (después de que el argentino marcara 36 goles, récord histórico para la Serie A) y llegó a sumar 91 puntos en la temporada 17/18. Ni eso bastó para romper la hegemonía de la Vecchia Signora.

La historia de ‘belleza’ y fútbol entre Sarri y Nápoles acabó sin títulos se convirtió en desamor total cuando, un año después de marcharse al Chelsea, el entrenador decidió aceptar la oferta de la Juve. Mientras, De Laurentiis había protagonizado otra sorpresa de las suyas, convenciendo a Carlo Ancelotti.

El actual técnico madridista parecía perfecto para dar el paso que faltaba y volver a triunfar, pero algo no funcionó. Tras una primera temporada terminada (otra vez) como subcampeones de Italia, la segunda empezó con una enorme crisis de resultados y culminó con el famoso motín en contra de la concentración ocurrido en noviembre de 2019. La plantilla se enfrentó con la directiva: ese episodio marcó un antes y un después (sigue coleando a nivel judicial) y fue una señal clara sobre el desgaste emocional del grupo.

De Laurentiis, semanas después, decidió despedir a Carletto, que se fue al Everton, y llamó a uno de sus hijos futbolísticos, Gennaro Gattuso. Con Ringhio en el banquillo, los azzurri conquistaron su sexta Copa italiana batiendo a la Juve en la final de 2020, pero luego vivieron otro trauma. En la última jornada del curso 20/21, les era suficiente batir en casa a un Verona que no se jugaba nada para clasificarse a la Champions dejando fuera, además, justo a los bianconeri de Cristiano. Los azzurri no pasaron del 1-1 y le entregaron el pase a su histórico rival. Fue un drama.

Llegamos, así, a la actualidad. De Laurentiis y el director deportivo Cristiano Giuntoli (en el cargo desde 2015) eligieron en 2021 a Luciano Spalletti, y el ex de Inter y Roma no pudo empezar mejor. El Nápoles arrancó el año con 10 victorias y un empate en 11 jornadas y en la ciudad se volvió a soñar con el añorado tercer scudetto. La ilusión volvió a romperse en abril, cuando los partenopei sumaron apenas un punto ante Fiorentina, Roma y Empoli y dejaron escapar definitivamente al Milan.

Spalletti reconquistó la Champions tras dos años de espera, pero la frustración hizo que muchos olvidasen su gran trabajo y hubo hasta pancartas pidiendo su destitución. El mercado aumentó las dudas. El Nápoles se autofinancia con la venta de jugadores y los derechos televisivos, y De Laurentiis, para seguir presumiendo de su balance perfecto (sin ni un euro de deuda financiera) necesitaba recortar sobre todo su tope salarial.

Se fueron, entonces, cinco columnas: el capitán Lorenzo Insigne, el máximo goleador en la historia del club Dries Mertens y el portero David Ospina como agentes libres. Koulibaly, por su parte, acabó en el Chelsea a cambio de unos 40 millones de euros y Fabián se fue al PSG por 25 ‘kilos’. El grupo, sin ellos, se había debilitado y Spalletti lo dejó claro más de una vez ante la prensa. Sin embargo, con el trabajo de Giuntoli y sus ojeadores Maurizio Micheli y Leonardo Mantovani, fue posible seguir siendo competitivos acabando el mercado en activo y ahorrando casi 40 millones de euros en sueldos.

La nueva estrella es claramente Khvicha Kvaratskhelia. Giuntoli llevaba años siguiéndole y reconoció que ficharle por apenas 10 millones (que se repartieron Dinamo Batumi y Rubin Kazan) fue posible solo por la guerra en Ucrania. El georgiano anotó ocho goles y 10 asistencias en sus primeros 17 partidos (para Olocip, es el segundo mejor jugador de la Serie A detrás de Nicoló Barella), pero su devastador impacto no fue el único, porque Spalletti ha sido capaz de darle protagonismo a todos. Gio Simeone, por ejemplo, apenas ha jugado 385 minutos, pero le fueron suficientes para anotar seis goles, cuatro de los cuales en la Champions (su gran sueño por fin cumplido) y uno, ante el Milan, que está siendo decisivo en la lucha por el scudetto.

El Cholito llegó cedido con una opción de compra que ronda los 15 millones, mientras que Giacomo Raspadori (22 años) costó casi 40 para convencer al Sassuolo. El talento de la Nazionale tampoco es un titularisimo, pero ya mostró, con cinco goles y dos asistencias, que tiene mucho futuro. Kim es otra joya de la corona. Venía con el enorme peso de sustituir a Koulibaly y su valor ya dobla los 20 millones que ha costado. Ha conquistado a los napolitanos con su fuerza física, su atención táctica y su carácter. En el último partido ante el Udinese, cometió un par de errores y a pocos minutos del pitido final ya le había pedido perdón a sus compañeros y a la afición en las redes sociales.

