Del homenaje en el All Star de Chicago a la despedida en el Staples, con el inolvidable discurso de Michael Jordan a, claro, el anillo de sus Lakers. Los Lakers de Kobe.
La NBA pudo reiniciarse, en pleno fragor de la pandemia, gracias al blindaje (óptimo, finalmente) de la burbuja de Florida. El complejo ESPN World Wide of Sports, convertido en sanctasanctórum de un fortificado Walt Disney World, permitió terminar la temporada, incluidos unos playoffs jugados prácticamente en condiciones de laboratorio: sin público, sin viajes, sin cambios de escenario, clima o entorno. Sin distracciones, más para lo malo que para lo bueno. El mejor, el más resiliente y el más concentrado, sería el campeón de la NBA 2019-20, la temporada de la pandemia.
Allí, en la Florida profunda, Denver Nuggets añadió carrocería de combate a su incuestionable, y hasta entonces volátil, talento. El equipo de las Rocosas remontó dos veces un 3-1, primero ante los Jazz, una labor titánica. Después, nadie lo había hecho dos veces en los mismos playoffs, el más difícil todavía contra unos petrificados Clippers que habían sido durante buena parte de la temporada el gran favorito al anillo. Con dos víctimas por el camino, agotados pero con la febril certeza de que todo era posible, los Nuggets afrontaron la tercera final de Conferencia de su historia. Las dos anteriores las habían perdido contra los Lakers. En 1985, contra el equipo de Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar; y en 2009, frente a Kobe Bryant y Pau Gasol.
Después de ser barridos de la pista en el primer partido de la antesala de las Finales, los Nuggets recuperaron el ardor de las remontadas y arrinconaron a los Lakers en el segundo encuentro. Diez puntos seguidos de Nikola Jokic, el talento bohemio e imposible de Sombor, colocaron el 102-103 a 20 segundos del final. En el último ataque, Alex Caruso falló un triple, y los Nuggets no cerraron el rebote. Danny Green no pudo empatar, molestado por Jamal Murray, pero los Nuggets no recuperaron la posesión. Quedaban dos segundos y los Lakers sacaban de fondo. Rondo encontró a Anthony Davis, un resplandor de casi siete pies que volaba sobre la línea de tres y que, desde el lateral izquierdo, anotó sobre la bocina el tiro de la victoria. Una canasta descomunal de un jugador superdotado que se giró y corrió eufórico mientras sus compañeros iban amontonándose sobre él. Y que, en ese instante entre la canasta y la melé, lanzó un grito al cielo de Florida: "KOBE".
Durante años, "KOBE" ha sido el grito de guerra de muchísimos aficionados cuando anotaban una canasta. En su porche, en el parque, en un pabellón de instituto o en la oficina, con una pelota de papel arrugado. De punta a punta de Estados Unidos, cualquiera que armaba un tiro imaginándose en el último segundo de un partido en un pabellón repleto y mudo, todos los ojos sobre él, gritaba "KOBE" cuando descargaba el lanzamiento. En nuestra mente siempre entran, siempre ganamos, siempre estalla nuestro público o enmudece el rival. Los jugadores de la NBA no son, en realidad, tan distintos. Y los de esta generación crecieron con Kobe Bryant convertido en su Michael Jordan. Kobe no solo era el jugador favorito de muchos aficionados, también era el jugador favorito de muchos jugadores favoritos. Davis gritó "KOBE", como todos, pero su bola de papel era el balón oficial de la NBA y su camiseta era la recuperada city edition de los Lakers 2017-18, un diseño del propio Kobe que rendía homenaje a su alter ego, la Mamba Negra: color oscuro y silueta de escamas. Un uniforme que se hizo temible en Florida, donde regresó (casi como talismán) para los playoffs que Kobe no pudo ver.
La Mamba Negra: en el trance más difícil, de su carrera y de su vida, Kobe eligió ese apodo. Y no solo en referencia a esa serpiente sumamente peligrosa y a los paralelismos con su espíritu en pista, también asesino, y sus movimientos, también elegantes pero letales. "Tenía que organizar las cosas así que creé la Mamba Negra. Kobe tenía que tratar con los problemas personales, cuidar otros asuntos que estaban pasando... pero era la Mamba Negra la que salía a la pista y cumplía con el trabajo. Y ese trabajo era destruir a todo el mundo al que me encontraba enfrente en la cancha". Así lo explicó después de haber sido el villano oficial del deporte estadounidense en un tramo entre sus tres primeros anillos, los de la explosión, y los dos últimos, los de la redención.
En ese período intermedio pasó por el purgatorio de la denuncia por ataque sexual (verano de 2003) de una trabajadora de 19 años del hotel The Dodge And Spa At Cordillera, en Colorado. Un asunto nunca bien aclarado del todo y que acabó con una disculpa pública de Kobe tras un acuerdo fuera de los tribunales. Y que coincidió con los años en los que unos Lakers de perfil bajo retrataron al Kobe, entra la obligación y la vocación, más individualista. De todo ese trance personal y deportivo emergió el Kobe definitivo. Sobrevivió al temporal que en gran parte había provocado con la rehabilitación deportiva y la reinserción mediática.
Y para ese trance, Kobe creó la Mamba Negra, tal y como contó en el documental "Muse": "Pasé de ser una persona que estaba en la cima y al que todo le salía bien a, en solo un año, no saber dónde me llevaba la vida o siquiera si iba a seguir teniendo una vida como la que había conocido". En ese documental, hablaba indirectamente del caso de Colorado y del efecto que había tenido en su familia: "Escuchaba todo lo que decía la gente, así que necesitaba algún lugar para refugiarme del bombardeo. Necesita espacio para ocuparme de mis asuntos y que algo hiciera el trabajo: la Mamba Negra. Era como una avalancha, nada me iba a detener, nada se iba a poner en mi camino".
