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KHIMKI 82 - REAL MADRID 93

Partido grande de un Madrid liderado por Ayón y Llull

Los blancos vencieron al Khimki y terminan la primera vuelta con cuatro victorias. El pívot hizo 24 puntos, 13 rebotes, 5 robos y 2 tapones. El base, 17 tantos y 11 asistencias.

Sergio Llull, entre Alexey Shvedy Tyrese Rice.
Sergio Llull, entre Alexey Shvedy Tyrese Rice.AFP

Cuando peor lo tenía, con las ausencias de Reyes, Nocioni, Rudy y Lima, ante uno de los mejores equipos del grupo, que ya le había ganado dos veces en la primera fase y otra más en pretemporada, el Madrid recuperó su espíritu de campeón. Corazón y garra, talento. Tomó Moscú y se impuso al Khimki en una segunda parte memorable (32-50).

Nos recordó a la victoria clave de Múnich en la primera fase (la única hasta ahora lejos del Palacio), cuando era ganar o morir. Y salió vivir. Triunfo de equipo enorme, el de entonces y el de ahora, con muchas manos silenciosas apiladas por la causa, pero también con héroes fragorosos: Gustavo Ayón y Sergio Llull esta vez. El base y el pívot lideraron un éxito de peso que pone al Real con cuatro victorias al final de la primera vuelta. Necesitará tres o cuatro más para clasificarse y aún le quedan cinco partidos fuera y apenas dos en casa, pero ya no diluvia. Solo llueve.

Actuación estelar de Ayón en toda la cancha (24 puntos, 13 rebotes, 5 robos, 2 asistencias y 2 tapones para 41 de valoración) y magnífico el apoyo que le dio Lull, que comenzó asistiendo y acabó metiéndolas en gama amplia de colores (17 tantos, 11 pases y 25 de valoración). Certero como su equipo, porque ahí estuvo la diferencia con el choque ante el Baskonia de hace seis días, en la puntería. Los de Laso terminaron con 14 triples y un 41% de acierto. Cuatro en cinco minutos para abrir la segunda parte y resucitar a tiempo cuando los de Kurtinaitis amagaban ruptura: 55-45.

El duelo había arrancado a ritmo de vértigo, ese que le gusta al Madrid pero más incluso al Khimki, que juega todavía a más posesiones. En cuanto los blancos redujeron su acierto (Thompkins y Maciulis, muy bien de inicio), el enemigo cabalgó a lomos del juego interior: Augustine era un jinete del apocalipsis (15 puntos al descanso). Defensa blandita, pura mantequilla. Pero el frío de Moscú la debió endurecer tras el paso por vestuarios. Los pívots, y eso que el lesionado Paul Davis había vuelto por sorpresa, no volvieron a ver aro. Los bajitos jugones, tampoco.

Rice recordaba su MVP con el Maccabi en la final de hace dos años con frustración. Impotente. Y a Shved le sacaron del duelo con cinco faltas. El Madrid volvía a defender, como en sus días de vino y rosas, días de Final Four, y además compensaba la brecha reboteadora. Labor útil de Sergio y de Carroll atrás, también de Rivers, claro. Y sí, añadan ahí a Thompkins. Valiosísimo además en ataque, en lo suyo. Manita y juego de espaldas. Ganó el Madrid y lo hizo a lo grande: vista al frente y once arriba en Moscú. El average, siempre el average. Cosas del grupo de la muerte.