Chicken Range

¿El peor juego de Switch?

Análisis Chicken Range: la desgana hecha videojuego

Analizamos este nada inspirado shooter a lo Duck Hunt para Nintendo Switch. Un juego lamentable en todos sus aspectos técnicos y jugables que hace méritos para superar a Vroom in the Night Sky como el peor juego para la consola híbrida de Nintendo.

En un mundo donde la abundancia de middlewares, motores gráficos o tiendas repletas de todo tipo de componentes para loes juegos han hecho posible que equipos mínimos materialicen sus propuestas en formas más o menos resultonas, hay quien aún es capaz de romper las barreras de lo mínimo aceptable en un videojuego. Chicken Range es una buena muestra de ello.

El título desarrollado NYX Digital y Funbox Media, que aparte de a la consola de Nintendo llega también a PS4 y PS Vita, es una oda al despropósito al que como principal mérito se le puede atribuir no haber aprendido nada de la transformación de la industria y los hábitos de consumo de los jugadores en los últimos años. Como antaño ocurría con frecuencia, los creadores de este producto parecen tener como única meta arañar algunas ventas gracias a una portada llamativa y una propuesta a priori interesante para algunos jugadores ofreciendo un producto con valores de producción ínfimos a un precio inflado para su escaso contenido. Un modelo que por suerte ya no tiene ya apenas presencia, pero que no por ello deja de ser reprobable.

Dos "juegos" en uno

Chicken Range se divide en dos propuestas jugables: la principal es una suerte de Duck Hunt venido a menos en el que tenemos que disparar a unos pollos que cruzan embobados la pantalla a diferentes velocidades, valiéndonos bien de los controles por movimiento de Switch o de nuestro Joy Con, o bien usando el stick. La segunda es un clon vago de Flappy Bird.

Hasta ahí, si bien no es la propuesta más atractiva u original del mundo, no habría pegas. Pero es a la hora de la ejecución donde este título hace los deméritos necesarios para convertirse en uno de los más deplorables juegos del vasto catálogo de Nintendo Switch.

Lo primero en un videojuego siempre es la jugabilidad, el eje a cuyo servicio debería estar todo lo demás. Y aquí Chicken Range falla estrepitosamente. Empezando por el principal atractivo del título, los controles por movimiento son algo más que imprecisos, directamente frustrantes, hasta el punto de obligarnos a permanecer con la mano inmóvil para que nuestra mirilla no se nos mueva bruscamente y sin ninguna precisión por el escenario.

Por suerte usando las palancas o el control táctil la cosa mejora, pero a la vez, superada la imprecisión del control, se hacen más patentes las otras carencias jugables: la imprecisión a la hora de detectar el destino de nuestros disparos, la ausencia de un patrón atractivo de aparición de enemigos o de los dos escasos objetos del juego que hace que los niveles se sientan planos y repetitivos… Lo que, todo sumado, hace que jugar sencillamente no sea divertido, ni siquiera en el multijugador (que apenas se diferencia de jugar en solitario más allá de la pantalla partida y una comparativa de puntuaciones al final).

Pobre multijugador

Un multijugador que además está totalmente desaprovechado siguiendo la línea de desgana que marca este Chicken Range. No parece nada descabellado, viendo la simpleza del juego y su propuesta, haber incluido un modo cooperativo que permitiese a dos jugadores eliminar pollos juntos; o permitir jugar a dobles también al modo tipo Flappy Bird, siquiera que fuera comparando las puntuaciones automáticamente a turnos. Pero no, este modo se limita a ofrecernos lo mismo que el modo normal pero con la pantalla partida.

Por no dar opciones, ni siquiera podemos elegir el escenario en que jugar de entre los 15 que ofrece el juego: este se decide de forma aleatoria cada vez que entramos al multijugador. Tampoco es que importe mucho, ya que la única diferencia entre niveles, aparte del cambio del fondo, son los tipos de pollo, y a su vez la única diferencia entre estos es cuántos tiros necesitan para morir. Pero sí denota la falta de interés.

Una vez dentro, varias decisiones discutibles, si no directamente errores, empobrecen aún más la experiencia. Por ejemplo, el tubo de “shine”, el objeto que nos permite limpiar la pantalla de huevazos, afecta no solo a nuestra pantalla, sino también a la de nuestro rival, lo que en un juego que se presenta como competitivo hace que este objeto solo sirva para alargar la partida para ambos jugadores. El botón de pausa, por su parte, no se ha mapeado en ambos Joy Con cuando se usan separados, por lo que solo quien use el Joy Con izquierdo tendrá el privilegio de pausar la partida. En definitiva, una suma de despropósitos cuyo eje central es la falta de diversión que proporciona este título.

No mejora la cosa jugando al modo clonado de Flappy Bird. A veces una misma experiencia de juego puede variar enormemente gracias al cuidado (o a la ausencia del mismo) en los detalles. Este modo es un buen ejemplo de ello: el gran tamaño del obstáculo que evitamos, que impide que veamos más de tres de ellos en pantalla a la vez, la limitada animación de nuestro personaje, la ausencia de música, el escaso ajuste de los controles… hacen que lo que en móviles fue una experiencia adictiva que atrajo a millones de jugadores aquí sea algo aburrido que no invita a seguir jugando tras 30 segundos.

Técnicamente lamentable

Pero si la jugabilidad raya a un pésimo nivel, los aspectos estéticos no le van a la zaga: unos gráficos tremendamente simples, animaciones casi inexistentes, ausencia de música y unos efectos de sonido mínimos completan un conjunto paupérrimo, impropio de un título comercial y que ni siquiera destacaría positivamente entre juegos flash gratuitos.

A todo ello se suma una descuidada localización al español, plagada de textos demasiado largos para la caja que los contiene, lo que no solo queda poco estético, sino que impide en algunos casos su correcta lectura. Un detalle más en un producto que destaca finalmente por su coherencia en no ir más allá de ofrecer lo mínimo para existir, sin mostrar ningún cariño por cada uno de sus apartados.

Conclusión

Chicken Range es un mal juego con unos acabados técnicos y jugables extremadamente pobres que solo puede medirse a algunos juegos amateur en flash para navegadores. Su pobre control, jugabilidad y gráficos o la ausencia de cualquier acompañamiento musical dejan a las claras el poco mimo y cuidado puesto en su creación.

Lo mejor

  • El concepto podria resultar simpático.
  • Al menos hay 15 niveles distintos.

Lo peor

  • La muy pobre jugabilidad.
  • El pobre apartado técnico.
  • La ausencia de música.
  • Los repetitivos efectos de sonido.
  • Los bugs.
  • La mala localización al español, con textos que ni caben en su sitio.
1

Pésimo

No lo quieras ni regalado y te debería dar vergüenza regalárselo a alguien. No te lo compres, olvida su nombre.

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