Los 50 mejores deportistas mundiales: hoy, del 30 al 21
Los 50 mejores deportistas mundiales: hoy, del 30 al 21

50 ANIVERSARIO DIARIO AS

Los 50 mejores deportistas mundiales: hoy, del 30 al 21

Con motivo de su 50 aniversario, el Diario AS elabora el ránking de quiénes han sido los mejores deportistas del planeta dede la creación del periódico. Estos son los elegidos.

Para elegir a los 50 mejores deportistas del mundo en los últimos 50 años seguimos el mismo criterio que para los españoles. Hicimos en la redacción de AS una lista previa de 100 atletas, la publicamos en la web de As como encuesta y dimos a los lectores de AS la oportunidad de hacer el ranking definitivo de los 50 mejores con una consulta abierta entre junio y octubre.

El podio de los tres más votados ha terminado ocupado por Michael Jordan, Usain Bolt y Michael Phelps. La primera mujer es Nadia Comaneci en el noveno puesto; la segunda, Serena Williams en el decimonoveno; y la tercera, Yelena Isinbáyeva en el vigesimosexto, dentro de un ranking en el que al final solo aparecen cinco mujeres.

Hay representantes de diecisiete deportes diferentes y el que tiene más representación es el atletismo, con nueve deportistas. Detrás están el baloncesto con ocho, el fútbol con siete y el tenis con seis. Llama la atención el gran peso que tiene la NBA para nuestros lectores. No solo han elegido a Michel Jordan como mejor deportista; Magic Johnson, Lebrón James, Kobe Bryant, Larry Bird, Kareem Abdul-Jabbar, Drazen Petrovic y Arvydas Sabonis también aparecen en la lista. Por continentes, el más representado es el americano con veintiséis. Detrás está el europeo con diecinueve, África con cuatro y Oceanía con uno.

Los lectores de AS también han decidido que el mejor futbolista no es ni Pelé, ni Maradona, ni Cruyff, que junto a Di Stéfano suelen formar el póker de ases de este deporte en la historia. Messi aparece ya por delante de todos ellos y Cristiano Ronaldo tampoco está lejos. Otro detalle llamativo es la presencia de deportistas que no practican deportes demasiado populares en nuestro país como el surfista Kelly Slater o el quarterback de la NFL Tom Brady.

A continuación, y en orden inverso, aparece la tercera entrega del retrato de todos ellos que sirve para dar una visión muy completa de lo que ha sido el deporte mundial en las últimas cinco décadas.

Sebastien Loeb

El francés dominó de forma incontestable el Mundial de Rallies durante nueve años, pero siempre nos quedará la duda de lo que habría hecho contra la generación anterior.

Posiblemente, podría abrirse un debate interesante si incluimos a los grandes mitos de la Fórmula 1, pero no parece descabellado decir que Loeb ha sido el deportista más completo que se ha sentado nunca al volante. Su capacidad para conseguir que un coche haga cosas sorprendentes para el común de los mortales le llevó a ganar más campeonatos del mundo de Rallies que nadie en la historia, y además, hacerlo de forma consecutiva. Nueve títulos sin fallo entre 2004 y 2012 que no fueron más, probablemente, porque aburrido decidió acometer otras aventuras deportivas.

Sin embargo, su mismo éxito es su maldición. Es verdad que su dominio fue indiscutible durante casi una década en la que no solo conseguía el título, además terminaba ganador de la mayoría de las pruebas sin importar el tipo de suelo o de clima, pero también fueron unos años en los que su Citroën era insultantemente superior a todos los demás coches y además faltaban grandes pilotos en el Mundial. Su irrupción coincidió con el ocaso de Carlos Sainz y Colin McRae, dos de los más grandes de todos los tiempos, y siempre nos quedará la duda de lo que habría sucedido si los tres hubieran coincidido durante los años ‘90, en los que el Mundial de Rallies vivió su tiempo de mayor esplendor.

Tal vez por eso el francés terminó buscando otros retos deportivos, aunque en ellos nunca brilló como lo había hecho a los mandos de unos Citroën que él supo domar como nadie. Asfalto, grava, barro, tierra nieve o hielo. Ninguna superficie de resistió a la calidad de Sebastian Loeb conduciendo su Citroën.