En esa etapa, Kobe reconoció después, su ferocidad en la pista no era tanto cuestión de rivalidad con otros jugadores como una reacción al sufrimiento que estaba experimentando: "Los oponentes simplemente aparecían en mi camino". En 2011, Nike hizo con él un anuncio especial en el que discutía con el director Robert Rodriguez la creación de una película de acción basada en la Mamba Negra, un animal elegido después de ver Kill Bill, la película de Quentin Tarantino en la que esta especie era el nombre en clave de una de las asesinas, conocida por sus extremas agresividad y agilidad: "A partir de ahí empecé a leer cosas de este animal y fue como 'wow, es una pasada'".
Los Lakers seleccionaron la camiseta de la Mamba para los segundos partidos de cada eliminatoria: el 2, claro, era el número con el que jugaba Gianna, la hija de Kobe fallecida en el mismo accidente de helicóptero, el 26 de enero. Después, en las Finales, lo usaron también en el quinto partido, con 3-1 a favor: querían cerrar el título con la camiseta de la Mamba, ganar por Kobe; pero Miami Heat, un equipo inferior pero tozudo, forzó el sexto partido, finalmente el último. El que selló, el 11 de octubre, el decimoséptimo anillo de los Lakers, por fin los mismos que los odiados Celtics. El primero en una década, el primero desde Kobe (campeón por última vez en 2010). Y el primero sin Kobe.
Después de la canasta de Davis que partió a los Nuggets (la serie acabó 4-1, unos pocos días después), el entrenador Frank Vogel conectó con el ídolo fallecido: "Ese es un tiro que él habría metido. ¿Nada más recibir y en el momento más importante de la temporada? Ese era un tiro de la Mamba”. La sombra de Kobe Bryant, claro, se había alargado como un abrazo del destino sobre unos Lakers embalados hacia el título, un comando perfectamente preparado que fue, en el momento de la verdad, una montaña de músculo en defensa movida por una determinación implacable y dos jugadores de leyenda como Davis y un LeBron James que lo explicó así: "Cada vez que te pones el púrpura y oro piensas en su legado para nuestra franquicia, en su voluntad de salir siempre victorioso, en lo todo lo que hay que sacrificar por esa determinación… es algo que no te permite ni conciliar el sueño". Como dijo Bill Plaschke, veterano periodista de Los Angeles Times, tras la retirada de Kobe en 2016: "No llegó para ganarse nuestros corazones, llegó para ganar. Sencillamente".
Kobe, es obvio, sobrevoló de forma permanente el recorrido al anillo de sus Lakers, un equipo construido por Rob Pelinka, el arquitecto que llegó en marzo de 2017 al amparo del propio Kobe, del que había sido representante y amigo íntimo. Compañero y confidente. Con el trofeo Larry O’Brien a su lado, Pelinka levantó la mirada al cielo de Florida sin contener las lágrimas: "Parece que tenías razón, tío. Tú me diste la energía para lograr esto", dijo un ejecutivo que había sentido la ausencia de Kobe como una inmensidad inabarcable en la soledad de la burbuja: "A veces oía su voz en mitad de la noche. Me decía que me mantuviera en mi senda, que acabara el trabajo. Tener un amigo que te cambia la vida, que te ayuda a saber qué es sacrificarse y a entender qué es la grandeza… es no hay mejor regalo que ese". La propietaria de los Lakers, Jeanie Buss, heredó el imperio de su padre, el mítico Doctor Jerry Buss que forjó la leyenda del Showtime y tuvo dos jugadores predilectos, primero Magic Johnson y después Kobe Bryant. Jeanie, criada por los pasillos del viejo Forum, era otra de las que sentía que ese título pertenecía también a un Kobe del que, semanas antes, se había despedido así: "No sé cómo decirte lo que significabas para mí y para mi familia. Para mi padre era como un hijo, así que eso nos convirtió en hermanos. Después de su muerte, tú me diste la inspiración y la fuerza que en ese momento no tenía".
Sin público y lejos de Los Ángeles y el santuario del Staples Center, en octubre en vez de en un junio y en medio de la gran crisis sanitaria de esta generación, los Lakers ganaron por Kobe aunque no fuera como habían soñado después desde el amargo shock que supuso el accidente del helicóptero de Calabasas, el 26 de enero del terrible 2020. Solo semanas después, el All Star Weekend de Chicago se convirtió en un homenaje constante al jugador que estuvo en 18, a uno del récord de Kareem Abdul-Jabbar. Que fue MVP en cuatro y hasta ganó un concurso de mates. Allí, en el United Center donde jugó su ídolo, Michael Jordan, los equipos salieron a la pista con solo dos dorsales, el 24 de Kobe y el 2 de Gianna, y un parche con nueve estrellas en referencia a los nueve fallecidos en el accidente. El All Star Game, además, estrenó formato. Los tres primeros cuartos empezaban con 0-0 y cada uno tenía un ganador con un premio para una causa benéfica. Para el último sí se sumaban los resultados de los tres anteriores y a la puntuación más alta se le añadían 24 puntos más (el número de Kobe, otra vez) para establecer el marcador que cerraría el partido: victoria para quien llegara a esa puntuación.
Allí, en Chicago, habló desde el centro de la cancha Pau Gasol, otro de los grandes amigos de Kobe y su compañero en sus dos últimos títulos, para dar el pistoletazo de salida al evento: "Bienvenidos al All Star 2020. Estamos muy emocionados y muy felices por estar aquí en Chicago para este All Star Weekend. Pero antes de que empiece el fin de semana, tenemos que acordarnos de las pérdidas que ha sufrido este año la familia de la NBA: la muerte del comisionado David Stern y el trágico accidente que acabó con la vida de mi querido amigo y excompañero Kobe Bryant, de su preciosa hija Gigi y otras siete personas. Unos hechos que nos han dejado con el corazón destrozado. Sé que sus muertes pesan en el corazón de todo el mundo del deporte y en especial de la familia de la NBA. Esta es una competición global ahora gracias a David y Kobe. Esta es una celebración del amor puro por el baloncesto, algo que ellos dos personificaron. Sé que ambos querrían que disfrutáramos nuestra estancia aquí, que competiéramos, que nos lo pasáramos bien, lo diéramos todo y disfrutáramos cada instante del fin de semana. Estos días van a ser un tributo viviente a sus respectivos legados. Mi hermano mayor Kobe solía decir que hay que hacer siempre cosas épicas, así que celebremos un fin de semana épico en su honor".
