Özil, Quintero, Ganso, Pastore o James son jugadores a los que no les falta un detalle técnico en sus pies pero que no tienen sitio en el fútbol actual. ¿Se ha perdido al mediapunta clásico?
Seguro que alguna vez te has encontrado con alguien que no te veía desde hace años y te ha dicho que has cambiado mucho. Tú te ves igual que siempre, la cotidianidad no te deja ver ni tus propios cambios, pero luego ves una foto antigua y abres los ojos. Pasa lo mismo con el fútbol. Encontrar un día sin fútbol de agosto a junio es difícil y todavía alguno incluso huye de ellos en los otros dos meses, pero de vez en cuando en la tele repiten partidos de hace diez o quince años, no más, y viéndolo sientes lo mismo que cuando te ves vestido a la moda de hace diez o quince años.
Más allá de la mayor estrechez de las camisetas, el largo ampliado de los pantalones o las botas de colorines, las condiciones han cambiado muchísimo. Principalmente el césped, pero también los balones, los materiales de las citadas botas y hasta el viento gracias a los nuevos estadios. Todos estos factores -no son los únicos- cambian la forma de jugar de unos futbolistas cada vez mejor formados ("la generación mejor preparada de la historia" es siempre la última), con más nociones tácticas y un talento mucho más agradecido al césped que al barro.
Las botas, los balones, el césped... todas las condiciones han cambiado
Es inevitable que un partido del 2005 sea totalmente distinto a uno del 2020 y los cambios le sientan muy bien a unos pero muy mal a otros. Ahora se están volviendo a recuperar, pero los delanteros rematadores, llamados ‘tanques’ en la barra del bar, estuvieron en peligro de extinción durante la década que acabamos de terminar y las posiciones de banda… ¡jugaban a pierna natural! Para los niños que han crecido con Cristiano en el Madrid, Messi en el Barça y ‘Robbéry’ en Europa, es imposible pensar que un jugador que arranca desde la banda no haga la diagonal.
Uno de los perjudicados es el clásico 10. El tipo de futbolista que a todos pone nervioso y gusta por igual. Mediocentros a los que es difícil pedirles que bajen a defender (antiguamente casi tanto como que se subiesen las medias o que se metiesen la camiseta por dentro), que regatean sin correr, que constantemente buscan el último pase y que controlan el balón como cuando tú juegas con un globo. A estas alturas cualquiera se puede imaginar que no hablamos de un Gattuso sino de hombres como Riquelme, Valerón, Guti, Zidane o Aimar, nombres a los que les suele acompañar la coletilla periodística "por el que vale la pena pagar una entrada".
Este tipo de jugador sigue saliendo, pero parece que ya no encuentra sitio en la élite. La mayoría de futbolistas que responden a este perfil se han tenido que adaptar bien al puesto de interior o bien al de extremo. Del primer caso encontramos a Isco (Silva, Modric, Draxler…), quien en su primer mes de blanco marcó cinco goles y dio dos asistencias jugando por detrás de Benzema y de quien ahora nadie esperaría que jugase fuera de la posición de interior. Del segundo caso podemos hablar de Ziyech (Sarabia, Bernardo Silva, Mahrez…), un mediapunta clásico, que en su día llegó a rechazar al Feyenoord por no prometerle jugar con un esquema con mediapunta para él, adaptado a la banda derecha. Cada uno tiene su historia, pero el final está siendo más o menos parecido para todo el que no ceda en la idea que tiene del fútbol y dé la mano a los nuevos tiempos.
Ozil (Schalke - Werder Bremen - Madrid - Arsenal - Fenerbahce)
Seducido por los cantos de sirena del Arsenal, Mesut Özil siempre se quedó con la espina clavada de qué habría sido de su carrera si hubiera seguido en el Real Madrid. En los gunners, su suerte fue dispar. Mientras duró la época brillante de Wenger, el germano fue capaz de dar su mejor versión, pero, en cuanto las luces se apagaron, se perdieron tanto él como su fútbol. Incapaz de un compromiso físico mayor que le permitiese adaptarse a otras posiciones en el siempre exigente fútbol inglés, el jugador, que también se vio lastrado públicamente por ser el jugador con el salario más alto de la historia de la entidad, terminó convirtiéndose en un problema para la afición, el club y el vestuario.