Mark Spitz

Con siete triunfos en Múnich 1974, el nadador estadounidense fue hasta que le desbancó Michael Phelps el deportista con más oros en unos Juegos.

Lo de Mark Spitz es el clásico ejemplo de carrera meteórica con brusco final. Con 18 años compitió en los Juegos Olímpicos de México y ganó dos oros, una plata y un bronce. Cuatro años después, cuando tenía 22, consiguió en Múnich siete medallas de oro, todas con récord del mundo incluido... y se retiró. Y que nadie imagine que detrás de esa decisión había grandes contratos publicitarios o cantos de sirena de Hollywood. Mark Spitz volvió a su casa, conoció a su futura mujer, se casó con ella menos de un año después, creó una empresa inmobiliaria en Beverly Hills y se compró un Ferrari. Y desde entonces ha sido un empresario de éxito que ha sabido aprovechar sus triunfos deportivos en otros ámbitos profesionales.

Su fotografía posando con sus siete medallas de oro, y solo cubierto por el bañador de la selección de EEUU en aquellos Juegos de Múnich 74, es una de las más icónicas de la Historia Olímpica y de toda la segunda mitad del siglo XX. Ha sido imitada con posterioridad infinidad de veces, sobre todo por aquellos que se han acercado a su hazaña de siete oros en una sola edición... y también por los que la han superado, como su compatriota Michael Phelps, que en Pekín pulverizó su marca consiguiendo ocho oros y que durante toda su trayectoria en los Juegos sumó 23 oros, tres platas y dos bronces. Sin embargo, ninguna imagen ha tenido la fuerza de un póster cuya popularidad ha convertido a Mark Spitz en un icono pop durante décadas.

Mark Spitz tuvo una de las trayectorias más cortas, pero también más laureadas de la historia de la natación.

Sergei Bubka

El saltador ucraniano ha estado más cerca del cielo que nadie. Su marca de 6,14 al aire libre sigue siendo el récord del mundo de salto con  pértiga 23 años después.

Hay una cifra que explica la auténtica magnitud del superhombre que fue Bubka. Batió el récord del mundo de salto con pértiga en 35 ocasiones. Sí, ha leído bien, treinta y cinco. 17 de ellas al aire libre. Superó la marca por primera vez en 1984 dejándola en 5,75 metros y diez años después, en 1994, la dejó en 6,14 al aire libre, una altura que aún nadie ha igualado 23 años después. 39 centímetros de diferencia que para él fueron una progresión asumible durante un decenio irrepetible, pero que en la historia del deporte se convierten en un salto evolutivo imposible de entender sin ayuda divina.

Sin embargo, todo tiene su explicación. En la antigua URSS los atletas recibían pagas extra por cada récord del mundo batido. Por eso es curioso ver cómo el ucraniano superó entre 1984 y 1985 el récord del mundo en varios centímetros cada vez, hasta que llegó su gesta más celebrada, el salto en que superó los 6 metros un 13 de junio mágico en París. Esa era la marca que le obsesionaba y que dejó atrás mucho antes de lo imaginable. A partir de los 6 metros, fue superando su marca casi siempre de centímetro en centímetro, lo que le fue proporcionando generosos dividendos. Después, tras la desaparición de la URSS en 1991,  firmó un contrato con Nike que también le aseguró una bonificación de 40.000 dólares en las cuatro ocasiones en las que volvió a superar su increíble récord hasta que tuvo que dejar la competición por culpa de sus recurrentes lesiones en el talón.

Bubka ganó el oro olímpico en Seúl, pero falló en Barcelona, Atlanta y Sydney.  Lo compensó con seis Campeonatos del Mundo al aire libre.

Johan Cruyff

El mejor jugador europeo del siglo XX reinventó el fútbol a nivel individual, a nivel colectivo y la forma de gestionar un equipo para convertirlo en ganador desde sus mismas oficinas.

