No están todas las que son. Pero sí son todas las que están. Las que con su arrojo y talento marcaron hitos en el deporte español en un recorrido que aún no ha finalizado. Estas son las mujeres que derribaron puertas en el deporte español. Desde la polideportiva Lilí Álvarez (primera en unos Juegos Olímpicos y tres veces finalista en Wimbledon) hasta el éxito de Ana Carrasco, la primera mujer que ganó en una categoría absoluta de motos compitiendo contra hombres.
En medio, pioneras del fútbol y el baloncesto como Pepa Senante o Conchi Amancio, que pasando muchas penurias enseñaron el camino a Amaya Valdemoro, campeona de la WNBA, o a Alexia Putellas, reciente Balón de Oro. Y otras que protagonizaron gestas mundiales, como Edurne Pasaban. Ninguna otra mujer en el mundo subió los 14 ochomiles antes que ella. Son ejemplos y referentes.
Lilí Álvarez
La gran pionera del deporte español fue ella. Primera en unos Juegos, París 1924, primera en una final de Wimbledon (1926, 1927 y 1928)...
En 1905, en el Hotel Flora de Roma, nacía Elia María González Álvarez y López-Chicheri aunque nunca, nadie, la llamaría así. Para todos sería Lilí, Lilí Álvarez. “La primera gran figura internacional de nuestro país”, resume el periodista Pedro Hernández. Lilí fue historia del tenis pero destacó en todo lo que hizo. Y ese todo abarca mucho. A los cuatro años patinaba sobre hielo. Practicó equitación, alpinismo, esquí y motor. En 1919 ganó el Campeonato de Cataluña de Automovilismo, categoría de hombres: de mujeres no se contemplaba. En 1924 pudo ser la primera española en los I Juegos de Invierno, los de Chamonix (Francia), en patinaje artístico. A los 16 años había ganado su primera medalla internacional, pero una lesión de rodilla lo truncó. Colgó los patines, se volcó en la raqueta, se quitaría la espina en París 1924. Un año después de haber ganado un campeonato de tangos... En Alemania.
"Era un personaje de lo más complejo, con una riqueza humana grande", dibuja Benilde Vázquez, profesora de INEF, doctora en pedagogía del deporte e impulsora del seminario Mujer y Deporte. “El deporte, en su época, no estaba extendido para las mujeres”. Pero Lilí tenía una ventaja. Su clase social. “Jet-set”. “No hacía deporte por competir sino porque le gustaba y para socializar”. Mejor tenista del mundo para el Daily Mail en 1927 y 1928, fue la primera mujer en jugar y ganar en Roland Garros (dobles, 1929, junto a la holandesa Kornelia Bouman). En 1998 murió en Madrid, a los 93 años, sin descendencia y un sólo trofeo en su casa de todos cuantos ganó. "Uno pequeño que le había regalado el Rey Gustavo de Suecia", susurra Pedro Hernández, con emoción.
Conchi Amancio
Con 13 años maravilló a España en el primer partido con público. Ahí se ganó el apodo de Amancio.
Conchi Sánchez Freire (Madrid, 1957) cambió su nombre y su destino con sólo 13 años. Estrenaba sus primeras botas de fútbol (durmió aquella noche abrazas a ellas) y fue protagonista del primer partido de fútbol femenino en España. El 8 de diciembre de 1970, se disputó el duelo entre el Mercacredit y el Sizam, luego Olímpico de Villaverde. Un abarrotadísimo campo Boetticher, en el madrileño barrio de Villaverde, con más de 8.000 espectadores, vio emerger a una futbolista que se enfrentó a todos y a todo por el fútbol femenino. Entonces era Conchi Sánchez, pero sus cinco goles y su sorprendente calidad, hicieron que le apodaran Conchi Amancio.
