Cuatro mexicanos competirán en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín. AS se puso en contacto con tres, incluidos los dos abanderados, quienes contaron su historia.
Donovan Carrillo, Sarah Schelper y Rodolfo Dickson están a las puertas de un momento crucial en sus carreras deportivas. Donovan será el primer patinador artístico mexicano en unos Juegos Olímpicos de Invierno desde 1992; Sarah se convertirá en la primera mujer de la historia en aparecer en seis justas invernales; y Rodolfo tendrá una segunda oportunidad después de su presentación en PyeongChang 2018. Los tres integran una de las delegaciones más nutridas del olimpismo mexicano en Juegos de Invierno; no contendiente para un metal, porque la vida para un deportista invernal en un país sin apenas invierno es una quimera, pero dispuesta a entregarse en cuerpo y alma sobre el hielo, la nieve, la montaña. No contendientes. O quizá, ¿sí?
A Donovan Carrillo, nacido en Guadalajara, deportista forjado a sangre y lágrimas en las insuficientes y maltrechas pistas de patinaje de la República Mexicana, no le importa el resultado tanto como salir al hielo y “hacer el trabajo”. El sacrificio de más de 12 años patinando a contracorriente en un país en el que la disciplina es minoría entre la minoría ha rendido frutos. Hace no más de cinco años la batalla del tapatío consistía en encontrar pistas óptimas de entrenamiento y apoyar los esfuerzos recaudatorios de sus padres y su entrenador, Gregorio Núñez, quienes no en pocas ocasiones organizaron rifas, colectas, subastas y ventas para sufragar el sueño. Hoy, la única preocupación está en el hielo. El camino ha llegado a su fin. "Me emociona bastante. Es algo por lo que he trabajado por muchos años junto con mi entrenador, y finalmente verlo tangible, tan cerca, me emociona. Creo que hasta me pone un poco nervioso, pero esos nervios buenos, nervios sanos, que te dan una energía extra”, relató Donovan a AS.
Sarah Schleper, esquiadora alpina, no se ve como una candidata a medalla, al contestar a 'bote pronto'. Después de pensarlo un poco pone en la balanza ese intangible al que no escapa ninguna actividad humana: la suerte. Una obra divina, acaso. “Estoy a la mitad del ranking. Mi meta es ir y esquiar la pista. Relajarme, ir sin miedo, sin dudas. Esquiar tan rápido como pueda. No sé… los milagros pasan”, asevera a AS desde Italia, donde ha entrenado durante casi un año. Nacida en Colorado Springs, nacionalizada mexicana en 2012, será la primera mujer en participar en seis JJOO de invierno. Estuvo en sus primeros cuatro como estadounidense. Empezó en Nagano ’98 y terminó en Vancouver 2010; su mejor resultado fue el 10° lugar en el slalom de Turín 2006. En vísperas del hito, Sarah no canta victoria: “No quiero dar nada por hecho. Estoy intentando no pensar mucho en eso. Todavía queda mucho. SI tengo COVID no tendría forma de competir”. “Milagros pasan”, refrenda, “trataré de ganar y de dar mi mejor carrera”.
“No pierdo mi enfoque, ni mi meta en estos Olímpicos, que es hacer mi trabajo, hacer lo que sé hacer, y punto. Esa va a ser la clave para obtener el resultado que busco, porque lo que hagan el resto de competidores es algo que no va a depender de mí”, abundó Carrillo, quien obtuvo su boleto de entrada a los Juegos Olímpicos al sumar el puntaje mínimo requerido por la Unión Internacional de Patinaje (ISU, por sus siglas en inglés) durante los Campeonatos Mundiales de Estocolmo, en marzo de 2021. Donovan competirá con auténticas leyendas del hielo como el bicampeón olímpico Yuzuru Hanyu, considerado como el más grande patinador de todos los tiempos, y el estadounidense Nathan Chen, máximo candidato al oro y poseedor de tres títulos mundiales consecutivos: “Sé que en Pekín voy a estar compitiendo codo a codo con los mejores patinadores del mundo, los 30 mejores. Es algo que me motiva mucho para mis entrenamientos. Estoy listo”.
