El barón Pierre de Coubertain, fundador del movimiento olímpico, decía a principios del siglo XX que el sitio de las mujeres no estaba en el deporte, porque era "antiestético, inapropiado e inaceptable". Un ejercicio de misoginia que habría que contextualizar también en su época. Si levantara la cabeza hoy y se enterara de que en los Juegos de Tokio la paridad de género será ya casi absoluta, retornaría rápido a su tumba. La mujer, como en todos los ámbitos, ha tenido que abrir brecha también en el deporte. En algunos como el fútbol o el ciclismo les ha costado muchísimo. Pero algunas no se quedaron solo ahí.
Sabedoras del poder transformador del deporte, algunas mujeres lo han utilizado como plataforma para luchar contra el machismo, el racismo, la fobia contra gais y lesbianas, la desigualdad salarial o los prejuicios contra la emigración... Desde Alfonsina Strada, la mujer que se atrevió a correr un Giro contra hombres en 1924, hasta la nadadora y refugiada siria Yusra Mardini, este es un recorrido por la historia de las revolucionarias del deporte.
Kathrine Switzer
Fue la primera mujer en correr una maratón con dorsal, en 1967 en Boston. Intentaron expulsarla, y aquella imagen le convirtió en icono del feminismo.
Kathrine Virginia Switzer, nacida en Amberg (Alemania) el 5 de enero de 1947, se convirtió en 1967 en la primera mujer en correr una maratón, la de Boston, con dorsal. Portó el 261 y dejó una imagen para la historia cuando uno de los jueces, Jock Temple, que ejercía de codirector, intentó expulsarla a empujones: “¡Sal de mi carrera, devuélveme el dorsal!”. Aquella acción le valió para transformarse en un icono del feminismo y un símbolo en la lucha por la igualdad. Aquella secuencia fotográfica fue elegida por la revista ‘Time’ como una de las 100 fotos que cambiaron el mundo. El novio de Switzer, Tom Miller, y varios runners más frenaron a Temple y escoltaron a la atleta hasta la meta: estableció 4h 20.
“Me registré como K. V. Switzer y pensaron que era un hombre. Pero no lo hice para engañar: quería ser una escritora y admiraba a autores como J. D. Salinger”. A pesar de la mala acogida en los medios, su participación recibió el apoyo de la sociedad norteamericana. En 1974 ganó la maratón femenina de Nueva York y quedó segunda en 1975. Entonces logró su mejor marca con un tiempo de 2h 51:37. Durante 20 años promocionó el Circuito Avon, que constaba de 400 competiciones en 27 países distintos para más de un millón de mujeres. Su proyecto supuso un acelerón para que el COI aceptara la maratón femenina como deporte dentro de su programa. Actualmente dirige ‘261 Fearless’, una organización sin ánimo de lucro que promueve la creación de clubes de running para mujeres. El dorsal 261 está retirado en Boston en su homenaje.
Alfonsina Strada
"El diablo con falda" es la única mujer en competir en los Giros de Lombardía y de Italia junto a hombres. Peleó por la igualdad de género en el ciclismo.
Alfonsina Strada combatió contra la segregación en el ciclismo a través de su habilidad con la bicicleta, empleada como herramienta y símbolo de lucha por la igualdad de género en sus tiempos. Nacida el 16 de marzo de 1891 en Castelfranco Emilia como Alfonsa Rosa María Marini, apodada Alfonsina, se cambió el apellido de Marini a Strada cuando se casó. Luigi, su primer marido (enviudó dos veces), le ayudó a convertirse en corredora profesional gracias a la bici que le entregó como regalo de bodas. También fue su entrenador personal. Pero su pasión comenzó mucho antes, cuando su padre le obsequió con una rudimentaria máquina a los diez años. La afición se transformó en un medio de vida y en un altavoz para enfrentarse al machismo y exigir los mismos derechos.
Llegó a ganar 36 carreras contra hombres y compitió en dos Giros de Lombardía y en un Giro de Italia masculinos. Le llamaron El diablo con falda. En 1911 estableció el récord de la hora femenino. Como las normas de aquel entonces no contemplaban la participación de la mujer, la organización de Lombardía no pudo oponerse a que Alfonsina se inscribiera en 1917 (acabó la 32ª). Repitió en 1918 (21ª). Su mayor hito lo alcanzó en 1924. Aunque no está claro si se coló con el nombre de Alfonsín Strada o si se trató de un error, el caso es que disputó la Corsa Rosa, una de las tres grandes, con el dorsal 72. Durante la séptima etapa sufrió una caída y se le rompió la bicicleta. Entró fuera de control y quedó excluida de la general, pero debido a la expectación levantada le permitieron completar el Giro (a 28 horas del ganador, Giuseppe Enrici, y por delante de dos rivales). En 1925, los responsables vetaron el concurso de mujeres en el Giro de Italia. Ella continuó su camino hasta cambiar la bici por las motos. Falleció en 1959, a los 68 años, cuando se le paró el corazón golpeada por su motocicleta.