Solo ocho días después del All Star Game, el 24 de febrero, se celebró el gran homenaje a Kobe en el Staples Center. Denominado "una celebración de la vida" por su viuda, Vanessa Bryant, y con fecha simbólica, 24-02-20: el 24 de Kobe, el 2 de Gianna, el 20 de dos décadas con la camiseta de los Lakers. "Dios sabía que no podían estar en este mundo el uno sin el otro", dijo en un discurso conmovedor tras el que fue ayudada a abandonar el escenario por Michael Jordan. El astro, el ídolo, el jugador cuya figura inalcanzable fue una obsesión para Kobe, y finalmente un amigo que dejó un discurso para la historia. Para el recuerdo. Pura emoción. Un Jordan con los ojos arrasados en lágrimas, profundamente humano, en una despedida que a la que finalmente dieron sentido todos aquellos que se sumaron a un homenaje inolvidable.
"Estamos aquí para despedir a un padre, a un amigo, y a un jugador de baloncesto. Éramos grandes amigos, era mi hermano pequeño. Había muchas comparaciones entre ambos. Todos tenemos hermanos pequeños, que por razones que sean, siempre te quitan tus cosas: los zapatos, los juguetes... No tiene sentido. Pero con el tiempo eso es amor. Es por la admiración que tienen por sus hermanos mayores. Es por todos los detalles que muestran. Me escribía mensajes por la noche, de madrugada. Me hablaba de cualquier cosa. Para mí, Kobe era una inspiración de lo que debía ser un jugador de baloncesto. Era el mejor jugador que podía ser y yo quería ser para él el mejor hermano mayor que podía ser. Habría que poner las charlas, las llamadas de medianoche, las preguntas tontas. Hablábamos de negocios, de familia, de todo. Él sólo quería ser un jugador mejor, una persona mejor. Era un grano en el culo, pero era Kobe. No puedo esperar a llegar a casa para abrazar a mis hijas. Eso me enseñó. A aprender a querer a los más cercanos. A Vanessa, Bianka, Natalia y Capri, os tenemos en el corazón y os tendremos muy cerca". Ese fue el adiós de Michael Jordan, el adiós de la NBA a un mito que se había marchado, de una forma que todavía parece irreal, el 26 de enero de 2020. En un maldito accidente de helicóptero en Calabasas.
Quién era realmente Kobe Bean Bryant, el chico nacido en Philadelphia (23/08/1978) al que sus padres llamaron así después de descubrir fascinados la ternera de Kobe. ¿Ángel o demonio? Probablemente ángel y demonio. Desde luego, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos y también uno de los más polarizadores. A Kobe, en un recuento rápido, se le llamó: egoísta, chupón, mal compañero, mal líder, psicópata y, la traca para el final, jugador sobrevalorado. Pero, es el reverso de la misma moneda, de Kobe también se dijo que era el mejor jugador de siempre; O como mínimo que era el mejor escolta por delante… de Michael Jordan, al que finalmente superó para convertirse en (ahora, recién superado por LeBron James) el cuarto máximo anotador de todos los tiempos en la NBA. Temperaturas extremas que dejan poco espacio a los climas templados: ángel o demonio, ángel y demonio.
Máximos anotadores de la NBA
Puesto | Jugador | Pts | PJ | PPP |
1 | Kareem Abdul-Jabbar | 38.387 | 1.560 | 24.6 |
2 | Karl Malone | 36.928 | 1.476 | 25.0 |
3 | LeBron James | 34.648 | 1.282 | 27.0 |
4 | Kobe Bryant | 33.643 | 1.346 | 25.0 |
5 | Michael Jordan | 32.292 | 1.072 | 30.1 |
6 | Dirk Nowitzki | 31.560 | 1.522 | 20.7 |
7 | Wilt Chamberlain | 31.419 | 1.045 | 30.1 |
8 | Shaquille O'Neal | 28.596 | 1.207 | 23.7 |
9 | Moses Malone | 27.409 | 1.329 | 20.6 |
10 | Elvin Hayes | 27.313 | 1.303 | 21.0 |
Siempre fue difícil trazar el término medio de un jugador que no lo tenía, ni en la cancha ni fuera de ella. En sus palabras: "No tengo ningún tipo de filtro, no me cuesta nada decirle a cualquiera lo que pienso de él. No soy el tipo más paciente que te puedas encontrar". Era difícil separar a la persona del personaje: "Si me ves peleando con un oso, reza por el oso". Y resultaba desde luego delicado medir si la alargada sombra de Michael Jordan le terminó haciendo bien o mal. Como mínimo ha habido tipos que le dieron una vuelta interesante a ese calcetín. Esta vez habla Doc Rivers: "El hecho de seguir los pasos de Michael hace que seguramente no reciba todo el reconocimiento que merece. Pero es un jugador increíble. Lo que hace está a otro nivel".
