En octubre de 2018 se celebró, en Las Rozas, el curso para reevaluar la licencia de los entrenadores UEFA Pro expedidas por la Federación Española en los últimos años y que, obligatoriamente, se actualiza por trienios. Luis Enrique, presente en el acto como seleccionador nacional, fue el primer sorprendido cuando vio la cantidad de compañeros de profesión allí presentes, más de 500. Medio en serio, medio en broma, le dijo a Josep Sansó, presidente de la Escuela de Entrenadores: “Tenemos que dejar de hacer cursos. Con todos los que estamos aquí es imposible que haya trabajo para todos en 10 años”.

Una simple anécdota que sirve para confirmar que, en el fútbol español, la profesión de entrenador comienza a ser una actividad con un futuro cuando menos complejo y peliagudo. Una carrera con mínimas salidas. Al riesgo intrínseco de ser despedidos en cuanto llegan los malos resultados, se une, en los últimos años, el considerable aumento de los técnicos titulados, que no pueden convivir con la situación de un mercado donde la demanda es infinitamente superior a la oferta.

Semanas nefastas, además, para algunos de los afortunados que tenían trabajo. Han caído tres técnicos en Primera a sumar a Oscar García destituido y reemplazado por Coudet en noviembre en el Celta: Gaizka Garitano (Athletic), Pablo Machín (Alavés) y Míchel (Huesca) sustituidos por Marcelino, Abelardo y Pacheta, respectivamente. En Segunda ya se han consumado once cambios de entrenador en lo que va de curso.

Ante la caótica situación en el fútbol patrio, una de las alternativas más recurridas por los técnicos españoles es aceptar las ofertas que les llegan desde el extranjero donde están bien valorados, aunque algunas experiencias, por el destino elegido, tengan un punto elevado de aventura más que de trabajo. El portal especializado Transfermarkt tiene controlados 125 ‘hispanos’ diseminados por los cinco continentes pero realmente se pueden contar con los dedos de las dos manos los que disfrutan de una posición idílica.

La competencia es cada día mayor y se multiplican los casos de exfutbolistas con su título de entrenador UEFA Pro que no han tenido ni una oportunidad para demostrar sus conocimientos. Uno de ellos es Esteban Suárez, 24 años ejerciendo de portero entre Primera, Segunda y Segunda B. O de Rafa Martín Vázquez, seis veces campeón de Liga con el Real Madrid y 38 veces internacional, que solo ha tenido mínima práctica en el Extremadura truncada de inmediato por la falta de confianza del presidente de turno.

Esteban, nombre de guerra, puede presumir de carrera larga como portero. Desde los 19 años en los que debutó con el Avilés Industrial a los 41 con los que se retiró en el Oviedo. Por el camino, el Oviedo, en una primera etapa, Atlético de Madrid y Sevilla. Todavía en activo pensó que su futuro podía estar en los banquillos y comenzó a formarse como entrenador. “Me saqué el título en 2017. Lo hice en la Territorial asturiana. Tardé tres años. Estudié mucho. Me lo tomé en serio. Las prácticas las hacía en el mismo año, por eso fue más rápido”

Desde entonces no ha tenido ni una oportunidad de dirigir a ningún equipo. “Cuando te retiras con 42 años dicen que eres viejo para jugar y cuando quieres entrenar dicen que no tienes experiencia. Está complicado. No me ha salido nada ni para ser segundo, que también lo he contemplado. Cada vez hay más entrenadores y los equipos son los que son. Ahora soy profesor en la Territorial y este último año han salido 28 o 30 nuevos entrenadores. Y Asturias es pequeña. Si se suman los que salen en el resto de España es normal que la situación esté como esté”.

Además, considera que la profesión se ha devaluado económicamente. “Hay muchos compañeros que van a precio. Con tal de empezar aceptan un mínimo económico que no es razonable. Abaratan la profesión”. Sin embargo, sí apoya el curso para los futbolistas profesionales de elite con siete años de experiencia en Primera, que organiza la RFEF y que acorta los plazos de formación. “Lo podía haber hecho, pero estaba jugando y me era más cómodo hacerlo en Gijón. Ser futbolista de Primera o internacional no te garantiza ser un buen entrenador, pero al menos conoces la asignatura del vestuario, que es muy importante al máximo nivel. También se nota en las prácticas. No es lo mismo haber jugado que no. Tampoco los que salen de este curso tienen asegurado un puesto y muchos de ellos lo han sido todo el fútbol. Raúl y Xabi Alonso han comenzado por los filiales. Valdés ha tenido una experiencia en Tercera y la mayoría está sin nada”.

A Rafael Martín Vázquez, 10 temporadas en el Real Madrid en dos etapas, dos en el Torino y dos en el Deportivo la vocación de entrenador le llegó más tardía. Ha tenido la suerte de paladear un banquillo pero la experiencia fue tan corta y negativa que apenas pudo sacar conclusiones. “Yo soy del 2006, de la segunda promoción del curso que la Federación organiza para futbolistas. Coincidí con Guardiola, Luis Enrique, Djukic, Pellegrino, Pizzi, Paco Jémez, Chapi Ferrer, Milla, Nadal… Algunos eran de mí época, pero otros eran más jóvenes. Éramos 50 por lo menos. Como curiosidad puedo contar que tuve de profesor a Míchel, mi compañero de la Quinta del Buitre, que era de la primera promoción”.

Su objetivo es volver a entrenar, pero es consciente de que la situación es cada año más complicada. “Hay una saturación y el problema es que se desprestigia la profesión. Hay algunos que están aceptando ofertas medio gratis. Tenía que existir una regulación por parte del Comité de Entrenadores o de una Asociación, pero como no lo hay, así nos va. La última vez hice el curso de actualización que nos exige la UEFA, en 2018, nos juntamos en la Federación más de 600 técnicos”.

