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BARCELONA

Griezmann no era "indiscutible"

Días después de que Setién le respaldase en la rueda de prensa, lo sentó en el banquillo en un partido decisivo. No era la primera vez. En Bilbao, en cuartos de Copa, también lo había hecho.

Antoine Griezmann, en un entrenamiento.
Antoine Griezmann, en un entrenamiento.MIGUEL RUIZ/FCB

El partido del Sánchez Pizjuán dejó un par de conclusiones sobre Griezmann, una encadenada con la otra. La primera es que, pese a que Setién había dicho que era "indiscutible", pues no lo era. El Principito fue suplente en Nervión. La segunda es que se sobreentiende que Griezmann no está en esa lista de jugadores (Messi, Suárez, Piqué, Busquets, Alba) que, por estatus, iban a tener más minutos y gestionarían sus propios esfuerzos.

Ahora que el sentido de su fichaje por el Barça volvía a estar encima de la mesa después de los partidos algo incoloros que el francés había hecho contra Mallorca y Leganés, la suplencia de Sevilla es un golpe doloroso para Griezmann. Los partidos grandes son para los jugadores grandes y sorprendió ver al campeón del mundo en el banquillo por más que Setién quisiera vigilar las subidas de Jesús Navas con Braithwaite y que, todo hay que decirlo, no le fuese mal en el planteamiento.

Pero ver a un jugador de la jerarquía de Griezmann, que ha costado 120 millones de euros, en el banquillo en partidos así no puede sino considerarse como una noticia de impacto. Y es el segundo que recibe el francés, al que dolió mucho aquella suplencia de Copa en San Mamés el 6 de febrero. Un estadio en el que siempre ha destacado desde sus años en la Real y donde Setién le negó la posibilidad de jugar como titular. Prefirió a Ansu y a Sergi Roberto como extremos...

Griezmann pareció algo ausente los veinte minutos que estuvo en el campo. No pareció dispuesto a rebelarse contra la situación, como si él reivindicase su estatus así, sin urgencias. Convencido de que no debe demostrar nada a nadie. No estuvo fino en el toque y no se acercó al gol ni disparó a puerta.

La situación de Griezmann es compleja, como lo fue el escenario de su fichaje. Por el precio, 120 millones de euros, y por el famoso documental de La Decisión, que tan mal sentó en Barcelona. Pero el verdadero debate sobre Griezmann no era emocional porque todo eso es irracional y se cura en el fútbol, sino futbolístico: su posición en el campo. Porque Griezmann era el Messi del Atlético y acomodarlo en el sistema del Barça no iba a resultar sencillo. Tanto como para ser suplente de un meritorio como Braithwaite en el Sánchez Pizjuán.

Griezmann apenas ha sido suplente tres veces en LaLiga y sus cifras de goles se sostienen. Pero es evidente que falta algo de química, de pasión. Al francés se le vio algo ensimismado en el banquillo del Sánchez Pizjuán y sin demasiado entusiasmo cuando salió al terreno de juego. La decepción tiene un punto lógico. Alguien que ha ido escalando en su carrera y que, de ser rechazado por numerosos equipos franceses cuando era un niño, llegó a estar en el top-5 de mejores jugadores del mundo, debe sentirse frustrado y encontrar pocas explicaciones a ser suplente en un partido así cuando se trata de un jugador de fama mundial.

En principio, Griezmann continuará en el Barça la próxima temporada. Bartomeu quiere que continúe, aunque ha confesado en círculos privados no está del todo satisfecho con el rendimiento que ha tenido este curso. De momento, no es ni indiscutible.