Lo intentas todo en defensa y él sigue metiendo tiros. Y sigue, y sigue…
Doc Rivers
He pensado sobre ello. Mucho: soy de los Lakers y de Kobe Bryant. Muy de los Lakers y muy de Kobe Bryant. En mi quinteto histórico el escolta sería él, no Jordan. Y que nadie lea lo que no he escrito. No digo que fuera mejor sino que lo elegiría antes en mi quinteto histórico. Entiendo unas cuantas de las críticas que recibía y hasta he compartido algunas. En cuanto a su carácter y sus formas y más allá de los prejuicios que provoca su estilo, otra vez jugando y sin jugar. Y asumo que era uno de esos deportistas/héroes/fenómenos de masas cuya legión de seguidores incluye un porcentaje de opinadores enfebrecidos y disparatados que volvían muchas lenguas contra él. A veces se atacaba a Kobe para atacar al kobismo. Hay muchos casos similares. Pero también creo que muchas críticas eran recurrentes, guionizadas entre la idea preconcebida, la asunción de la parte por el todo y el cacareo de los lugares comunes. Y que, mal de gigantes, las cosas extraordinarias que hacen los tipos extraordinarios acaban pareciéndonos rutina y su dimensión no se reevalúa hasta que no quedan, ahora empezaremos a darnos cuenta de verdad, a nuestra espalda. Se me ocurre que ha podido pasar en los últimos años con Federer o Messi, incluso con LeBron James. No tanto como los que exponen de forma mucho menos cotidiana sus hazañas, por ejemplo Bolt o Phelps. Como hacen cualquier día y casi silbando lo que otros hacen una vez en la vida, se tiende a valorarles finalmente sólo lo que ellos hacen una vez en su vida. Parece un trabalenguas pero el mejor ejemplo son los 81 puntos de Kobe Bryant en aquel partido ante Toronto Raptors aquel día de enero de 2006.
Veinte años de carrera, tantos números y tantas historias, una vida, requieren como mínimo una relectura calmada sobre el camino y la obra del jugador del que Lamar Odom dijo que Dios había puesto en la tierra para que todos le viéramos jugar. La carrera de Kobe no fue desde luego un queso Gruyere pero tiene agujeros, como todas. Algunos agrandados por el reverso tenebroso de la leyenda, otros ponderados de forma irregular y algunos curiosamente olvidados.
Al final del camino, un debate sobre egoísmo y colectividad que impregnó toda la carrera de Kobe, en gran medida una escalada egomaníaca que supo modular Phil Jackson con la retórica zen que también reajustó, hasta en eso hay vasos comunicantes, a Michael Jordan. Va en el carácter: en su segunda temporada (1997-98) Kobe se convirtió por aclamación popular en el titular más joven en la historia de los All Star. Como siempre sintió que todo lo que le rodeaba estaba dispuesto para que él lo cogiera, como un escenario coreografiado, aquel día tiró más (6/17) que Garnett y Malone juntos (8/15). Y se quitó de delante para marcar a Jordan al propio Malone, que dijo después que ya lo interesaban esos partidos "en los que los jovencitos le mandaban apartarse".
Si entra en racha, no hay forma humana de pararle. Es imposible
Jalen Rose
Según pasaron las temporadas fue acabándose la extraordinaria capacidad atlética que tenía entonces pero a cambio se fue modulando aquella hambruna bizarra y necesaria para sobrevivir en un ecosistema creado para devorar jóvenes promesas. Sin una fe en sí mismo que iba más allá del sentido común quizá Kobe no habría sobrevivido a las expectativas, a los demás y a sí mismo. Y no habría decidido saltar directamente de Lower Marion a la NBA desoyendo los cantos de sirena de Duke o la North Carolina en la que había jugado… Michael Jordan.
Cuando sus padres todavía firmaban sus contratos porque estaba por debajo de la edad legal, el planeta baloncesto ya tenía su mirada fija sobre él. Es el tipo de presión y escrutinio que destruye carreras de altísimas miras. Demasiado pronto. Así que conviene analizar el carácter de las jóvenes pirañas pero también el ecosistema de las peceras que creamos para ellas. Bryant fue el jugador más joven en debutar en la NBA (18 años y 72 días: después le superaron Jermaine O’Neal y Andrew Bynum) y sigue siendo el más joven en estrenarse como titular (18 años, 158 días). Tardó tres partidos en anotar su primera canasta pero no terminó su año rookie sin meterse en el despacho de Del Harris para pedirle más jugadas diseñadas para él. Por entonces ya había lidiado con el olor a chamusquina que provocaba entre los veteranos. Veían peligrar tanto su puesto en el quinteto (Van Exel) como la primera plana de la franquicia (Shaquille O'Neal llegó a decir que él no iba a ser “la canguro de nadie”). Y con las boutades calculadas de su agente, un Arn Tellen que ya había aireado que si había "un jugador que pudiera acercarse a Michael Jordan ese era Kobe Bryant". Por la trituradora de la metáfora Jordan pasaron en su carrera con menos suerte, por unas u otras cosas, Vince Carter, Tracy McGrady, Jerry Stackhouse o Grant Hill. Nadie se acercó tanto y Michael Jordan selló el debate: "Veo mucho de mi forma de jugar cuando veo los partidos de Kobe Bryant".
La verdadera fotocopia del mito, extraída de semejante nómina de aspirantes (jóvenes Prometeos), se gestaba cuando el mundo todavía miraba hacia otro lado. Los Lakers le probaron antes del draft de 1996 lanzándole a jugar contra un referente de la franquicia como Michael Cooper, que a los pocos minutos se lo dejó claro a Jerry West: "Es mejor que cualquiera de los que tenemos ahora en el equipo". El destino estaba escrito pero había que darle un empujón. West acordó con los Hornets el intercambio de Vlade Divac por un número 13 del sorteo que fue Kobe Bryant aunque los Lakers no se lo dijeron a los de Carolina hasta cinco minutos antes de su turno de elección. En secreto y anticipándose a todos, los Lakers habían trasladado armamento nuclear de Lower Merion (Pennsylvania) a Los Ángeles.
