La sede del Masters intenta conjugar su tradición con un crecimiento constante de sus instalaciones.
Si usted, querido lector, se plantara en Augusta la segunda semana de abril en un año cualquiera y pusiera en marcha una encuesta espontánea entre las riadas de aficionados que acuden al Masters, y si dentro de ese sondeo les planteara la pregunta del millón, ¿qué es lo que lo hace tan especial?, seguramente una de las respuestas más repetidas sería la tradición. El Masters de Augusta es como la Navidad. Su inamovilidad, la certeza de que año tras año uno puede reunirse, en persona o virtualmente, con gente cuya compañía nos hace felices (en este caso los mejores golfistas del mundo), en un lugar especial (uno de los mejores campos del mundo), y degustar algunos de nuestros manjares favoritos (al caso sándwiches de Pimento Cheese y helados de melocotón), es la base de su legitimidad.
El pedazo de tierra sobre el que se asienta ha experimentado profundas modificaciones desde que en 1932 Bobby Jones y Clifford Roberts visualizaron un campo de golf en Fruitland.
Y aquí es donde aparece la paradoja, porque el Augusta National no es ni mucho menos una institución inflexible. Más bien todo lo contrario. El pedazo de tierra sobre el que se asienta ha experimentado profundas modificaciones desde que en 1932 Bobby Jones y Clifford Roberts visualizaron un campo de golf en Fruitlands, una antigua plantación de 365 acres (cerca de un millón y medio de metros cuadrados) al este de Atlanta. Desde entonces la propiedad se ha expandido notablemente. Ya en el siglo pasado, una vez superada la Gran Depresión, que amenazó la viabilidad del club y abortó planes como un campo solo para mujeres o un establo y sendas para caballos, se fueron añadiendo progresivamente nuevas comodidades para jugadores y aficionados. A finales de los 40 se asfaltó Magnolia Lane, la archiconocida entrada a la casa club flanqueada por hileras de magnolios. En la década de los 50 se construyó un nuevo campo de prácticas y el famoso recorrido de pares 3 que alberga una de las grandes tradiciones de la cita el miércoles previo al Masters. Ya en los 80 se construyeron nuevas entradas y aparcamientos para los aficionados adyacentes a Berckmans Road, que flanquea la finca de sur a este, y Washington Road, la arteria principal que conecta el campo con el resto de Augusta, población que en los 50 años siguientes a su fundación pasó de 135.000 a 195.000 habitantes.
Los pingües beneficios que le reporta el Masters se reinvierten constantemente en el desarrollo del producto.
Pero la verdadera expansión del Augusta National, que hoy en día opera de forma parecida a una empresa en la que los accionistas son los socios, si bien es cierto que los pingües beneficios que le reporta el Masters se reinvierten constantemente en el desarrollo del producto, se produjo entre 1999 y 2019. Un artículo publicado en el Wall Street Journal en 2019 cifraba el gasto en adquisiciones de tierras adyacentes en ese lapso de tiempo en 200 millones de dólares. Una cantidad que algunos socios citados por Golf Digest sitúan muy por debajo de la realidad. El plan de ampliación o "el plan" a secas, como lo describió en 2016 Bill Payne, por entonces presidente del club, ha incluido la compra de un centro comercial y del Wendy's de Washington Road (30 millones de dólares de inversión en total), en cuya acera norte el plan es instalar una fan zone en el futuro. Hacia el oeste, con la autovía interestatal I20 como límite, se ha llegado a adquirir un barrio entero, bloque a bloque, a lo largo de 30 años, con un coste de unos 40 'kilos'. En algunos casos incluso se han pagado precios por encima de mercado. En otros, el club se ha topado con el apego de los propietarios por sus casas. Es famoso el de los Thackers, que llevan años rechazando ofertas millonarias por una propiedad valorada en unos 365.000 dólares. Al este del campo de pares 3 el objetivo es otro barrio. En esa zona se ha producido la última compra, el West Vineland Park, un parque público cedido por la administración local previo pago de 350.000 dólares.
