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POLÍTICA

La inteligencia británica destapa un “problema” del ejército de Rusia “dentro de sus filas”

Desde la movilización forzada del pasado mes de octubre habría aumentado la negativa a la llamada a filas, dando pie a un abuso judicial que enviaría a los soldados de vuelta al frente.

Servicemen of the Ukrainian Military Forces gather after fighting with Russian troops and Russia-backed separatists near the village of Zolote, in the Lugansk region on March 6, 2022.
Anatolii StepanovAFP

La música no se escucha igual en dos oídos diferentes. Cuando la trompeta suena, emitiendo un sonido metálico que pone en pie al más rezagado, y los tambores retumban, percutiendo un ritmo cardíaco que acompaña la tensión del frente, tampoco. La guerra tiene una melodía. Sin embargo, y al calor de la impopularidad que aflora en la invasión vertida sobre Ucrania, no hay dos oídos en Moscú que interpreten de la misma forma el pentagrama del Donbás.

No todos los soldados quieren estar ahí. Y a esa negativa le crecen los castigos. A esta conclusión apunta el último informe elaborado por el ministerio de Defensa de Reino Unido, basado, al mismo tiempo, en “investigaciones creíbles realizadas por periodistas rusos independientes”. Una historia de eufemismos, castigos y nostalgia.

Condenados a luchar

Las indagaciones revelan que “entre enero y mayo de 2023 los tribunales militares rusos se ocuparon de 1.053 casos de personal ausente sin permiso (AWOL)”. ‘Ocuparse’ no es sino un sórdido eufemismo. Y la represalia consecuente ha recaído en una cifra que en sólo cinco meses supera con creces la de todo el año pasado. El cálculo es fatal: en cinco meses se han negado a ir la guerra más personas que en once.

Y es que las ‘tropas de la Z’ se estarían enfrentando así a un problema disciplinario de gran calado, cuyas gotas regarían la mala cosecha en la que se ha convertido el este de Ucrania. Justo son las regiones de esa parte del país, tal y como expone el texto de la inteligencia británica, en las que se plantó la semilla de semejante espantada “tras la movilización forzada de reservistas de octubre”. Se llamó a filas por la anexión de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia.; y el efecto no ha sido el deseado.

Se desencadenó un proceso judicial que bebe del autoritarismo ruso y, al mismo tiempo, de la necesidad militar que implica la invasión a gran escala. “Los datos de la corte sugieren que la mayoría de los culpables de ausentarse sin permiso ahora son castigados con sentencias suspendidas”, detalla el gabinete británico. La traducción directa es que se abre la posibilidad de que sean reasignados en el frente. Es decir, condenados a luchar.

Desilusión, miedo, tristeza. Son profundas las causas que merman la moral de aquellos soldados que, apostados en una pared derruida del Donbás, allí donde los tiros rompen el suave susurro que la brisa arranca a las hojas, agarran una fotografía de su familia. O de su perro. O de cualquier cosa que hayan dejado atrás y les recuerde la felicidad del hogar. Lejos de la guerra. “Los esfuerzos de Rusia para mejorar la disciplina se han centrado en hacer ejemplos de los incumplidores y promover el celo patriótico”, sentencia el informe. Y no es que la propaganda moscovita sea mala. Es sólo que la música no se escucha igual en dos oídos diferentes.