Su experiencia en el Extremadura en la temporada 2017-18 no fue más allá de los 11 partidos. Llegó como cuarto técnico en lo que iba de temporada y fue sustituido por Sabas, que había sido el primero. ”Llegué en febrero con toda la ilusión del mundo y duró hasta finales de abril. No hay paciencia de ningún tipo. Es muy fácil cambiar de entrenador. Cada vez tiene menos coste para los clubes y la cuerda cada día se rompe antes por nuestro lado”.

En España hay dos vías para llegar a ser entrenador. La denominada formación federativa, que es la única reconocida por la UEFA y con la que se puede entrenar internacionalmente. Y una segunda, la formación amparada en el sistema educativo institucional y respaldada por el Estado mediante un Real Decreto, el 320/2000. La titulación la concede el Consejo Superior de Deportes y con ella solo se puede ejercer en el territorio nacional.

Dentro de la formación federativa también existen dos vías de acceso a la titulación. Una está reservada a los futbolistas profesionales que hayan jugado en Primera durante siete temporadas. La UEFA les reconoce una experiencia contrastada y les exime de hacer el nivel C, el más bajo. Realizan el ‘B’, el ‘A’ y el ‘Pro’. Les concede también la posibilidad de hacer juntos en un mismo curso el ‘B’ y el ‘A’ con lo que se reduce a año y medio-dos años la duración de los estudios.

La otra vía, la del resto de los aspirantes, para llegar a la licencia UEFA Pro tienen que superar cuatro cursos: ‘C’ (monitor), B (entrenador básico), A (avanzado) y Profesional con sus correspondientes prácticas. Estos cursos se realizan a través de las Federaciones territoriales. En el mejor de los casos invierten entre cuatro y cinco años para llegar a su objetivo final.

Elisabeth Ibarra Rabancho (Azcoitia, 38 años) es una institución en el fútbol femenino español. Jugó, era centrocampista, durante siete temporadas en el Eibar (1995-2002) y 15 en el Athletic (2002-17), donde ganó cinco Ligas, disputó 413 partidos y marcó 111 goles. Además fue 42 veces internacional, dos goles y formó parte de la Selección en el Europeo 2013 en Suecia y en el Mundial de Cánada 2015, primero en el que participó España.

Nada más retirarse decidió que quería continuar ligada al fútbol y tuvo el privilegio de formar parte de la promoción de entrenadores UEFA Pro de 2018 teniendo como compañeros de curso, entre otros, a Xabi Alonso, Xavi Hernández, Raúl González, Capdevila, Víctor Valdés, Míchel Salgado…

Eli desde entonces, como tantos de sus compañeros, no ha podido cumplir su deseo de entrenar. “Cuando me saqué el título comencé a trabajar en la Fundación del Athletic y me dedico más a trabajo social. No me ha surgido ninguna oportunidad de entrenar. El asunto está complicado. La experiencia fue enriquecedora en todos los sentidos. Por el hecho en sí de durante casi dos años formarme para poder entrenar y después por los compañeros que tuve”.

A pesar de las ventajas que tienen los profesionales de élite de poder acudir a este curso que reduce el tiempo de formación, Eli quiere dejar bien claro que la titulación se la ganan a pulso. “Trabajar se trabaja. Nadie nos regala nada. Se nos acusa de elegidos, pero la exigencia es máxima. Empezamos con dos meses concentrados en Las Rozas donde dábamos clases mañana y tarde. Después teníamos que hacer nueve meses de prácticas, que yo hice en un infantil del Athletic y después otros dos meses lectivos con un segundo curso bastante ‘cañero’ también la verdad. Bonito pero intenso. Eran muchas horas en el aula. Algunos compañeros llevaban mucho tiempo sin esa dinámica. Luego estaban las prácticas de campo. Al ser de Guipuzcua, vivía en La Residencia de lunes a viernes.”.

La asignatura que más se le atragantó a ella y a la mayoría de sus compañeros fue la de tecnología. “La más bonita era ‘táctica’. Salías al campo y había un balón de por medio. Era a la que estábamos más acostumbrados. La más dura por desconocimiento y porque era donde menos experiencia teníamos todos era esa de la tecnología, que no recuerdo como se llamaba exactamente. Teníamos que preparar el informe de un partido, con cortes de jugadas, de sistemas… Nos ayudaban profesionales informáticos, pero era complicado. Nos exigía mucho tiempo fuera del horario de clases, incluso”.

Reconoce que cuando supo que iba a realizar el curso con compañeros de ‘alto standing’ estaba un poco preocupada. “No asustada, pero me impresionaba poder compartir aula con jugadores de ese nivel. Al final convives con ellos muchas horas y lo tengo guardado como una experiencia única de la que nunca me arrepentiré”.

Prefiere no individualizar cuando se le pregunta quién era el empollón del grupo, pero confirma que a algunos se les notaba que llevaban ya un entrenador dentro. “Se les veía que estaban preparados para lo que estudiaban. Les escuchabas cuando tenían que hablar en público y les salía de dentro. Las charlas a los jugadores les salían sin problema. Tenían el lenguaje del futbolista. Se notaba que de jugadores ya eran entrenadores. Me llamó la atención la fuerte personalidad de Valdés. Era diferente. Tiene las cosas muy claras, sabe lo que quiere y con ello va a muerte”.

Su esperanza para ver hecho realidad su sueño de entrenar es que a partir de ahora para entrenar en la Liga femenina se va a exigir la titulación de UEFA Pro que ella tiene y no son muchos los casos como el suyo. “Si me llega una oferta, lo valoraría. Sé que me queda mucho por aprender. La experiencia y la práctica lo es todo por mucho que tenga ese carné”.