A sus 19 años, el mítico portero comenzó en los JJOO de Amberes a forjar su leyenda con una trayectoria sin parangón y como estandarte de un equipo reconocido por su garra.
Era difícil, por no decir imposible, imaginar que esa primera comparecencia internacional de la Selección en los Juegos Olímpicos de Amberes fuera a tener tanta relevancia tanto deportivamente, medalla de plata, como por su influencia directa en la rápida implantación del profesionalismo en nuestro país.
En Amberes, a raíz del primer partido contra la selección de Dinamarca, se producen dos hechos trascendentes que marcaron el devenir de nuestra selección. Por un lado, surge la figura del primer gran icono futbolístico, Ricardo Zamora. A sus 19 años, el entonces portero del Barcelona, comienza a forjar su leyenda con una trayectoria sin parangón en aquellos tiempos en los que el balompié español comenzaba a dar sus primeros pasos.
En Amberes, en el partido contra Suecia, nació el apelativo de la 'furia española'.
También en Amberes, en el partido contra Suecia, nació el apelativo de la 'furia española' que durante muchas décadas ha acompañado el paso a la Selección hasta el punto de parecer, aunque no lo fuera, su seña más identificativa. El apodo en realidad definía más un comportamiento, una conducta dentro del terreno de juego que, propiamente, un estilo de juego.
En el paseíllo a hombros por parte de sus compañeros hasta los vestuarios como reconocimiento a su portentosa actuación contra Dinamarca nace la fábula en la que se convertiría la carrera profesional y la vida personal de Ricardo Zamora.
Su brillante trayectoria en el Espanyol (dos etapas), Barcelona, Real Madrid y Niza (durante de la Guerra Civil española) se prolonga durante 22 años y se ve recompensada con dos Ligas y cinco Copas, pero son sus 46 partidos con España los que contemplan su encumbramiento internacional, llegando a ser considerado el mejor portero del mundo de la época.
La sola presencia de Ricardo Zamora atemorizaba a los delanteros rivales y envalentonaba a sus compañeros.
Los Juegos de Amberes sirvieron para que se diera a conocer y el Mundial de Italia 1934, nada menos que 14 años después, su consagración definitiva. Su figura traspasó las reglas del portero al uso. Su sola presencia atemorizaba a los delanteros rivales y envalentonaba a sus compañeros.
Creó un estilo nuevo entre los tres palos. Se inventó el despeje con el antebrazo, o el codo, que pasó a la historia como la "zamorana", forjado en su afición a la pelota vasca y en sus partidos de cesta punta. Ese atípico despeje era, además, un rasgo de autodefensa para espantar a los delanteros antes de que le chocaran.
Datos de Ricardo Zamora
En sus 16 años como internacional solo se perdió nueve partidos y solo tres porteros pudieron jugar con la Selección bajo su reinado: Jauregui (3), Blasco (2), Guillermo Eizaguirre (3) y Nogués (1). De los 46 partidos, disputó 21 en casa y 25 fuera y recibió 40 goles. En 21 encuentros dejó la puerta a cero. Su mayor goleada en contra fue contra Inglaterra en Highbury (7-1).
Imposible cuantificar el equivalente actual de sus 46 partidos internacionales, pero sus números desafiaron el futuro. Iríbar no superó su marca de internacionalidades hasta 40 años después, en 1976. Su último partido fue contra Alemania (26-2-1936), poco antes de estallar la Guerra civil española, en la que se le llegó a dar por desaparecido y salvó su vida en dramáticas circunstancias.
Disputó los 26 primeros partidos del equipo nacional y su primera ausencia se debió a que no pudo disputar los Juegos de Ámsterdam de 1928 porque ya era profesional. Superados esos tres partidos olímpicos recuperó la titularidad con mínimas ausencias, alguna por lesión.
Sus apelativos se sucedían en el tiempo. "El gran Ricardo", "El único", 'Il miracoloso', pero sobre todos "El Divino".
En el Mundial del 34, primero de España, ya con 33 años, volvió a obtener el reconocimiento internacional de mejor portero del mundo por su actuación en el partido contra Italia, en el que fue lesionado por un jugador italiano y no pudo disputar el desempate. Sus apelativos se sucedían en el tiempo. "El gran Ricardo", "El único", 'Il miracoloso', pero sobre todos "El Divino".
Fuera del terreno de juego se convertía en un auténtico galáctico. Protagonizó dos películas, realizaba anuncios, era portada de revistas, álbumes de cromos, pósters. Sus jerseys, hechos a medida, y sus gorras marcaban tendencia en la moda. El Real Madrid pagó 150.000 pesetas de 1930 por su traspaso y su sueldo de 5.000 pesetas al mes no tenía comparación en la Liga.
Y con Zamora de portero, como decía el dicho popular, España afrontó su siguiente partido en los Juegos 24 horas después de su estreno ante Dinamarca. Ante Bélgica, el anfitrión, que estaba bien descansada porque no había jugado el primer partido contra Polonia y que llevaba compitiendo desde 1904 con 47 partidos internacionales de experiencia.
