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MÉXICO 3-0 SUDÁFRICA

México recupera la ilusión

El Tri olímpico resolvió su clasificación a los cuartos de final con contundencia. Vega, Romo y Martín, autores. ‘Charly’ Rodríguez fue expulsado.

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México recupera la ilusión
Richard Callis

Las medallas están al doblar el Monte Fuji. La Selección Mexicana ya se inscribió a la excursión. El Tri evitó dramas y solventó su clasificación a cuartos de final sin mayores aspavientos y con algún desaguisado, como la forzada ausencia de Carlos Rodríguez del trascendental duelo del próximo sábado, ante Corea del Sur, en Yokohama. El partido brindó una colección de buenas nuevas a tiempo preciso: México renovó ilusiones; recobró brío, memoria y fútbol.

Buenos augurios entregó el Tri en los primeros compases, a pesar de los parches. Sin retocar la estructura, Lozano reclutó a Antuna, Noroña y Angulo en detrimento de Lainez (una excentricidad que, imaginamos, buscaba un ‘efecto sorpresa’) Vázquez y Aguirre. Sudáfrica empujó lentamente a partir de su flexible 4-2-3-1, condicionado por la hiperactividad de Kodisang. Henry Martín, quien ya había dejado retazos de su ductilidad, encontró un espacio entrelíneas y rompió filas para descompensar al aparato sudafricano. Condujo el ariete, dejó pasar la pelota para eliminar a sus guardias y, con ello, las puertas del Kokyo se abrieron de par en par; Antuna, quien ya había surcado la costa japonesa, sirvió el nigiri en bandeja a Vega. Cualquier vestigio de amenaza, cualquier afán de apelar a la calculadora para dirimir probabilidades matemáticas, había quedado enterrado.

Antuna hizo suyo los vastos pasillos del Jardín Botánico de Sapporo. Lozano, un visionario incomprendido. Mohamme le perdió la pista en medio del bosque de cerezos y, en uno de sus tantos paseos, el extremo de Chivas avistó a Romo, quien extendió el envío al travesaño. Vega obtuvo el reintegro y ajustó la mira con el borde interno del botín, definición de libro de texto, pero Williams se prodigó con sus guantes de acero blindado para contener la metralla. Sudáfrica estaba al borde del nocaut. Cuando Córdova se despejó del resguardo de Mahlatsi, el Tri marchó distendido por las praderas del Shikotsu-Toya. Romo, quien pescó un regalo de Mokoena, empujó el segundo gol de la sesión con carambola de por medio. El partido de la urgencia se volvió una apacible mañana a la sombra de los cerezos.

Antuna fue una katana que hizo sangre con Fleurs. Afortunadamente, para la causa sudafricana, el trazo final cayó en los pies de Malepe antes que en los de Vega. Quien obtendría recompensa fue Henry Martín. Primeros, sus pies sobrevivieron al continuo asedio de Malepe; después de talarle las pantorrillas al ariete, el capitán sudafricano debió hacer las valijas con antelación. Martín descargó sobre Rodríguez, quien devolvió la cortesía, y atacó el hueco que había dejado la expulsión de Malepe; Maríin se citó con Williams en duelo a sables y venció con un mandoble suave; la pelota se acunó en las redes.

México pasó el resto del partido reposando en las aguas termales de Noboribetsu aunque, eso sí, con alguna preocupación de por medio: el castigo de Rodríguez por atropellar a Singh. Lozano aprovechó la última media hora para mover al fondo de armario; regalar experiencias de vida a Angulo, Mora y Esquivel; y degustar un o-choko de sake, a la salud del futuro inmediato. La medalla aguarda al doblar el Monte Fuji.