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SOCIEDAD

Un estudio científico asegura que el color rosa no existe

Si se observa el espectro de luz visible, no se encuentra ningún color que equivalga al rosa, sin embargo, somos capaces de percibirlo, ¿por qué ocurre?

Actualizado a
ACOMPAÑA CRÓNICA: EEUU CINE - AME4097. LOS ÁNGELES (ESTADOS UNIDOS), 19/07/2023.- Fotografía cedida por Warner Bros donde aparece la actriz Margot Robbie durante un fragmento de la película "Barbie". Hay películas que logran convertirse en fenómeno incluso antes de estrenarse. El 'boom' de "Barbie", filme dirigido por Greta Gerwig, así lo prueba, al conseguir que tanto apasionados amantes de la muñeca como aquellos a los que le resulta indiferente aguarden con interés su lanzamiento. Ternura, píldoras de humor y un profundo sentido crítico acerca de los roles de género impuestos por la sociedad se fusionan en una película que vuelve a poner de manifiesto la visión de Gerwig ("Lady Bird"), una cineasta que brilló con subgéneros independientes y que hoy es una de las mayores revelaciones de la industria. EFE/ Warner Bros SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)
Warner BrosWarner Bros/EFE

Uno un día se entera de que el color rosa no existe. Preocupado, mira a su alrededor en busca del objeto que le confirme que esto solo puede ser un malentendido, pero nada en su habitación es capaz de darle esta seguridad que de repente tanto necesita. “¿Será verdad que el rosa no existe?”, se pregunta. Busca angustiado en los cajones hasta que, por fin, encuentra la muñeca con la que su hermana jugaba de pequeña y esta, a pesar del paso del tiempo, sigue siendo rosa. Respira aliviado. Pero ahora se siente engañado, ¿qué quería decir, entonces, eso de que el rosa no existe? ¿Acaso los colores pueden aparecer y desaparecer? ¿O es que el rosa nunca existió? ¿Qué será lo siguiente, el marrón, el número diecisiete, el nornoroeste?

Rosa palo desaparecido

El rosa sí existe. O no. Cada año nuestra sociedad se vuelve un poco más científica y, consecuentemente, también lo hace nuestro lenguaje. ¿Existe el rosa científicamente? Pues no, según concluye el estudio científico ‘Why pink doesn’t exist’. ¿Deberíamos obedecer los preceptos científicos a la hora de entender la realidad? A veces, quizás, pero desde luego no lo hacemos la mayor parte del tiempo, así que, en ese sentido, el rosa es tan real como las leyes de Newton. Para todos aquellos racionalistas positivistas, seguidores del CERN, aduladores de Einstein, buscadores de fórmulas, leyes y teorías, el rosa no “existe” puesto que la existencia debe poder ser objetivizada y comprobada racionalmente. Aquellos que, por el contrario, crean que la realidad es algo más que partículas y reacciones de causa-consecuencia, podrán argumentar que la experiencia, por suerte, no sigue siempre un punto de vista objetivo y que el rosa es “real” porque se percibe como real, pero ¿y si esto tampoco fuera así?

Rosa chillón positivista lógico

Llamamos espectro visible o luz visible a la parte de la radiación electromagnética que puede percibir el ojo humano, este espectro abarca, aproximadamente, a longitudes de onda entre los 400 y los 700 nanómetros y según la posición en el espectro vemos un color u otro. Como en los dos extremos del espectro visible encontramos el rojo y el violeta, lo que se encuentre por debajo del mismo se denominará “ultravioleta” (rayos gamma, rayos X, etc.) y lo que se encuentre por encima “infrarrojo” (ondas de radar, microondas, etc.). Si observamos detenidamente el espectro visible veremos la evolución del violeta al rojo, pasando por el azul, verde, amarillo y naranja. Pero no el rosa. Esto ocurre porque el rosa es, en realidad, una combinación entre la luz roja y la luz violeta. Los receptores de la retina humana solo pueden captar longitudes de onda y no hay ninguna que se equivalga al rosa. Sin embargo, cuando la luz se refleja en un objeto y emite cantidades similares de luz roja y violeta, aunque nuestros receptores capten por separado las dos frecuencias límite del espectro, nuestros ojos las combinan y dan lugar al rosa. El rosa es, por tanto, la conjunción de los extremos. El rosa no es ni de izquierdas, ni de derechas, ni de centro, el rosa es apolítico.

Rosa fucsia estructuralista

Algún lector perspicaz se habrá dado cuenta de que en el espectro tampoco están el marrón o el gris, por ejemplo. E incluso, si nos fijamos más atentamente, veremos que la presencia del naranja se nos hace menos evidente que la del resto de colores. Si le hubiéramos mostrado esta misma escala cromática a Cristóbal Colón, jamás hubiera dicho que en ella hay más de cinco colores porque, aunque nos parezca inverosímil, el término “naranja” se emplea para referirse a la fruta desde el s. XIII, pero no fue hasta 300 años más tarde en 1542 cuando comenzó a usarse para nombrar un color. ¿Existía el naranja, incluso antes de ser nombrado? El debate sobre si el lenguaje estructura la realidad o es la realidad la que da forma al lenguaje, ha dado dolores de cabeza a muchos filósofos y, en lo relacionado con los colores, los estructuralistas se anotan un punto. Aunque nuestras retinas sean todas prácticamente idénticas, hay culturas que reconocen colores que otras no, y viceversa. Lo cierto es que dentro del espectro podemos reconocer cientos de miles de variaciones cromáticas y los límites a la hora de establecer dónde empieza y acaba un color son arbitrarios. Tanto el pueblo berinmo de Papúa Nueva Guinea como los tsimanés de la Amazonia peruana usan el mismo término para el verde y el azul. Los tsimanés viven en una realidad verde y solo tienen nombres para el rojo, el blanco y el negro. “¿Pero cómo van a pensar que la hierba y el mar son del mismo color?”, podríamos decir, a lo que alguien podría responder: ¿acaso el mar es “azul” o, más bien, adopta muchísimas tonalidades diferentes, a veces a lo largo de un mismo día, y nosotros las reunimos todas en un solo término: azul?

Para evidenciar la complejidad del asunto se puede hacer un pequeño experimento. Pruebe un trozo de una comida que le guste u observe un color cualquiera. Ahora intente describírselo a alguien y comprobará que si no recurre a otros colores o sabores, es imposible. Estamos frente al problema de la Qualia, uno de los mayores dilemas de la ciencia moderna. Cuando se ha probado el chocolate hemos sentido un número de cosas, cierto placer, cierto bienestar ¿Es dulce? Sí. ¿Está rico? Probablemente. ¿Define esto nuestras percepciones? Ni de cerca. Hay mucho más. ¿Puede entender lo que sentimos alguien que nunca ha probado el chocolate? ¿Cómo sabríamos que siente lo mismo si no podemos comunicarlo? Es como si hubiera una barrera que nos impidiera pasar de la experiencia subjetiva a la comunicación e incluso la ciencia moderna, que todo lo pronostica y todo lo explica, no puede derribarla. La química puede explicar qué componentes tiene el chocolate, mientras que la neurociencia puede determinar cómo los procesa nuestro cerebro, pero el salto de lo que ocurre biológicamente a nuestra experiencia, sigue siendo un misterio. Los qualia son la esencia de nuestra conciencia, son todo lo que sentimos cuando vemos un color y esto es mucho más que el color mismo. La consecuencia de esto es que nunca vemos exactamente el mismo color, sino que cada percepción es diferente, solo que cuando las comunicamos, debemos admitir nuestro fracaso y reducirla a una simple palabra: “es rosa”.

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