Cuatro cambios tuvo que hacer Paco Bru. Obligatorios por lesiones. Vallana, Artola, Sancho y Vázquez realizaron su debut. Las crónicas hablan de un equipo español que comenzó teniendo ocasiones de gol, pero quien se adelantó fue Bélgica antes del descanso. Al regreso, dos tantos anulados a España, y dos consecutivos de los locales que sentencian el encuentro. Arrate marca de penalti el tanto español, ya sin opciones de remontada.
Esa derrota no supone la eliminación definitiva. La complejidad de la fórmula competitiva permitía que los derrotados en cuartos aspirasen a la medalla de plata y bronce. El sorteo depara que el siguiente rival sea Suecia, que también había perdido con Holanda en un polémico partido que originó que los nórdicos amenazaran con la retirada, pero finalmente jugaron.
Ahí, en ese tercer encuentro, jugado el 1 de septiembre de 1920, fue cuando a la Selección se le apellidó con el sobrenombre de 'la furia española'.
No estaría de más leerse todo lo que se ha escrito sobre el origen histórico y político de ese apelativo con el que, precisamente en la ciudad de Amberes, saqueada en 1576, se había bautizado a las tropas españolas, pero la ocasión requiere poner el acento en el por qué se recuperó el apodo varios siglos después para valorar, esta vez en positivo, el valiente comportamiento de la Selección en ese partido jugado con una dureza descomunal por parte de ambos contendientes.
Ese encuentro, además de por ser una batalla campal y por la victoria española (2-1), siempre será recordado por el gol de Belauste que empataba el partido y su frase para llamar la atención de su compañero que iba a sacar una falta sobre el área sueca. "A mí Sabino, que los arrollo a todos". La épica también introduce el elemento del balón en la jugada y la frase que pasó a la posteridad quedó en "A mí Sabino el pelotón, que los arrollo".
Arrollar, arrolló a cuantos suecos se encontró por el camino y en lo que no se ponen de acuerdo las crónicas es si remató con el pecho o con la cabeza, pero el balón y varios rivales acabaron dentro de la portería. Acedo marcó el 2-1 a 10 minutos del final. En el 87 Olsson falló un penalti y España, ya apellidada la 'furia', se clasificó para jugar los cuartos de final de la repesca contra Italia… al día siguiente.
El triunfo dejó sus bajas por el camino y el seleccionador tuvo que encajar piezas obligado por las circunstancias. Debutaron los dos extremos, Moncho Gil y Silverio. España fue superior a pesar de las ausencias. Sesúmaga, improvisado delantero centro, marcó los dos tantos, uno en cada tiempo. Y ya con el 2-0 en el marcador Ricardo Zamora fue expulsado por dar un puñetazo a Badini, que también se fue al vestuario. Silverio, el extremo zurdo, se puso el jersey de 'El Divino', y aguantó como portero los once últimos minutos de asedio italiano.
"La petit final". Así denominaba la prensa local el partido por la medalla de plata. El oro olímpico ya era para Bélgica, que había derrotado en la final de verdad a Checoslovaquia en partido que se jugó inmediatamente después del España-Italia. Los checos se retiraron del campo indignados con el arbitraje y como se negaron volver, quedaron descalificados, por lo que no podían jugar contra España por la medalla de plata. Holanda ocupó su lugar.
Tres días de descanso antes del partido de la plata. La Selección recupera efectivos. Samitier, Eguiazábal, Patricio y Acedo, titulares. Su superioridad es evidente y se materializa con un primer gol de Sesúmaga a los siete minutos. A ocho del descanso nuevo tanto del interior vasco del Barcelona. Holanda llegó a acortar distancias, pero un gol de Pichichi colgó la medalla de plata en su cuello y en el de todos sus compañeros. La imagen que abre el artículo es el once de España que jugó ese partido. Arriba aparecen Zamora, Eguiazabal, Vallana, Belauste, Samitier, Arrate y Lemmel (Masajista). Abajo: Silverio, Moncho Gil, sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo.
Máximo goleador de España
Félix Sesúmaga, nacido en Lejona (Vizcaya) en 1898 e interior del F.C. Barcelona, consiguió cuatro goles, dos ante Italia y dos ante Holanda, en cuatro partidos. Su especialidad era el remate de media distancia.
Pioneros de plata en Amberes
LA LISTA DE ESPAÑA |
Porteros. Zamora (Barcelona, 19 años, 5 partidos); Agustín Eizaguirre (Real Sociedad, 22/0. Regresa a San Sebastián tras el primer partido). |
Defensas. Otero (Vigo Sporting, 26/2), Arrate (Real Sociedad, 27/4), Vallana (Arenas Guecho, 22/4). |
Medios. Samitier (Barcelona, 18/3), ‘Belauste’ (Athletic, 30/3), Eguiazábal (Real Unión, 24/3), Artola (Real Sociedad, 24/2), Sancho (Barcelona, 23/2), Sabino (Athletic, 22/2), Carrasco (Real Sociedad, 26/0). |
Delanteros. ‘Pagaza’, (Arenas, 25/4), Sesúmaga (Barcelona, 21/4), Patricio (Real Unión, 27/4), ‘Pichichi’ (Athletic 28/5), Acedo (Athletic, 22/4), Moncho Gil (Vigo Sporting, 22/2), Vázquez (Racing de Ferrol 22/1), Silverio, 22/1). Ramón González (Fortuna Vigo, 22/0. Enfermo todo el Campeonato). |