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ESPANYOL

Perarnau, un corazón blanquiazul

Llegó en 1997 como ayudante de un alevín y se va 19 años después como director deportivo. Era el espejo de técnicos del fútbol base.

Actualizado a
Óscar Perarnau.
Rodolfo Molina

El pasado jueves, mientras Chen Yansheng explicaba su filosofía en el auditorio de Cornellà-El Prat, Óscar Perarnau observaba desde un segundo plano la puesta en escena del nuevo proyecto. Rehuyó sentarse junto al resto del Consejo y de Constantin Galca. Luego les iba a comunicar que dejaría de ser director deportivo. Esa invisibilidad pública es la que ha caracterizado a un hombre que es todo un espejo para entrenadores y trabajadores del Espanyol desde que llegó, con tan solo 23 años, procedente del Sant Andreu de Llavaneres.

“Nos gustaba su manera de formar y de llevar esa escuela. Empezó de segundo entrenador del Alevín, junto a Albert Villarroya”, recuerda José Manuel Casanova, coordinador en aquella época. “Es una persona extraordinaria, muy educado, nunca levantaba el tono y fue creciendo en el fútbol base”, añade. Lo conoce mejor que nadie Lluís Planagumà, actual técnico del filial, y primer ayudante de Perarnau en el Alevín. Corría el año 1999. “Éramos jóvenes. Cuando llegué me dieron también el Benjamín A. Óscar me ayudó a traer a los niños en solo dos semanas. Había visto a muchos. Hicimos una amistad profunda. Cada fin de semana, cogíamos el coche y nos íbamos por toda Cataluña a ver fútbol. Veíamos hasta ocho partidos los sábados en busca de talentos”, recuerda. Y, en esos viajes, al margen de vivencias, hubo también descubrimientos: Víctor Álvarez, Guillem Savall, Dídac Vila, Sergio Tejera, Marc Bartra...

“Destaco su integridad. Siempre te ayuda y te escucha. Es difícil encontrar a alguien tan honesto”, argumenta Planagumà, y nunca olvidará el día de la celebración del Centenario. “Óscar y yo llevamos la bandera desde Montjuïc hasta la puerta del estadio. Fue un momento histórico”.

Poco a poco, Perarnau fue creciendo hasta que alcanzó el Juvenil A. Dos años de récords, títulos y formación de jugadores. “Estuvieron 15 partidos sin recibir un gol”, explica Casanova. “Nunca olvidaré un partido del Torneo MIC ante Boca Juniors. Hubo tángana y los jugadores se pegaron en el campo. La imagen del Espanyol se manchó. Perarnau entró en el vestuario y, sin alzar la voz, hizo una charla espectacular. Todos se sintieron culpables. Lo suyo era una autoridad desde el conocimiento”, recuerda Dani Poyatos, su segundo: “Es constancia. Y tiene una capacidad asombrosa por ayudar. Nunca dio a un jugador por perdido”.

En 2008, pasó a ser el segundo entrenador de Tintín Márquez. El proyecto no cuajó y ascendió a los despachos, a hacer ‘scouting’. “Estoy aprendiendo”, repetía. “Aquello le ayudó a conocer gente y a muchos futbolistas”, comentó Poyatos. En 2012, Joan Collet apostó por él para ser director deportivo. En tres años, y sin un euro, ha logrado salvar los muebles y sortear barreras. Ahora deja el club. Sus lágrimas resuenan en Sant Adrià.