Cruyff inventó el fútbol total cuando era jugador y el Dream Team cuando era entrenador. Es considerado el mejor futbolista nacido en Europa en el siglo XX y durante toda su vida actuó como un revolucionario.

Un revolucionario en el aspecto individual, con su famoso giro, sus regates y movimientos inesperados y su doble sprint, que provocaron un antes y un después en la evolución técnica de los jugadores, que enriquecieron sus habilidades tomándole a él como un maestro adelantado a su tiempo.

Un revolucionario en el aspecto táctico, dentro de una ‘Naranja Mecánica’ en la que todos defendían y atacaban al unísono, un estilo que dejó al universo boquiabierto en el Mundial de Alemania, pero que no fue suficiente para conseguir que Holanda ganara una Copa del Mundo cuando era el bloque que mejor fútbol practicaba. Sin embargo, con esa filosofía Cruyff ganó tres Copas de Europa consecutivas con un Ajax salido casi de la nada para convertirse en el club más temido de Europa.

Un revolucionario reconstruyendo un club como el Barcelona ya como entrenador, un equipo en el que había militado entre 1973 y 1978 como jugador. Desde su llegada en 1988 cambió completamente la filosofía del club, que en 30 años solo había ganado dos Ligas, una de ellas con él como jugador y desde entonces no sólo ha conquistado catorce Ligas, cinco Copas de Europa y dos Recopas, también tiene en La Masía una fábrica de grandes estrellas ideada por Cruyff y que durante años fue la envidia de todos los grandes equipos del Mundo.

Así era Cruyff, un genio al que el fútbol le dio todo en la vida, y el tabaco se lo quitó todo.

Yelena Isinbayeva

La rusa fue durante la primera década del siglo XXI la princesa del atletismo mundial que enamoró al mundo con sus saltos.

Como si de un clon se tratara, pocos años después de la retirada de Sergei Bubka surgió una rusa que emuló los logros del gigante ucraniano para convertirse en la mejor saltadora de pértiga de la historia y, con números muy parecidos a los de su antecesor, fulminar el récord del mundo de salto con pértiga en 28 ocasiones: 15 al aire libre y 13 en pista cubierta. Y si uno logró la hazaña imposible de superar los 6 metros, marca que se quedó pequeña según avanzaba su carrera, la otra superó los 5 metros para dejar tras su retirada en 2013 una marca de 5,06 que por ahora parece inalcanzable para ninguna otra atleta.

La irrupción de esta espectacular deportista fue meteórica. Llegó a la pértiga tarde, con 15 años, porque en su deporte preferido, la gimnasia, no tenía futuro a causa de sus 1,74 de altura. Sin embargo, parece que su anterior deporte la ayudó a desarrollar una técnica perfecta de salto que es considerada la mejor de la historia incluyendo atletas masculinos. En su primera temporada en su nuevo deporte, con 16 recién cumplidos, ya saltó 4 metros y solo tardó cinco años en batir por primera vez el récord del mundo y dejarlo en 4,82. A partir de ahí, y de la mano de Vasili Petrov, el mismo entrenador que Bubka, dominó la pértiga femenina hasta su retirada en agosto de 2013. Un año después tuvo a su hija Eva y quiso regresar a la competición para ganar su tercer oro olímpico en Rio 2016. Sin embargo, y pese a no haber dado nunca positivo en su carrera, no pudo estar en los juegos después de que la delegación rusa de atletismo fuera excluida acusada de dopaje masivo.

En su carrera ganó dos oros y un bronce olímpico, además de tres oros y un bronce en los Mundiales de atletismo.

Jonah Lomu

El fútbol tiene a su Pelé, el tenis a su Nadal, el golf a su Tiger y el rugby a un gigante neozelandés que durante su corta carrera no paró de atropellar a rivales sin misericordia.

Algunos deportes tienen la suerte de encontrar un gran embajador que en un momento dado destroza un techo de cristal que hasta entonces parecía irrompible, y consigue que los focos del mundo se centren sobre él para, de paso, dar visibilidad a ese deporte en lugares en los que aún no habían conseguido calar. Ese fue el mejor ensayo de Jonah Lomu. Tras su llegada, de pronto, como por arte de magia, las cuatro esquinas del planeta estaban interesadas en el rugby sin importar si hasta entonces solo era mirado con curiosidad, pero de reojo, el duelo anual del Seis Naciones.

