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Objetivo indiscreto

El Clásico del Chicle

Ayer Luis Enrique colgó en su cuenta de Twitter una fotografía de su despacho con el texto: “Preparando el clàsico ilusionados”. A lo mejor una respuesta a la portada de AS.

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El Clásico del Chicle

Se puede discutir sobre el carácter de Luis Enrique, pero hay que aceptar que su gesto no es de una simpatía arrolladora. Personalmente, no le culpo. Hay personas que carecemos de gestos intermedios y oscilamos sin transición entre la sonrisa bobalicona y el ceño fruncido. Podría ser el caso del entrenador del Fútbol Club Barcelona. Quién sabe. Tal vez ese extremismo gestual sirva para explicar su paso del madridismo vocacional al antimadridismo militante.

Que a Luis Enrique le guste entrenar subido a un andamio es una extravagancia que tampoco le hace ganar adeptos. Tampoco su presunta arrogancia, aunque ya les advierto que podríamos estar confundiendo de nuevo el gesto con la personalidad. Que Luis Enrique corra maratones por el desierto completa el cuadro de las sospechas. Tipo extraño, demasiado converso, demasiado hosco...

O no tan extraño. Ayer Luis Enrique colgó en su cuenta de Twitter una fotografía de su despacho acompañada del texto: “Preparando el clàsico ilusionados”. En la imagen se puede apreciar a sus colaboradores Juan Carlos Unzué y Joan Barbarà; en primer plano se observa su mesa de trabajo, escrupulosamente ordenada (por obsesión o por poco uso) y presidida por una paquete azul de chicles mentolados de marca Hacendado.

Los analistas más avezados han visto en ese último elemento una respuesta a la portada de AS del pasado martes: “Luis Enrique bracea en chicle”. Así expresó este periódico la situación (pegajosa) en la que quedó el entrenador del Barça después de que Messi se negara a ser sustituido contra el Eibar.

La metáfora no precisa de un libro de instrucciones, pero habrá sido mejor apreciada entre quienes hayan visto a Louis de Funes nadar en un tanque de chicle (Las locas aventuras de Rabbi Jacob, 1973).

Ahora viene la parte terrible. Suponer que Luis Enrique nos ha respondido con una broma sutil nos sitúa ante un escenario inesperado: que tenga cintura y sentido del humor. Confieso que no estamos preparados para eso. Admitir que el asturiano se toma el juego como un juego (y no como una guerra cavernaria) nos llevaría a sentir empatía hacia él y nos colocaría en una dimensión desconocida, encima de un andamio, o en mitad del desierto con calzón corto.

Boomer. Para defender nuestros prejuicios lo más razonable sería decir que todo ha sido una casualidad. Si hubiera querido enviar un mensaje inequívoco habría pegado un chicle Boomer en la pantalla del Mac; si hubiera querido ser solidario habría elegido la marca Fiesta.

Luis Enrique no es tan sagaz, eso creíamos. Pero las apariencias engañan, casi tanto como los gestos.