Para Sarah el camino tampoco fue fácil. Se contagió de COVID-19 en mayo de 2021. Toda su familia contrajo el virus, de hecho, sin embargo ninguno enfermó de gravedad. La pandemia le cerró centros de entrenamiento y su preparación para los Juegos Olímpicos se vio afectada; no obstante, su mayor preocupación siempre ha sido el financiamiento. Y es que Sarah es una deportista auto-sustentable: no tiene patrocinios, ni el beneplácito de ninguna federación. Su pasión es al mismo tiempo su modus vivendi: organiza campamentos enfocados a iniciados en esquí para sustentar su carrera. En pandemia debió cerrar. “Lo más difícil ha sido mi situación financiera. No tengo apoyo, tengo que financiar todo por mi propia cuenta. Cancelé un verano entero de campamentos debido al COVID. No estoy acostumbrada a entrenar al nivel de los esquiadores de otros equipos nacionales, pero aun así lo intento tanto como puedo. Los entrenamientos me han ayudado a mantenerme vigente”. A Sarah le ha ayudado su nombre, su currículum, pero el esfuerzo no es sencillo. Nunca lo es: “Es una lucha, pero hago que funcione. Confío en los planes del universo. El dinero llegará si trabajamos por ello”.
Donovan también estuvo fuera de circulación varios meses a causa de la pandemia. De marzo a julio de 2020 entrenó en casa: “Mi entrenador y yo adaptamos el entrenamiento a nuestras posibilidades. Adquirimos algo de equipo: compramos un arnés que sirvió para que el entrenador me jalara y yo rotara en el mismo lugar para no perder las sensaciones de cuando hago los saltos. También tuve el apoyo de mi preparador físico a distancia, por zoom, y tuve que llevar todo el entrenamiento al pie de la letra”. En cuanto volvió al hielo tuvo que apurar el paso; el Mundial de la ISU estaba a menos de ocho meses de distancia. Y no todo empezó bien. “Me costó mucho trabajo. Me sentía oxidado en un principio. Sentía como que no era yo. Me hacía falta tener más control en mi movimiento, no tenía la misma precisión para hacer mis giros. Al moverme en hielo me sentía diferente, raro, como si estuviera aprendiendo a caminar. Es algo que nos pasa a todos los deportistas cuando tenemos una lesión que nos impide caminar, algo básico que hacemos todos los días. Tenemos que re-aprender todo”.
El tapatío enmendó el camino: logró asistir a campamentos fuera de México; afinó sus coreografías con Benoit Richaud, una referencia mundial en la materia; y fortaleció la complejidad técnica y artística de sus rutinas con la asesoría a distancia de Brian Orser, el coach de Hanyu y Javi Fernández, medallista de bronce en 2018. Carrillo cosechó los resultados: cayó un triple axel en competencia (primer mexicano en hacerlo) y ya incluye saltos cuádruples en su rutina: “Tardé dos años en hacerlo, y no porque no tuviera la técnica o la fuerza, sino porque me faltaba construir seguridad y confianza”.
Sarah, la esquiadora que soñó con ser surfista, se había retirado en 2011. Su última competencia había sido el Mundial de slalom, en Linz, Austria. Finalizó su descenso con un vestido marrón veraniego (es tradición en el esquí correr la pista por última vez con un atuendo simbólico, significativo) y cargó en brazos a su hijo de cuatro años en la recta final de la carrera. Era el fin. Casada con Federico Gaxiola, mexicano, optó a la ciudadanía: “No fue fácil. Tenía que vivir en México por un periodo largo de tiempo, aprender español”. La razón: el amor el país, la conexión familiar. Y la mediación de Hubertus von Hohenlohe, el príncipe de origen alemán que compitió por México en seis Juegos de Invierno. “Me convenció de aplicar y de regresar al esquí, porque este deporte es prácticamente inexistente en el país. No hay mujeres, además. Era una oportunidad de llevar la bandera mexicana, por la que siento tanta pasión, al escenario internacional”.
- ¿Te sientes mexicana?
- Sí, a toda la gente le digo que soy mexicana. Me siento muy afortunada de representar a México. Desearía hablar español de mejor forma. Lo entiendo, pero no soy tan fluida como me gustaría. Quisiera hablar con modismos y jergas, pero desafortunadamente eso no es para mí (ríe).