Aquel partido acaparó titulares y minutos de radio. Sin embargo, el fútbol femenino seguía siendo algo clandestino. Conchi tenía un sueño: vivir del fútbol. Se fue a Italia para hacerlo. Le llamaban loca, aunque lo consiguió. Emigró para cumplir su sueño con sólo 15 años y estuvo 25 disfrutando de su profesión. Ganó diez ligas y cinco Copas marcando casi 600 goles. Fue la única futbolista de su época que vivió del fútbol. Perteneció a una generación que aún se conoce como 'La Clandestina'. Nunca pudo lucir el escudo de España en el pecho, aunque sí jugó el primer partido de la Selección en 1971. Sin escudo ni himno. La RFEF nunca les reconoció y, aunque se anunció que jugarían el Mundial de 1971, no pudieron ya que no tenían reconocimiento oficial. Ella lideró una generación que se perdió, pero abrió las puertas de par en par para demostrar que una mujer podía vivir del fútbol...
Pepa Senante
La primera capitana de la Selección femenina de baloncesto cobró, en toda su carrera con España, 600 pesetas.
El 16 de junio de 1963, la Selección femenina disputó el primer partido de su historia. Fue un amistoso ante Suiza en Malgrat de Mar (Barcelona), que se selló con derrota española (31-40). Las doce pioneras fueron Mabel Martínez, Isabel Gómez de Frutos, Antonia Gimeno, Mari Cruz Hurtado de Mendoza, Teresa Pérez Villota, Montserrat Bobé, María Luisa Rosales, Angelines Gómez, Margarita Tamayo, Isabel Díez de Lastra, Luisa Puentes y Pepa Senante, que también ostenta el honor de ser la primera capitana del equipo nacional.
A Pepa (Madrid, 1943) le tiraba más el hockey patines, pero en su colegio, el Jesús María, no había entrenadoras y a las monjas les hacía poca gracia que un hombre dirigiera a un equipo femenino, así que la convencieron para probar en el baloncesto. Unos años después fue elegida para participar en una concentración en la Almudena, con gente de Barcelona, del Picadero, de Valencia, de Granada... y de ahí salió la primera Selección, un equipo amateur en el que debían devolver las equipaciones. Las zapatillas y los calcetines corrían a cuenta de las jugadoras y no cobraban: la única ganancia de Pepa (se retiró a los 28 años) fueron las 600 pesetas que la Federación le pagó como dieta en su último partido con España, un amistoso ante Australia. Durante su carrera jugó en el CREFF (Colegios Reunidos de Educación Física Femenina) y los viajes eran maratonianos, toda la noche en un tren para llegar, por ejemplo, a Vigo. Cada una llevaba algo para picar: tortilla, sándwiches... y los cocos con leche condensada que hacía siempre la madre de Pepa. Un capricho para la primera capitana de la Selección española.
Carmen Valero
La atleta fue la primera española en participar en una cita olímpica, la de Montreal 1976.
A los ocho años, Carmen Valero (Castelserás, Teruel, 1955) comenzó a correr y, pese a tener una carrera corta, al retirarse con 25 años, tuvo tiempo para derribar obstáculos. Se convirtió en la primera atleta española en participar en unos Juegos Olímpicos, los disputados en Montreal en 1976. Tuvo un choque con una rival en los metros finales (1.500) y no tuvo opciones "Fue el peor disgusto de mi carrera", destaca. Logró 25 títulos nacionales y fue campeona del mundo de cross dos veces (1976 y 1977). "Tuve que ganar dos Mundiales para dejar de ser invisible", recuerda. La Asociación Española de Estadísticas de Atletismo (AEEA) la considera la mejor atleta española del siglo XX.
Sus inicios no fueron sencillos, ya que su familia se tuvo que mudar a Sabadell para que Carmen pudiera correr. En menos de una semana participó en una carrera, aunque lo tuvo que hacer con otro nombre que no era el suyo, y quedó novena. Al siguiente domingo ya fue tercera, y empezó una trayectoria meteórica. En 1980 lo dejó. "En 1982 nació mi hija y tuve un enfado con la Federación porque siempre eran los chicos, los chicos..., y las chicas no sabíamos ni donde teníamos que ir a competir", cuenta. Por aquel entonces, los hombres recibían un millón de pesetas por ser campeones (6.000 euros). Las chicas, cien mil (600 euros). Hoy en día no corre por problemas en la rodilla y en el pie durante su carrera. “En mi época no se estudiaban esas cosas. Las pulsaciones y poco más”. Y pese a todo, dejó momentos imborrables.
