Groenlandia se rehúse a ser conocida internacionalmente como la isla de la discordia. Su lucha por la autonomía data de hace varios siglos. El fútbol forma parte de esa cruzada, de esa identidad. Sin embargo, la federación de fútbol local no tiene el camino muy claro: las negociaciones con Concacaf se han estancado y las amenazas de anexión a Estados Unidos enturbian el entorno. “Es ruido”, claman desde el Ártico.
La gélida Groenlandia, la isla más grande del mundo, casi inhóspita, enterrada perpetuamente bajo la nieve y el hielo, vibra con el fútbol. Como pocos lugares sobre la faz de la tierra. De los 55,807 habitantes que tiene, de acuerdo al censo de World Population Review, 5,500 son futbolistas registrados ante la KAK, la Asociación de Fútbol de Groenlandia, por sus siglas en groenlandés. Es decir, un 10% de la población total juega al fútbol en alguna modalidad, desde la profesionalidad hasta el amateurismo. “Todos aquí aman el fútbol. En nuestro país casi todo tiene que ver con el fútbol. Ahora, queremos algo más”, explica en entrevista con AS USA Morten Rutkjaer, entrenador de la Selección de Fútbol de Groenlandia, equipo vedado del concierto internacional, condenado a rumiar amistosos casi clandestinos, ansioso por adquirir estatus oficial.
¿Cómo es que el 'fodbold' es tan popular donde apenas existen condiciones meteorológicas e infraestructurales para practicarlo? “Es algo difícil de contestar. Lo atribuyo a un ‘modo groenlandés’ de vivir. Somos gente de exteriores, pese al clima. Debido a nuestra relación con Dinamarca hemos estado expuestos a la Premier League y la Champions League por televisión. La conexión danesa es muy importante”, desarrolla Kenneth Kleist, presidente de la Asociación de Fútbol de Groenlandia. “Nos gustaría ser vistos como una nación de fútbol, sin política de por medio. La gente de Groenlandia quiere ser independiente respecto al fútbol. Es muy importante jugar con nuestra propia bandera y experimentar esa fuerza”, agregó.
Camino sinuoso; Trump entra en escena
La UEFA cerró las aplicaciones para naciones constituyentes (como Escocia lo es del Reino Unido) en 2006. La FIFA hizo lo propio en 2016. La única vía que le queda a Groenlandia es Concacaf. Pero el camino se ha enrevesado. La KAK presentó su solicitud de admisión en mayo de 2024 y la Confederación respondió de forma proactiva en diciembre. Ambas partes pactaron una reunión para el 27 de febrero, en Miami, sede de las oficinas centrales de Concacaf; sin embargo, el organismo canceló la cita sin brindar mayor explicación. La KAK cree que las pláticas se trasladarán a Londres, en abril, pero no tienen certeza. “No nos dan dicho por qué”, expresa Kleist. Hay, en los cuarteles de la KAK, otra teoría que sobrevuela sobre el impasse: la política, la pertenencia a tal o cual nación, y Donald Trump.
Groenlandia es un mítico territorio rico en minerales y tierras raras en la lejanía del Océano Glacial Ártico. Bajo dominio exclusivo de Dinamarca desde inicios del Siglo XIX, tras casi un milenio de asentamientos nórdicos y reivindicaciones escandinavas, es hoy en día una demarcación clave para la corona danesa. La isla consiguió la autonomía en 1979 y el autogobierno en 2009 mediante referéndum; con ello, Groenlandia tiene control único sobre sus asuntos judiciales, seguridad interna y la explotación de sus recursos naturales; Dinamarca, no obstante, mantiene prerrogativas sobre la política exterior, la defensa internacional y las subvenciones estatales. La independencia total siempre ha sido un asunto espinoso: el pueblo groenlandés votó en un 76.22% a favor del autogobierno y existe una cláusula para invocar la autodeterminación.