No hay nadie capaz de defenderle, ni un solo jugador en la NBA
Byron Scott
Así que para convertirse en lo que fue el Kobe de los siguientes dieciocho años en la NBA había que haber sido el Kobe de los dos primeros años en la NBA. Al menos en cuanto al equipamiento psicológico básico. Del mismo modo que un cierto grado de sociopatía y canibalismo competitivo (más acentuados en Kobe que en otros) son necesarios para seguir con el hambre intacta a medida que se van acumulando lustros de carrera, reconocimientos, decenas de millones en el banco y magulladuras por todo el cuerpo. Kobe, como Duncan o Garnett, son un ejemplo para muchos, y pienso en tantas y tantas implosiones demasiado tempranas de los egos.
En su espantada/paréntesis de L.A. (18 junio 2004-15 junio 2005), Phil Jackson definió a Kobe Bryant como un jugador "imposible de entrenar" en aquella catarsis en formato libro que fue "The Last Season". Pero ribeteó su regreso con un "si vuelvo a entrenar a este equipo es porque Kobe Bryant sigue en él" y acabó asegurando que Kobe era el mejor jugador de la tierra durante el tramo de los dos últimos anillos. Cuarto y quinto para el escolta, décimo y undécimo para el entrenador.
De aquella pesadilla de 2004, el Payton-Kobe-Malone-Shaquille que quedó como un sueño suspendido y distópico, salió un Kobe Bryant propulsado al lado oscuro. Más de 46 minutos por noche en la final maldita ante los Pistons con un infame 17% en triples y, en cinco partidos, apenas 22 asistencias por 18 pérdidas. La rivalidad Bryant-Shaquille, hasta ahí llegó el equilibrio entre machos alfa, acabó con Kobe casi fuera de los Lakers y con Shaquille fuera de los Lakers. Y con una guerra no siempre fría de egos que tuvo a los medios de comunicación felices y a la NBA atrincherada durante unos años que al fin y al cabo acabaron en intercambio de halagos, asunciones de culpa, abrazos y el MVP compartido del All Star 2009 como armisticio con sabor a blockbuster hollywoodiense.
Pau Gasol, con el que en España se quiso montar una fricción transatlántica de una sola dirección, habla maravillas de un jugador que le llama hermano, le defendió a dentelladas en sus valles mediáticos de los últimos años y le consideró una de las pocas razones para firmar un nuevo y último contrato en los Lakers que finalmente no llegó. En la liga, y el Team USA de Londres posicionó su jerarquía espiritual entre las nuevas y grandes estrellas, Bryant se returñi como un jugador respetado y admirado: su tour de despedida queda como testimonio. Kevin Durant le señaló como el mejor de la historia y un amigo al que llamaba a cualquier hora de la noche para resolver crisis de su supersónica fase de crecimiento. Phil Jackson, otra vez, bendijo al último Kobe: "Ha aprendido a ser el tipo de líder que la sus compañeros quieren seguir".
Su trayectoria
- 5 anillos de campeón de la NBA
- 2 MVP de las finales
- 1 MVP de la Temporada Regular
- 18 veces All Star
- 4 veces MVP del All Star
- 11 veces en el Mejor Equipo de la temporada
- 9 veces en el Mejor Equipo Defensivo de la temporada
- 2 Oros Olímpicos
- Cuarto máximo anotador de la historia de la NBA
- Tercer máximo anotador de la historia de los playoffs
- Máximo anotador de la historia del All Star
- Máximo anotador de la historia de los Lakers
- 17 veces Mejor Jugador del Mes en la NBA
- 33 veces Mejor Jugador de la Semana en la NBA
Tampoco se puede cuestionar el amor de Kobe Bryant por los Lakers y es una cuestión más de lógica que de hacer sonetos: pasó allí 20 años, una vida. Y no se puede por mucho que en ese tiempo hubiera dos sonados amagos de ruptura. Primero el flirteo con los Clippers que acompañó a su divorcio con Shaquille y que acabó con la firma de una ampliación por siete años y 136 millones… al día siguiente del traspaso de Shaq. Y la zozobra de 2007, con los Bulls al final del pasillo, tras los ha dicho pero no ha dicho pero quizá haya querido decir que precedieron a la entrevista con Stephen A. Smith en la que pronunció el infame "I want to be traded" (quiero que me traspasen). Tres horas después anunció que había hablado con Phil Jackson y que seguiría en Los Angeles.
No hay nadie con más talento. Es capaz de cualquier cosa
Alonzo Mourning
En realidad su peor momento, su ascenso temporal al trono de gran villano oficial de la NBA, se hilvanó en el tramo central entre los primeros tres anillos y los dos últimos, entre el Kobe al que se le perdonaba por joven y el Kobe que aprendió a hacerse perdonar. Al menos un poco. Como eje, el paso por el purgatorio que fue la denuncia por ataque sexual (verano de 2003) de una trabajadora del hotel The Dodge And Spa At Cordillera, en Colorado. Un asunto resuelto muy de aquella manera y que coincidió con los años en los que unos Lakers de perfil bajo retrataron al Kobe, entra la obligación y la vocación, más individualista. De todo ese trance personal y deportivo emergió el Kobe definitivo. Sobrevivió al temporal que en gran parte había provocado con la rehabilitación deportiva y la reinserción mediática. Después de ese valle que pudo hundirle en la sombra, llegaron dos anillos, su único MVP de Regular Season, tres extensiones millonarias más con los Lakers y contratos con Nike, Spalding o Coca-Cola. Kobe había aprendido a sobrevivir a tantas cosas que supo hacer la más difícil: sobrevivir a Kobe.
