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La sal de la vida

Salt and Sacrifice, regreso al primer gran Souls 2D que fue pionero en lo suyo

Jugamos a la demo de Salt and Sacrifice, secuela a la aproximación más literal universo Dark Souls desde la escena indie bidimensional.

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Salt and Sacrifice, regreso al primer gran Souls 2D que fue pionero en lo suyo

 Desde que los videojuegos son lo que son, han existido saltos de lo bidimensional a lo tridimensional, pero los indies de los últimos años se han afanado en demostrar que el camino inverso también tiene su gracia. De esa tendencia ha surgido una etiqueta nueva que busca diferenciarse cada vez más de su matriz: la de los soulsvania, que ahora esperan a uno de sus fundadores en pleno trance de enfrentarse al paso del tiempo mediante una secuela. Salt and Sanctuary se hace mayor, pero el mundo al que se enfrentará cuando salga en PC -Epic Games Store- y Playstation ya no es el mismo.

Los dos últimos años han dado un impulso decidido a la nueva etiqueta, que ya todo el mundo conoce. Ya sea porque los metroidvania puros han asumido el reto de forma indirecta –­Ori and The Will of the Wisps, Hollow Knight– o porque directamente han asimilado toda la propuesta del sensei Miyazaki –Salt and Sanctuary lo clavaba en ese aspecto–, hablamos de algo que ya damos por sentado en el panorama bidimensional de nuestro tiempo, así que la secuela de un título tan bien valorado en su momento tiene trabajo por delante ya que empieza a haber saturación de propuestas de este tipo. De hecho, el listón se ha disparado últimamente gracias a títulos que juegan con apartados gráficos y artísticos muy cercanos al de Salt and Sanctuary. Obviamente, nos estamos refiriendo al sensacional Ender Lilies, un título cuyo efecto ya se nota en esta misma demo que hemos podido probar.

Lo que el jugador va a encontrarse mientras da sus primeros pasos –que escuchará, amenazantes, dentro de un mundo tan hostil como decrépito–, es bastante parecido a lo que podría esperar en cualquier juego de From Software. La elección de clase determina gran parte de lo que va a ocurrir después, algo que sin duda animará a los más persistentes a ir probando builds diferenciadas en lo que ya constituía una de las fortalezas de la primera entrega. Por lo que hemos podido jugar en la demo, se mantienen intactas las demás virtudes de Salt and Sanctuary: de nuevo, un humilde goblin con una espada nos puede matar de dos golpes, si bien se logra transmitir lo que se pretende con este tipo de afrenta. Desde el minuto 0, hemos vuelto a sentirnos dentro de un Dark Souls en pequeño, con sus volteretas más lentas si nos pasamos de peso, sus subidas de nivel en inventarios deliberadamente farragosos, su curación mediante un frasco y, claro está, sus jefes finales que parecen imposibles de primeras. Pero tengámoslo claro: Salt and Sacrifice no parece apuntar a los niveles de dificultad de sus hermanos mayores japoneses.

Dark Souls lite en la época del HDR

Salt and Sacrifice se olvida de susurrarnos la historia a base de textos escritos en vasijas a encontrar en el fondo de una caja perdida. Desde el primer momento sabemos que tenemos que acabar con unos hechiceros que pululan por mundo que –es de esperar– no parará de expandirse en unas cuantas horas de juego. Consumir las almas de estos magos nos irá abriendo puertas, dentro de un diseño que nos ha dado más sensación de verticalidad en esta ocasión. De hecho, pronto obtendremos una herramienta –un gancho al estilo de Sekiro– que cambia por completo el desplazamiento por el escenario. Nada nuevo tras Ender Lilies o Ori, aunque en esta ocasión lo tenemos desde el comienzo, luego habrá que ver lo que depara en la versión final del juego.

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En esta demo de prensa, un árbol parlante informa a nuestro inquisidor de que no le puede dar acceso a más zonas. Pero solo con la ciudad desolada por la que nos hemos paseado ya se adivina lo que viene por delante. Salta a la vista que Salt and Sacrifice no hace mucho –más bien nada– por convencer a quien no se entregase a la primera entrega, pero el tiempo que ha pasado desde entonces se percibe en aspectos como el desplazamiento del jugador y, sobre todo, en un acabado visual al que le viene de maravilla el uso del HDR. No estamos ante una revolución, pero sí ante un título en el que nos gustará perdernos durante horas probando diferentes builds una vez conocemos más sobre su mundo, la utilidad de todos sus consumibles –que vuelve a explicarse regular– y todo ese misterio que debe rodear a un buen soulslike. Lo que queda claro con la demo es que a quien disfrute con la sensación de que puede haber un mundo enorme tras la puerta, o no se harte del combate de Dark Souls aplicado a las 2D, este Salt and Sacrifice le enganchará tanto o más que el primero.

La duda que planea sobre todo lo que hemos jugado es es si este nuevo mundo será tan convincente como era el del primer título perdido ya el factor sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que hemos jugado últimamente. Es cierto que el desplazamiento es mucho más directo gracias al gancho, pero no siempre hemos tenido la sensación de que el control fuese perfecto. No es nada grave, pero sí puede complicar la experiencia, aunque estamos ante una demo a la que aún le falta tiempo de maduración. Si todo termina bien, hay pocas dudas de que estaremos ante uno de los grandes indies 2D del próximo año a pesar de que, como decíamos al principio, el mundo al que se enfrenta ya no se parece en nada al de 2016 en el que Salt and Sanctuary nos pilló desprevenidos

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