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Objetivo indiscreto

Cristiano y Leo Messi: viva imagen de una rivalidad histórica

Cristiano y Messi sólo se replican en el campo. No se les conocen descalificaciones mutuas. Saludo afectuoso antes de comenzar el Portugal-Argentina.

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Cristiano y Leo Messi: viva imagen de una rivalidad histórica
AStv

La imagen es una fuente de suposiciones. ¿Qué se dijeron? Poco, probablemente. ¿Se agarraron fuerte, se pellizcaron? No lo parece, aunque apostaría que a Messi no le gustó sentirse atrapado por el cuello. Sujetar por el pescuezo es un gesto paternal pero también amenazante, tan cercano al abrazo como próximo a la colleja y al estrangulamiento. En el baloncesto y en las relaciones sociales, los altos juegan con ventaja.

Algo es seguro: la procesión iba por dentro. “La rivalidad te hace llegar lejos, pero te amarga la vida”. Alguien lo dijo. Esa combinación de gratitud y odio delimita el territorio de los sentimientos en los personajes enfrentados por la historia. Ocaña llamó a su perro “Merckx”, para sentir sobre el can el dominio que no ejercía sobre el Caníbal; ni sobre la suerte.

Cada uno elige su método de motivación y supervivencia. Maradona y Pelé todavía se disputan, de modo encarnizado, un puesto preferente en el Olimpo del fútbol. “Diego no puede ser el mejor porque no sabía pegarla con la derecha ni rematar de cabeza. De hecho, su mejor gol de cabeza lo hizo con la mano”. Maradona responde con trazos más gruesos: “Cuando Pelé no toma la medicación adecuada, sólo dice tonterías”.

Quevedo y Góngora, rivales en la poesía del Siglo de Oro, patentaron esos combates dialécticos: “Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla…”. Muhammad Ali avanzó en el desarrollo de la sátira burlesca: “Le voy a pegar tan fuerte que va a necesitar un calzador para ponerse el sombrero”. Churchill, otro peso pesado, también hizo de la rivalidad un arte. “Si Hitler invadiera el infierno yo haría una referencia positiva del diablo en la Cámara de los Lores”.

De momento, Cristiano y Messi sólo se replican en el campo. No se les conocen descalificaciones mutuas, pero sería normal que hubieran cultivado una antipatía terapéutica. Se corre más cuando te persiguen y ellos llevan persiguiéndose siete años.

Ya tendrán tiempo, en la jubilación, de practicar la rivalidad con florete. El gran Churchill siempre estará dispuesto a darles una lección.

—Lady Astor: Winston, si yo fuera tu mujer te echaría veneno en el té.

—Querida, si yo fuera tu marido, me lo bebería.