La fama de individualista estaba tan bien ganada como exagerada hasta la parodia: había memes de Kobe diciendo a un compañero "¿que te la pase? ¡coge el maldito rebote de ataque!". El Kobe jugador era así y el Kobe personaje acabó haciendo de ello bandera, entre la retranca que da la experiencia y la retórica bélica que le define: "Mi puesto es shooting guard, lleva en su nombre la palabra shoot: tirar. Así que no voy a dejar de hacerlo". Kobe ganó una tonelada de partidos en volúmenes de tiro muy poco razonables. Aunque también los perdió, especialmente en los últimos tiempos y cuando no supo asumir una más saludable modulación de su estilo y sus números. Los jugadores como él a veces desconectan a sus compañeros pero muchas otras les salvan (les salvaban…). Son ceros en sus cheques muchas veces, un vórtice que se los lleva por delante otras. Desde luego su saldo final fue positivo en el paradigma tirador/metedor más allá de estas últimas campañas y de extravagancias exóticas como la de la temporada 2005-06, en la que anotó la barbaridad de 35,4 puntos por partido… y lanzó la barbaridad de 27 tiros por noche. El resultado de cruzar a un Kobe muy enfadado y todavía a toda máquina en lo físico con un equipo fantasmal en el que formaba quinteto con Parker, Odom, Cook y Kwame Brown.
Es el modelo para cualquier jugador joven que llega a la NBA. Cada año ha ido aprendiendo y mejorando para ser mejor jugador
Larry Brown
El cuerpo de Kobe Bryant era un mapa topográfico que recorría dos décadas de batallas, ganadas y perdidas, y constante exigencia extrema. Tuvo que probar tratamientos experimentales para las rodillas y jugó con lesiones de tobillo o con fracturas en dedos de la mano de tiro. Una pelea contra todo en la que sólo el tiempo le aguantó el pulso primero y combó su voluntad de hierro después: "Siento dudas e inseguridad. Tengo miedo a fracasar. Ahora hay noches en las que salgo a la pista y me duele las espalda, me duelen los pies, las rodillas… Me dan escalofríos. No sé ni cómo voy a recuperarme de esta lesión pero mi intención es lograrlo. Es el último capítulo, sé que mi libro se está cerrando. Sólo me queda por averiguar cómo van a ser las últimas páginas".
Se pone a meter tiros que parecen mal seleccionados pero entonces empieza a meterlos… Es muy difícil defenderle
Chris Bosh
Las últimas páginas, que ya tienen punto y final, se empezaron a escribir cuando se rompió el talón de Aquiles el 13 de abril de 2013. Sobre un pie anotó dos tiros libres que ayudaron a que una temporada de pesadilla acabara al menos en playoffs y se fue para jugar en la siguiente sólo seis partidos entre el 8 y el 17 de diciembre. En el cuarto sumó 21 puntos, 7 rebotes y 8 asistencias, en el sexto se rompió para el resto de la temporada: primero la tibia, después la rodilla. El tiempo cobrando cheques atrasados, el penúltimo pagaré de un libro que efectivamente se ha cerrado. Pero que lo hizo siendo un tomo monumental de la historia de la NBA.
Kobe comenzó su última temporada con 37 años. Ese final de trayecto recorrido por la gatera parecía una opción tan lógica que quizá por eso mismo no era conveniente apostar contra Kobe. No mucho dinero al menos. Rostro y diana de todos los males de los últimos Lakers, con el anuncio de su adiós se volvió a convertir, ya el jugador de la mano del exjugador, en la única certeza inamovible en unos Lakers irreconocibles a los que se les está había oxidado hasta la mística. Hablamos de la franquicia, recuerdo por si hiciera falta, de Magic Johnson, James Worthy, Kareem Abdul-Jabbar, Wilt Chamberlain, Elgin Baylor, Jerry West, Gail Goodrich, Jamaal Wilkes, Shaquille O'Neal y, ahora, LeBron James.
En definitiva, muy pocos jugaron mejor y nadie jugó más de púrpura y oro que Kobe Bryant. A lo largo de 20 temporadas y en unos números que no distinguen noches buenas de malas ni salud de enfermedad, promedió 25 puntos, 5,2 rebotes, 4,7 asistencias y 1,4 robos por partido. Una tabla calcada con precisión robótica en las eliminatorias por el título, cuando las defensas hacen crujir los huesos y el balón abrasa las manos: 25,6, 5,1, 4,7 y 1,4. Los mejores entrenadores del mundo, buena parte de ellos entre los mejores de la historia, lanzaban sistemas defensivos de toda clase contra él y casi todos reconocían que había días, esos días, en los que podrías lanzarle una manada de gorilas: no le detendrías. En el quinto partido de la primera ronda de 2012 desató 43 puntos sobre los Nuggets de George Karl. Denver ganó ese partido pero perdió la serie. Y Karl hizo esta reflexión: "Hay jugadores que son especiales por su deseo inquebrantable de ganarte. Kobe puede tener días malos, puede a veces obcecarse por ser egoísta… pero ese deseo que tiene de derrotarte es tan poderoso… En los últimos cuartos igualados se siente capaz de todo, no tiene miedo a nada. Ni a las mejores defensas colectivas o individuales, ni a dobles o triples marcajes… ¿Veis los tiros que mete? Por favor… ¿Qué se supone que se puede hacer contra eso? Nada, sólo decir 'bueno, lo ha vuelto a hacer'. Es un ganador, porque hay una diferencia entre jugadores con talento y jugadores ganadores".
Kobe Bryant es mi héroe
Shaquille O’Neal
Todo lo que se dice de Kobe, y más ahora que se ha ido de una forma incomprensible, no se dice sólo por los cinco anillos y no se dice desde luego porque un día metió 81 puntos o porque ha anotado más que Michael Jordan. Los hitos son apenas puntos cardinales, referencias temporales de una trayectoria en la que ha sucedido todo esto:
Entre 2000 y 2013, Kobe estuvo siempre en el top ten de la liga en anotación, y en ocho de esas trece temporadas también figuró entre los tres primeros. Cuando anotó 81 puntos ante Toronto Raptors el 22 de enero de 2006, se puso detrás de los 100 puntos de Chamberlain en anotación en un partido y también en medio: 55. El mítico pívot, en su día un gigante entre hombres, es la última frontera de muchos de los récords de Kobe, lo que demuestra que sus cifras pertenecían en muchos casos a otro tiempo, a otro baloncesto. En la temporada 2006-07 (en la que batió su récord de tiros de campo: 1.757) firmó diez partidos anotando 50 o más puntos. Otra vez, algo que sólo había conseguido Chamberlain… en la era jurásica: 45 partidos en la 1961-62, 30 en la 1962-63.
