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COREA DEL SUR 3 - 6 MÉXICO

México rompe la historia y acaricia medalla

La Selección Mexicana se instaló en las semifinales del torneo olímpico de fútbol en Tokio 2020 con una paliza sobre Corea del Sur. Enfrentará a Brasil para asegurar medalla.

MéxicoActualizado a
México rompe la historia y acaricia medalla
Jorge Martinez

Corea era ‘el némesis’ olímpico de México. Era. En un ejercicio de contundencia casi sádica, México arribó a las semifinales de Tokio 2020 tras vengar viejas rencillas. 6-2, doblete de Henry Martín y obras de arte de Romo y Córdova incluidas. Un partido inmenso, inspirado en la puntería de Alejandra Valencia. Si el Tri de Jaime Lozano está llamado a replicar las glorias de Londres 2012, va por el camino correcto. En Yokohama, su equipo ya dio un golpecito a la historia.

El partido inició bajo candado hasta que Vega colgó la pelota, Romo la devolvió a tierra y Henry Martín la depositó ante la tardía vigilancia de Jeong. Agachado y certero, cabezazo que solo firmaría un delantero centro por su plasticidad y eficacia. Corea resopló, equipo dúctil y estético, y empujó hasta que Lee dejó pasar a Romo con una verónica y soltó un obús que destruyó el bastión de Ochoa. Pero una virtud de la oncena de Lozano es la memoria corta: Vega pasó página pronto y volvió a hacer gala de sus dotes con el arco y la flecha; balón en parábola que Romo congeló en el tiempo y convirtió en gol en la misma maniobra, sin esperar a que botara sobre el césped. Una definición similar de Lewandowski daría la vuelta al mundo.

Vega fue la vía de acceso de México. Trazos en diagonal para librar la presión media, la desbandada que iniciaban Seong y Kang desde laterales. En esa clave se gestó el tercer gol de la madrugada: Kang, incapaz de calcular la trayectoria, empujó por la espalda a Antuna y el árbitro dictaminó con mínimo rigor. Córdova, tiro elegante, pierna cruzada, anotó con ligereza. ¿Coda al fin? No, Londres 2012 enseñó que no hay gloria sin sufrimiento, sin dolores de parto. Kim copió el recurso de Vega, Lee dejó en el tartán a Sánchez, embrujó la pelota con un toque de hombro y preparó la escena para un gol de museo; Ochoa repelió con sus guantes chalados. Antes del entreacto, Lee estampó un balón en el travesaño con una advertencia: las noches en Yokohama son largas.

Y muy largas. Corea ya se había insinuado; logró que la retaguardia mexicana corriera contra su arco y, en la inercia, una pelota producto de carambola llegó a la prodigiosa zurda de Lee. El mediapunta coreano, heredero de Park y Son, apuntó a la trenza de las redes del fondo y las laterales. ¿Recuerdan la virtud de los buenos equipos? Córdova pendió la pelota y Martín se coló en el tumultuoso metro de Seúl para impulsar con la frente (y algún hombro) el gol del nocaut. Del alivio. El gol que hizo la noche menos larga de lo que prometía.

México se ensañó con la maltrecha Corea. A pico y pala, el Tri machacó las ruinas. Fue cuando Antuna aceleró y juntó centinelas, Loroña actuó como intermediario y Córdova, con un tiro delicioso, proyectil inteligente, engrandeció las ilusiones. El gol de los ensueños. Sablazo samurai. Después Ochoa presumió de sus escudos, Antuna se devoró el ramen que debía compartir, y Angulo pidió pista para unirse al baile. Todavía hubo tiempo para un danzón de Lainez, incomprensible suplente y alborotador profesional, y la puntilla de Aguirre, gol que solo firmaría un ‘nueve’ sediento. El descuento de Hwang lo mencionamos por mero respeto. Lo más irrelevante de un partido museístico del Tri.