Mari Paz Corominas
México 68 siempre estará ligado a la primera nadadora en participar en una final olímpica. Fue séptima, pero abrió un camino inexplorado.
Mari Paz Corominas fue la primera mujer española en nadar una final olímpica. Fue en México 1968, en los 200 espalda. Finalizó en séptima posición con un tiempo de 2:34. Tenía 16 años. En 1970 lo dejó. "A mi ya no me daba nada, todo era amateur, suerte que no pagaba la cuota de club", rememora en sus múltiples entrevistas. A su familia le tiró el deporte de siempre (su tía había sido campeona de España de esquí), por lo que la inquieta Corominas empezó practicando gimnasia y aprendió a nadar en una balsa de unos tíos de su padre.
Un buen día acudió con el colegio a una competición de natación en la actual piscina de saltos de Barcelona, en Montjuïc. Nadó espalda y ganó con holgura. "Esta niña tiene unas cualidades impresionantes: merece la pena que la llevéis a algún sitio", le dijeron. Su padre cogió su 600 camino de Sabadell, donde empezó con 13 años una carrera meteórica junto a la primera generación de nadadores que conseguiría los primeros éxitos internacionales. Su primer torneo fue en Gales, estuvo en Estados Unidos entrenándose junto a mitos como Mark Spitz o Gary Hall, mientras que en México 68 fue una de las dos nadadoras españolas junto a Pilar von Carsten. "Mi madre tuvo que encargarse de nuestros uniformes", recuerda. Para celebrar los 50 años de su mayor éxito, Corominas cruzó a nado el Estrecho de Gibraltar. Brava y pionera.
Blanca Fernández Ochoa
La esquiadora fue la primera medallista española de la historia, bronce en Albertville 1992.
Blanca Fernández Ochoa nació en Carabanchel, Madrid, en 1963, unos años antes de que sus padres se trasladaran a Navacerrada, contratados por la Federación de Esquí. A sus dos hermanos mayores, Paco y Juan Manuel, "ya les había dado por el esquí". Subían los fines de semana, esquiaban y volvían con un trofeo. A Blanca la nieve no le gustaba, sin embargo. Le daba frío, mucho frío. Su primera carrera la corrió engañada. Se lo confesaría su hermano Juan Manuel. La pusieron el dorsal y la empujaron. Quedó cuarta, quinta. Empezó a esquiar. Fue "la hermana" de Paco hasta que en Albertville se convirtió en la primera española en ganar una medalla olímpica. Bronce en la prueba de eslalon.
Con 11 años, sus padres la habían enviado a un colegio esquí-estudio en el Valle de Aran donde aprendió a competir de verdad, aunque echara terriblemente de menos su casa, a sus ocho hermanos. “Las internas mayores se hacían pasar por mi madre. Se ponían un trapo en la boca, en una cabina, y me llamaban. Me veían tan mal, llorando tanto”. Se refugió en el esquí, voló. Pensó retirarse tras Calgary 1988, Juegos a los que llegaba mejor que nunca, en forma, con ganas. Pero se cayó y siguió hasta Albertville, no podía retirarse con ese mal sabor de boca. El suelo cuando se apuntaba al cielo. Se retiró después, aquel año. 27 más tarde, el 4 de septiembre de 2019, apareció su cuerpo sin vida en La Peñota, tras varios días desaparecida. Tenía 56 años. Como su hermano Paco cuando un cáncer se lo llevó.
Miriam Blasco
La judoca fue la primera española en conseguir un oro en unos Juegos, los de Barcelona 1992.
