"La Selección española de baloncesto ha logrado matarnos de sueño. Esas horas a las que juega los partidos lo mismo obligan al madrugón que a mantener en vela a toda la familia. Ayer el comentario en la calle giraba en torno a la victoria ante los yugoslavos, la seguridad de la medalla de plata en los Juegos Olímpicos y la necesidad de proveerse de café para aguantar despiertos el choque definitivo frente a los yanquis". Así ("un amanecer entre oro y plata") narraba el diario AS las horas, mágicas para el baloncesto español, que separaron el 10 de agosto semifinal y final del torneo de baloncesto de los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984.
España (Llorente, Margall, Jiménez, Martín, Romay, Corbalán, Solozábal, Epi...) fue plata después de ganar a la temible Yugoslavia en una semifinal inolvidable (39-21 de parcial en la segunda parte, 74-61 total) y de caer en la final ante Estados Unidos (96-65). En Los Angeles, con la mitad del país trasnochando y la otra mitad madrugando. En el mítico Forum que ya era el reino Magic Johnson y los Lakers del showtime. Y frente a un rival de temibles jovenzuelos universitarios liderado por Chris Mullin, Patrick Ewing... y un Michael Jordan de 21 años (17,1 puntos por partido). Noches inolvidables y una plata histórica en los Juegos del bronce en 1.500 de José Manuel Abascal.
A José Luis Llorente, 'Joe', no le gusta que se recuerde la juventud de aquellos estadounidenses: "En nuestro equipo también éramos muy jóvenes, Fernando Martín tenía 22 años". Él, tiene ahora 58, formaba un extraordinario trío de bases junto a Corbalán y Solozábal, la dirección que enhebró un éxito olímpico que se había anunciado con el cuarto puesto en el Mundial de Colombia en 1982 y la plata europea en Nantes, un año después. En Francia España tumbó a la Unión Soviética, en Los Angeles (donde el gigante ruso no compareció por las tensiones políticas de la época), a Yugoslavia. Caían los gigantes europeos muchos años antes de que España se convirtiera en el gigante.
Pero quedó en pie Estados Unidos, suspendida en aquella mística del Forum, los aros olímpicos y Michael Jordan: "Para nosotros la final olímpica fue lo verdaderamente importante. El rival... Por entonces estábamos tan separados, eran dos mundos tan distintos... La gente de la calle no sabía quién era Jordan, el público sabía poco de NBA y casi nada de los universitarios. Ellos te agarraban, te empujaban... Era una forma de defender distinta. Después ha ido cambiando y ahora hay más contacto en la Euroliga que en la NBA, pero entonces había mucha diferencia y también mucha presión para que ellos ganaran. Si hubiéramos tenido opciones, los árbitros nos lo habrían puesto muy difícil. Así que jugamos la final muy relajados, no la preparamos tanto como la semifinal ante Yugoslavia", confiesa un Llorente que sí recuerda el impacto de jugar contra Jordan: "Se veía que era muy bueno, por físico, por todo... Se veía que llegaría muy lejos a pesar de los tapones que le puso Romay. Del resto, algunos eran muy buenos y otros no tanto. Para mí Fernando Martín era mejor que Wayne Tisdale, por ejemplo. Pero por entonces había mucha diferencia, ni te miraban. Walter Szczerbiak me decía que cuando volvía a Estados Unidos se hartaba de hablar de los jugadores que había en Europa pero ni le escuchaban. Después empezó a haber mucho trasiego, más contacto... ¿Qué número de draft serían ahora Arvydas Sabonis o Drazen Petrovic?". Sabonis fue número 24 y Petrovic número 60 en 1986. Hace dos años, por ejemplo, Kristaps Porzingis fue 4 y Mario Hezonja, 5.
Río de Janeiro, poco más de 32 años después: el 19 de agosto de 2016 España cae en semifinales contra Estados Unidos por un ajustado 82-76. Dos días después, la Selección salva un sufrido bronce ante Australia (89-88) y asiste a la exhibición estadounidense en la final (96-66 a una Serbia asfaltada) desde una sala próxima a los vestuarios en la que esperan a la ceremonia de las medallas. El seleccionador Sergio Scariolo recuerda la visita que recibieron nada más terminar el partido: "El entrenador de EE UU, Mike Krzyzewski, vino a vernos antes incluso de ir a su vestuario. Era su último torneo con su selección y se despidió saludando a nuestros jugadores uno por uno y diciéndome que la semifinal había sido el partido más difícil en lo táctico de su trayectoria internacional". Krzyzewski, Coach K, es una leyenda estadounidense que dirige a Duke desde 1980 y que fue el elegido para reconducir el Team USA después del descalabro de Japón 2006 (España oro, Grecia plata, Estados Unidos bronce). Ahora da el relevo a Gregg Popovich con dos oros olímpicos y dos Mundiales sin un sola derrota entre 2008 y 2016. Y con la certeza de que durante ese tiempo no ha tenido rival más duro que España: "Si no es por Kobe Bryant no ganamos la final de Pekín".
32 años después el mundo ha cambiado, el baloncesto ha cambiado y sus relaciones internacionales, también. Más de cien jugadores no estadounidenses pueblan las plantillas NBA, entre ellos diez españoles. Tres décadas después de que Fernando Martín hiciera de avanzadilla en Portland (1986-87) y con una nómica que incluye los galones de los hermanos Gasol, la leyenda de Pau (desde 2001 en la NBA, dos anillos de campeón, seis veces all star) y la jerarquía de Marc, ahora mismo uno de los tres mejores pívots del mundo. Pau, junto a su inseparable Juan Carlos Navarro, define la histórica crecida del baloncesto español: tres medallas olímpicas (dos platas y un bronce), un Mundial y siete medallas continentales (otros tres oros) desde 2001. Y el respeto del gigante estadounidense: "La gran clave es el nivel de los jugadores españoles en la NBA, ese es el punto de partida. A partir de ahí, España ha sido el equipo que más se les ha acercado en las últimas competiciones y eso tiene peso para su entrenador, para los jugadores que van repitiendo en Mundiales y Juegos...", reflexiona Scariolo.
