NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Resaca del patinazo ante el Valladolid

El City y el Emperador

Zorrilla evidenció el sábado que el Barcelona va en calzones. O el miércoles en Champions League ante el Manchester City empieza a taparse o se quedará desnudo.

Actualizado a
El City y el Emperador
AStv

Cuento recurrente. El miércoles el Barcelona se juega mucho más que unos cuartos de final de la Champions ante el Manchester City. De entrada, se juega evitar la primera gran pañolada en tiempo, que pondría en entredicho el proyecto del nuevo estadio y la continuidad de la junta. Y también, pero no menos importante, el Barça se juega el orgullo de levantarse de la lona. Como en el cuento, cuando uno afirmaba que el Emperador iba medio desnudo por la calle, era despreciado. Primero Anoeta y después Zorrilla han convertido el rumor en evidencia. Ahora toca ver si el Barça está capacitado para vestirse de nuevo o bien se va a quedar en pelotas y a la intemperie de un crudo invierno futbolístico.

Priorizar esfuerzos. Matemáticamente, el Barça puede ganar la Liga, pero para ganarla, la tienen que perder otros. Desde el vestuario gana cuerpo la teoría de que ha llegado el momento de priorizar esfuerzos. Está el Barça a un partido de ganar la Copa del Rey y a cinco de una final de Champions. Y el primero de esos cinco empezará 2-0 a favor. Por tanto, parece que ha llegado la hora de focalizar. De hecho, hasta ahora, el Barça se ha mostrado más fiable en las grandes citas (Supercopa, ante el Madrid, ante el Atlético y visita al City) que en los partidos de entreguerra, que es donde se ha dejado ir. No obstante, la historia dice que el Barça no es un equipo de esfuerzos puntuales como lo prueba el hecho de que jamás ha ganado la Champions si al mismo tiempo no ha ganado la Liga. No es un equipo de dos caras. Excelencia o desastre.

Cuestión de orgullo. Más allá del papel de Martino, que empieza a dar síntomas de estar absolutamente superado por la situación, ha sonado la hora de los jugadores. De su orgullo depende levantar esta situación. El precedente del orgullo es abiertamente pesimista y remite a la época final de Rijkaard, la de la autocomplacencia, cuando después de hacerle un pasillo al Real Madrid los blaugrana se fueron goleados del Santiago Bernabéu en un partido intrascendente. Tuvo que venir alguien de fuera, pero no nuevo, como Guardiola para recuperar la autoestima. Algunos de los que forman parte de esta plantilla vivieron aquella humillación y se prometieron que jamás volverían a pasar por algo igual. Les ha llegado la hora de demostrarlo.

Sin liderazgo en el banquillo. La falta de liderazgo en este equipo se hace más evidente cada día que pasa. El entrenador llegó como un extraño y ocho meses después sigue siendo un extraño. No sólo para la hinchada, sino que desde que se fue Rosell y sin que nadie sepa aún el motivo, también lo es para muchos directivos. Bartomeu y Zubi siguen defendiéndole, pero cada vez están más solos. La hinchada tampoco encuentra nexos de comunión con un técnico que cada día es más esquivo en sala de prensa. La idea de no presentarse en sociedad y de no dar entrevistas podía funcionar con Tito y con Pep, viejos conocidos de la afición, pero Martino necesitaba presentarse a un socio que le vio llegar con extrañeza, luego se ilusionó fugazmente y ahora le ve como un cuerpo extraño. No parece el argentino y su superpoblado equipo técnico, duplicado en la mayoría de posiciones por respeto a Tito Vilanova, el más indicado para protagonizar una reacción de máxima urgencia.

Sin liderazgo en el campo. Los jugadores tampoco han hecho nada para ayudar al entrenador. Más bien al contrario. El que no ha anunciado que se va, está pensando dónde podría estar mejor, algo impensable hace muy poco cuando medio mundo futbolístico se pegaba por sorber un gajo de la gloria blaugrana. Puyol anunció su salida del equipo casi furtivamente en un acto por sorpresa, sin grandeza y desangelado. Valdés, ejemplo antaño de dar la cara en cualquier situación, se graba videos en los lavabos, Xavi lleva las excusas al paroxismo y Messi y Neymar, bastante tienen con el ruido de casa. Si a eso le unimos discursos como los de Alves y Jordi Alba, que están convencidos de que todo va bien y que sus problemas son frutos de una campaña externa, pues resulta que Busquets, Cesc y Pedro se han quedado solos en la autocrítica, aunque nadie pega un puñetazo en la mesa en esas falsa comidas de falsa unidad organizadas cara a la galería.

¿Quién aguanta a quién? Durante la travesía del desierto de los años 60, 70 y 80 cuando el Barça no ganaba casi nada fue la institución la que sostuvo al equipo (Més que un club). Hace tiempo que eso ha cambiado. La institución ha sufrido bandazos terribles, de mociones de censura a acciones de responsabilidad, aferrada a la jarcia del equipo. Si ahora éste se desmorona, la situación institucional será imprevisible. Eso no se lo explicaron a los señores de Qatar cuando llegaron con el saco de millones. Y de ese saco depende la reforma del estadio y la del equipo, que cada día que pasa parece más cantada.