Martina Navratilova
La checa escapó del comunismo para pedir asilo en EE UU y hacer pública su homosexualidad. Calificó a Trump de “sexista y racista”.
Martina Navratilova es la tenista récord. De ello dan fe sus 167 títulos individuales (con 18 Grand Slams, entre los que caben nueve de Wimbledon), 117 de dobles (31 en grandes), 331 semanas como número uno... Una fuerza de la naturaleza que nació en 1956 en un lugar equivocado, Praga, en la antigua Checoslovaquia comunista. Un ambiente que le ahogaba. Por eso en 1975, con sólo 18 años, decidió abandonar su país y solicitar asilo político en Estados Unidos. Cuando obtuvo su nueva nacionalidad en 1981 se sintió libre. Concedió una entrevista al ‘New York Daily News’ e hizo pública su bisexualidad. Algo tabú en el deporte. Desde entonces, se convirtió en una referencia para el colectivo gay. No temió las consecuencias (que las tuvo) porque siguió jugando hasta 1994 e incluso regresó entre 2002 y 2006.
"Mi vida siempre se ha basado en la justicia, así que si veo algo injusto, lo denuncio", declaró en ‘The Sunday Times’. Por eso animó a los deportistas a hablar abiertamente de su sexualidad. Por eso pidió la retirada del nombre de Margaret Court (la mujer con más Grand Slams de la historia con 24) tras las críticas de la australiana al colectivo LGTB. Por eso, también, denunció la desigualdad salarial cuando se enteró que John McEnroe cobraba diez veces más que ella por comentar partidos. Incluso definió a Donald Trump como una "amenaza para el mundo" y le calificó como "sexista y racista". Para normalizar las relaciones homosexuales no dudó en pedir matrimonio a Julia Lemigova, exmodelo y empresaria rusa, en un descanso del US Open 2014 ante las cámaras. Siempre de frente.
Ellen MacArthur
La regatista británica pasó de recorrer el mundo en barco acumulando numerosos récords y reconocimientos a promover un estilo de vida más sostenible.
La vida de Ellen MacArthur es una vida basada en la circulación. La suya propia y la de los productos que consumimos. MacArthur nació hace 44 años en Whatstandwell, un diminuto pueblo de Derbyshire, en Inglaterra. Paradójicamente, pues medían más de 100 kilómetros entre esta población y el punto costero más cercano, llegaría a convertirse en una de las regatistas británicas más celebradas de siempre. A los 17 se compró su primer barco, un Corribee al que nombró ‘Iduna’, y a bordo de él dio la vuelta a Gran Bretaña. Cuando se retiró de la competición en 2009, 15 años después, acumulaba una serie de registros y reconocimientos a la altura de muy pocos.
Fue la mujer más rápida en efectuar una travesía transatlántica en solitario entre Reino Unido y Estados Unidos, con el trimarán ‘B&Q/Castorama’ (7 días, 3 horas y 50 minutos en 2004), y la persona más rápida en dar la vuelta al mundo en solitario y sin escalas (71 días, 14 horas y 18 minutos en 2005) con la misma embarcación, récord que en 2007 le arrebataría Francis Joyon. Este tipo de hazañas le valieron los títulos de Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico y de Teniente Comandante Honoraria de la Reserva de la Marina Real. Tras su retirada creó la ‘Fundación Ellen MacArthur’. Con ella promueve la economía circular y una sociedad más sostenible que fabrique productos más duraderos, consuma menos y utilice energías renovables. Todo para preservar la naturaleza, que durante tantos años fue su casa.
Megan Rapinoe
La futbolista estadounidense no sólo es una de las mejores jugadoras de la última década, sino una activista contra las desigualdades.
Megan Rapinoe (Redding, California, 1985) es uno de los rostros más conocidos del deporte norteamericano. La talentosa futbolista, balón de oro en 2019, es una de las estrellas de la selección de EE UU actual campeona del mundo, capaz de parar al país y congregar a más de 14 millones de espectadores durante la final mundialista. Su imagen ha acaparado portadas y campañas publicitarias, aunque su trascendencia va mucho más allá del deporte, ya que como ella ha reconocido, la popularidad que ha ganado sobre el campo le ha proporcionado una plataforma con la que poder lanzar mensajes sociales.
