Premios AS del deporte 2022

Pasaba el reloj de las 19:50. Simeone corría por la banda de Zorrilla con los brazos en alto, gesto triunfal, mirada al cielo. Felipe, lo mismo, con una bufanda anudada en la cabeza. Saltando. Grito de "campeones, campeones" infinito. Pero, en medio de esa celebración entre un océano de asientos violeta, un hombre curtido en mil batallas permanece sentado en la hierba. Solo. Con el teléfono en la mano y llorando como lloran los futbolistas del Valladolid, que en este partido han certificado su descenso a Segunda. Lágrimas distintas, sin embargo, son las de ese hombre. Lágrimas felices. Lágrimas de liberación. Lágrimas de consuelo. Se llama Luis Suárez. Le llaman El Pistolero. Es uruguayo y de sus botas han salido 21 goles que han ayudado a que Simeone alce los brazos triunfal, que Felipe se anude esa bufanda en la cabeza, que sus compañeros griten eso de "campeones". Esa será para siempre una de las imágenes de la 11ª Liga del Atleti. Luis Suárez llorando como un niño mientras habla con su familia del título logrado en Valladolid.

Le dijeron que estaba acabado. Le llamaron viejo. Le apartaron. Su historia en el Atleti comenzó así, después de eso en el Barcelona, donde en seis temporadas jugó 283 partidos, marcó 198 goles, dio 97 y se convirtió en el tercer máximo goleador de su historia. Pero una llamada de Koeman, su entrenador, de apenas 30 segundos aquel verano de 2020 daba por finalizada su historia culé de la manera más abrupta. Ya no entrenaría más con el primer equipo, debía hacerlo solo, en un campo aledaño, como si fuera un futbolista más, uno cualquiera, no historia del club. "No olvido que en la pretemporada me mandaban aparte", reconocería el jugador este octubre a TVE. Con aquel dolor viajó a Madrid, después de que el Cholo le llamara.

La posibilidad de su fichaje era, para el técnico argentino, la pieza que a su plantilla le faltaba para intentar asaltar eso que ya había logrado en 2014, el título de Liga abrazado a otro uruguayo en el Camp Nou: Diego Godín. "Cuando salió la opción me llamó el club y yo me reí y les dije: ¿Es en serio? Vamos como locos a por él", desvelaba después el técnico en una entrevista en ESPN Argentina. Las palabras que le dijo a Suárez fueron: "Mira Luis, nosotros tenemos que ganar y vos queres ganar". Una conjunción perfecta que nada más comenzar la 2020-21 se tocaba sobre la hierba. La historia de Luis Suárez en el Atlético comenzaba como Simeone esperaba: con goles.

Fueron dos en su estreno, para empezar la temporada con una goleada (6-1), ante el Granada, al que le siguió una primea vuelta de récord, con 50 puntos logrados de 57 posibles. Ritmo de campeón atado a las botas de un charrúa que sólo sabe de ganar. Guarda en las vitrinas de su particular museo cinco Ligas de las siete que ha disputado desde que llegara a España, al Barça, en 2014, seis como culé y la 2021-22 como rojiblanco. En total fueron 21 sus goles, a 0,66 por partido. Tres de cabeza, tres de penalti, cinco con la zurda y 13 con el pie derecho. Después de esa primera vuelta, llegó un bache, dos partidos ante el Levante que cambiaron el paso al equipo. El mullido colchón desde el que miraban la competición desde lo alto de la tabla se fue quedando sin relleno, hilo a hilo, hasta llegar a las dos últimas jornadas con el todo o nada en juego con el Real Madrid. Otro error y LaLiga sería blanca. El Pistolero llevaba sin pólvora dos meses. Ante el Alavés, el 21 de marzo, había sido su último gol, el número 19. Después, una lesión muscular que le dejó en blanco tres partidos y cuatro sobre el verde pero en blanco en el marcador.

Osasuna era el penúltimo rival del Atlético LaLiga pasada. Y ante Osasuna la bota de Suárez despertó, regresó. El Atlético ganó 2-1 para encarar el último partido, ese de Zorrilla con el título en su mano... Si ganaba. Durante un momento, pareció que no. Durante un momento, muy largo: en el minuto 18 Óscar Plano le arrebataba a los rojiblancos la última lámina del colchón para estamparlos con la dura realidad. LaLiga que había comenzado con un 6-1 al Granada, dos goles de Suárez y una primera vuelta de 50 puntos ya no existía, la ganaría el Madrid. El Atlético se fue al descanso rumiando eso. Cuando regresó, la puntera de una bota se rebeló contra ese destino. El suyo era otro. Y estaba lleno de mieles. Ángel Correa empataba el partido en el minuto 57. Diez más tarde, el marcador se daba la vuelta por completo, al 1-2. Y tenía que ser Suárez el autor de ese gol, el último del Atlético en la temporada 2020-21. Tenía que ser él. Estaba escrito. "Creo en el karma", esgrimiría el jugador en esa entrevista con TVE en octubre pasado, "el destino, el de que te desprecien, ese destino que tendrá el final que tendrá que tener". Un final con él llorando, sobre la hierba, con otra Liga prendida de la bota.

El hombre lleno de cicatrices se secó los ojos y la sonrisa brotó de su rostro como el sol que recién amanece y lo llena todo de luz. "El título es especial por la situación que me tocó vivir, de la forma cómo me menospreciaron y el Atlético me abrió las puertas", aseveraba justo después ante el micrófono de Movistar+. "Siempre estaré agradecido al Atlético. Hemos sufrido, tanto mi mujer como mis hijos, el año que más". Su mujer, Sofía Balbi; sus hijos, Delfina, Lautaro y Benjamin. Las personas con las que hablaba por teléfono desde el centro de la hierba de Zorrilla, mientras lloraba él, lloraban ellos... de extrema felicidad. Siete meses después de aquello, los premios siguen llegando. En los de AS 2021, Suárez recibe el galardón, como antes hicieron Godín y Forlán, símbolos rojiblancos, del Premio América AS del Deporte. U-ru-gua-yo.