Odegaard (Stromsgodset - Madrid - Heerenveen - Vitesse - Real Sociedad - Madrid - Arsenal)
En la era de la extinción del mediapunta en beneficio de las alas, de esos tridentes (la BBC, aquel Messi-Neymar-Luis Suárez…) que penalizan el trecuartista pegadito al área, Odegaard necesita encontrar soluciones. El 4-2-3-1 donde mejor encajaría en el Real Madrid no se estila y el par de ocasiones en el que Zidane cambió a ese dibujo para acomodar al nórdico, la cosa no funcionó. En el Arsenal en teoría sí tiene un sistema, el de Arteta, que le va de lujo, pero su gran competencia lo conoce mejor: Emile Smith-Rowe. La sensación gunner tiene un grado menos de fantasía que Odegaard pero dos más de trabajo. Odegaard tiene el físico necesario para el tradicionalmente espídico fútbol inglés. Pero su rol empieza a estar en extinción. Odegaard ha eclosionado cuando su estilo empieza a parecer retro. Sólo su clase puede salvarle de las modas.
Quintero (Envigado - Atlético Nacional - Pescara - Oporto - Rennes - Independiente Medellín - River Plate - Shenzhen)
"Juego al fútbol para ser feliz". Más que un tópico es una declaración de principios de Juanfer Quintero. Tiene la magia de los elegidos. Zurda, control y visión de juego excepcionales. Inteligencia y velocidad en la toma de decisiones. Creatividad pura. Llegó a los 19 años a Europa, pero tras un buen inicio en el Pescara, enfocar la cabeza fue más difícil que la adaptación táctica. Imposible analizar al jugador sin el contexto que determinó sus prioridades y decisiones personales. En la primera temporada en el Oporto, el entrenador avaló sus características en un sistema en el que jugó como 10. Con Lopetegui llegó la exigencia ofensiva (compitiendo con el extremo) o en el ida y vuelta cuando lo ubicó como 8. Pasó a Rennais. En medio de una tensa relación con el técnico, jugaba poco (de 10), pero destacaba. Juanfer padeció durante años la muerte de su abuela. "No me importaba nada, no quería fútbol, no quería nada". Adiós a Europa... un lugar al que confía regresar.
James Rodríguez (Banfield - Oporto - Mónaco - Madrid - Bayern - Madrid - Everton)
Para James, el ‘10’ es más que un dorsal, más que un rol. Es la alegría. Y el colombiano, zurdo exquisito, de técnica e ingenio, defiende la alegría como un derecho. En los últimos meses, se ha convertido en el principal abogado de la figura del ‘diez’. Pero su alegato, más que llamar a la rebeldía, es quejumbroso y eso explica en gran medida el porqué en Madrid no se convirtió en leyenda. La presencia de Cristiano, Bale y Benzema definía un modelo en el que no cabía el mediapunta: prevalecía el equipo, todos atacando y todos defendiendo (en teoría). Ancelotti le hizo entender eso y cumplió con las expectativas en su primer año. Pero el despido del italiano fue su condena. Con Benítez y con Zidane, al verse en el banquillo, comenzó a buscar enemigos alrededor en lugar de pelear para adaptarse y acabó en el Everton. Ancelotti volvió a ser la tabla de salvación de un James, que ve en él al único capaz de entenderle.
Pastore (Huracán - Palermo - PSG - Roma)
Javier Pastore fue el primer gran fichaje de Nasser Al-Khelaïfi en el PSG. El argentino llegó por 40 millones de euros y su incorporación levantó una gran expectación en la capital francesa. Tras un inicio prometedor, su irregularidad y sus constantes lesiones le impidieron brillar en un fútbol francés, que estaba en plena transición de lo físico a lo técnico. Pastore nunca encontró su sitio en París, en parte por la falta de adaptabilidad de su juego al sistema. A las lesiones hay que unirle que tanto Carlo Ancelotti como Laurent Blanc jugaban siempre sin un mediapunta. En 4-3-2-1 y, en 4-3-3, Pastore no tenía sitio para desarrollar su juego y es por ello que vivió a fogonazos. Un golazo al Chelsea en Champions reavivó la ilusión en el Parque de los Príncipes, pero fue un espejismo.