Una persona debe ser muy especial para conseguir concentrar tanto interés a su alrededor, pero incluso para el que no seguía el rugby, era difícil ser ajeno a la multitud de jugadas fantásticas protagonizadas por él que aparecían en cualquier programa de televisión sin importar cuál fuera su temática. El exotismo intrínseco a los All Blacks, la mejor selección del mundo históricamente, elevó aún más su leyenda gracias a un gigante de 1,96 y 120 kilos de peso que atropellaba a sus rivales como si se tratara de un tren de mercancías lanzado sin frenos por la vía. Era un espectáculo ver la cara de terror con la que lo contemplaban sus rivales antes de ser apartados de un manotazo por una sombra negra con el número 11 a la espalda. Lo inexplicable es que nunca ganara una Copa del Mundo. Y lo injusto es que un problema con el riñón que le persiguió durante toda su carrera terminara matándole en 2015 con tan solo 40 años.

Lomu jugó su mejor partido en la semifinal de la copa del Mundo de 1995 frente a Inglaterra. Aquel día anotó cuatro ensayos y no paró de atropellar a sus rivales.

Ronaldo

Cuando el ‘Gordito’ tocaba el balón, una inmensa felicidad llenaba a todos los aficionados porque nadie supo transmitir como él la alegría de disfrutar jugando al fútbol.

Ronaldo Luís Nazário de Lima, el ‘Gordito’. Un brasileño feliz que nos hizo felices a los demás. Un tipo que aterrizó en la tierra para ser siempre un niño y que nos hizo sentir así, niños, cuando con incredulidad le veíamos moverse por el campo repartiendo alegría y metiendo goles a puñados.

Era divertido contemplar los rostros de los aficionados mientras le veían jugar. Era inevitable esa sonrisa de satisfacción y sorpresa. Estaban disfrutando del fútbol en su máxima esencia y pureza, mientras él encontraba en la portería un ángulo imposible, disparaba a gol desde lugares insospechados y regateaba a cuantos se cruzaban a su paso sin perder nunca ese gesto pícaro del que se lo está pasando mejor que en el Paraíso.

Y con esa feliz despreocupación, Ronaldo pasó del Cruzeiro al PSV, del Barcelona al Inter y del Madrid al Milán, para acabar su carrera en el Corinthians, de vuelta a su Brasil natal. Mientras, ganaba con Brasil el Mundial de EEUU de 1994 en el que fue casi un mero espectador, jugaba y perdía la final de Francia 1998 tras sufrir convulsiones en la noche previa al partido, y conquistaba en Corea y Japón 2002 su segunda Copa del Mundo, esta vez como gran estrella de la ‘Canarinha’ y en el mejor momento de su carrera. Dos Copas América, una Confederaciones, la Recopa, la UEFA, la Intercontinental, SuperCopa y Copa del Mundo de Clubes completan un palmarés internacional en el que solo le faltó levantar un Copa de Europa con su eterna y desbordante alegría.

Gary Kasparov

Sus duelos con Boris Karpov no solo han pasado a la historia del deporte, sino también de la política en una época convulsa en la que se convirtió en un símbolo.

El ajedrez parece haber hecho coincidir en la época moderna sus momentos culminantes también con etapas decisivas de la humanidad. Si Bobby Fischer había sido un héroe de la ‘Guerra Fría’, Gary Kasparov se convirtió en uno de los símbolos de la Perestroika, que comenzó como un intento de actualización del régimen soviético y terminó con la caída del Telón de Acero.

Y si Boris Spassky había sido la némesis del estadounidense en 1972, otro Boris, esta vez Karpov, fue el enemigo irreconciliable de Kasparov durante cinco encuentros inolvidables, celebrados entre 1984 y 1990, que se convirtieron en mucho más que partidas de ajedrez, más bien en una batalla entre dos formas de entender el mundo.