La tierra ganada se ha empleado para múltiples propósitos, siempre con el fin último de mejorar la experiencia de jugadores y aficionados. Desde 2010 un nuevo campo de tiro se ubica al oeste de Magnolia Lane, emplazamiento más práctico que el anterior; en 2012 abrió Berckmans Place, un ultraexclusivo club para VIPs, miembros y patrocinadores; el barrio adquirido en el entorno de Berckmans Road es desde 2016 un gigantesco parking; y la zona comprada al Augusta Country Club en la zona sur es la que permitió alargar el hoyo 13, cuya nueva versión se estrenó el año pasado. En 2017 abrió junto al campo de prácticas el nuevo edificio de prensa, la creme de la creme en lo que a hospitalidad con los medios se refiere, con asientos de cuero, pantallas táctiles en cada puesto y restaurante propio.
la joya de la corona será un un nuevo campo de 18 hoyos paralelo al original, que se utilizaría en el Augusta National Women's Amateur.
La ambiciosa hoja de ruta de Augusta, un win-win porque le permite crecer mientras da salida a sus ingentes ingresos y rebaja por tanto la carga fiscal sobre sus negocios (solo la propiedad original, que se estima que ya ha crecido un 75% o unos 275 acres, está valorada en 189 millones y conlleva el pago de unos 2,4 al año en impuestos), no parece tener fin a la vista. En los próximos 20 años, el horizonte sobre el que planeaba sus estrategias Bill Payne y el que mantiene ahora Fred Riley, la idea es construir alojamiento para toda la prensa y los jugadores en la zona este, otro macroparking al oeste que conectará directamente con la I20 sin necesidad de pasar por la concurrida Washington Road, la citada fan zone al norte y la joya de la corona: un nuevo campo de 18 hoyos paralelo al original, que se utilizaría en el Augusta National Women's Amateur, el torneo para jugadoras aficionadas que se creó en 2019 para corregir la ausencia de un Masters femenino. Lo hecho hasta ahora ha concentrado la aprobación unánime de todos los actores involucrados. Está por ver si las futuras novedades seguirán el mismo camino. Si a algo puede y debe tenerle miedo el Augusta National es a la pérdida de su esencia, que por ahora se mantiene incorruptible a los cambios que exige el paso del tiempo. Ocurra lo que ocurra en los próximos años, lo que está claro echando un ojo a los planos es que este terruño de Georgia es mucho más que un club de golf. Y el Masters, mucho más que un torneo.
1930-1940
El club, una idea del legendario golfista Bobby Jones y Clifford Roberts, un hombre de negocios, abre sus puertas en 1933 en el lugar de una antigua plantación de índigo. Jones y Alister MacKenzie diseñan el campo más famoso del planeta, que acoge el primer Masters en 1934.
1940-1950
El Augusta National consigue asentarse tras resistir los embates de la Gran Depresión. Se asfalta Magnolia Lane, la archiconocida entrada a la Casa Club.
1950-1960
Se construye un nuevo campo de prácticas y el recorrido de pares 3 que alberga una de las grandes tradiciones del Masters el miércoles previo al inicio del torneo. Atrás quedan planes para un campo exclusivamente femenino o unas cuadras.
1980-1990
Nuevas entradas y aparcamientos para una afluencia creciente en Washington Road y Berckmans Road, las arterias principales que rodean el club.
1990-2020
Comienza la verdadera expansión terrenal del club, que invierte unos 200 millones de dólares en adquirir terrenos para nuevas comodidades: un nuevo campo de prácticas, más aparcamientos, un club VIP, un lujoso edificio de prensa...
2020-2040?
Algunas de las ideas futuras del club pasan por una fan zone en Washington Road, alojamiento para toda la prensa y los jugadores en sus propios terrenos y quizá un nuevo campo de 18 hoyos que podría acoger el ANWA.