Gotze (Dortmund - Bayern - PSV)
No todo son cuentos de hadas en esto del fútbol y la historia de Mario Götze es la mejor prueba de ello. Klopp ve la magia que esconde en sus botas y le convierte en el diez de su mítico Dortmund. Joven, de escasa estatura, pero con un desparpajo fuera de lo normal, Götze gana dos Bundesligas con el BVB, la da el cuarto Mundial a la Mannschaft y, cómo no, ficha por el Bayern. Es en Múnich donde comienza el declive. A falta de un diez puro en su esquema, Pep intenta reconvertirle para exprimir lo que lleva dentro. No lo logra, tanto de volante, tirado a banda o de falso nueve. Götze no puede ni con la presión ni con la miopatía que padece. Regresa al BVB. Fracasa de nuevo. Y termina siendo traspasado al Eindhoven, donde actualmente está lesionado.
Isco (Valencia - Málaga - Madrid)
La evolución de Isco ha estado siempre marcada por la supervivencia. En Málaga, como mediapunta en un 1-4-2-3-1, fue donde más cómodo se le vio, con menos responsabilidad en el robo y libertad por todo el frente de ataque. En su llegada al Madrid, Ancelotti le pidió algo más. Intercambiaba entre la posición de interior y la de extremo en un 1-4-3-3. Isco, más obligado a ayudar en defensa en su costado, tuvo que mejorar en el aspecto físico, aunque la presión alta que ejercía el conjunto blanco le ayudaba. Fue con Zidane con quien culminó su reconversión a mediocampista. El francés desmontó a la BBC para darle entrada. Esto le daba altas cotas de posesión al Madrid, que no se desgastaba tanto en defensa. Actualmente, el físico vuelve a penalizarle. El ritmo de los partidos cada vez es mayor y sus características no son complementarias.
Ganso (Santos - Sao Paulo - Sevilla - Amiens - Fluminense)
Paulo Henrique Chagas de Lima, Ganso, llegó a Europa con 27 años. Jorge Sampaoli se lo pidió a Monchi para el Sevilla en verano de 2016. Deslumbrante en el Santos, menos en el Sao Paulo, el ritmo europeo no casó con el trote cochinero de Ganso, acostumbrado a céspedes altos y enemigos poco presionantes. Entre pequeñas lesiones y poco esfuerzo, el centrocampista de Ananindeua dejó destellos de su gran calidad con acciones maravillosas como una asistencia de tacón en Getafe. Sumó poco más de 1.500 minutos oficiales durante dos temporadas (7 goles y 6 asistencias), y no jugó nada en sus últimos seis meses como sevillista. En enero de 2019 fue cedido al Amiens francés, donde la lluvia acabó de amargarle hasta regresar (gratis) en verano de 2019 a Brasil con el Fluminense, su actual equipo.
Mudo Vázquez (Belgrano - Palermo - Rayo Vallecano - Palermo Sevilla)
Franco Vázquez se marchará el próximo junio del Sevilla tras completar los cinco años de contrato que firmó en 2016. Llegado junto a la camada de argentinos que arrastró el aterrizaje de Sampaoli en Nervión, el Mudo ha tenido una trayectoria de más a menos en un el Sevilla en el que no ha dejado indiferente a ninguno de sus fieles. Amado u odiado, criticado por lento o alabado como artista hasta rebautizarlo como "Morante de la Pampa", Franco Vázquez deja un catálogo de goles, asistencias, taconazos y caños combinados con expulsiones absurdas, pérdidas que costaron puntos por falta de tensión y un aire de desidia que siempre jugó en su contra a poco que las cosas no le salieron sobre el césped.