Mathías Olivera (15 millones variables incluidas) le está quitando gradualmente protagonismo a un intocable como Mario Rui, Ostigard (5 millones) ha dado su aportación en defensa ante la baja de Rrahmani y Ndombelé, cedido por el Tottenham, está volviendo a mostrar el talento que llevaba demasiado tiempo escondiendo. Cuando el equipo funciona tan bien, todos rinden. Sobre todo los que ya estaban.

Tras un verano en busca de un sustituto (Kepa y Keylor estuvieron realmente cerca), Meret está teniendo por fin confianza y continuidad. Di Lorenzo, el nuevo capitán, se ha confirmado como el mejor lateral derecho de Italia y en el mediocampo el rendimiento de Lobotka (al que Cassano hasta comparó con Xavi e Iniesta), Anguissa y Zielinski está siendo impresionante. En la banda derecha, se alternan perfectamente Lozano y Politano, que tienen características distintas (el mexicano busca la rapidez en la banda, el italiano juega más en el interior del campo) pero números idénticos: cuatro goles y tres asistencias cada uno. En el otro costado, obviamente, Kvara es intocable, pero Elmas ha demostrado que, si el georgiano quiere descansar, no hay problema. El macedonio lo ha sustituido ante Atalanta y Empoli y fue decisivo con dos goles y una asistencia.

El destino del Nápoles en este curso, de todos modos, dependerá de lo que pase con Victor Osimhen. En los últimos dos cursos unas lesiones desafortunadas (en el hombro, en la cara…) le quitaron continuidad, pero en este está siendo imparable. El nigeriano ha marcado 10 tantos (nueve en la Serie A, de la que es capocannoniere) y, desde que llegó bajo el Vesubio, anotó uno cada 138 minutos (38 en 76 presencias).

Giuntoli le eligió y De Laurentiis invirtió por él casi 50 millones (y lo hizo en 2020, a pesar de la total incertidumbre por la covid) convirtiéndole en el fichaje más caro en la historia del club. En el pasado verano pidió más de 100 a quién preguntó por sus servicios y la razón ya quedó clara. Su fuerza física, su rapidez, su movimiento constante en busca del espacio y del rival en ambas fases desquicia a cualquier defensa. Limitarle es complicadísimo.

Spalletti está construyendo una obra maestra y tiene la oportunidad de callar a quién le define un magnífico perdedor. Le reprochan no haber ganado el scudetto, pero la verdad es que nunca entrenó a un claro favorito para llevárselo. Sus equipos siempre destacaron por buen juego (Totti, con él, ganó su Bota de Oro en 2007) y por cumplir los objetivos. Sus únicos títulos ligueros los consiguió en Rusia, guiando al Zenit en un campeonato que, como el de este curso, vive un largo parón invernal. El dato les da esperanzas a los tifosi del Nápoles, que vuelven a sentirse los mejores.

Los números lo dicen todo. El Nápoles acaba de vivir el mejor arranque liguero de su historia: 13 victorias y dos empates en 15 partidos, con 37 goles a favor y 12 en contra... Por no hablar de lo que pasó en Champions, donde ganó su grupo con cinco victorias y una derrota, 20 tantos marcados y seis encajados. Las goleadas ante Liverpool y Ajax ya son leyenda.

El Nápoles se fue al parón con ocho puntos de ventaja sobre el Milan y tiene plantilla para llegar lejos en la Copa de Europa, donde nunca pasó de octavos (y el Eintracht, en este sentido, es una enorme ocasión). Durante el parón, el equipo se concentrará en Turquía casi por completo, ya que son apenas cinco sus mundialistas (Kim, Olivera, Anguissa, Zielinski y Lozano). Habrá manera de prepararse bien para la fase decisiva de la temporada.

De Laurentiis tiene un carácter peculiar y nunca ha conectado con la totalidad de la hinchada, pero sus resultados son indiscutibles, como su capacidad de mirar al futuro. Fue de los primeros, hace más de una década, a atacar la UEFA pidiendo una nueva Superliga o hablar de estadio virtual. Una de sus últimas apuestas fue producir en autonomía sus propias camisetas, renunciando a un clásico patrocinador técnico (EA7 de Armani solo se ocupa del diseño). De esta manera, en el curso pasado pudo presentar hasta 13 elásticas y en este ya lleva seis.
A partir de 2018, el máximo mandatario azzurro también es dueño del Bari, cuyo presidente es su hijo Luigi. Con los biancorossi empezó en la Serie D, en mayo de este año llegó a la Serie B y ya está en la pelea por la zona de ascenso. Las normas de la FIGC le obligan a elegir entre un club y otro si militan en la misma categoría y, a partir de 2028, también si están en categorías profesionales distintas.

“He rechazado casi 1.000 millones de euros: dejadme divertir”, dijo De Laurentiis a quién le cuestionaba sobre el futuro del Nápoles. Quiere que los napolitanos dejen de vivir en los recuerdos y cumplir su promesa, convirtiéndose en el primer presidente partenopeo capaz de ganar un scudetto sin Maradona. Ahora lo tiene todo para que “el sueño en el corazón” que cantan en la Curva B se convierta en realidad. Más que nunca.

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