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ESPANYOL

Rubi, el generador de sueños

El entrenador, artífice de devolver al Espanyol a Europa, fue una apuesta de Perarnau. En enero levantó las dudas de Chen, que al final confió.

Actualizado a
Rubi.
Joan Gosa

Decían que el técnico parecía un loco y mira...”, cuenta una voz autorizada del vestuario, que define la clasificación europea como “una pasada”, que alucina con “el crecimiento individual” de unos jugadores que, hilados por un estilo de juego, se han convertido en un bloque “muy difícil de batir para los rivales”. La diferencia entre este Espanyol y los 11 anteriores, que tropezaron una y otra vez en la misma piedra sin poder devolver a la institución a Europa, se llama Rubi, el generador de sueños, cuyo convencimiento sedujo primero a los futbolistas y ahora a los aficionados, acostumbrados a palabras y no a hechos, liberados sobre el RCDE Stadium en la ya inolvidable tarde del sábado.

La historia de esta clasificación europea tiene dos momentos determinantes. El primero de ellos, la elección de Rubi como entrenador. Convencido de que el Espanyol debía tener una manera de jugar similar a la de su fútbol base, Óscar Perarnau, director general deportivo, escogió al ex técnico del Huesca por su pasado blanquiazul, sus métodos de entrenamiento, su manera de entender el fútbol y su ilusión por liderar un proyecto atrevido. Desde el primer día, jugadores como Mario Hermoso, Marc Roca, Óscar Melendo, David López o Sergi Darder se convirtieron en guardianes de un estilo totalmente opuesto al del curso pasado con Quique Sánchez Flores. En las primeras 11 jornadas, el Espanyol aunó su juego con su seguridad defensiva, convirtiéndose en el segundo mejor conjunto de LaLiga, despertando los elogios del resto de rivales.

Pero el conjunto perico, analizado ya por sus contrincantes, sumido en una pérdida de confianza por los malos resultados, torció su trayectoria y aparecieron las dudas. Llegó el invierno, literal y metafóricamente. El presidente, Chen Yansheng, se puso nervioso después de aquel mes de enero cargado de partidos y de lesiones, en el que el Espanyol llegó hasta la extenuación jugando ocho partidos en 26 días, descendiendo a posiciones más próximas al descenso que al ascenso.

Ese punto fue determinante. Los futbolistas y la dirección deportiva siguieron creyendo en el técnico, cautivados por su mensaje y conocimiento. Rubi y su cuerpo técnico matizaron algunos aspectos tácticos, en especial fuera de casa, donde los resultados eran los peores de Primera. El Espanyol empezó a recuperar su juego y ganó nuevos recursos, condenado en ocasiones por la pérdida de las ventajas pero infatigable, como lo fue el optimismo de su entrenador, que nunca rehuyó hablar de esta lucha por la séptima plaza.

La imagen que ilustra esta información es la metáfora de la confianza de los jugadores en el entrenador y en su manera de interpretar el fútbol y de planificar los partidos. Incluso futbolistas que parecían actores secundarios al comienzo del curso, como Adrià Pedrosa, Roberto Rosales, Naldo Gomes o Víctor Sánchez han sido decisivos en el tramo final. Otra victoria de la gestión de Rubi.