Casada con la tetracampeona olímpica de baloncesto Sue Bird, Rapinoe nunca ocultó su orientación sexual, que llevó como bandera convirtiéndose en un icono en la lucha por la igualdad del colectivo LGTB, en la que se ha involucrado en numerosas campañas. Sin embargo, su activismo no acaba ahí. Fue una de las impulsoras de la denuncia del equipo femenino norteamericano a su federación para reclamar equidad salarial con el equipo masculino. Y no dudó en solidarizarse con el quarterback Colin Kaepernik reproduciendo su gesto de hincar la rodilla durante el himno estadounidense para denunciar la violencia racial. En los últimos años, sus enfrentamientos con el presidente Donald Trump y su negativa a visitar la Casa Blanca para celebrar el Mundial la convirtieron en portavoz de una parte de la sociedad estadounidense. Tal es su impacto que se han llegado a realizar encuestas sobre su aceptación si pretendiera iniciar una carrera política.
Annika Sorenstam
La golfista sueca logró 10 ‘majors’ y un total de 94 victorias profesionales. Pero su gran logro es su fundación, dedicada a ayudar a jóvenes de todo el mundo en el golf.
Ninguna jugadora en la historia del golf europeo ha ganado tanto como Annika Sörenstam. Un total de 94 victorias en el ámbito profesional jalonan la carrera de esta sueca nacida hace 50 años en Bro, cerca de Estocolmo. Son guarismos de otro mundo, solo superados por jugadoras estadounidenses de tiempos en los que el golf no era un deporte tan abierto y volátil. De esa extensísima ristra de triunfos, la friolera de 10 los consiguió en los ‘majors’. Una vez más, nadie en la modernidad de esta disciplina ha conseguido un registro mejor que el suyo. Fue considerada la mejor jugadora del LPGA, el circuito femenino norteamericano, en ocho ocasiones. Y en otras ocho lideró la lista de ganancias, amasando más de 20 millones de dólares en toda su trayectoria. Desde 2003 forma parte del Salón de la Fama del golf
En 2008 puso término a 16 años de competición profesional. Desde entonces ha capitaneado al equipo europeo de la Solheim (como jugadora fue una institución en el torneo con 24 puntos en 37 partidos y dos títulos), ha comentado torneos en televisión y se ha embarcado en múltiples negocios, desde el diseño de campos y una academia hasta una marca de ropa o la producción de vino. Desde 2007 lleva a cabo una labor filantrópica con la Fundación ANNIKA, que ayuda a forjarse una carrera en el golf a jugadoras de todos los niveles, del instituto al mundillo profesional. Todo lo que consiguió ella lo quiere para otras. Así es Annika Sörenstam, una campeona voraz y una persona modélica.
Billie Jean King
La norteamericana conquistó 12 Grand Slam, se impuso al ex número uno masculino Bobby Riggs y creó la WTA (Women Tennis Association).
El tenis femenino tiene en la estadounidense Billie Jean King una de las figuras históricas, tanto a nivel deportivo, ya que conquistó 12 Grand Slam individuales, como a nivel de lucha por los derechos de todas sus compañeras. Reivindicó el feminismo durante toda su carrera y con 29 años, en 1973, disputó un partido ante el que fuera número uno del mundo Bobby Riggs, de 45 en aquel momento y que previamente había criticado el juego de las mujeres. Fue denominada la ‘Batalla de los sexos’, y la victoria fue para King (6-4, 6-3 y 6-3), un triunfo que dio mucha más fuerza y reconocimiento a su lucha: "Las mujeres podemos competir con destreza ante los hombres”. El encuentro fue visto en directo por 90 millones de personas en todo el mundo.
Ese mismo año, fue parte fundamental en la creación de la WTA, el organismo rector del circuito profesional femenino y que sigue vigente. El US Open repartió por primera vez los mismos premios a hombres y mujeres tras una iniciativa de Billie Jean King, ya que amenazó con no participar, una propuesta que fue seguida por más jugadoras. Se retiró en 1982 con 37 Grand Slam (12 individuales, 16 en dobles femenino y 11 en dobles mixto). Más de la mitad (20) fueron en Wimbledon. Fue nombrada por Life como una de las 100 estadounidenses más importantes del siglo XX y lidera diversas organizaciones por la igualdad. Un sinfín de reivindicaciones de Billie Jean desde los 12 años, cuando en 1955 Billie Jean fue excluida de una foto grupal de tenistas juveniles porque había decidido llevar pantalones cortos, en lugar de falda.