Pau, junto a Juan Carlos Navarro, define la histórica crecida del baloncesto español: tres medallas olímpicas (dos platas y un bronce), un Mundial y siete medallas continentales (otros tres oros) desde 2001
España ha ganado cuatro veces de veintiocho al ogro yanqui: Buenos Aires 1972, Bogotá 1982 (el primer triunfo en un gran torneo internacional), Castellón 1993 e Indianápolis 2002. Nunca en unos Juegos (0-11 ahora), donde la Selección se ha sentido capaz de alcanzar el cielo en las últimas cuatro ediciones: en todas ha perdido en los cruces contra Estados Unidos... por una media de 8 puntos, un universo distinto a los 24,4 del total de los enfrentamientos. En Atenas 2004 el equipo de Mario Pesquera jugó una excepcional primera fase (5-0) que le mandó en cuartos contra un cuarto de grupo que acabó siendo Estados Unidos, un equipo errático que había perdido contra Puerto Rico y Lituania y que perdió en semifinales contra Argentina... pero que tuvo su día bueno en cuartos: 102-94 ante una España fulminada por el talento esquivo de Stephon Marbury (6 triples, 31 puntos).
En Río una España sin Marc Gasol sujetó durante los 40 minutos (82-76, una persecución frustrante y finalmente inconclusa) a una Estados Unidos repleta de bajas (Stephen Curry, LeBron James, Kawhi Leonard, Chris Paul, James Harden...) pero también de talento (Kevin Durant, LeBron James, Carmelo Anthony, Klay Thompson, Paul George...). Y entre Atenas y Río, en la plenitud de la edad de oro de la Selección, el equipo de Aíto primero y Scariolo después jugó dos de los mejores partidos de la historia del baloncesto FIBA en dos finales para el recuerdo: 118-107 en Pekín 2008 y 107-100 en Londres 2012. La primera tal vez más espectacular, la segunda más comprimida, más salvaje (54 personales, 63 tiros libres), con la sensación de que Estados Unidos (85-84 a nueve minutos del final) sabía que se enfrentaba a un enemigo gigantesco al que miraba de tú a tú, con respeto y momentos de temor. Una Estados Unidos que era una revisión del Dream Team que sepultó a España en la fase de grupos de Barcelona 92 (81-122). Un equipo estruendoso con Kobe Bryant, Kevin Durant, James Harden, Chris Paul, LeBron James, Russell Westbrook... Pero contra una España con Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Serge Ibaka, José Manuel Calderón, Sergio Llull, Marc Gasol... El gigante europeo ya no era ni la antigua Yugoslavia ni la extinta Unión Soviética. España era la nueva medida para Estados Unidos, incluso para la mejor Estados Unidos posible. Una España a la que el resto de selecciones europeas veían como más alta, más fuerte y más talentosa: mejor. Que en los últimos cuatro Juegos, un ciclo de 12 años, ha ganado tres metales y solo ha sido frenada por Estados Unidos. Las cuatro veces: la última gran barrera.
Scariolo recuerda ese partido de Londres como la gran ocasión, más que la sufrida semifinal de Río: "Nuestro equipo era mejor en 2012. Tenía más frescura, más talento y más armas que en Río. Había jugadores en un momento mejor de su carrera, tuvimos el acierto en el tiro exterior para ir a más de cien puntos... Sumamos mucho, creo que les pusimos de verdad en más apuros que en cualquier otro, en muchos problemas".
Fueron partidos, sobre todo Pekín y Río, que hicieron resonar el nombre de la Selección por todos los rincones del mundo del baloncesto, como (en otra era) aquel del Forum de Los Ángeles en 1984. Fueron partidos que España pudo ganar, en los que se quedó a un paso de un monstruo casi inconcebible pero en los que demostró estar también muy por encima de todos los demás. El Dream Team de Barcelona 92 no tuvo rival hacia el oro, el Reedem Team (equipo de la redención) que siguió a los desastres de Atenas y Japón sudó la gota gorda ante una España descomunal que se quedó siempre a un par de pasos después de haber dado un millón de zancadas.
Pero una España que, como sabe Scariolo, había crecido tanto que se sentía rival para el gigantesco favorito y entrenaba para ponerle en problemas desde el inicio de la fase de preparación: "Es un equipo distinto a cualquier otro. No solo es mejor, es que hay que hacer cosas distintas contra ellos por sus características físicas y atléticas. Vamos preparando durante toda la concentración cosas que solo usamos contra ellos, por esconderlos y porque creemos que no funcionarían tan bien contra otros. Es el único rival al que dedicamos más tiempo que el habitual entre partidos, el único contra el que pensamos más en ajustes ofensivos que defensivos: hay que atacar bien para evitar que puedan aprovechar tus fallos y jugar mucho a la contra. Así no les gana nadie. Tienen tanto talento y son tan buenos físicamente que no les afectan las bajas, quién esté en pista y quién en el banquillo... Es casi imposible ganarles, especialmente cuando se entra en la fase de cruces". Casi. Y ese casi en la última era de dominación estadounidense ha sido España. La España que tendió un puente desde el heroico equipo de los 80 y redimensionó su historia y, con ella, la del deporte español. Un equipo que puso a todo el país ante el televisor en la noche lejana de Los Angeles, en la mañana de Pekín, la tarde de Londres... Un equipo al que no olvidaremos jamás.