El sueño de Pekín 2008: cuando la España de Pau Gasol desafió al gran coloso americano
El sueño de Pekín 2008: cuando la España de Pau Gasol desafió al gran coloso americano

REPORTAJE ESPECIAL

El sueño de Pekín 2008: cuando la España de Pau Gasol desafió al gran coloso americano

Un 24 de agosto y en Pekín, se jugó el que para muchos es el mejor partido de baloncesto FIBA: la final olímpica entre España y Estados Unidos.

1.- Los Juegos Olímpicos del baloncesto españolRespuesta

2.- Los 12 de la gran España: un equipo irrepetibleRespuesta

3.- La nueva Estados Unidos, el imperio contratacaRespuesta

4.- Los doce de EE UU: a la derecha del Dream TeamRespuesta

5.- Pekín y el legado inmortal de Kobe BryantRespuesta

6.- La final: memorias del WukesongRespuesta

Han pasado doce años ya y la tentación es, todavía, frotarse los ojos al recordarlo. Fue épico, quijotesco; fue tan irreal que estuvo a punto de suceder. Fue el 24 de agosto de 2008, en el Wukesong Indoor Stadium y en el mejor escenario posible, la final de unos Juegos Olímpicos.

En lo que en horario peninsular fue una mañana inolvidable, una deslumbrante Estados Unidos, con un equipo de ensueño, se llevó el oro (118-107) ante una España desatada, vigente y orgullosa campeona del mundo y dirigida por Aíto García Reneses. Era un Team USA de absoluto lujo, lo más parecido hasta entonces al Dream Team de Barcelona 92. El Redeem Team (el equipio de la redención) puesto en marcha para borrar los sacrilegios de casi una década de desastre; el mayor, el de Atenas 2004. Una selección llena de leyendas y dirigida por otra, Mike Krzyzewski. Coach K. Que cuatro años después volvió a sufrir contra España en otro partido tremendo, la final de Londres 2012; y que también vio como la Selección, su gran rival durante casi una década, se lo ponía duro en las semifinales de Brasil 2016. Pero nada, en el imaginario del aficionado español, como aquella final de 2008, una colisión que para muchos quedó como el mejor partido que jamás se había jugado en competiciones FIBA. Y, desde luego, la vez que más cerca tuvo España en los torneos olímpicos al gigante americano, que no respiró hasta los últimos instantes y después de una aparición deslumbrante de Kobe Bryant. Una leyenda para cerrar un partido de leyenda.

Los dos equipos, al acabar el partido
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Estados Unidos celebra el oro y España hace piña tras jugar un partido formidable en la legendaria final de Pekín 2008.

España acabó el torneo olímpico con un 6-2 total, sus dos derrotas frente a EE UU (en la primera fase sin discusión: 119-82). Anotó 86 puntos de media y solo encajó 79. Los estadounidenses no perdieron (8-0) y dejaron 106,2 de anotación media y 78,4 puntos en contra por partido. El equipo español, con Aíto como puente hacia la era Scariolo, mantenía a diez campeones del Mundo de Saitama 2006 y a ocho jugadores que ya estaban o irían a la NBA. Era el apogeo de la generación de los Júniors de Oro, el grupo liderado por Juan Carlos Navarro y Pau Gasol que gobernó el baloncesto europeo y retó como pocos se han atrevido a las estrellas estadounidenses de la NBA. Una España mítica, una de las grandes selecciones de la historia, ante un Team USA deslumbrante (con once all stars y dos MVP de la NBA), con cuentas pendientes y un colmillo más retorcido (pura necesidad) que el legendario equipo de Barcelona 92.

Hubo un nivel de juego extraordinario, polémica arbitral, defensas al límite, igualdad extrema (España estuvo a dos puntos avanzado el último cuarto) y un volumen de talento histórico desencadenado en los dos equipos: bombas de Navarro, triples de Rudy, canastas en la zona de Pau Gasol, vuelos de Dwyane Wade, penetraciones de LeBron, puñales decisivos de Kobe Bryant, pases imposibles de Chris Paul… fue un partido de leyenda, un oro que Estados Unidos valoró como nunca después de ocho años de pesadilla… y de sufrir lo indecible ante una España rebelde y colosal: gigante. Una que ganó la plata pero fue de oro en el, para muchos, mejor partido de la historia del baoncesto de selecciones.

Los Juegos Olímpicos del baloncesto español

Los Juegos del baloncesto español, escribía nuestro enviado especial Juan Jiménez en el estreno olímpico de la Selección en el Wukesong de Pekín. España aterrizó en China un 5 de agosto tras un viaje maratoniano de más de 24 horas. Faltaban cinco días para su debut olímpico ante Grecia y en el ambiente se notaba que estos podían ser sus Juegos. Los motivos eran varios: a sus 28 años, la generación de los Júniors de Oro (Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Raúl López, Felipe Reyes, Berni Rodríguez...) estaba en plena madurez y las piezas externas habían encajado a la perfección en un proyecto que ya sabía lo que era subir a lo más alto de un podio intercontinental. El veterano Carlos Jiménez, a sus 32 años, daba algo de calma (y cordura) a un equipo que presumía, sobre todo,de juventud y talento.

Un equipo capaz de todo. A Aíto no le tembló el pulso al darle la alternativa en el Joventut a un jovencísimo Ricky Rubio (aún no había cumplido los 15 años cuando jugó con la Penya su primer partido de la Liga Endesa) y tampoco le tembló a la hora de convertirlo en el tercer estreno más precoz en la historia de la Selección española (sólo Carlos Sevillano y Juan Antonio Corbalán debutaron antes que él). Y, la verdad, tampoco fue un estreno al uso para un chaval de 17 años porque, con Calderón lesionado en cuartos frente a Croacia y Raúl López con un papel muchísimo más secundario, a Ricky le tocó dar el callo en las semifinales ante Lituania y la gran final frente a Estados Unidos. Un talento precoz que asombró en un Wukesong, en el que once años después se convertiría en campeón del mundopor primera vez. Y con todos los honores, como MVP del campeonato.

España, tras derrotar a China.
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España celebra el triunfo logrado ante la anfitriona, China, el 12 de agosto, todavía en la fase de grupos y antes de los cruces.

Pero una década antes de que ocurriera aquello, logró allí otro reconocimiento, el de convertirse en el más joven en colgarse una medalla en la historia del baloncesto olímpico por delante del soviético Vladimir Tkachenko.“Yo no miro el DNI”, repetía una y otra vez el base, que se hizo mayor a toda velocidad en aquellos Juegos. Pero en aquel equipo de ensueño también estaban dos jovencísimos Rudy Fernández y Marc Gasol, con 23 años recién cumplidos cada uno. Los dos habían decidido, además, marcharse a la NBA tras esos Juegos porque parecía que a ambos se les había quedado España pequeña. Marc cruzó el charco como MVP indiscutible de la Liga Endesa tras once jornadas de la fase regular como el mejor y sólo Rudy pudo discutirle al mediano de los Gasol su hegemonía en el baloncesto español aquel año. Pero decíamos que los motivos eran varios porque en Pekín no sólo coincidió, posiblemente, la Selección con más talento de la historia del baloncesto español, sino que además ésta llegaba como flamante campeona del mundo.

Saitama 2006 fue la consagración para una generación que subió a lo más alto del podio en Japón, pero que lo hizo con una espinita clavada. Atenas 2004 fue un auténtico mazazo para un equipo que se despidió de los Juegos con un séptimo puesto porque a Stephon Marbury, el díscolo base que años después confesaría que en aquella cita olímpica vivió los peores 38 días de su vida, le dio por hacer uno de los mejores partidos de su carrera. Impotencia absoluta para una selección que sólo perdió un partido en todo el campeonato: el de cuartos y ante una EE UU que se propuso cambiar a partir de aquel tremendo varapalo, para su ilustre historial deportivo y para su imagen. Un bronce amarguísimo para un equipo acostumbrado a creerse el ombligo del mundo. Pero antes de eso, y como único momento brillante de su horrible campeonato, tumbó a España en aquellos malditos cuartos de Grecia. Ese tropiezo lo recordaba muy bien más de la mitad del equipo español:Gasol, Navarro, Garbajosa, Calderón, Reyes, Jiménez y Rudy estuvieron aquella tarde aciaga en la pesadilla de Atenas, en un día en el que España apuntaba al oro y se marchó con las manos vacías.