Maya Moore
Una de las mejores jugadoras de baloncesto de la historia detuvo su carrera con solo 29 años para combatir las injusticias del sistema legal estadounidense.
Maya Moore lo tenía todo, se lo había ganado a pulso, y con 29 años le esperaban, en teoría, los mejores años de su carrera. Justo cuando, además, la WNBA comenzaba a despegar y a poner al menos un pie en el gran escenario mediático estadounidense. Elegida la mayor ganadora de la historia del baloncesto femenino por Sports Illustrated en 2017, había sido número 1 del draft en 2011 después de arrasar (dos títulos) con la Universidad de UConn. Con Minnesota había ganado cuatro anillos, había sido MVP de temporada y de la final, seis veces all star, Máxima Anotadora, Rookie del Año… Todo: y cuatro oros con el Team USA en el ciclo 2010-16, dos en Mundiales y dos olímpicos.
Pero en 2019, con la WNBA a sus pies, paró. Sus razones fueron el trabajo por su fe y su comunidad y, finalmente, la lucha contra las injusticias del sistema de justicia estadounidense. Se concentró en liberar a Jonathan Irons, que cumplía condena desde los 16 años en una cárcel de Jefferson City, el lugar donde nació Moore, en la parte dura de Missouri. Irons fue liberado el año pasado con 40, después de cumplir casi 22 por un caso de asalto y robo con el arma en el que su culpabilidad nunca estuvo realmente probada. Hoy, libre, es además el marido de Moore, que continúa con una labor que le hizo dejar a un lado su amado baloncesto: “Tu legado no se escribirá si no estás totalmente comprometido con lo que tienes que hacer. Los legados se construyen con una dedicación total, un compromiso absoluto con tu gente”.
Hassiba Boulmerka
La atleta argelina campeona olímpica en Barcelona 1992 en pantalón corto y mundial de 1.500, se convirtió en símbolo de la liberación de la mujer.
Hassiba Boulmerka (10 de julio de 1968, Constantina, Argelia) es una de las atletas más importantes de la historia y un símbolo del deporte africano. Su oro en el Mundial de atletismo de Tokio en 1991 fue el primero de una atleta de ese continente y su triunfo en los Juegos de Barcelona 92, el primero de la historia de Argelia. Pero sus logros no fueron suficientes para que fundamentalistas de su país la despreciaran y hasta la amenazaran de muerte. La razón: competía sin hiyab en un momento en el que ninguna mujer musulmana lo hacía. Con la cabeza sin cubrir y vistiendo pantalón corto, lo que la colocó en el punto de mira de radicales religiosos, que la acusaban de no ser musulmana.
Aquello le obligó a tener que dejar su tierra y a entrenar en Europa, pero también la convirtió en un icono de la liberación de la mujer. Significó una revolución para las atletas musulmanas, aunque eso también conllevara que tuviera que ser protegida allá donde competía por miedo a atentados. Todo aquello le llevó a recibir en 1995 el entonces Premio Príncipe de Asturias. Por sus enormes resultados deportivos (ese año ganó su segundo oro mundial en 1.500) y, sobre todo, por abrir el camino a otras deportistas. Una tarea que continuó cuando dejó el deporte. Está ligada al Comité Olímpico Internacional, organismo en el que ha participado comisiones de Deporte y Mujer para África y atletas árabes. Un símbolo de igualdad y de la liberación de la mujer, una atleta cuyo ejemplo traspasó las fronteras del deporte.
Yusra Mardini
La nadadora se fue en 2015 de su país en una barca que tuvo que impulsar nadando para evitar un naufragio. Participó en Río 2016 como refugiada.
La nadadora Yusra Mardini abandonó Damasco (Siria) en 2015, cuando su casa, la ciudad y el país estaban arrasados por la guerra. Primero pusieron rumbo a Líbano, después a Turquía y posteriormente el plan era llegar a Grecia en una pequeña barca... que se averió durante el trayecto. Alrededor de veinte personas iban a bordo (estaba construida para siete) y se quedaron sin motor en pleno Mar Egeo. Mardini nadó durante tres horas y, con la ayuda de otros ‘pasajeros’, logró empujar el bote hasta la isla de Lesbos, en suelo griego. “Durante todo el camino solo se escuchaban rezos”, dijo tiempo después tras una odisea exitosa. Mardini se trasladó a Alemania poco después tras coger autobuses, a pie... hasta llegar a Berlín para seguir con su oficio y su pasión: la natación.