Antes del Campeonato de España de 1988 Miriam Blasco, que había sido siete veces tercera en ediciones anteriores, se dio un ultimátum a sí misma: "O quedo campeona o me retiro". Fue campeona y después empezó a romper techos de cristal del judo español hasta los Juegos de Barcelona 1992, en los que se convirtió en la primera campeona olímpica de la historia de nuestro país. Un mes y medio antes había perdido a su entrenador, Sergio Cardell, en un accidente de moto, algo que le espoleó (“Si gano la gente va a saber quién era Sergio”, reconoció a este periódico que se decía a sí misma”). Sus lágrimas de emoción tirada en el tatami tras tumbar a la británica Nicola Fairbrother (con la que después se casaría) en la final de -57 kilos figuran entre las instantáneas más recordadas del deporte nacional.
Blasco, ahora con 58 años, nació en Valladolid en 1963. Lo hizo en el seno de una familia de nueve hermanos. Su padre les repartió entre distintas disciplinas y a ella le tocó el judo, con el que se identificó por su nobleza. Además del oro olímpico, fue campeona de Europa y del mundo. A nivel continental también sumó tres bronces y una plata y fue tercera en los Mundiales de 1989. En los Juegos de Atlanta 1996 ejerció de entrenadora de Isabel Fernández y Yolanda Soler, ambas bronce. Después ejerció de comentarista para TVE y en el año 2000 comenzó una carrera política con el Partido Popular, con el que consiguió escaño como senadora y diputada. Ahora se dedica a labores de voluntariado, a dar clases de judo o conferencias, entre otras cosas.
Mercedes Coghen
La capitana de la primera selección española que consiguió un oro olímpico. La historia del hockey en Barcelona 92 es una de las más icónicas.
El mestizaje estuvo presente en Mercedes Coghen (Madrid, 1962) desde que nació. En el deporte y en la vida. Su padre era español con descendencia cubana y su madre holandesa. Sus hermanos jugaban a hockey mientras que ella fue campeona de España de balonmano cadete, hasta que le tiró el deporte familiar (su hermano había sido medallista en Moscú 1980) y empezó a jugar en el Club de Campo. Vivió el cambio del césped natural al sintético, una revolución en su deporte, acompañada por el impulso que le dieron los Juegos de Barcelona 1992.
De la mano del "gallego loco" José Brasa, Coghen formó parte de la primera selección española que consiguió un oro olímpico. Entrenaron hasta la extenuación con un preparador físico que venía del atletismo y tejieron un plan que salió a las mil maravillas. Ganaron en Barcelona a Australia, Corea del Sur y Alemania en una final apoteósica. "Nadie pensaba que podíamos llegar a la final, no estaba ni en la parrilla de la televisión", recuerda. Coghen era la capitana de aquel brillante equipo y fue la abanderada en la ceremonia de clausura de una inolvidable Barcelona, donde le vinieron a la mente el consejo de su padre, fallecido cuando ella tenía 14 años: "Corre como un chico". Después fue directiva y consejera delegada de la candidatura olímpica de Madrid.
Arantxa Sánchez Vicaro
Con talento y el ¡Vamos! hasta ganar el primer Grand Slam en Roland Garros.
El 10 de junio de 1989 Arantxa Sánchez Vicario (Barcelona, 50 años) ganó a Steffi Graf, entonces número uno del mundo, en la final de Roland Garros convirtiéndose en la tenista más joven en ganar el título en París. Todo un país empujó a una chica corajuda y pequeña, todo corazón, contra la alemana. Tenía sólo 17 años. Y acababa de hacer algo más: convertirse en la primera española en conquistar un Grand Slam. En abrir una ventana al tenis femenino, hasta entonces opacado por los hombres. Quizá ese día recordara su indignación cuando en el Campeonato de España en 1985 ella y su rival tuvieron que cambiarse en mitad del partido de pista para que comenzara la final masculina... en la que estaba su hermano Emilio.