Me encanta jugar contra él. Siempre quieres enfrentarte a los mejores y el mejor del mundo es él. Va e encontrar la forma de ganar el partido sea como sea. En eso me recuerda a Jordan
LeBron James
Sus topes personales en un partido son 81 puntos (claro), 50 tiros a canasta (en su último partido como profesional, ante Utah Jazz), 16 rebotes, 15 asistencias, 7 robos, 5 tapones, 54 minutos, 23 tiros libres anotados, 27 tiros libres intentados… Superó dos veces los 30 puntos en un solo cuarto, anotó seis veces 60 o más puntos; 25 veces 50 o más, 116 veces 40 o más, le metió al menos una vez 40 puntos a todas las franquicias de la NBA… Fue en su momento el más joven en alcanzar cada cifra redonda de anotación entre los 23.000 puntos y los 31.000. Y sigue siendo el único jugador que ha metido 600 puntos en tres playoffs seguidos (2008-2010). Entre el 16 y el 23 de marzo de 2007, Kobe firmó cuatro partidos seguidos con más de 50 puntos, la segunda mejor marca de siempre por detrás de… sí, Wilt Chamberlain (siete). Entre el 6 y el 23 de febrero de 2003 enlazó nueve partidos seguidos con 40 ó más: los mismos que Michael Jordan. Chamberlain llegó dos veces hasta los catorce.
Ahora que ha anochecido, es difícil no recordar con absoluta admiración noches que quedan suspendidas en nuestras retinas como la prueba de que los jugadores especiales pasan pero la estela de sus hazañas permanece. Quizá el icono del primer Kobe sea aquel game 7 de la final del Oeste de 2.000 contra los Blazers de Rasheed, Pippen y Sabonis. Con 21 años, comandó la furiosa remontada laker en ruta hacia el primer anillo desde 1.988 (31-13 en el último cuarto para el 89-84 final) con 25 puntos, 11 rebotes, 7 asistencias, 4 tapones y el ya icónico alley-oop a Shaquille que selló el triunfo y que ahora recordamos como la imagen que definió una era, la que inició una dinastía.
Después, en el segundo partido de la final ante Indiana, se torció el tobillo al caer tras una suspensión sobre el pie de un Jalen Rose que doce años después reconoció haberle lesionado a propósito. Se perdió ese partido y el tercero pero decidió el cuarto, resuelto en la prórroga (118-120) y con Shaquille en el banquillo con seis faltas (y 36 puntos y 21 rebotes...). Kobe anotó 22 puntos en el segundo tiempo, los últimos en la canasta de la victoria.
Un años después, los Lakers pasan como un vendaval por los playoffs de 2001 (15 victorias, una derrota) con 29,4 puntos, 7,3 rebotes y 6,1 asistencias por partido de un Kobe al que Shaquille (más de 30 puntos y 15 rebotes por noche) bautiza como "el mejor jugador de la NBA". En la temporada 2002-03 atraviesa febrero en un trance celestial literalmente asombroso: 40,6 puntos, 6,9 rebotes, 5,9 asistencias y 2,2 robos por partido. Incluso en la siguiente temporada, la que termina con la desaparición en la final ante los Pistons, hay algún recuerdo colosal que aterriza a vuelapluma: en el último partido de la temporada los Lakers aseguran el título del Pacífico con un partido de 37 puntos y 8 rebotes de un Kobe que anotó el triple que forzó la prórroga y el que decidió el triunfo en el segundo tiempo extra.
Desde luego, el partido de los 81 puntos no fue el gran partido de Kobe, sólo un descomunal mordisco a la historia. En esa misma temporada 2005-06 anotó veintisiete veces más de 40 puntos. El 20 de diciembre fundió a los Mavericks con 62 puntos en tres cuartos en los que dominaba a todos el equipo rival (62-61), lo única vez que ha sucedido algo semejante desde que existe el reloj de tiro.
El casi perfecto plan de persecución de Michael Jordan quedó congelado en el tope de los cinco anillos. Diversos extravíos alejaron el sexto mientras la NBA redibujaba su mapa de poder y la Mamba Negra lidiaba con los achaques de la edad. Los reales y los que imaginaban los demás: en 2010 ESPN le rebajó hasta el séptimo puesto en su ránking de mejores jugadores de la liga. Su respuesta fue batir el récord de puntos de un jugador en decimosexta temporada: 48 a Utah Jazz. "No está mal para el séptimo de la liga", dijo camino de los tres siguientes partidos: 40, 42 y 42 puntos. No había que apostar contra Kobe. No demasiado dinero.
Acabará siendo considerado el mejor de la historia. Su mentalidad, su estilo… No se conforma con ganarte, tiene que machacarte, darte la última puñalada. Ese es un viejo arte que se está perdiendo en la NBA
Mark Jackson
La montaña megalítica de datos no esconde detrás de ella a un jugador superdotado: lo encumbra. Uno de los mejores de siempre más allá del tacto con el que hay que enhebrar posiciones y épocas. Es difícil compara a Kobe con Chamberlain, Russell o Abdul-Jabbar... pero no lo es tanto hacerlo con Michael Jordan. Los dos escoltas, los dos mejores de siempre y los dos solapados en el tiempo. Kobe vivió para lo bueno y para lo malo colgado de esa comparación que no deja de ser la búsqueda eterna del jugador perfecto. Cada año, durante unos cuantos, más parecido en estilo y números pero finalmente por detrás de His Airness en todos los medidores objetivos. Jordan fue competitivamente impenetrable en tramos más concentrados y estancos de su carrera: quince años a pesar de un par de retiradas tentativas e incluyendo el periplo final en Washington. Para mí Kobe está por delante desde un punto de vista puramente subjetivo, emocional. Pero ambos están también por detrás de Magic Johnson.