Lo Celso (Rosario Central - PSG - Betis - Tottenham)
El desarrollo de Giovani Lo Celso es el de un futbolista que ha dejado atrás el carril central del ataque para abarcar más posiciones. Alejarse de la zona del mediapunta que le apuntó como un gran talento en Rosario Central, para ser un futbolista más adaptable a otras posiciones en Europa. Interior, mediocentro o incluso en banda. Lo Celso no ha perdido cualidades, pero sí ha ido perdiendo presencia en tres cuartos de campo. Pese a que sigue luciendo en los apoyos y las posteriores acciones que lleva a cabo, su figura como ‘10’ ha ido decreciendo con el paso de las temporadas. Las lesiones, que no le han dejado tranquilo (sobre todo en Inglaterra), también han influido en su pérdida de protagonismo. Le sobra calidad para triunfar allá donde vaya, pero siempre en un fútbol en el que tendrá que amoldarse.
Arda Turan (Galatasaray - Manisaspor - Galtasaray - Atlético - Barcelona - Basaksehir - Galatasaray)
Su mejor etapa fue lejos de la posición del ‘10’. Pura técnica, tenía fama de brillante, pero díscolo y poco sacrificado. Algo que cambió por completo con Simeone. Arda ponía la pausa y el ritmo de un fantástico Atlético partiendo desde la banda, desgastándose en defensa y sin ahorrarse una carrera. Mandaba y era una pieza básica poniendo su calidad en favor del equipo. Regate, visión, manejo de balón… hasta que salió al Barcelona. Un juego tan físico le duró cuatro años, se cansó de correr y se fue apagando. No había posición para él, sin esa libertad y galones que tenía en el Atleti, su parte más rebelde se apoderaba. Acabó saliendo por la puerta de atrás para volver a Turquía con sobrepeso y revuelos extradeportivos. Fiestas, armas… y un regreso al Galatasaray donde pasa sus últimos días como un genio que se marchitó al salir del Atlético, su lugar ideal.
Diego Ribas (Santos - Oporto - Werder Bremen - Juventus - Wolfsburgo- Atlético - Wolfsburgo - Atlético - Fenerbahçe - Flamengo
Diego debutó con 16 años en el Santos y fue comparado con los más grandes (a Zico le recordaba a sí mismo), pero en Europa no fue igual. Nadie dudó de su calidad, pero sí de su carácter peculiar, por el que rindió más cuanto más querido se sintió. En el Oporto le puso la cruz Co Adriaanse; en el Werder, Schaff montó el equipo a su alrededor y brilló; en la caótica Juve duró un año; y en el Wolfsburgo acabó peleado con todos. De allí salió rebotado al Atlético, al que meses después llegó Simeone. Diego ponía la pausa y la magia junto a Arda, el Cholo estaba encantado y él quiso seguir tras ganar la Europa League, pero no pudo. Regresó en 2014 y le costó más entrar en el férreo 4-4-2, aunque dejó detalles como lanzador de Diego Costa. Para la historia, el misil que marcó en el Camp Nou en la Champions.
Oscar Emboaba (Sao Paulo - Internacional - Chelsea - Shanghai SIPG)
El caso de Oscar es uno de estos misterios que hasta hoy despierta fascinación en la afición inglesa. Cada un par de meses sale un reportaje, una entrevista o una intrahistoria en prensa británica sobre el mediapunta, que dejó el Chelsea para irse a China en 2017, cuando tan solo tenía 24 años. Fue un traspaso que pilló al mundo del fútbol de sorpresa. Oscar había empezado su quinta temporada con el Chelsea y era un ídolo de la afición, tras ganar dos títulos de la Premier League con los blues. Pero la repentina falta de protagonismo con Antonio Conte, que no tenía espacio en su 3-4-3 para un ‘10’ clásico, y una oferta del Shanghai SPPG de 25M€ al año convencieron al entonces internacional brasileño. Y, en la Superliga china, desapareció del escenario internacional. Hoy, con 29 años, Oscar sigue jugando y teniendo uno de los sueldos más altos del mundo en Shanghái. Eso sí, muy lejos del circuito internacional y sin nunca haber alcanzado el potencial que se esperaba de él.