Pau, con la medalla
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Pau Gasol, después de la final con la medalla de plata, su primer metal en unos Juegos Olímpicos. Pudo ser de oro.

Pero la de Atenas no era la única decepción que le había tocado vivir a los Gasol, Navarro... Un año antes había sido el Eurobasket de España, un campeonato en el que todo el país había puesto muchísima ilusión porque era su gran oportunidad de ver y disfrutar con la campeona del mundo. Granada, Madrid... y un sueño dorado. España volvía a organizar una gran cita diez años después del Europeo de Barcelona, que fue desastroso, y el oro de Saitama les obligaba a subir a lo más alto. Sí o sí,no había otra opción.

Pero el nacionalizado (otro base estadounidense) JR Holden apagó el sueño de la Selección con una canasta a falta de dos segundos que le dio el título a Rusia. A España, una vez más, se le resistía un Europeo con el que dos años después comenzaría un idilio que le ha brindado tres oros en menos de diez años (2009, 2011 y 2015). La decepción de Madrid supuso la salida por la puerta de atrás de Pepu Hernández (hubo lío entre el técnico y la FEB, porque éste acusó a la Federación de haber pensado más en hacer caja que en el equipo y en el campeonato) y la llegada a contrarreloj de Aíto García Reneses. Y decimos a contrarreloj porque a Aíto se le podría haber conocido con el sobrenombre de El Breve. El 3 de junio, la FEB anunció la destitución de Pepu como seleccionador español. Era un secreto a voces, como también lo era que José Luis Sáez, por entonces presidente federativo, tenía ya elegido a su sustituto. El problema es que Aíto, que se había despedido del Joventut unas semanas antes, tenía su fichaje apalabrado por el Unicaja, algo que negó el mismísimo día de su presentación. Era un auténtico lío porque la normativa ACB prohíbe que un técnico compatibilice los cargos de entrenador y de seleccionador de cualquier país. Algo que también provocó, después, que Scariolo abandonara el cargo tras los Juegos de Londres, porque tenía mono de entrenar a un equipo todo el año.

Pero hecha la ley, hecha la trampa. Como todavía no había nada firmado, Aíto decidió vivir su sueño olímpico en China y no comprometerse formalmente con el Unicaja hasta después de Pekín 2008. Así que el 6 de junio de 2008, tres días después de la marcha de Pepu, la Federación anunciaba que Aíto sería el seleccionador en los Juegos y dos días después de la final ante Estados Unidos, que abandonaba su puesto. En total, estuvo 81 días en el cargo, tiempo suficiente para colgarsela segunda plata olímpica de la historia tras la de Los Ángeles 84. Aíto no hizo muchos cambios con respecto al equipo que se había colgado el oro en Saitama y la plata en el Eurobasket de España un año antes (ambos eran el mismo). La revolución, eso sí, llegó en el puesto de bases donde incluyó a dos jugadores que conocía bien: Ricky Rubio y Raúl López. Sergio Rodríguez, que por entonces peleaba por conseguir más minutos en Portland, y un júnior de oro como Carlos Cabezas fueron los damnificados.

España, medalla de plata
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La Selección al completo, después de recibir las medallas de plata en la ceremonia que cerró el torneo olímpico en Pekín.

España tuvo una preparación olímpica más o menos cómoda. No hubo muchos sobresaltos, a excepción de un susto que dio Navarro al torcerse el tobillo frente a Hungría y las sobrecargas y molestias propias de cualquier preparación. El culebrón de Garbajosa del año anterior se acabó pronto con la marcha del madrileño de los Raptors y su fichaje por el Khimki, y Gasol llegó con poco descanso (había jugado el sexto partido de las Finales de la NBA el 17 de junio), pero se le notaba fino. Además, la Selección llegó a Pekín sin muescas por el camino. Todo fueron triunfos más o menos cómodos, excepto un amistoso ante Argentina en Madrid (90-88). La revancha de las semifinales mundiales volvió a sonreír a la Selección, que viajaba a los Juegos invicta y con toda la ambición posible. Con Estados Unidos más terrenal, al menos en apariencia por los tropiezos previos, España soñaba con el oro y no se escondía. “El objetivo es ese”, confesaba Calderón unos días antes del inicio del torneo.

Tras un estreno plácido ante Grecia, la Selección continuó con su hoja de ruta (China, Alemania...) y una fecha marcada en la agenda: el 16 de agosto. Ese sería el día en el que se enfrentarían a EE UU, un equipo confeccionado para ganar el oro (“Si no lo conseguimos, tendré que abandonar el país”, bromeaba por entonces Kobe Bryant) y que había apabullado a sus rivales por una diferencia media de 28,3 puntos en sus tres primeros partidos. Ese duelo ante la temible nueva versión de los norteamericanos iba a medir, se pensaba, las opciones reales de la Selección.

El vuelo de Dwyane Wade
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Dwyane Wade lideró a Estados Unidos con 27 puntos en 27 minutos en la final contra la Selección española.

España era la segunda opción para las casas de apuestas y parecía que EE UU quería demostrar que la ecuación era mucho más sencilla de lo que creían, que sólo había un candidato al oro y que ese era él. Paliza (82-119, +37 para los de Krzyzewski), pero que pudo ser útil como recordatorio antes de la final histórica de Pekín. La Selección nos hizo creer aquel día que todo era posible y repitió,cuatro años después, los mismos argumentos en Londres. Ninguna de las dos veces pudo ser. Y aunque esta España haya sido campeona del mundo en dos ocasiones, sigue teniendo cuentas pendientes con Estados Unidos, su verdugo en los últimos cuatro Juegos Olímpicos (cuartos en 2004, semifinales en 2016 y la final en 2008 y 2012) y que le brindó dos platas que, eso sí, saben un poquito a oro.

Los 12 de la gran España: Un equipo irrepetible

4. PAU GASOL. Ala-pívot, 28 años, 2,05 m. Estadísticas en los Juegos: 19,6 puntos, 7 rebotes y 1,8 asistencias. Pau Gasol acabó esos Juegos como el máximo anotador del torneo (también lo fue en Atenas 2004) y, como venía siendo habitual, fue el alma del equipo. Anotó 157 tantos (19,6 por partido) y su tope fueron los 31 que le endosó a Angola en el cierre de la primera fase. En la final se quedó en 21, se mostró orgulloso de sus compañeros ("Les hemos jugado de tú a tú, aunque al final no nos ha dado para ganar") y deseó que no fuera su último partido con España. Dos Juegos después de aquello, Gasol ultima su puesta a punto para intentar estar en Tokio el año que viene. Serían sus quintos Juegos. Por cierto, en Pekín se daba por hecho que el verano siguiente descansaría, pero en Polonia 2009, España y Gasol comenzaron su idilio dorado con el Eurobasket.

5. RUDY FERNÁNDEZ. Escolta, 23 años, 1,96 m. Estadísticas en los Juegos: 13,1 puntos, 3,5 rebotes y 2,1 asistencias. Su mate en la cara de Dwight Howard fue su mejor carta de presentación antes de aterrizar en Portland. Nate McMillan, su entrenador en los Blazers y ayudante de Kryzweski en aquellos Juegos, lo vio todo en directo. "Estaba sentando en el banquillo con cara de poker, intentando no sonreír. España era nuestro rival, pero Rudy mi nuevo jugador", confesó días después el técnico que se pasó toda la noche sin pegar ojo pensando en el mallorquín. Su vuelo le abrió las puertas de la NBA y del concurso de mates del siguiente All Star, en el que recordó a Fernando Martín. A pesar de que tenía solo 23 años y era uno de los benjamines del grupo, no era su primera cita olímpica. Ya estuvo en Atenas 2004 con su hermana Marta (internacional con la femenina), cumpliendo un sueño para ambos. Rudy fue el segundo máximo anotador de España en Pekín (105 puntos, 13,1 por encuentro).

6. RICKY RUBIO. Base, 17 años, 1,93 m. Estadísticas en los Juegos: 4,8 puntos, 4 rebotes y 3 asistencias. Aíto García Reneses le dio la alternativa en el Joventut a punto de cumplir los 15 años y no podía haber nadie más indicado para hacerle debutar también con España. Ricky viajó a Pekín sin haber cumplido la mayoría de edad y se convirtió en el tercero más joven en estrenarse con la Selección y en el más precoz en colgarse una medalla en la historia del baloncesto olímpico. Aquel 24 de agosto, el día de la final de Wukesong, tenía 17 años, 10 meses y 3 días y superaba a Vladimir Tkatchenko que logró el bronce en Montreal 76 con 18 años, 10 meses y 5 días. Ricky sorprendió a todos en los Juegos por su desparpajo y su defensa y un año después sería elegido en el número 5 del draft (Minnesota Timberwolves), aunque no llegaría a la NBA hasta 2011. Ahora, a punto de cumplir la treintena, luce galones en la Selección (oro y MVP en el Mundial de China del pasado septiembre) y en la NBA (tercer mejor asistente del curso).

