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EURO SUB-21 | ESPAÑA 4-FRANCIA 1

Esta Rojita es caviar

Los goles de Roca, Oyarzabal, Olmo y Mayoral tumbaron a Francia y permitirán a España jugar la final de la Eurocopa ante Alemania.

EPA9538. REGGIO EMILIA (ITALIA), 27/06/2019.- Pablo Fornals (d) de España en acción contra los jugadores franceses Dayot Upamecano (i) e Ibrahima Konate (c) durante un partido por las semifinales del Campeonato Europeo Sub-21 de la UEFA 2019
EPA9538. REGGIO EMILIA (ITALIA), 27/06/2019.- Pablo Fornals (d) de España en acción contra los jugadores franceses Dayot Upamecano (i) e Ibrahima Konate (c) durante un partido por las semifinales del Campeonato Europeo Sub-21 de la UEFA 2019ALESSIO TARPINIEFE

España gana, pero no sólo eso. España gana y nos devuelve el gusto por el buen fútbol, que desde esta selección Sub-21 debe contagiarse a la absoluta. La Rojita se impuso a Francia por 4-1 y se clasificó de ese modo para la final del Europeo, donde aguarda un rival de esos de diente apretado y pecho a prueba de bombas, Alemania. Será el domingo, en Udine. El fútbol-caviar que hoy nos permitió tumbar a Francia nos hace ser optimistas. Mucho.

La semifinal suponía un calco de la del Europeo Sub-19 de 2015, en el que España se hizo finalmente con el título tras batir a Rusia. Sivera, Vallejo y Ceballos repetían en el once titular respecto a aquella cita. De Francia, ningún jugador lo hacía. Lo que funciona no hay que tocarlo, debió de pensar Luis de la Fuente, que sólo hizo dos cambios respecto al equipo que se enfrentó a Polonia el pasado sábado. Vallejo entró por Meré y Junior por Aarón, con el esquema intocable y ese péndulo en punta que supone Oyarzabal, un falso nueve con el que hipnotizar a la defensa rival.

Sylvain Ripoll, sin embargo, sí cambiaba el tono de voz. Apostó por Aouar y Guendouzi juntos en el centro del campo, quizá en un intento de negarle el balón a España. Harto difícil esto último, sea cual sea la categoría en la que uno se enfrente a nuestras selecciones. En ataque, el hijo de Lilian Thuram, Marcus, fue suplente y el faro ofensivo era Jean-Philippe Mateta y su 1,92. Buena luz se reparte desde ahí arriba... Los franceses calentaron con una camiseta a lo Montmartre y baguette (blanca con rayas horizontales azules), pero eso no era más que un modo de despistar al rival; lo que verdaderamente escondía ese 4-4-2 era músculo y más músculo para un partido que se presumía con un desgaste tremendo por los 32 grados de temperatura en el Citta del Tricolore de Reggio Emilia.

Dos penaltis y una reacción

El desgaste extra lo ponía la presión de ambos equipos ante la salida de balón. Ahí, la presencia de los citados Guendouzi y Aouar, que escoltaban al capitán Tousart en la media, aportaba oxígeno a Francia cuando era la Rojita la que subía líneas. En una de esas, Ballo-Touré le arrebató la pelota a Olmo con la mano, un penalti claro, pero el VAR no acudió en auxilio. Justo un minuto después, el búlgaro Kabakov sí apreciaba pena máxima en una internada en el área de Reine-Adelaide, a quien Junior cargó por detrás. Resultado: gol de Mateta y mucha cuesta por subir. Y sin habernos recuperado aún del golpe, llegó una transición exprés de Francia que dejó a Mateta sólo ante Sivera. El meta del Alavés salvó milagrosamente y ese pudo ser uno de esos puntos de inflexión que marcan los partidos, las finales, la historia.

No pudo, lo fue realmente. Porque los minutos que nos llevaron de ahí al descanso se convirtieron en un goteo de ocasiones españolas. Primero, con un centro atrás de Junior que quedó en susto y no en muerte; luego, con un remate de Fornals a cinco metros de la portería que no fue gol por el paradón de Bernardoni, quien despejó a córner. Y en su lanzamiento, el portero del Nimes volvió a obrar el milagro ante el primer disparo de Roca pero no ante el segundo, un zurdazo con todo (rabia, ansia por empatar, impotencia por no batir a ese muro en forma de portero) que llenó la red. Sólo la falta de tino de Junior, que llegaba y llegaba a línea de fondo, impidió que cayera el segundo tanto español hasta que ya en la prolongación de la primera parte, Konate cometió un penalti ingenuo que transformó Oyarzabal. Una pena máxima que incluso con varias repeticiones costaba ver, pero que no tuvo vuelta atrás. El mismo VAR que no pidió revisar la mano de Reine-Adelaide daba este por correcto. Hay que acostumbrarse a que el VAR tiene en ocasiones vista de lince y en otras no ve ni lo que hay a dos palmos.

No sabemos qué directrices les daría Ripoll a sus jugadores en el descanso, pero no hubo tiempo material para ponerlo en práctica. Porque en el minuto dos de la reanudación, Fabíán nos regaló lo que hasta entonces nos debía a la vista de su enorme clase. Robó un balón, activó la ofensiva española que se verticalizó en un pase por la banda a Oyarzabal, quien cedió al centro donde de nuevo Fabián, cuando todo el mundo esperaba que rematase a puerta, prefirió ceder para que Olmo batiera a placer a Bernardoni. Una nueva joya de la Rojita, que ya lleva tantas en este Europeo.

Ese fue el golpe decisivo para la selección bleu. Ripoll metió más madera en forma de Moussa Dembélé, pero España se mantuvo ordenada y no cayó en esa trampa del continuo centro al área en el que poder sacar rédito a los centímetros. Porque la cosa no iba hoy de centímetros sino de talento y a España se la cae de los bolsillos. Pregunten si no a Fornals, que con un delicioso centro con el exterior propició la espectacular volea con la que Mayoral firmó el 4-1. Había que gritar, el recital lo merecía.

Y ese fue el fin de fiesta. Ahora queda recuperar fuerzas, que el domingo tenemos cita de las buenas. Juega la Sub-21 con el quinto título europeo en la categoría como preciado botín. Será en Udine, donde Robert Moreno volverá a estar tomando buena nota. Con canteras así es un lujo poder ser seleccionador.