Nasri (Marsella - Arsenal - Manchester City - Sevilla - Antaluaspor - West Ham - Anderlecht)
El francés no tardó en explotar su calidad sobre el césped del Vélodrome, despertando el interés de su compatriota Arsène Wenger. El alsaciano lo convirtió en su nuevo '10' para el Arsenal. Regate, visión y técnica, fueron algunas de sus virtudes. Los medios de la época no tardaron en ponerle la etiqueta del 'Nuevo Zidane'. Palabras mayores. Cambió Londres por Manchester para llenar sus vitrinas de títulos, a la vez que su juego se marchitaba. Sevilla, Antalyaspor, West Ham y Anderlecht disfrutaron de su presencia pero no de su juego. El talento fue remplazado por la rebeldía y desidia con el balón. Nasri fue uno de los últimos grandes diez de aquella época donde el talento se imponía al físico. Ahora las tornas han cambiado aunque siempre esperaremos a un último gran mago.
Aunque no son pocos los que se han adaptado a otra posición, alguno todavía se resiste o actúa de la forma que le pide su talento pero desde otra parte del campo. Hay casos híbridos como Dybala, más delantero y normalmente segundo punta, capaz de jugar como un 10 pero de una forma muy alejada a la que veíamos en la Juventus con Zidane hace veinte años. Jack Grealish se está destapando como una estrella de este perfil, aunque también ha sido normal verle estos últimos años partir de la banda izquierda. Y el Papu Gómez, cuyo rol en el Sevilla está por ver, sí ha dejado varias temporadas a gran nivel jugando por detrás de uno o dos delanteros. En todo caso, excepciones a lo que es la dinámica del fútbol europeo.
En los cinco últimos años, solo Luis Alberto (2016 y 2018), Brandt (2017), Eriksen (2017) y Özil (2016) aparecen como dieces entre los máximos asistentes de las grandes ligas. Los mediapuntas están sufriendo una especie de intrusismo laboral en el último pase, históricamente su especialidad. Ahora lo habitual es que estas listas estén protagonizadas por extremos (Messi, Cristiano, Neymar, Sterling, Di María…), delanteros (Benzema, Suárez, Müller…) o, como mucho, centrocampistas (Cazorla o Fàbregas). La temporada 2012-13 aparece como el capítulo final de los mediapuntas en la lista de máximos asistentes, siendo el último top-5 en Europa protagonizado por centrocampistas: Payet, Mata, Hamsik, Özil e Iniesta. Para encontrar lo mismo en el top-3 de España hay que remontarse a 2009.
En una ciudad (curiosamente) industrial como Mánchester encontramos a los dos mediapuntas más determinantes del fútbol actual y están lejos de ser el perfil clásico. Kevin De Bruyne es el futbolista más decisivo del Manchester City en la era Pep Guardiola. El belga lo ha demostrado una y otra vez y sólo una gravísima lesión que le apartó casi toda una temporada le ha impedido que su dominio sea mayor, con dos títulos de la Premier League y un tercero en camino, por resumir el palmarés. De Bruyne ha sido el foco de peligro constante en los citizens y en su posición está el secreto: encontrando los espacios, evitando a los centrocampistas rivales y lanzando contragolpes mortales. Sus números no engañan: 12 goles y 21 asistencias en la 2017/18, 16 goles y 23 asistencias en la 2019/20… y esta temporada ya suma 15 pases de gol, 10 de ellos en liga, buscando un récord que mantiene Henry desde el año 2003 (20 asistencias). “¡Le dije que además de 20 asistencias marqué 24 goles!”, explicó el ex delantero del Arsenal en su día, expectante ante lo que viene.
La aportación goleadora de los mediapuntas es clave en el fútbol inglés, más propenso al ida y vuelta de los equipos
De hecho, De Bruyne ya fue capaz de completar 18 pases de gol en liga en el año 2017, los mismos que lograron Lampard en 2005 y Cesc Fàbregas en 2014. El que más cerca ha estado de los números de Henry fue Özil, en 2016, cuando realizó 19 asistencias en la Premier.
La aportación goleadora de los mediapuntas es clave en el fútbol inglés, más propenso al ida y vuelta de los equipos. Uno de los mayores exponentes de los últimos tiempos es Bruno Fernandes, un arma letal en el Manchester United: ya suma 18 goles y 12 asistencias en este curso (10 de ellas en la Premier). El portugués es otro claro ejemplo de ‘10’ que juega en la posición de ‘10’ y que ha logrado hacerse tan fuerte en su posición que otros futbolistas mueven la suya –Pogba, a veces, a la izquierda; Van de Beek, casi siempre, al banquillo–.