7. JUAN CARLOS NAVARRO. Escolta, 28 años, 1,91 m. Estadísticas en los Juegos: 6,5 puntos, 1,6 rebotes y 1,2 asistencias. Uno de los cinco jugadores de baloncesto que, hasta el momento, ha disputado cinco Juegos Olímpicos (los otros son el australiano Andrew Gaze, el puertorriqueño Teófilo Cruz, el brasileño Oscar Schmidt y la estadounidense Teresa Edwards). Era uno de los veteranos (llevaba en la Selección desde Sydney 2000), pero no fue un campeonato fácil para La Bomba quearrastraba problemas físicos (se torció el tobillo izquierdo en un amistoso) y tuvo un papel algo más secundario ante la irrupción del fenómeno Rudy. Navarro acabó con 6,5 puntos por partido (52 en total) y eso que anotó 18 en el festival ante EE UU. Antes de la final promediaba sólo 4,9. Una imagen de la impotencia que sintieron los jugadores españoles ante los continuos pasos (no pitados) de los estadounidenses nos la dejó Navarro, que salió corriendo con el balón en las manos, y sin botar, al final del partido.

8. JOSÉ MANUEL CALDERÓN. Base, 26 años, 1,91 m. Estadísticas en los Juegos: 7,3 puntos, 3 rebotes y 1,2 asistencias. Como le ocurriera a Pau Gasol en Saitama 2006, Calderón no pudo estar en la final de Wukesong en 2008. El base, por entonces, de Toronto Raptors sufrió una rotura fibrilar en el adductor en los cuartos de final ante Croacia y dejó al equipo en manos de Ricky Rubio (Raúl López no tuvo mucho protagonismo en ese campeonato) y otro base improvisado, Juan Carlos Navarro. "Calderón también lucha con nosotros", se leía, aunque en chino, en las camisetas que llevaron los jugadores antes de la final. Calderón sufrió desde el banquillo y no pudo quitarse la espinita hasta cuatro años después, cuando los caminos de España y EE UU volvieron a cruzarse en otra final olímpica.

9. FELIPE REYES. Pívot, 28 años, 2,04 m.Estadísticas en los Juegos: 9,6 puntos, 5,1 rebotes y 0,9 asistencias. Felipe Reyes había sido el mejor en el partido de la primera fase ante EE UU (19 puntos y 8 rebotes) y en la final de Wukesong fue de más a menos. Ese día le tocó lidiar con Carmelo Anthony, muchos minutos en el puesto 'cuatro', y acabó con 10 tantos y 7 rechaces. Reyes terminó el torneo olímpico como el tercer máximo anotador de la Selección (9,6 tantos) y el segundo reboteador (5,3) en uno de sus mejores campeonatos con España. Tras la final olímpica de Londres, avisó de que en principio había sido su último partido con la Selección, pero nos quedaba Felipe para rato. En 2014 volvió en el Mundial de España y no se despidió definitivamente hasta después del Eurobasket de 2017.

10. CARLOS JIMÉNEZ. Alero, 32 años, 2,05 m. Estadísticas en los Juegos: 5,8 puntos, 4,8 rebotesy 0,3 asistencias. La final de Estados Unidos supuso la despedida de Carlos Jiménez con la Selección. Jiménez se lo había comunicado ya a su familia y a la FEB, pero sus compañeros no sabían nada. Aprovechó la piña, después del partido, para confesarles su adiós. Jiménez no pensaba hacerlo público en ese momento, pero Navarro metió la pata en un blog que escribía para RTVE. "La celebración que ha salido por televisión ha sido alegría, pero también hemos tenido un punto amargo por la despedida de nuestro capi. Carlos Jiménez deja la Selección tras un trabajo impecable en todos los sentidos. Como jugador y como capitán". Jiménez decía adiós tras 170 partidos con España. Debutó en el Mundial de Grecia (1998) y se colgó seis medallas: el oro mundial de Saitama, la plata olímpica de Pekín, tres platas europeas (1999, 2003 y 2007) y el bronce de Turquía 2001. En su despedida, aquel día en el Wukesong, fue la pesadilla de LeBron James.

11. RAÚL LÓPEZ. Base, 28 años, 1,86 m. Estadísticas en los Juegos: 2,1 puntos, 1,2 rebotes y 0,6 asistencias. De la generación de los júniors de oro, Raúl López fue el más precoz junto a Juan Carlos Navarro (ambos estuvieron ya en Sydney 2000), pero las lesiones castigaron en exceso al que podría haber sido uno de los mejores bases en la historia del baloncesto español. En Pekín, Raúl se coló en la lista junto a Ricky, las dos únicas novedades con respecto a la España que se colgó la plata europea un año antes en el Eurobasket de España. Entraron por Sergio Rodríguez y Carlos Cabezas. El base llevaba años sin contar en la Selección tras perderse el Mundial de Indianápolis (2002) por lesión. Después estuvo en el oro europeo de Polonia (2009) y en el Mundial de Turquía (2010), aunque en este último campeonato, Scariolo tuvo que convocarlo el día antes de viajar por la lesión de José Manuel Calderón. Raúl López fue el jugador con menos minutos de todos los que estuvieron en Pekín (disputó 61).

12. BERNI RODRÍGUEZ. Escolta, 28 años, 1,97 m. Estadísticas en los Juegos: 3 puntos, 1,4 rebotes y 0,9 asistencias. Otro júnior de oro en el equipo. Eclipsado por los mediáticos Gasol y Navarro, Berni se dedicó durante su carrera a labores de intendencia y a atosigar a los rivales con una defensa asfixiante que convirtió en su santo y seña. Debutó con la Selección en el Preeuropeo de Suecia 2003 y Pepu le dio la oportunidad en el Mundial de Japón. Fijo en aquellos años, también se colgó la plata europea en 2007 y entró en los planes de Aíto para los Juegos de Pekín. En la final disputó 9 minutos en los que anotó 2 puntos.

13. MARC GASOL. Pívot, 23 años, 2,15 m. Estadísticas en los Juegos: 7,1 puntos, 4,6 rebotes y 0,4 asistencias. Como Rudy Fernández, Marc emprendería semanas después de la plata olímpica su viaje a la NBA. Llegaba a Memphis tras ser elegido el mejor del curso en la Liga Endesa (jugaba en el Akasvayu Girona y fue MVP once jornadas aquel año). "Estaban cagados. Y si no lo admiten, mienten. Los hemos tenido", comentaba tras el partido un Marc Gasol que se afeitó y se dejó un bigote ochentero para celebrar la medalla. Por aquel entonces, Marc era el sustituto de su hermano Pau en la pintura y durante años compartieron pocas veces minutos. Marc, sin casi oportunidades en el Barcelona, debutó con España de rebote. Antes del Mundial de 2006 se lesionó Fran Vázquez y Pepu tuvo que elegir entre él y Jordi Trías. Era el inicio de un idilio que le ha brindado a España dos medallas de oro mundiales y en ambas con Marc como protagonista. En la de Saitama porque tuvo que tapar el hueco que dejó su hermano, lesionado, frente a Grecia y en China, porque fue el otro faro de la Selección junto a Ricky Rubio.

14. ÁLEX MUMBRÚ. Alero, 29 años, 2,02 m. Estadísticas en los Juegos: 6,1 puntos, 2,1 rebotes y 1,2 asistencias. De los mejores en la primera fase, jugó menos en los dos últimos partidos (las semifinales ante Lituania y la final frente a Estados Unidos) por la irrupción del Jiménez más decisivo. Un jugador que entendía muy bien el baloncesto, como ha demostrado también en su nueva faceta como entrenador del Bilbao Basket (convirtió en una temporada a un equipo descendido en la revelación de la Liga Endesa), hizo el trabajo sucio de la Selección durante años. Un multiusos también al servicio del triple: cerró aquellos Juegos con un 81,8% de efectividad (9/11 en tiros de tres puntos). El digno sucesor de Carlos Jiménez decidió que el Mundial de Turquía (2010) iba a ser su último campeonato, pero tres años después se puso a las órdenes de Orenga en el Europeo de 2013 para intentar echar una mano.