Arantxa, una fuerza de la naturaleza, popularizó el ¡Vamos! con el puño cerrado antes de que se convirtiera en el sello de Rafa Nadal. Fue una de esas niñas programadas para triunfar con la raqueta, aunque eso le costara una infancia dura en la escuela del alemán Klaus Hofäss en Marbella. Con trabajo y talento, terminó su carrera en 2002 (volvió para algún dobles y los Juegos de Atenas en 2004) con 29 títulos, cuatro de ellos del Grand Slam (Roland Garros 1989, 94 y 96, y US Open 1994), más otras cuatro finales de grandes (Australia 1994 y 95, y Wimbledon 1995 y 96) y también fue la primera española en situarse número uno del mundo, en 1995. Con cinco Juegos, dos platas y dos bronces adornan su historial olímpico. Su huella ha marcado a las que han venido por detrás.
Joane Somarriba
Fue la primera española en conquistar una gran vuelta (Giro, 1999) y además ganó tres Tours.
Joane Somarriba (Guernica, 1972) es una de las grandes precursoras del ciclismo español. Empezó de niña con una Orbea azul y, tras decantarse por el ciclismo en vez del judo, deporte en el que llegó a ser cinturón marrón, logró un enorme palmarés teniendo como referente a la francesa Jeannie Longo. En 1999 se convirtió en la primera ciclista de nuestro país que conquistaba una gran vuelta, el Giro, "Fue increíble. Ver algo que estaba tan lejos y lograrlo...", recuerda sobre aquel momento. También se impuso en la siguiente edición, la del 2000, año en el que conquistó el Tour, un éxito que volvió a cosechar en 2001 y en 2003.
"Me parece absurdo que se diga que las mujeres no podemos hacer 21 etapas. ¿Y por qué no vamos a estar capacitadas? No tenemos que competir con ellos. Te pone triste escuchar hoy esas cosas", lamenta sobre uno de los debates surgidos en los últimos años. La carrera actualmente es de ocho días. Con las victorias en las dos grandes carreras se convertía en la segunda mujer que alcanzaba el doblete, en un mismo año, después de la italiana Fabiana Luperini. El Tour de 2001, que también ganó, salió de Bilbao en honor a la campeona del año anterior. Su etapa en Italia, en el equipo Sprint, hizo que su popularidad y su prestigioso aumentase. "En Italia tuve mi primer sueldo. Luego, yo, ganando todo, cobraba como un gregario chico muy, muy modesto". Actualmente sale a montar entre uno y dos días a la semana mientras luchar contra el mal de Crohn, una enfermedad sin cura que produce llagas en el intestino.
Edurne Pasaban
La alpinista fue la primera mujer de la historia en escalar los 14 ochomiles del planeta.
Del Everest al Shisha Pangma, toda una vida coronando montañas, físicas y mentales. Edurne Pasaban (Tolosa, 1973) inicio en 2001 una odisea de nueve años, los que tardó en hollar las 14 cumbres más altas del planeta. Fue la primera mujer en conseguirlo. Pionera en un mundo de hombres, se abrió paso hasta el olimpo de los Messner, Kukuczka y compañía, donde acompaña a otras como Wanda Rutkiewicz, considerada la mejor del siglo XX, una precursora que 'solo' consiguió escalar ocho de los ochomiles y encontró la muerte en el Kanchenjunga. Edurne, por la época en la que comenzó su hazaña, contó con mejores medios (desde la ascensión al Everest bajo el paraguas de Al filo de lo imposible), pero no con menos dificultades. "Si esta sube yo también subo", tenía que escuchar. Pero, como reconoció a AS, "la montaña no entiende de sexos cuando tira una avalancha". Y ella, poco a poco, se ganó el "respeto". En el camino perdió algunos dedos y se asomó la muerte.