Para los Juegos de Río 2016, el COI formó el primer Equipo Olímpico de Refugiados, siendo Mardini una de las diez seleccionadas (seis hombres y cuatro mujeres) para estar en Brasil compitiendo bajo la bandera olímpica. "El deporte fue nuestra salida. Nos dio la esperanza para construir nuevas vidas", contó recientemente la deportista, de 22 años. Participó en los 100 libre y los 100 mariposa y, tras la cita, dio a conocer mundialmente su historia. Desde entonces, ayuda a otros que tuvieron y tienen que huir, como ella, impartiendo clases de natación para niños refugiados. También es embajadora de ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados). En Tokio también habrá, por segunda vez, equipo de Refugiados con Mardini al frente.
Nawal El Moutawakel
La marroquí Nawal El Moutawakel ganó los 400 vallas en Los Ángeles 1984. El primer oro para una mujer africana y árabe. Sigue luchando desde el COI.
Un 8 de agosto de 1984, en Los Ángeles, Nawal El Moutawakel (Casablanca, 54 años) entró en la historia del olimpismo. Ganó los 400 vallas, con pantalón corto y la cabeza descubierta, y se convirtió en la primera mujer africana y árabe que se proclamaba campeona olímpica. Antes, un padre muy aperturista le había animado a practicar atletismo y a decir 'Sí' cuando una carta llegó a su casa ofreciéndole una beca para estudiar en Iowa State. En Estados Unidos aprendió inglés y se proclamó campeona universitaria. Tras su retirada, pasó a los despachos. En 1995 fue elegida directiva de World Athletics (federación internacional) y en 1998, miembro del Comité Olímpico Internacional. Su voz no se apagó. Suena más alto.
El Moutawakel colgó las zapatillas de clavos, pero tuvo claro que debía aprovechar su potencial en pos de la igualdad. "Los 400 vallas son un espejo de la vida, me enseñaron a ser más fuerte, a romper los límites, tirar las barreras y muros. A encontrar la excelencia", contó en una entrevista con AS. En el equipo marroquí en Los Ángeles, ella era la única mujer. "Me di cuenta de que mi misión era convertirme en una embajadora que diera voz a todas ellas en Marruecos, en África y en el mundo árabe, donde muchas no tienen la oportunidad de participar del deporte", apunta. "Las deportistas árabes han dejado de ser invisibles", resume una de sus voces dentro del COI. Poderosa en los despachos, igual que en las vallas.
Alice Coachman
La estadounidense fue la primera campeona olímpica negra. Lo logró en salto de altura en Londres 1948. Hizo del deporte un ariete contra el racismo.
Estados Unidos, 1948. Un año en el que el 60% de las familias negras vivían por debajo del umbral de la pobreza. Una época en la que el racismo campaba a sus anchas. Un tiempo en el que muchos estados adoptaron las leyes Jim Crow que establecían una segregación de razas. Todavía quedaban unos años para que estallaran los movimientos por los derechos civiles. Para que Martin Luther King llegara a remover las conciencias. Los negros, eso sí, contaban para el deporte. Para ganar medallas. Como la que logró Alice Coachman en los Juegos de Londres 1948, una de las 38 mujeres entre los 300 deportistas de las barras y estrellas. Coachman (Albany, 1923-2014) franqueó el listón en 1,68 metros (aún se saltaba con la técnica del rodillo ventral que luego jubilaría Dick Fosbury) y se convirtió en la primera mujer negra campeona olímpica. Un salto también sobre las barreras raciales.
En Londres, el rey Jorge VI de Inglaterra colgó el oro de su cuello, y a su vuelta a EE UU fue recibida junto al resto de la expedición por el presidente Harry Truman. Pero en Albany, en la racista Georgia, la recepción fue en un auditorio segregado entre blancos y negros y el alcalde no se dignó a darle la mano. Salió de allí por una puerta lateral. Pero los saltos y los éxitos de Coachman siguieron contribuyendo a remover prejuicios. En 1952 se convirtió en la primera afroamericana en promocionar la Coca-Cola. De niña (quinta de diez hermanos) no podía ni acceder a las pistas públicas por el color de su piel. Pero luchó y ganó. Coachman hizo del deporte un ariete contra el racismo.