15. JORGE GARBAJOSA. Ala-pívot, 30 años, 2,07 m. Estadísticas en los Juegos: 5 puntos, 3,2 rebotes y 0,6 asistencias. Su presencia en Pekín fue casi un culebrón. Garbajosa se comprometió en 2006 con los Raptors y estuvo dos temporadas en Canadá, aunque sólo llegó a jugar 74 partidos. En marzo de 2007 se lesionó y tuvo que pasar por el quirófano. Aceleró su rehabilitación para intentar llegar al Eurobasket de España, algo que su equipo no veía con buenos ojos. Al final, se firmó un seguro médico y Garbajosa se colgó la plata aquel año. Un par de meses después, a finales de noviembre, tuvo que ser intervenido de nuevo por una necrosis y una fisura en la tibia. Garbajosa quería estar en los Juegos, pero los Raptors no estaban por la labor. Rompió su contrato con ellos y fichó por el Khimki para acudir a Pekín. Garbajosa llevaba tiempo sin jugar y se notó, aunque fue clave en el triunfo de la Selección en semifinales contra Lituania.

La nueva Estados Unidos, el imperio contrataca

Seguramente el Redeem Team, la Selección de Estados Unidos de 2008, no tendrá nunca el lugar en el olimpo del baloncesto al que se alzó en 1992 el Dream Team de los Juegos de Barcelona. Tampoco el equipo de Londres 2012, una versión seguramente mejorada del (temible) de cuatro años antes porque seguían Kobe Bryant, LeBron James, Carmelo Anthony y Chris Paul y llegaron Kevin Durant, Anthony Davis y Russell Westbrook. Pero una cosa es cierta: en 2008, el Team USA afrontaba un reto real, se enfrentó al vértigo, cumplió con una misión que, por mucho que pareciera a priori superior a todos sus rivales, necesitaba plasmarse en la pista después de un eclipse de ocho años en los grandes torneos. Demasiado para el orgullo americano, demasiado para los padres del baloncesto.

El Dream Team, en el Hall of Fame
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Los miembros del Dream Team, durante la ceremonia de ingreso del equipo en el Hall of Fame, en 2010.

1992 fue el año del sueño, el equipo divino (Michael Jordan, Larry Bird, Magic Johnson, Charles Barkley, Scottie Pippen, Karl Malone, Patrick Ewing…) que descendió entre los mortales para transformar y globalizar el baloncesto para siempre. El inicio de una era y la materialización de un sueño alumbrado en 1989 por Boris Stankovic desde FIBA y David Stern desde las oficinas de la NBA: la presencia de los profesionales estadounidenses en los Juegos Olímpicos, los profetas de la conquista, el baloncesto como juego global, la NBA como producto internacional. Stankovic y Stern, ambos ya fallecidos, hablaban de una brecha “imposible de tolerar”. Habían oteado las posibilidades que abrían las estrellas estadounidenses impactando en un mundo donde el baloncesto no paraba de crecer. El resultado fue un Dream Team en el que lo de menos, en realidad, fue lo deportivo: 8-0 en Barcelona con una diferencia media en las victorias de 43,8 puntos y ninguna por menos de los 32 por lo que cayó abatida la Croacia de Petrovic, Kukoc y Radja.

En 1992 los rivales de Estados Unidos querían, o acababan queriendo ya a mitad de segundo cuarto, salir guapos en la foto, sentirse parte de la historia, llevarse una camiseta de recuerdo. En 2008, querían ganar, derribar a un oso que empezaba a acostumbrarse a caer, como los boxeadores después de ir a la lona por primera vez. Las derrotas de años anteriores y la proliferación de jugadores de todos los rincones del mundo en la NBA, ya nadie pensaba en la foto o la camiseta, ponían a Estados Unidos en la diana: cuantas más estrellas, más suculenta la pieza. Contra eso, el Redeem Team, el equipo de la redención, se elevó, devolvió la mística y la categoría a la selección de Estados Unidos y sentó las bases para once años de éxitos, hasta la derrota en cuartos de final del Mundial de 2019 contra Francia. Era, ese último equipo de China, un Team USA en versión C... o D.

Es imposible poner en contexto las circunstancias del oro de 2008 sin entender qué había pasado desde el de 1992. De las versiones II y III del Dream Team (la tercera ganó por 31,8 puntos de diferencia todos sus partidos de Atlanta 96 con cinco miembros del equipo de Barcelona y refuerzos como Hakeem Olajuwon y Shaquille O’Neal), a los años oscuros. En 1998, el lockout obliga a que lo que iba a ser un equipazo para el Mundial de Atenas (Grant Hill, Tim Duncan, Tim Hardaway, Allan Houston, Chris Webber, Kevin Garnett…) se convirtiera en un grupo de meritorios sacados de universidades, ligas menores y competiciones europeas. Los Dirty Dozen, llamados así por su entrega y su espíritu de jauría, rascaron un meritorio bronce con Brad Miller (no había sido drafteado, acabó siendo dos veces all star) al lado de un clásico de este lado del Atlántico como Trajan Langdon.

Kobe, LeBron, Wade y Carmelo
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Kobe Bryant, LeBron James, Dwyane Wade y Carmelo Anthony. Cuatro leyendas disfrutan del oro minutos después de derrotar a España.

Teóricamente solo un paréntesis provocado por el cierre patronal en la NBA, este Mundial fue el presagio de los malos tiempos, aplazados en Sidney 2000 por los pelos. En la fase de grupos, Lituania fue el primer rival que se quedó a menos de diez puntos de una USA hecha de NBA (85-76). En semifinales se repitió duelo, y Jasikevicius tuvo un tiro para sacudir el planeta baloncesto (85-83 final). Después, el Team USA ganó el oro contra Francia en unos Juegos recordados, básicamente, por el mate de Vince Carter por encima de los 218 centímetros de Frederic Weis. Pero, por el camino, había enseñado la yugular: contra unos rivales de nivel cada más alto y con más tránsito de jugadores entre continentes, Estados Unidos parecía, nadie lo habría imaginado solo unos años antes, vulnerable.

Desde Sidney hasta Pekín, el orgulloso baloncesto estadounidense vivió una pesadilla. En el Mundial de 2002, en Indianápolis (Indiana: el estado donde el baloncesto es más que un deporte), una Estados Unidos apática y doliente acabó sexta. Perdió tres partidos, los primeros con profesionales, contra Argentina (el primero), España y Yugoslavia ya en cuartos de final. Las lesiones habían apartado a jugadores como Jason Kidd y Ray Allen, y Paul Pierce acabó a palos con el seleccionador, George Karl. En los equipos que derrotaron a un gigante que menguaba había jugadores que ya difuminaban, o iban a hacerlo en los siguientes años, las fronteras entre la NBA y el mundo: Manu Ginóbili, Pau Gasol, Vlade Divac, Peja Stojakovic…

LeBron, ante Argentina.
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LeBron James trata de anota ante Oberto en la semifinal que enfrentó a Estados Unidos y Argentina. Miran Ginóbili, Scola, Howard..

Kobe Bryant, Kevin Garnett y Shaquille O’Neal había rechazado representar a su selección en suelo estadounidense. Un drama menor para un país que mide el éxito internacional con un solo baremo, el olímpico. Por eso dolió horrores el trance de Atenas 2004, donde solo acudieron tres de los doce que había logrado la clasificación en el Torneo de las Américas en 2003 (Tim Duncan, Allen Iverson y Richard Jefferson). Un entrenador muy estricto como Larry Brown chocó (discusiones, castigos por indisciplina, multas por impuntualidad...) con un equipo decadente, altivo en el peor sentido de la palabra, demasiado joven para absorber los traspiés y las críticas: Carmelo Anthony y LeBron James (al que llamarían LeBronze tras el torneo) tenían 20 años, Dwyane Wade 22. Estados Unidos empezó con una derrota estrepitosa, la peor de su historia en grandes torneos, contra Puerto Rico (92-73). Después de ganar a Grecia y Australia por un sufrido +16 total, perdió con Lituania (94-90). Y se metió cuarta de grupo tras ganar a la pobre Angola (89-53). Aquel equipo, apodado Nightmare Team (la pesadilla, el reverso de Barcelona 92 doce años después), dio la cara ante una España que parecía favorita en cuartos (102-94) gracias a una noche iluminada del díscolo Stephon Marbury (31 puntos). Pero cayó en semifinales contra Argentina y salvó después el bronce contra Lituania (104-96).