A mitad del recorrido, en 2006, tuvo que parar. En esa época luchaba contra una depresión que le llevó a intentar suicidarse. Era feliz en la montaña, pero no con su vida de fuera. También superó ese obstáculo. Ni eso ni la pérdida de varios compañeros y amigos en la montaña pudieron con ella. El 17 de mayo de 2010, completados los 8.027 metros del Shisha Pangma, escribió su nombre en la historia. Llegaron los reconocimientos, el matrimonio, la maternidad. No le gustaría que su hijo fuera al Himalaya, pero se siente orgullosa de su legado, de poder ser "un referente para muchas mujeres".
Amaya Valdemoro
La madrileña ganó el primer anillo de la WNBA para el baloncesto español. Anna Cruz y Astou Ndour siguieron después sus pasos.
La WNBA nació en el verano de 1997 y un año después dos españolas llegaron a la nueva Liga estadounidense: Amaya Valdemoro y Betty Cebrián. La madrileña fue elegida en el draft de 1998 por las Houston Comets (puesto 30), con las que ganó tres anillos consecutivos entre 1998 y 2000. Un gran premio para una experiencia que no llegó a ser redonda: disputó 55 partidos en los que anotó 127 puntos (2,3 tantos de media). "Estar allí me hizo mejor jugadora, pero seguramente en otro equipo hubiera tenido una carrera más larga", reconoce Amaya. "Mis derechos le pertenecían a los Comets. Todos los años recibía ofertas, pero mi entrenador (Van Chacellor) me decía que prefería tenerme en el banquillo a que jugara en el equipo contrario. Me quemó". En su quinto año, las Hornets no prescindieron de ella hasta el último momento para que no pudiera fichar por otro equipo. "Después de eso me volví a España para preparar el Mundial de China. El seleccionador de EE UU era precisamente el que había sido mi entrenador tantos años en la WNBA. En ese partido metí 27 o 32 puntos... y cuando nos estábamos saludando al final me ofreció volver a Houston la próxima temporada".
Amaya puso punto final a su carrera en 2013 con un palmarés envidiable. Aparte de esos tres anillos de la WNBA, ganó una Euroliga, ochos Ligas y nueve Copas españolas, más dos Mundiales de clubes y tres ligas rusas. Con la Selección se colgó seis medallas: un oro (2013), una plata (2007) y tres bronces europeos (2003, 2005 y 2009) además del bronce mundial de Chequia 2010.
Ana Carrasco
La murciana comenzó a hacer historia en 2011 y terminó derribando muros con su primer título mundial en Supersport 300. El primero de una mujer en motos.
Desde el primer momento sostuvo que dejaría de correr si se dividiese la competición por géneros y a sus 24 años, ha sido capaz de demostrar que también se puede ganar 'pilotando como una chica'. Bajo ese lema la murciana ha logrado atesorar en su palmarés un total de seis victorias, fruto de un trabajo que comenzó a dar resultados en 2011. A sus 14 años, fue en esa temporada cuando consiguió hacer historia por primera vez, al ser la primera mujer que logró puntuar en el Campeonato de España de Velocidad en la categoría de 125 cc. Y aunque le resulta "raro" hablar de todos sus logros, tiene una larga lista por enumerar: "Fui la más joven de la historia en competir en Moto3, la primera en puntuar, la mejor posición de una española en una carrera de Moto3 (8º), la primera en ganar una carrera en el Mundial y la primera en ganar un campeonato del mundo".
La murciana tocó el cielo en el trazado francés de Magny Cours, viviendo el momento más álgido de su carrera el 30 de septiembre de 2018. Esa fue la fecha en la que grabó su nombre como la primera mujer que ganó en una parrilla repleta de hombres un Mundial FIM de velocidad, para terminar de derribar una barrera que resistió a lo largo de los años por la falta de oportunidades que han hecho que Ana "haya tenido la oportunidad de ser de las primeras en llegar al Mundial". Pero su gesta ha ido más allá y no solo ha ido "creciendo como piloto a lo largo de estos años y consiguiendo muchas cosas", sino que también ha sido capaz de regresar al paddock de MotoGP después de siete años de ausencia, con el respaldo de un título de campeona y un legado eterno que sirve de ejemplo para el futuro de las dos ruedas.