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SPORTING - ESPANYOL

La transformación de Gallego

El técnico asimiló su despido del Espanyol rápidamente, potenció sus clases de coaching y trabajó para mejorar su modelo a la espera de una oportunidad.

David Gallego.
Gorka Leiza

Del 7 de junio al 7 de octubre hay un verano, cuatro meses que para David Gallego supusieron en 2019 cumplir un sueño y despedirse de él antes de lo que creía. Avalado por sus tres temporadas en el Espanyol B, por su carisma entre los fieles de Sant Adrià y por el presidente, Chen Yansheng, el actual técnico del Sporting dio el salto a Primera a sus 47 años en una temporada europea. En la octava jornada del campeonato, su pésima clasificación en LaLiga provocó su despido en la decisión más prematura tomada por la dirección deportiva perica en los últimos años.

Después de su adiós, David Gallego se refugió en su casa de Sant Cugat, localidad a la que decidió migrar cuando lo nombraron entrenador del primer equipo. Lejos de atravesar un bajón, se puso rápidamente manos a la obra por si le llegaba otra oportunidad. Primero, decidió dedicarle más tiempo a las sesiones de coaching que había empezado en verano, uno de los aspectos que considera más crucial en la gestión de grupos. Después, se reunió periódicamente con su entorno para seguir mejorando su modelo de juego, realizar nuevas propuestas de entrenamiento y seguir las competiciones. Y, además, fue otro espectador en la temporada del Espanyol. Gallego era un asiduo al RCDE Stadium hasta el comienzo de la pandemia incluso viajó a Vila-Real al desplazamiento masivo de la afición perica.

El técnico sigue manteniendo el carácter que siempre le ha acompañado y que le da autenticidad, aunque, según los que le conocen, en Gijón ha encontrado otro contexto al de Barcelona que ha acompañado con algunos cambios que están ayudando a que el Sporting se haya rehecho de su mala campaña anterior y esté en condiciones de pelear por el ascenso.

Gallego ha puesto más atención en la fase defensiva, uno de los lastres del Espanyol el curso anterior. Los asturianos han destacado por su excelente organización, una virtud que ha venido provocada por otro aspecto del que en el cuadro perico no pudo disfrutar y que se considera crucial: la pretemporada. El técnico le da valor haber trabajado sin interrupciones en Mareo, como si las tuvo el curso pasado por la ilusionante UEFA que añadió competitividad a los blanquiazules desde el comienzo.

Sin tantas exigencias deportivas como en un Espanyol que venía de realizar la mejor temporada de los últimos 12 años, Gallego ha encontrado paz en Gijón, un vestuario predispuesto y receptivo y un entorno menos presionante. El técnico ha cambiado su imagen y ha matizado su contenido, pero sigue siendo "gruñón" y "genuino", como lo bautizó Juanma Lillo, su entrenador cuando era jugador del Terrassa.