Wade, ante Garbajosa
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Wade pasa el balón en el aire para superar la defensa de Jorge Garbajosa. El escolta fue decisivo para el Team USA.

De Atenas salió en ruinas el baloncesto estadounidense. Por las derrotas, por acabar con el bronce (la primera vez con jugadores de la NBA, la tercera en la historia sin contar el boicot de 1980) y por la imagen casi macarra de un equipo que metió la cabeza en la tierra cuando vinieron mal dadas, cuyos fallos eran jaleados por la grada y cuyas estrellas inmaduras demostraron pronto que quería volver a su zona de confort en el baloncesto NBA.

La Federación estadounidense, una vez que era evidente que se había tocado fondo, apostó por Jerry Colangelo, que ahora tiene 80 años que entonces tenía 64 y llevaba casi medio siglo de una experiencia que le había llevado de las pistas de baloncesto a los banquillos y los despachos. Colangelo negoció con Stern, pidió libertad total de movimientos y aclaró: eran los cacareados problemas para adaptarse a las normas del baloncesto internacional y para atacar las defensas en zona de las selecciones FIBA, sí; pero era, ante todo, una actitud que “había dejado mucho que desear”: “Viendo las reacciones del público en la grada hacía nuestro equipo, vi que ya no podíamos caer más bajo”.

Deron anota ante Gasol
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Deron Williams, el base de Estados Unidos que era una estrella en Utah Jazz, anota una bandeja ante Pau Gasol.

El plan Colangelo, un directivo que enseguida se apropió del término Redeem (redención), era dejar atrás la improvisación y la altanería. Apartar la nociva práctiva de juntar a doce jugadores de la NBA, sortear las cada vez más habituales renuncias de las grandes estrellas, y poner en marcha casi un viaje de vacaciones del que nadie parecía volver feliz. Contra el chovinismo, programa, programa y programa. Las estrellas tendrían que comprometerse en ciclos de tres años (unos Juegos y un Mundial), reunirse para trabajar en verano… y entrevistarse en privado con Colangelo para explicar por qué querían representar a su país. No habría grandes ganancias económicas ni politiqueo con los minutos ni titularidades garantizadas. No habría egos. El equipo sería apodado oficiosamente Redeem Team y su lema oficial sería “United We Rise” (juntos nos alzamos). Se empezaron a cuidar las formas, los modales, el trato con prensa y aficionados, la vestimenta. Cada detalle. Se organizaron campus veraniegos en Las Vegas y se realizaron más de 70 entrenamientos antes de Pekín 2008 por los apenas 15 (con seis amistosos) que precedieron a la debacle de Atenas. Y se puso al frente a Mike Krzyzewski, Coach K, una institución de los banquillos, entrenador de Duke desde 1980 y miembro del Hall of Fame desde 2001. A su servicios empezaron a trabajar otro clásico de College, Jim Boeheim, Nate McMillan y Mike D’Antoni.

Estados Unidos asumió el terreno que había cedido y comenzó a analizar y nutrirse de los proyectos a largo plazo de Argentina (campeona olímpica en 2004) y España, que se había llevado el Mundial 2006, el primer experimento del nuevo Team USA. Acabó mal, con otro bronce, pero Colangelo ya percibió que aquello era otra cosa: “Vi que el público volvía a animar a nuestros jugadores. Y, bien mirado, esa derrota nos valió para martirizar a nuestros jugadores recordándoles que el baloncesto era mucho mejor en todo el mundo y que los peligros eran reales”. Esa derrota, en semifinales ante el pick and roll alto de Grecia, fue otra mancha en el historial pero una que no molestó demasiado a Colangelo (“hubo unos minutos del último cuarto en el que ellos metieron todo y nosotros fallamos hasta los tiros libres”), que tenía la vista puesta en el gran premio, los Juegos de Pekín.

EE UU, durante su himno
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Los jugadores de Estados Unidos, durante la interpretación del himno de su país antes de jugarse la medalla de oro con España.

De entre los más de 30 jugadores de primerísimo nivel NBA con los que habló en privado, Colangelo (cuenta) solo recibió dos negativas: Tim Duncan y Kevin Garnett. LeBron se subió al carro a mitad de conversación, sus compañeros de generación (Carmelo Anthony, Dwyane Wade, Chris Bosh) siguieron en cascada y el nuevo gabinete rector supo que su triunfo era pleno cuando Kobe Bryant, que hasta entonces había desoído todas las llamadas de la selección, dio el sí. Kobe era la legitimación definitiva, la rúbrica a un trabajo de limpieza y renovación completo de una estructura que había estado a punto de derrumbarse. Jim Tooley, director ejecutivo del Team USA, aseguró feliz que “volvía a estar de moda jugar para EE UU”. La opción de dar un buen bocado al mercado chino, con la cita olímpica en Pekín, jugó también a favor de un equipo que acudió finalmente con una escuadra formidable, más experimentada que la de Atenas (26,1 años de media), de la que repetían (Wade, LeBron, Carmelo, Boozer) cuatro integrantes (Jason Kidd había estado en Sidney 2000); mucho más preparada y mentalizada y con un nuevo ambiente, mucho más sano, que quedó captado en un programa especial de ESPN durante la fase de preparación: Road To Redemption. El camino a la redención.

Jason Kidd y Kobe, que ejercía de capitán, eran el peso veterano de un equipo impulsado por la siguiente generación de estrellas: LeBron, Wade y Bosh harían planes de jugar juntos que cumplirían en 2010 (ganaron dos títulos reunidos en Miami Heat), Dwight Howard y Chris Paul llegaban en pleno despegue al firmamento y había especialistas en el tiro (Michael Redd), la defensa (Ty Prince) y la albañilería (Carlos Boozer). Era, sin duda, el mejor Team USA desde el Dream Team y un equipo otra vez con el discurso y el lenguaje corporal correctos. Colangelo podía respirar tranquilo… o no: faltaba el oro.

Bosh, entre Mumbrú y Marc
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Chris Bosh, que después fue campeón en Miami con LeBron y Wade, se hace hueco en la pintura entre Marc y Mumbrú.

Estados Unidos jugó con el bloque que había arrasado en el Torneo de las Américas en 2007. En la fase previa de Pekín ganó sus cinco partidos por una media de 32,3 puntos, incluido un demoledor 119-82 a España, que sería después un rival mucho más duro en la pelea por el oro. En cuartos (116-85) y semifinales (101-81) no se tuvo piedad de Australia y una Argentina en la que Ginóbili tenía un tobillo hecho picadillo. La final ante España, una orgullosa campeona del mundo, se elevó como un monumento al baloncesto. Esta vez, los apuros para ganar no fueron una señal de debilidad sino la legitimación definitiva en el triunfo para el nuevo Team USA, uno con once all stars y en el que las estrellas dejaron atrás las excusas parar quitarse de en medio (en Atenas: inseguridad, lesiones, necesidades familiares…); el equipo que sacó a la mejor selección de la historia de un período horripilante de derrotas y malos modos: el equipo de la redención.

Los doce de EE UU: a la derecha del Dream Team

4. CARLOS BOOZER. Ala-pívot, 26 años, 2,03. Estadísticas en los Juegos: 3,3 puntos, 1,9 rebotes, 0,3 asistencias. Nacido en la base militar de Aschaffenburg y criado en Alaska, Boozer fue un ala-pívot fuerte, con notable capacidad para anotar y rebotear y un buen tiro desde media distancia que se proclamó campeón universitario con la Duke de Krzyzewski, su entrenador en Pekín. Fue número 35 del draft en 2002 e hizo una larga carrera en la NBA, con dos all star (2007 y 2008) como miembro de Utah Jazz. Empezó su carrera en los Cavaliers y también pasó por los Bulls antes de una temporada final en los Lakers y de jugar su último año en el baloncesto profesional (2016-17) en China. Uno de los obreros al servicio de las estrellas en la Selección de 2008 y uno de los que estuvo en la debacle (con bronce) de Atenas 2004.