- ¿Qué te hace sentir la posibilidad de llevar la bandera mexicana en la ceremonia de inauguración?
- Ojalá no decepcione a la gente. Mi nombre no es muy mexicano. Soy muy blanca y rubia. Mucha gente no relaciona a personas como yo con México. No quiero decepcionar a nadie. Al mismo tiempo me siento muy orgullosa y honrada de llevar la bandera a un deporte y un estadio donde no tenía muchas oportunidades de llegar antes. Estará también Donovan ahí, así que ahí hay un representante más ligado al país, pero soy la única mujer en el equipo. Será algo muy emocionante. Solo quiero ir con una sonrisa y mi corazón completamente abierto. Demostrarle a todo el mundo el país tan hermoso y maravilloso que es México.
Schleper vive desde 2012 en México. Ha transitado entre la capital, Los Cabos, Sayulita y Puerto Escondido, donde el inicio de la pandemia, en marzo de 2020, la sorprendió junto con su familia. La esquiadora que adora la playa. “Siempre quise ser surfista, aunque nací como esquiadora. Mi padre tenía una tienda de esquí en Colorado. Empecé a caminar y a esquiar al mismo tiempo. Nunca pude competir en surf, pero siempre he sentido una gran fascinación por el océano. Cuando estoy en México paso gran parte del tiempo con la tabla en el mar”, relata. “De México amo su arte, la pasión, la comida. Hay tanta cultura, la riqueza de su historia. Las pirámides, los vestidos, la cultura indígena en lugar como Oaxaca. Todo es fantástico”, continúa la mexicana que vino de las montañas de Vail.
Rodolfo Dickson integró la delegación mexicana en PyeongChang 2018 junto a Sarah y otros dos atletas (Germán Madrazo y Robert Franco). De 24 años, oriundo de Puerto Vallarta, fue puesto en adaptación a los nueve meses de edad, cuando su nombre era ‘Jesús de Dios’. A los tres años una pareja canadiense lo adoptó y lo llevó consigo a vivir a Oakville, Ontario. En 2015, se graduó de la National Ski Academy y se mudó a Europa, donde logró inscribirse a campamentos de la Federación Internacional de Esquí en Austria y Suiza. Desde el inicio de su carrera eligió competir en representación de su país natal. No habla español, pero ni falta que le hace. En los Juegos de Corea del Sur terminó el slalom gigante en la posición 48, a media tabla de clasificación. “A veces cuando estoy nervioso, veo a las montañas en la distancia”, escribió. A Pekín llegará después de poco menos de media semana de viaje: salió de Vancouver el 31 de enero y arribó a la ciudad olímpica el 2 de febrero tras tres escalas y casi una vuelta al globo. El periplo le ha impedido ahondar en la plática.
“Soy una persona muy espiritual”, se abre Schleper, “me interesa mucho conocer qué es la fuerza creadora detrás de todo”. La meditación es un componente esencial en la vida de Sarah, tanto que, en lugar de agregar cansancio a cada nueva experiencia, se siente revitalizada al finalizar cada reto. Y es que Pekín 2022 quizá no sean sus últimos Juegos Olímpicos de Invierno. “Si mi cuerpo se mantiene en forma y todavía esquío rápido, puedo seguir”, dice. Su sueño es competir junto con su hijo mayor en la próxima cita: Milan-Cortina d’Ampezzo 2026. Y ahí sí que sería la despedida. Donovan, en cambio, tiene todo el futuro por delante. 22 años, los ojos del mundo sobre él, y el respeto de la élite del patinaje internacional. Su mayor anhelo es que su histórica actuación, al ritmo de Black Magic Woman (programa corto) y Perhaps Perhaps Perhaps (programa largo), inspire a una generación de jóvenes patinadores para que la disciplina despunte finalmente en México: “Ojalá que más niños y niñas se atrevan a probar este deporte. Espero motivarlos para que, en una de esas, como nosotros, puedan encontrar su pasión”. Para que en el futuro, en lugar de cuatro atletas mexicanos desfilando bajo la nieve olímpica, sean decenas.
¿Medallas? Quizá no. Pero Donovan, Sarah y Rodolfo ya han ganado sus Juegos.
Publicado el 4 de febrero de 2022.