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REAL MADRID-VALENCIA

El Madrid se vuelve serio

Solvente en el primer tiempo y apurado en el segundo, se impuso a un Valencia que tiró un tiempo y varias oportunidades. Volvió a gustar Llorente. Carvajal fue el motor del Madrid.

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El Madrid se vuelve serio

El Madrid de Solari sigue llenando la caja de caudales avanzando y retrocediendo, ilusionando y preocupando. Lo uno y lo otro sucedió ante el Valencia: un buen primer tiempo promovido por sus canteranos, un desmayo prolongado después y el alivio de un segundo gol al final. También quedó claro que Solari mira lo que hay en casa. Llorente y Valverde formaron con Isco, que tuvo diez minutos de consuelo, el último centro del campo. El Valencia tiró un tiempo y varias oportunidades claras, demasiadas concesiones para sobrevivir al Bernabéu.

Sin confirmarse aún un verdadero cambio de estación, el Madrid lima impurezas. No todo el tiempo y no todas al mismo ritmo, eso sí, pero al inesperado toque de corneta de Benzema, de pronto ariete homicida, han comenzado a desfilar jugadores importantes. Ante el Valencia se sintieron llamados a filas Sergio Ramos, menos inclinado al riesgo; Modric, más cerca de ese agente de movilidad que ha dirigido al Madrid estos años; Lucas Vázquez, al que comenzaron a darle minutos cuando menos lo merecía y ahora empieza a devolver el crédito; Carvajal, otra vez ese superlateral kilométrico; Marcos Llorente, en el que resulta inexplicable cómo no le han visto o no se ha dejado ver durante tanto tiempo. Bale, en cambio, ha acostumbrado al Bernabéu a una fe intermitente y todavía no está en ese grupo. Su transformismo es desconcertante. Escuchó pitos.

El equipo, en cualquier caso, procuró sacar del partido el conflicto Solari-Isco, que recibió la condicional: pasó de la grada al banquillo. Y lo hizo desde el principio, silenciando a un Valencia que había demostrado hasta ahora ser un equipo de pocos excesos y que tuvo una salida gélida, empezando por Guedes y Soler, muy poco profundos, y acabando por Gameiro y Santi Mina, nada inquietantes.

Sólo un Parejo espectacular estuvo a la altura de ese primer Madrid esmeradísimo en la presión. Cada uno de sus partidos es casi una cita a ciegas, pero esta vez anduvo sobrado de compromiso y rigor táctico. En esto ha resultado importante Marcos Llorente, un recuperador vocacional, un centrocampista al que no se caen los anillos por meterse entre los centrales. La ley de la gravedad que mantuvo a su equipo pegado al suelo.

Dos tiempos, dos partidos

El Madrid, en la primera mitad, eso sí, fue mucho mejor en control que en pegada. Recordó al del primer Lopetegui, que explicaba muy mal su buen trabajo ante la meta adversaria. De hecho, se fue al descanso con ventaja gracias a un autogol de Wass, que prestó fatalmente su cabeza a un centro de Carvajal, que se había movido con el estilismo de un regateador. El gol, una volea de lienzo y un tiro de Bale rechazado por Neto fueron las únicas pruebas de su abrumador dominio en la primera parte.

En la segunda fue otro. También el Valencia, que presionó con más sentido y que tuvo llegada, bajo la inspiración de Parejo. Se sintió dueño del partido, encontró a Soler en su banda y a Santi Mina en punta. Este falló un gol cantado y le emuló Paulista poco después, con el Madrid ya fuera de onda. Y como la crisis se ha llevado los títulos nobiliarios, Bale y Modric fueron los primeros sustituidos, con más razón el primero que el segundo. Entraron Asensio y Valverde, otro que ha adelantado a Isco. Marcelino respondió con músculo, Kondogbia y Batshuayi. A este le quitó el empate Courtois, en una de las paradas del año. Se pitó fuera de juego que el VAR hubiera anulado. El delantero estaba en posición legal. Y finalmente salió Isco, para ver de cerca el segundo tanto, producido por Carvajal, dirigido por Benzema y protagonizado por Lucas Vázquez. Fue el punto final a un mal trago.