Karpov era un ruso comunista y miembro del parlamento soviético, un representante de la Unión Soviética más rancia y trasnochada. Kasparov era originario de Bakú (Azerbaiyán), fundó un partido demócrata y tomó partido por Yeltsin, el presidente que disolvió el régimen soviético. Los cinco enfrentamientos entre ambos no solo fueron capítulos indelebles de la mayor rivalidad del ajedrez moderno, sino una crónica deportiva de las convulsiones que se estaban viviendo en la Europa del Este.

Después de que el primer choque fuera suspendido, Kasparov siempre se impuso a Karpov, pero también siempre in extremis, en cuatro portentosos campeonatos del mundo que no han pasado a formar parte de la historia deportiva y política de Europa.

Kobe Bryant

Nadie se ha parecido tanto a Michael Jordan jugando al baloncesto como él, pero eso, que para otro habría sido una alabanza, terminó por convertirse en su más pesada carga.

A Kobe siempre le persiguió un nombre que fue a la vez su sueño y su pesadilla: Michael Jordan. El dios al que quiso imitar, y superar, pero con el que siempre le compararon.

Y la grandeza de Kobe fue esa, que esa equiparación llegó a ser legítima, aunque su tormento fuera que al final siempre saliera perdiendo. Él ha sido uno de los más grandes de la historia de la NBA, pero sin haber mediado Jordan probablemente su figura habría alcanzado cotas aún más altas.

Sin embargo, Kobe tiene argumentos para mirar a Jordan cara a cara. Consiguió cinco anillos de campeón con los Lakers frente a los seis de Jordan con los Bulls, dos oros olímpicos (2008 y 2012), frente a los dos de Jordan (1984 y 1992), 18 All-Star frente a los 14 de Jordan... Aunque luego llegan los MVPs y los títulos individuales en los que Kobe puede sacar pecho pero Jordan se torna inalcanzable.

Y así, durante una carrera de 20 años inolvidables, Kobe metió miles de canastas inconcebibles, dominó el baloncesto con su carácter, su entrega y sed de victoria, y se ganó el corazón de millones de aficionados que le terminaron despidiendo con una gira triunfal en la que le agradecieron... que con su juego nos recordara a Michael Jordan.

Kobe es considerado el mejor jugador de su generación y, uno de los tres mejores de la historia de los Lakers junto a Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar.

Haile Gebrselassie

Muchos niños del mundo van corriendo al colegio cada mañana, pero muy pocos tienen que recorrer 10 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para hacerlo.

Haile vivía en una granja con sus padres y sus nueve hermanos, quienes cuando tenía cuatro años le pusieron el apodo de ‘Neftenga’ (‘fenómeno’) por su increíble facilidad para correr. No es que lo hiciera por afición. Su escuela estaba nada menos que a 10 kilómetros y a diario iba y volvía a la carrera en un hábito que le ayudaría a convertirse en uno de los mejores mediofondistas de la historia, y que también explica un vicio que mantendría a lo largo de su carrera deportiva: siempre correría con su brazo izquierdo doblado, como si fuera sujetando los libros de la escuela.

Y así, con idas y vueltas escolares a la carrera, se forjó un corredor que con 20 años se proclamó campeón del Mundo junior en 5.000 y 10.000; que solo un año después, en 1993, fue campeón del Mundo absoluto en 10.000 y subcampeón en 5.000; y que otros tres años más tarde ya era plusmarquista mundial en ambas distancias.

Después de dominar los 10.000 durante una década, ganando el oro olímpico en Atlanta 1996 y Sydney 2000 además de cuatro oros, un plata y un bronce en los Mundiales de Atletismo, Gebrselassie dio un cambio a su carrera en 2004 y empezó a prepararse para la maratón. La irrupción de Bekele en su distancia favorita y una lesión en el tendón de Aquiles que le dejó sin opciones en los Juegos de Atenas fueron claves para una decisión que le llevó a batir el récord del mundo de maratón en 2007 y 2008 en Berlín, su carrera favorita que ganó en cuatro ediciones consecutivas.

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