5. JASON KIDD. Base, 35 años, 1,93. Estadísticas: 1,6 puntos, 2,6 rebotes, 2 asistencias. Una absoluta leyenda que ahora ejerce de asistente de Frank Vogel en el banquillo de los Lakers. Uno de los mejores bases de la historia, fue número 2 del draft en 1994 y jugó en la NBA hasta 2013. Se proclamó campeón en 2011 con los Mavericks de Dirk Nowitzki y se retiró como segundo en el histórico de asistencias: 12.091 por las 15.806 del inalcanzable John Stockton. También firmó 107 triples-dobles en la NBA, donde fue 10 veces all star y entró cinco en el Mejor Quinteto, cuatro en el Segundo y otras cuatro en el Mejor Quinteto Defensivo. Con Estados Unidos fue oro en 2000, se perdió por lesión el Mundial de 2002 y los Juegos de Atenas 2004 y acudió, ya con 35 años, a Pekín, donde metió el 62% de sus triples y tuvo un increíble 9,2 en ratio de asistencias y pérdidas: dio 9,2 pases de canasta por cada balón que perdió.

6. LEBRON JAMES. Alero, 23 años, 2,03. Estadísticas: 15,5 puntos, 5,3 rebotes, 3,8 asistencias. Uno de los mejores jugadores de la historia, todavía era joven cuando ganó por fin su primer oro en un gran torneo con Estados Unidos. Hasta entonces, había sido uno de los rostros (todavía inmaduro para encajar bien los golpes) de los pasos en falso de Atenas (bronce) y el Mundial 2006 (otro bronce). Después cambió el sabor de boca con los oros de Pekín y Londres, su último gran torneo con Estados Unidos (por ahora, podría intentar un último asalto olímpico antes de retirarse). Sigue siendo, con 35 años y ahora con la camiseta de los Lakers, uno de los mejores jugadores del mundo, inalcanzable todavía para el padre tiempo. Es el tercer máximo anotador (solo por detrás de Kareem Abdul-Jabbar y Karl Malone) y el octavo máximo asistente de la historia de una NBA en la que ha sido tres veces campeón, tres MVP de las Finales y cuatro de al Regular Season, 16 veces all star, 12 integrante del Mejor Quinteto…

7. DERON WILLIAMS. Base, 23 años, 1,91. Estadísticas: 8 puntos, 2,3 rebotes, 2,8 asistencias. Un base grande, fuerte y con un enorme talento, Deron Williams despuntó y se apagó rápido en la NBA, lastrado por las lesiones y unos problemas de disciplina que le hicieron chocar en Utah Jazz con el mítico entrenador Jerry Sloan. Elegido por delante de Chris Paul en el draft de 2005 (número 3, por detrás del Australiano Andrew Bogut y Marvin Williams), fue tres veces all star entre 2010 y 2012 y llegó a Londres 2012, donde sumó su segundo oro olímpico, como uno de los grandes bases de la NBA, donde rondaba los 20 puntos y 10 asistencias de media. En Pekín formaba un trío excepcional de bases con Chris Paul y Jason Kidd. Un gran talento que pudo dar mucho más de sí. En Europa jugó con el Besiktas durante el lockout de 2011.

8. MICHAEL REDD. Escolta, 28 años, 1,98. Estadísticas: 3,1 puntos, 1,1 rebotes, 0,5 asistencias. Llegó al Redeem Team como especialista tirador, la prueba de que el Team USA empezaba a tomarse en serio las tácticas de las selecciones rivales, que solían plantear defensa en zona que obligaban a los estadounidenses a jugar en estático y tirar por fuera. En el Torneo de las Américas 2007, promedió 15 puntos y batió el récor de triples de la competición (28). Drafteado muy atrás y como especialista defensivo por los Bucks (número 43 en 2000), creció hasta ser all star (2004) y se pasó seis años (entre 2003 y 2009) sin bajar de los 20 puntos de media en una NBA en al que fue una estrella de perfil bajo que se ganó un puesto en el equipo de Pekín 2008. Las lesiones de rodilla acabaron pronto con su carrera: en 2012 dejó al NBA después de una sola temporada en Phoenix Suns.

9. DWYANE WADE. Escolta, 26 años, 1,93. Estadísticas: 16 puntos, 4 rebotes, 2,3 robos. Otro histórico y uno de los mejores escoltas de la historia del baloncesto. En plenitud, fue el máximo anotador del Team USA en Pekín (16 puntos en solo 18 minutos por partido) y fue clave en la final contra España, donde sumó 27 puntos en 27 minutos con un 75% en tiros. Uno de los que borró en Pekín el mal sabor de boca de Atenas 2004 y el Mundial 2006. Trece veces all star, tres campeón y MVP de las Finales en 2006, donde firmó una actuación casi sobrehumana, sentó además con el Redeem Team las bases de sus futura unión (en 2010) con LeBron James y Chris Bosh en Miami Heat, el equipo de su vida. Promedió en su carrera NBA 22 puntos, casi 5 rebotes y más de 5 asistencias; y se retiró en 2019 después de una última temporada en los Heat, su equipo entre 2003 y 2016. Fue número 5 del draft de 2003, el de LeBron, Carmelo y Bosh.

10. KOBE BRYANT. Escolta, 29 años, 1,98. Estadísticas: 15 puntos, 2,8 rebotes, 2,1 asistencias. Los Juegos de 2008 están unido a la leyenda eterna de un jugado eterno: Kobe Bryant, que falleció el pasado 26 de enero en un accidente de helicóptero en California. Kobe, uno de los mejores de siempre, una leyenda de los Lakers, la NBA y el baloncesto mundial, tardó en debutar con Estados Unidos. Parecía un amor imposible: no fue a los Juegos de 2000 por su boda ese verano, ni al Mundial 2002, ni al Torneo de las Américas 2003 por una operación de rodilla, ni Atenas 2004 por su caso de agresión sexual en Colorado, ni al Mundial 2006 (cuando ya se había comprometido) por otra lesión de rodilla… su al proyecto 2006-08, el de la redención, fue una de los grandes éxitos de Colangelo y su nueva forma de trabajar. Kobe firmó un 26-0 en partidos con tres oros en el Torneo de las Américas 2007 y los Juegos de Pekín y Londres 2012. En Pekín, promedió 15 puntos y en la final contra España fue decisivo: 20 puntos, 13 en el definitivo último cuarto. Acababa de perder las Finales de la NBA con los Lakers. Ganaría las dos siguientes (2009 y 2010) junto a su gran rival en aquella final olímpica de 2008, Pau Gasol.

11. DWIGHT HOWARD. Pívot, 22 años, 2,11. Estadísticas: 10,9 puntos, 5,8 rebotes, 0,9 tapones. Cuesta creerlo porque sus últimos años de carrera han sido nefastos (ahora está teniendo una buena temporada de perfil bajo en su segunda etapa en lo Lakers), pero Dwight Howard era una fuerza de la naturaleza y un pívot temible en 2008. Antes de llegar a Pekín había promediado en la NBA 20,7 puntos, 14,2 rebotes y 2,1 tapones y un año después, en 2009, llevó a Orlando Magic a las Finales (perdieron con los Lakers). Entre 2007 y 2014 fue ocho veces all star, cinco integrante del Mejor Quinteto, tres Defensor del Año, cinco líder en rebotes y dos líder en tapones. Después, las lesiones y su carácter complicado le quitaron el cartel de estrella. Con el Team USA jugó en el ciclo 2006-08, donde era la gran referencia interior de la selección aunque sufría mucho la adaptación el estilo de juego FIBA.

12. CHRIS BOSH. Ala-pívot, 24 años, 2,11. Estadísticas: 9,1 puntos, 6,1 rebotes, 0,8 tapones. Otro gigante del draft de 2003 que estuvo en Pekín, como Wade, LeBron (los dos con los que formó el big three en Miami Heat) y Carmelo. El número 4 fue un ala-pívot que pasó de jugador franquicia en Toronto Raptors a escudero en esos Heat campeones en 2012 y 2013. A partir de 2015 comenzó una pesadilla por culpa de unos coágulos de sangre que le obligaron a retirarse. Lo hizo oficialmente en febrero de 2019, y el 26 de marzo los Heat retiraron su número 1. Un 2,11 más fino que luchador, era en Pekín el relevo de Dwight Howard en el puesto de pívot (no era el suyo natural). Más inteligente que él, dio minutos de mucha calidad y promedió más de nueve puntos y el tope de rebotes del equipo (6,1). También estuvo en el bronce de Japón 2006 y en la NBA fue 11 veces all star y promedió más de 19 puntos y 8 rebotes.

