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Liga BBVA | Espanyol

Cornellà-El Prat, de Tierra Prometida a polvorín de todas las batallas pericas

Dos puntos de los últimos 12 posibles, un descenso de socios por debajo de la barrera de los 30.000 (menos que en Montjuïc), ventas obligadas cada ejercicio y denuncias de futbolistas como Álvaro o Kameni por impagos. Cornellà-El Prat ha sido para el Espanyol tanto la solución como el problema.

Actualizado a
<b>SOBERANOS. </b>La grada también puede hacer de Cornellà-El Prat su escenario de plebiscito, en función de lo que suceda este domingo.
Carlos Mira

Causa y solución de casi todos los problemas. Así se podría definir lacónicamente lo que Cornellà-El Prat significa en la vida del Espanyol. Una visión poliédrica que cobra sentido si se tiene en cuenta que, tras sumar un punto de 15 posibles en el arranque liguero, el próximo domingo (21:30) se convertirá en el escenario de un partido, contra el Atlético de Madrid, que puede sacar al equipo del pozo o recrudecer su situación. La Tierra Prometida (como se definió desde la directiva en los tiempos de Montjuïc) se puede convertir en la tabla de salvación, o bien en un polvorín de todas las batallas pericas, como está siendo hasta el momento.

El primer punto de vista es el deportivo. Es el que de un modo más palpable marca el destino de un club de fútbol, y en ese sentido es lo que demuestra que -salvo que se produzca un inmediato punto de inflexión- el efecto Cornellà-El Prat se está diluyendo. El Espanyol acumula cuatro partidos de Liga sin ganar como local (dos de la presente temporada, dos de la anterior), con derrotas contra Zaragoza (1-2) y Sporting (0-3), y empates ante Athletic (3-3, hace diez días) y Sevilla (1-1). La conclusión: dos puntos de los 12 últimos, y más de cinco meses, desde el 15 de abril -con el verano de por medio, lógicamente-, sin una victoria: el impresionante 4-0 ante el Valencia. Sólo en esta Liga, un punto de seis dejan lejos aquel arranque meteórico de la temporada 2010-11, con siete victorias seguidas (pleno de 21 puntos en juego).

Esa crisis de resultados puede entroncar claramente con lo económico, por las restricciones que año tras año sufre el presupuesto del primer equipo, que este verano descendió (21 millones de euros) por cuarto ejercicio consecutivo.

El implacable rigor financiero del club no tiene otra explicación que las deudas generadas por la construcción del estadio: un crédito sindicado de 65 millones que convierte el tesoro de Cornellà-El Prat en una losa delicada de mantener, más en tiempos de crisis general, y con Hacienda liquidando deudas puntualmente. Cada mes es una lucha para los administradores, que en su intento por evitar a toda costa la amenaza de la ley concursal se han visto y se verán obligados a vender constantemente jugadores (el último activo, Álvaro Vázquez) y a racionar los pagos pendientes, lo que ha provocado entre otras situaciones desagradables la denuncia de algún futbolista (como el actual caso de Carlos Kameni). El fantasma de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) planea también desde hace algún tiempo y especialmente durante este mes de septiembre por las oficinas del estadio. El nuevo contrato televisivo servirá al menos para detener algunos golpes.

Menos socios. La deriva deportiva y económica también ha afectado directamente a la contracción de socios, 29.136 según el último recuento de hace diez días, que dista no sólo de los primeros tiempos del nuevo estadio, sino incluso de la etapa en Montjuïc conocida como la "travesía por el desierto". Cornellà-El Prat, oasis o espejismo. Aún está por ver.

Sin 'naming right', pero al menos con casa propia

El análisis de la situación del Espanyol en relación a la existencia de Cornellà-El Prat no puede obviar una realidad simple pero crucial: al menos el club pudo construir e inaugurar una casa propia, que aumenta exponencialmente su patrimonio. Entre avales, créditos sindicados e infinitas reuniones con administraciones y entidades bancarias, la directiva pudo levantar un estadio justo antes de que estallase la burbuja. De ello bien saben en el Valencia, cuyo nuevo feudo sigue en stand-by y se ha complicado aún más recientemente con el cambio de marco entre los ché y Bankia, que de inmobiliario pasa a ser estrictamente financiero. El Espanyol aún no ha hallado su naming-right (nombre comercial para el estadio), pero sí ostenta ocho patrocinadores top.