El fútbol tiene modas y la última más potente ha sido la de intentar copiar a Guardiola. Muchos equipos han intentado jugar un fútbol asociativo, rápido y con mucha posesión de balón. Y aunque lo hayan conseguido cada uno con más o menos éxito, para todos intentarlo pasaba por repetir tantas veces como fuese necesario un ataque de balonmano, moviendo el balón de lado a lado esperando a que se generase la oportunidad.
En contraposición, la segunda moda ha sido la de Mourinho o Simeone. El que se enfrentaba al primer modelo partía de la base de unos conceptos tácticos imprescindibles, unos mandamientos que pasaban por no adelantar demasiado la línea defensiva, una presión intensa y una organización incondicional.
Estas dos ideas inhabilitan al jugador del que estamos hablando. Con un ataque basado en la posesión larga que, inevitablemente, encierra al rival, es mucho más complicado que un jugador dé un último pase. Esta situación de ataque en estático estrecha el espacio que hay entre líneas y las posibilidades de encontrar un hueco en una defensa muy junta. Además, el terreno de juego entre el último defensa y el portero es tan pequeño que apenas hay margen de maniobra. Y la defensa del segundo modelo también es difícil que dé lugar a un rival del perfil que nos ocupa hoy. La presión no deja pensar a nadie y las constantes ayudas hacen muy complicado salir del regate con éxito. Además, desde el punto de vista del propio equipo, es mucho más valioso un jugador como Van de Beek, Marcos Llorente o Bruno Fernandes.
El "numero dieci", en Italia, siempre fue un símbolo, casi una religión. Es el dorsal más codiciado y antes de cogerlo hay que estar preparados, porque esa camiseta pesa mucho más. Su inmensa tradición, en el Bel Paese, vio a Gianni Rivera como uno de sus más grandes protagonistas. El Golden Boy, Balón de Oro en 1969, resumía perfectamente lo que debe ser un 10: fantasía, estilo, clase y algo de desfachatez. Una leyenda que lo ganó todo con el Milan, que fue campeón de Europa y subcampeón del mundo con Italia, realizando un tanto en el 'partido del siglo' ante Alemania. Obviamente, el decisivo, en el minuto 111'.
En los años ‘80 y ‘90, los mejores en la historia de la Serie A, la cantidad de estrellas que honraron ese dorsal fue enorme. Solo hace falta pensar que en el Udinese lo llevó el mismísimo Zico. La lista de esas dos décadas es muy, muy larga: Platini, Matthäus, Gullit, Zidane, Rui Costa, Baggio, Del Piero, Totti, Zola, Maradona... una maravilla. El fútbol, sin embargo, ha cambiado. A la crisis económica y técnica del movimiento italiano se han sumado las nuevas modas tácticas. En el fútbol actual es difícil enjaular el talento y la imprevisibilidad de un verdadero diez con las exigencias de los técnicos. Por eso, cada vez son menos.
Caso ejemplar de esta situación es el ‘Papu’ Gómez, un diez que acabó rompiendo con Gasperini y la Atalanta por sus peticiones tácticas, y se fue al Sevilla. Y mientras hay algunos que llevan el '10' sin serlo (Lautaro es un punta maravilloso, pero no un diez), otros sobreviven, aunque poniendo su talento al servicio de lo que pide el míster. Luis Alberto en la Lazio, mejor asistente del Calcio en el curso pasado, o Hakan Çalhanoglu, fundamental en el Milan de Pioli. Dybala, galardonado como mejor jugador de la liga pasada, es otro gran ejemplo: a pesar de su indudable clase, a veces le cuesta tener continuidad. Insigne, por su parte, sí podría ser considerado un 10 (de hecho, lo lleva en la Selección), pero en el Nápoles, tras Maradona, no aceptan otros y tiene que contentarse con el 24. En la Roma pasa algo parecido: después de Totti, nadie se atrevió a tocarlo. Y va a ser difícil que ocurra pronto.