El fútbol, el deporte mayoritario en Groenlandia, ha bebido de tal vaivén político. Los mecanismos de FIFA no permitirán, bajo ningún concepto, que las peticiones de adhesión de la isla fructifiquen. Sólo, en el caso en que Groenlandia sea parte de Naciones Unidas, o tenga reconocimiento mayoritario internacional como una república independiente. Como no pasará, por ahora, Concacaf se asoma como la posibilidad más factible, gracias a sus requerimientos más laxos. Hay una contradicción cruel: Islas Feroe, que ostenta el mismo estatus político ante Dinamarca que Groenlandia, sí es miembro de FIFA y UEFA. Su aplicación fue aceptada en 1990, mucho antes del cambio de reglamento. “Es algo desafortunado. Ahora, nos enteramos que Concacaf iba a hacer lo mismo. Por eso, nos apresuramos a enviar nuestra solicitud lo antes posible”, revela Kleist. El lazo con Dinamarca es a la vez un estímulo para el fútbol, por influencia mediática, y un impedimento para la independencia federativa. “No podemos jugar con nadie porque no somos parte de nada”, lamenta el mandamás.
“Queremos mostrar a Concacaf de lo que somos capaces”, sentenció Kleist. “Nos darán un par de años para prepararnos para lo que necesiten. Son 60 requisitos los que debemos de cumplir para ser miembros. Hay 41 miembros; con que 21 nos den el OK, seremos los nuevos miembros de Concacaf”, detalló el directivo de la KAK sobre el procedimiento de adhesión. El cuaderno de cargos de la Confederación no es imposible de cumplir para Groenlandia. Un estadio con capacidad para 2,000 espectadores, con iluminación y butacas. “Necesitamos hacerlo mejor. Tenemos que construir estadios más grandes. Creo que podemos sobrepasar las condiciones. Hay países caribeños e islas que tienen estadios muy pequeños y sin asientos. Y están en Concacaf”, vislumbra Kleist.
El principal obstáculo para Groenlandia es que su infraestructura actual no es compatible con el clima polar de la isla, cuya temperatura promedio no supera los 10°C en verano. Hay 16 canchas artificiales en todo el país, como el Nuuk Stadium, propiedad del gobierno de la capital, pero todas son exteriores. “Sólo podemos jugar durante seis meses al año. Lo que necesitamos es un campo con techo. Un domo”, desarrolla Rutkjaer. Hacia 2016, el gobierno groenlandés y la KAK tenían planeado un recinto techado, el Arktisk Stadium. El proyecto, hoy en día, está abandonado. “Si queremos ser parte de Concacaf, tenemos que poder jugar todo el año”, adjunta Kleist. La Confederación también requiere que Groenlandia aumente su baraja de selecciones nacionales: hasta el momento sólo tiene ocho, entre categorías mayores y menores, incluida el fútbol sala, inmensamente popular en la isla, ya que las nevadas hacen difícil jugar a la intemperie durante más de seis meses.
Groenlandia no está sola
La KAK se ha puesto manos a la obra. El organismo cuenta con apoyo del gobierno groenlandés, del danés, y de las federaciones de fútbol de Dinamarca e Islandia. Además, según Rutkjaer, hay múltiples propuestas de patrocinio e inversión para hacer realidad el sueño groenlandés. “Muchos países nos han contactado para ayudarnos. No tenemos mucha economía como para construir un estadio por nuestra cuenta. Necesitamos ayuda”, señaló el entrenador. “Estamos buscando inversionistas. Cruzo mis dedos. Groenlandia es un país exótico. Hay mucho interés en Estados Unidos, Europa. Se están presentando muchas oportunidades”, añade.
Hace cinco años que Morten Rutkjaer es entrenador del combinado mayor varonil de Groenlandia. Jugó en la Superliga danesa para el Boldklubben af 1893 y llegó, incluso, a la Selección Sub 19 de Dinamarca. Tras dejar la posición de técnico asistente del B.93 en diciembre de 2019, la KAK lo reclutó. “Tenía mi propia academia y tomé el puesto porque había una gran oportunidad de construir algo en Groenlandia”, recuerda, hoy portador de las licencias A y PRO de la UEFA.
El futbolista groenlandés es muy técnico, acostumbrado al estilo de técnica en espacio corto del fútbol sala. Pero la conversión de un formato a otro les cuesta, a juicio de Rutkjaer. “Pisan la pelota, hay buenas individualidades. Pero, cuando salen a la cancha, suelen ir siempre al ataque. No es lo mismo. Es importante enseñarles a defender. Son jugadores rápidos, con buen drible y mentalidad ofensiva”, detalla. El problema es que, para ensamblar a su equipo, Rutkjaer no tiene demasiadas opciones. Su baraja es de sólo 50 prospectos. No más. “Tengo que buscar jugadores fuera de Groenlandia. Ahora mismo hay siete: en Islandia, en Dinamarca, en Islas Feroe. Cuando tengamos el domo, podrán estar aquí todo el tiempo y así subiremos nuestro nivel. Mejoraremos técnicamente y nuestra conjunción”, planifica.