13. CHRIS PAUL. Base 24 años, 1,83. Estadísticas: 8 puntos, 3,6 rebotes, 4,1 asistencias. Uno de los mejores de siempre, sigue en activo dando clases magistrales, ahora en Oklahoma City Thunder. El presidente del sindicato de jugadores (NBPA) jugó con el Team USA en el Mundial 2006 y en los oros de Pekín y Londres 2012. En 2008 (venía de promediar en la NBA más de 21 puntos y 22 asistencias por partido) partía desde el banquillo pero, con un Kidd muy veterano, era el mejor director de juego del equipo. En la final tuvo un rol muy importante contra España y en Londres pasó a ser base titular. En el Mundial 2006 fue el jugador con más asistencias (44). Número 4 del draft de 2005, lleva tres lustros en la NBA, donde ha sido 10 veces all star y donde es el séptimo jugador en el histórico de asistencias: 9.653, cada vez más cerca de Oscar Robertson. Un enorme talento de solo 1,85.

14. TAYSHAUN PRINCE. Alero, 28 años, 2,06. Estadísticas: 4,3 puntos, 1,9 rebotes, 0,4 robos. Uno de los menos mediáticos y de los menos conocidos para el gran público, Ty Prince fue un alero de 2,06 y brazos inacabables que defendía como un demonio. Parte integral de los Pistons de cemento que sorprendieron a los Lakers en las Finales de 2004 (con Billups, Hamilton, y los Wallace, Rasheed y Ben), su envergadura, su tremenda capacidad defensiva y su buena muñeca en los triples liberados le valieron un hueco en el Team USA en las convocatorias de 2007 y 2008. Su perfil era otra de las pruebas de que la selección estadounidense había optado, con Colangelo al frente, por una planificación más compleja que el simple amontonamiento de estrellas. Jugó en los Pistons de 2002 a 2013 y siguió en la NBA hasta 2016 (los Timberwolves fueron su último equipo). Ahora ocupa un cargo en los despachos de los Grizzlies.

15. CARMELO ANTHONY. Alero, 24 años, 2,01. Estadísticas: 11,5 puntos, 4,3 rebotes, 1 robo. Olympic Melo. Una leyenda de la Selección de Estados Unidos, Carmelo disfruta ahora de una última oportunidad en la NBA con Portland Trail Blazers. Un jugador generacional desde que fue campeón universitario con Syracuse en 2003, fue elegido número 2 del draft de ese año, por detrás de LeBron James. Con Estados Unidos jugó en el Mundial 2006, el Torneo de las Américas 2007 y cuatro Juegos Olímpicos: 2004, 2008, 2012 y 2016. Es el primer jugador del Team USA en categoría masculina con cuatro participaciones olímpicas y tres oros seguidos. También es el máximo anotador y el máximo reboteador de la selección, con un recorrido que va de casi 20 puntos de media en el Mundial 2006 a su histórico partido ante Nigeria en Londres 2012, donde anotó 37 puntos con un 10/12 en triples. En 2008, su gran partido fue la semifinal contra Argentina (21 puntos).

Pekín y el legado inmortal de Kobe Bryant

Kobe Bryant es el 8 y el 24, sus dos números retirados en Los Angeles Lakers. Y es púrpura y morado. Siempre lo será. Pero también es el 10 del Team USA. Y es azul, rojo y blanco. Los colores de su país. Un idilio tardío: llegó a la NBA pero no jugó con su selección hasta once años después. En 2000 priorizó su boda, en 2004 sus problemas legales por el caso de asalto sexual en Colorado. Dos veces se perdió el verano FIBA por lesiones de rodilla… y en 2007 debutó, en el Torneo de las Américas. Sumó ese oro, el de Pekín 2008 y el de Londres 2012. Y no perdió ningún partido (26-0) oficial con Estados Unidos.

Eterno Kobe Bryant
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Kobe Bryant celebra la medalla de oro. El astro de los Lakers fue decisivo en el último cuarto, cuando más sufría Estados Unidos.

Kobe promedió 15,3 puntos en 2007, 15 en 2008 y 12,1 en 2012, donde jugó con 33 años antes de anunciar su adiós a la selección. Pero su gran momento con la Estados Unidos fue el último cuarto de la final de Pekín, cuando puso la rúbrica a la redención, el sudado oro ante España. Kobe anotó 20 puntos y repartió 6 asistencias. Pero 13 de esos puntos llegaron en el último cuarto, cuando se puso sobre los hombros a un equipo que solo ganaba por dos (91-89) a falta de ocho minutos. A partir de ahí sumó un canastón forzando en la zona (93-89), dos asistencias para un triple de Deron Williams y un mate de Howard (98-89), un triple desde la esquina izquierda (101-92) a falta de seis minutos... y, después de una decisiva acción defensiva ante Pau Gasol, su compañero en los Lakers, metió un icónico 3+1 sacando una falta a Rudy Fernández. Puso a su equipo 108-99 e hizo el gesto de silencio con el dedo índice en la boca. Todavía anotó una bombita (con 111-105) y un tiro libre cuando el oro ya era un hecho. Clutch Kobe, el macho alfa en la cima del deporte: una final olímpica.

Kobe fue, en gran medida, la bandera de la redención. Jerry Colangelo sintió que su plan de trabajo por trienios estaba funcionando cuando Kobe dio el sí mientras lo hacían también las estrellas de la siguiente generación (LeBron, Wade, Carmelo, Paul…). Jugadores para los que Kobe era (todavía más para los que su sumaron en 2012: Durant, Harden, Westbrook, Davis…) su Michael Jordan particular. Y Mike Krzyzewski reconoció años después que sufrió mucho en el partido contra España y que no quería pensar en qué habría sido de su equipo sin Kobe: “En Londres 2012 también era parte integral del equipo, un jugador clave. Pero si hubiéramos perdido en Pekín, yo no habría podido seguir como seleccionador. Eso lo tengo claro. Ganábamos solo de dos a falta de nueve minutos, había muchísima presión… pero apareció la Mamba. Era el macho dominante en un equipo con LeBron, Carmelo y todos los demás… fue clave para que los de su generación se unieran a los de la siguiente, y después en Londres para la integración de Durant, Westbrook… los nuevos que llegaban. Tres generaciones de jugadores mezclaron a la perfección y Kobe fue ejemplar en ese proceso, marcó el camino a todos. Es inteligente, entiende el baloncesto a la perfección… le adoro”.

Kobe Bryant y Pau Gasol
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Pau Gasol y Kobe Bryant pelean por la posición para rebotear. Rivales en Pekín, ganaron dos anillos en la NBA después de esa final.

Kobe compró el mensaje de la redención, de una nueva actitud y un nuevo espíritu de trabajo como claves para recuperar las medallas… y el prestigio. El Team USA pasó de enviar invitaciones desesperadas a estrellas esquivas a acumular talento en unos entrenamientos muy duros en Las Vegas. Antes del Torneo de las Américas 2007 y de su debut oficial, Kobe marcó su territorio en un partidillo (el 22 de julio) entre los integrantes del equipo. Una pachanga… pero con gradas llenas y televisión en directo. Era un camisetas blancas contra camisetas azules pero era, sobre todo, un equipo de LeBron contra equipo de Kobe. Y este, el veterano, cerró el partido con 7 puntos en los últimos 105 segundos para asegurar la victoria. Y en total 26, con la canasta ganadora a falta de seis segundos, justo antes de un fallo final de LeBron.

En Pekín, Kobe jugó tras perder con los Celtics las Finales de la NBA, todavía en busca de su primer anillo post Shaquille O’neal (con el que ganó tres entre 2000 y 2002). Sus compañeros y compañeras del Team USA, lo contó Sue Bird, no daban crédito cuando le vieron, por ejemplo, recortar de un periódico una foto de Paul Pierce celebrando el título y metérsela en la cartera. Motivación permanente. Durante los Juegos, mandó siempre mensajes de guerra a Pau Gasol, con el que tenía una misión pendiente. Juntos fueron campeones en 2009 y 2010, vengando en ese último título de la franquicia (por ahora) la derrota de dos años antes contra los Celtics.

El último gran Kobe, encapsulado en el ciclo de dos Juegos (2008 y 2012) sumó dos oros a un currículum legendario y dejó su marca como líder de una generación, un ganador inolvidable que nos dejó en un fatídico accidente el 26 de enero. Su legado siempre será gigantesco… y en él tiene un hueco muy especial la final olímpica de Pekín 2008.