Kobe perdió finalmente en el debate con Jordan pero consiguió que existiera el debate y que se pudiera sostener (al menos durante algunos años) con cierta legitimidad. Un trecho al que nunca se acercaron otros llamados a heredar la corona. Los ingredientes iban en el código genético pero la receta se fue cocinando a fuego lento y a través de 20 años de trabajo infatigable y sin excusas. En cada ciudad a la que llegaban los Lakers había una habitación de hotel acondicionada para que Kobe Bryant entrenara. Cuidados escrupulosos los 365 días del año, estudio científico del juego. Esa es la pasta de la que están hechos Kobe, Tim Duncan o Kevin Garnett. Y eso les ha apartado del resto en términos de longevidad y competitividad. Precisamente lo mismo que, al menos, fue acercando a Kobe a la alargada sombra de Michael Jordan. No olvidemos lo que dijo George Orwell: "Todos somos iguales menos algunos que somos más iguales que otros".
DESCANSA EN PAZ, KOBE BEAN BRYANT
Si tuvieras que hacer un equipo a partir de un jugador, sería él. Es imposible de defender y es casi imposible anotar contra él cuando se pone a defender
Nate McMillan
La NBA no tuvo que esperar a encontrar a un digno sucesor de Michael Jordan. En 1996 Los Angeles Lakers se llevaron a Kobe Bryant en un movimiento que devolvió la gloria y el esplendor a los de oro y púrpura. El escolta va a ser considerado como uno de los mejores de la historia de forma unánime y sobran los motivos. Kobe Bryant disputó 20 temporadas en Los Ángeles Lakers de la NBA consiguiendo 5 anillos de campeón.
Se retiró de las canchas en 2016 y sus números 8 y 24 fueron retirados de la mítica franquicia. Durante su carrera, ha sido una vez MVP de la temporada, dos veces MVP de las Finales, 18 veces All Star y dos veces máximo anotador, además de dos veces campeón olímpico, venciendo en ambas ocasiones a España en la final. Este año iba a ser incluido en el Hall of Fame.
La noticia del fallecimiento de Kobe Bryant ha afectado a muchísima gente dentro y fuera del mundo del deporte, pero los aficionados de Los Angeles Lakers fueron sin duda unos de los que les ha tocado más de cerca. El exjugador estuvo toda su carrera en la franquicia angelina, con la que consiguió cinco anillos de campeón de la NBA, dos MVPs de las Finales, uno de temporada regular, fue 18 veces all star y consiguió 33.643 puntos (cuarto de la historia).
"Devastado... mi hermano mayor... no puedo, simplemente no puedo creerlo".
Pau Gasol"Mi amigo, una leyenda, esposo, padre, hijo, hermano, ganador del Oscar y el mejor Laker de todos los tiempos se ha ido. Es difícil de aceptar. Kobe era un líder de nuestro juego, un mentor para jugadores masculinos y femeninos".
Magic Johnson"La mayoría de la gente recordará a Kobe como el magnífico atleta que inspiró a toda una generación de jugadores de baloncesto. Pero siempre lo recordaré como un hombre que era mucho más que un atleta".
Kareem Abdul-Jabbar"Estoy en shock por la trágica noticia de la muerte de Kobe y Gianna. Las palabras no pueden describir el dolor que siento. Amé a Kobe fue como un hermano pequeño para mi. Hablábamos a menudo, y echaré mucho de menos esas conversaciones. Él era un fiero competidor, uno de los más grande del deporte y una fuerza creativa".
Michael JordanComo no podía ser de otra forma, los seguidores de los Lakers fueron los primeros en mostrar sus respetos hacia una de las grandes leyendas de la franquicia y de forma improvisada crearon un memorial para honrar su vida y su carrera en las inmediaciones del Staples Center. Apenas media hora después de que la noticia se hiciese pública, ya se podían ver coronas de flores y a decenas de personas primero, que luego se convirtieron en centenares, acercándose a lugar donde los Lakers disputan sus partidos como local para recordar a Kobe.
La noticia tuvo una gran repercusión en los medios de todo el planeta. Muchas de las principales cabeceras cedieron todo el espacio de sus portadas a la triste noticia a modo de homenaje a un jugador que ha trascendido las canchas de baloncesto. Globales fueron también los mensajes de condolencia, que llegaron desde todos los puntos del planeta, tanto de gente corriente que simplemente quería expresar su tristeza, como de personalidades y leyendas del deporte. El mundo entero se despidió emocionado de la leyenda, Kobe Bryant.
Además de un astro del baloncesto, Bryant era un hombre con numerosas inquietudes, y una de ellas le valió nada más y nada menos que un Oscar en 2018 por el corto 'Dear Basketball'. La película, de cinco minutos de duración, revive con imágenes la carta con la que el ex de los Lakers anunció su retirada en 2015. El cortometraje comienza en su niñez, cuando vivía en Italia (su padre jugaba allí) y veía, en sus VHS, vídeos de la NBA soñando con que algún día pudiera jugar en la mejor Liga del mundo.
Bryant se encargó de escribir la obra y su socio Glen Keane llevó a cabo el proceso de animación. "A la hora de escribir, tienes que lograr una conexión profunda contigo mismo para entender los temores e inseguridades que poseas. Así puedes comunicarlos mejor", aseguró. Se trata de un poema animado basado en la carta de despedida de Bryant como jugador de baloncesto que publicó en la web "The Players' Tribune" en noviembre de 2015. Bryant y Keane contaron con la participación del maestro John Williams para crear la música de ese trabajo.