Por su estatus, excluido, Groenlandia no puede competir internacionalmente. Ni pactar siquiera partidos de fogueo. En 2001, enfrentaron al Tíbet en un histórico cotejo celebrado en Copenhague, con victoria 4-1 para los isleños. Sus rivales más comunes suelen ser combinados escandinavos regionales. Eso, hasta 2024. Los ‘Osos Polares’ enfrentaron a Turkmenistán, un miembro oficial de FIFA y la AFC, en Turquía. El resultado fue negativo, 5-0, aunque soportaron casi 50 minutos con su portería intacta. “Platicamos con varios equipos y ninguno accedió, porque no somos FIFA. Turkmenistán dijo que sí. Las fechas eran malas para nosotros. Tuvimos que viajar desde Groenlandia hasta Turquía. Llegamos un día antes. Veníamos de -10°C a 40°C” cuenta Rutkjaer. “Estuve muy orgulloso por la primera hora. El partido nos demostró que sí podemos dar la cara contra oponentes FIFA. Si tuviéramos una cancha techada, podríamos ir a niveles muy altos”, concluye sobre la experiencia el técnico.
“Es muy difícil encontrar a rivales que quieran jugar contra nosotros. Por eso, es muy importante que seamos miembros de Concacaf. Así no dependeremos de nadie. Tendríamos la oportunidad de crecer con partidos oficiales”, sostiene Rutkjaer, quien, además de entrenador, también funge como director de logística y gerente deportivo. Tres roles en uno. “Yo me encargo de conseguir a los rivales”, desvela. Sólo hay tres personas a tiempo completo en las oficinas de la KAK, y un puñado de colaboradores gratuitos: “Queremos construir una organización más grande, pero todavía tenemos un camino largo por delante”.
La progresión de Groenlandia en el panorama futbolístico internacional es una paradoja. Ningún ente la ha reconocido por falta de instalaciones ad hoc e independencia estatal, pero tampoco puede crecer por su propia cuenta sin el aval. Groenlandia está estancada en un bucle del que, parece, sólo falta voluntad política, a decir de Kleist y Rutkjaer. “Es muy importante tener algo por lo cual entrenar. Necesitamos un incentivo. La mejor opción sería Concacaf, porque el nivel se adecua más a nuestros jugadores. Tendríamos una meta. Nos abriría muchas oportunidades para la juventud, para las mujeres, para todas las personas que juegan fútbol en Groenlandia. Si eres un miembro, muchas cosas buenas pasan para el país”, expresó Rutkjaer. La afiliación a Concacaf le concedería a la isla, además, un espacio para Copa Oro y Nations League, sus competiciones estelares. Bonaire, Guadalupe y Martinica ya integran la Confederación y son territorios de ultramar de Países Bajos y Francia, argumenta Kleist. “Queremos jugar con los países en Concacaf, como ellos lo hacen entre sí”, abona.
La KAK ha iniciado sus esmeros de lobbying, pero no han podido acercarse a US Soccer. Tanto Kleist como Rutkjaer enfatizan que el ingreso a Concacaf y sus proclamas de soberanía futbolística no guardan relación con el contexto geopolítico actual. Y es que Donald Trump ha manifestado su interés en anexionar Groenlandia a Estados Unidos, por razones de “seguridad nacional e internacional”, batalla que Dinamarca, aliado histórico de la Unión Americana y socio en la OTAN, no ve con buenos ojos. Para el neoyorkino, Groenlandia es una región estratégicamente trascendental para su nación. Kleist cree que el ruido que resuena desde la Casa Blanca pudo haber influido en la cancelación de la cumbre con Concacaf, pero confía en que sus expectativas se mantengan. Groenlandia es más que las ínfulas expansionistas. “Es muy importante decir que las charlas con Concacaf no son sobre el presidente Trump. Hemos querido esto por mucho tiempo”, aclara tajante Rutkjaer.
Pero el sueño luce más lejos aún