La final: memorias del Wukesong

Cuando llegué al Wukesong aquella mañana de 24 de agosto de 2008, Lituania y Argentina se estaban jugando la medalla de bronce. Digamos que había dormido poco. Eran tiempos proto-internet. Había mucho que trabajar (algunos días empezábamos a escribir después de cenar), pero había que aprovechar la noche de Pekín, que nos íbamos en un par de días, y a cuestas traíamos dos semanas de Juegos y un mes entero de gira por San Fernando, Cáceres, Ourense, Castellón, Zaragoza, Madrid, Shanghai...

Pero me desperté rápido, como los millones de hogares de España que se levantaron (o no se acostaron) a las 8:30 horas de aquel domingo. Aquel partido se ha visto decenas de veces y de aquel partido se ha escrito todo. Queda, pues, escribir qué pudo sentir quien estaba allí. Ya se sabe, ese supuesto momento en el que uno se siente tan estupendo por estar viendo in situ algo muy grande.

Pero sí, aquello fue grande. De todos los flashes conservados de aquel partido, el más impactante fue el de Rudy yéndose directo hacia Dwight Howard a machacarle en la cara. "Dónde va este majara", fue lo menos que pensé cuando se tiró contra la, entonces, torre de los Magic. A Howard, por cierto, había que verlo a medio metro para darse cuenta de qué clase de mole era. Aquel icónico mate levantó de los pupitres a periodistas españoles, hizo golpear mesas a los argentinos. El sentimiento de incredulidad aquel mediodía en el Wukesong era generalizado.

Marc Gasol y Jorge Garbajosa
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Gesto de rabia de Marc Gasol regresando a defender. Detrás de él, un veterano como Jorge Garbajosa.

El mate de Rudy resume qué sentía la Selección española de baloncesto aquel mediodía en China. Y es que no tenía miedo a nada. Aunque no tenía a Calderón, seguramente en los mejores años de su carrera (Aíto escondió su baja aunque, admitámoslo, él era más feliz con Ricky en la pista), se sintió con una libertad increíble para hacer lo que quisiese. Nunca jugó con menos complejos. Diría que, por momentos, casi ni miraba el marcador. Lo de Estados Unidos, con Kobe, Wade, Carmelo y Lebron, era una sangría de puntos. Pero España decidió jugar. Eran años de exuberancia física, anotadora y feeling entre los jugadores. Navarro, Ricky, Garbajosa, Rudy. Siéndolo como siempre lo fue, era un equipo mucho menos dependiente de Pau Gasol que en 2012, por ejemplo. Mucho más dinámico. Y más joven. Salvajemente fresco. España fue perdiendo 44-58 y, al ritmo que iba Estados Unidos, pensé que podría ganarle de 30 fácilmente aunque España jugase un gran partido. Pero no fue así.

Salimos al descanso a tomar el aire tóxico de Pekín y hubo reunión en torno a Fernando Romay, que con esa seguridad que transmite cuando dice las cosas en serio, porque te crees que las dice de broma, proclamó: "Ganamos". Mi cálculo, le dije, es que, "teniendo en cuenta que España pierde 69-61 al descanso y no he visto meter tanto a la Selección en mi vida, sería una buena noticia terminar veinte abajo". Cabe recordar que España había sido arrasada (119-82) en la primera fase en un partido que generó una crisis que merecería otro artículo. Carlos Jiménez, capitán de aquel equipo, jugó un papel clave para evitar la fractura de un grupo que amagó con la división y que no se sentía cómodo alrededor de Aíto. Ya se sabe, las largas concentraciones y un largo campeonato en China no resultan fácil de gestionar. Y menos ya con jugadores que habían dado el paso a superestrellas. Sin embargo, España, como en tantas otras competiciones, supo juntarse a tiempo, limar asperezas y ser un equipo. Su semifinal contra Lituania, con Gasol en modo extraterrestre, ya había sido memorable.

El público chino, con Pau Gasol
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El público chino, volcado con la Selección español y con su estandarte, un Pau Gasol que por entonces jugaba en los Lakers.

Vi sufrir a Estados Unidos. Era el Reedem Team, un equipo que se había concentrado en Las Vegas en 2007 simplemente para recordarse que lo de 2004 en Atenas, y lo de 2006 en Saitama, no iba a volver a pasar. Que un año después se reunió con una misión, redimir su nombre y reconquistar el oro, y que no podía fallar. Y que había arrasado durante el torneo. Daban miedo y jugaron un baloncesto superlativo, pero estuvieron amenazados. Y tanto que lo estuvieron. Rudy, jugador al que el baloncesto español pondrá en su sitio (debería ser altísimo) en su momento, estaba para todo. Por ejemplo para meter un triple de locos: 91-89. Por primera vez, había que dejar de escribir esas crónicas enlatadas que todos preparamos cuando imaginamos el desenlace. Pasase lo que pasase, había que volver a la pantalla en blanco. La historia de ese partido ya debía ser reescrita.

Fue maravilloso porque durante algunos minutos sí se masticó la posibilidad de ganar y siempre me pareció que, pese al marcador, España estuvo más cerca de ganar ese día que en Londres.

Supimos que todo había acabado cuando Kobe Bryant, qué clase, metió un tres más uno con 104-99 que, además, supuso la quinta falta de Rudy. Altivo, como siempre ha sido, la impotencia le consumió. Su reacción, fuera de tono, como alguna que vi en el banquillo español, pareció algo excesiva. Pero también es cierto que Estados Unidos estaba muerta de miedo, protestaba también lo suyo desde su banquillo con su habitual altivez y no podía perder de ninguna manera. Y que España sintió que ese era su día.

Si hay que perder, supongo, debe ser así. Claro que siempre podrá pensarse que a España le faltó ese centímetro para cruzar la línea que delimita la gloria de la eternidad.

La final se había terminado para España, pero no para mí. A Relaño, entonces nuestro director, le dio por jugar con el horario. Y, ya que en China había seis horas menos, decidió pedir una entrevista a Gasol. "Pau ya no está aquí", le dije desde el Wukseong a la gente de Madrid. "Pues encuéntralo", me respondieron. Afortunadamente, durante los Juegos había cenado un par de veces en el Mare, un restaurante regentado por un español en un barrio de moda de Pekín en el que José Luis Sáez, por entonces presidente de la FEB, había montado una suerte de Casa de España B para competir con la oficial. Digamos que para tocar las cosquillas de Alejandro Blanco, presidente del COE.

Pau Gasol, en Barajas
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Pau Gasol atiende a los medios nada más aterrizar en Barajas tras conseguir la medalla de oro para la Selección.

Así que, confirmado que la Selección estaba allí y con el ordenador en las piernas, me monté en un taxi con Jorge Muñoa, periodista de Efe. Nunca he entendido cómo el taxista entendió nuestras instrucciones pero el caso es que, media hora después, estábamos en el Mare. La Selección estaba de cena en un reservado y el cierre del periódico se acercaba. Ahora había que saber si Gasol, que ya en aquellos tiempos se cuidaba hasta el extremo, había acudido a la cena. Alguien advirtió a Pau de nuestra presencia allí con el fotógrafo Jesús Rubio, que se había incorporado no sé muy bien cómo junto a Tomás Guasch. Y Gasol, en uno de esos detalles que luego estás obligado a agradecer para siempre (ya había tenido alguno más), nos atendió en una entrevista con foto superlativa que luego se quedó en dos columnas...

No hemos acabado. De aquella final siempre se ha hablado de la permisividad arbitral con los pasos de los estadounidenses. Aquellas imágenes de Navarro ironizando en la pista con el peculiar primer paso de los NBA... Esa mañana protestamos mucho. También los periodistas, hay que admitirlo. Hablamos menos, sin embargo, de cierta permisividad con los jugadores españoles. Como ya ha prescrito, nos permitiremos el lujo de robarle un off the record a Carlos Jiménez, que en esa noche inolvidable del Mare, donde no es que se celebrase una derrota sino una manera de hacer baloncesto que había impresionado al mundo, soltó: "Ellos han hecho pasos, yo a Lebron le he dado más hostias que en toda mi vida". Carlos Jiménez, por cierto, había anunciado a sus compañeros ese día en el corrillo final, que dejaba la Selección. Fue un grandioso capitán. Por cierto, volvimos al Wukesong. Fue hace menos de un año. Había una cuenta pendiente allí que fue saldada: fuimos campeones del mundo.

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